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La Confesión,

 
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Autor Mensaje
gino falen vieyra
Esporádico


Registrado: 05 Jun 2006
Mensajes: 44

MensajePublicado: Sab Jun 10, 2006 9:45 pm    Asunto: La Confesión,
Tema: La Confesión,
Responder citando

http://apologetica.org

La Confesión,
un acto de amor

Para entender con simplicidad un sacramento extraordinario.

Colaboración de Alejo Fernández Pérez, España



La confesión consiste en pedir perdón, arrepentidos de las ofensas hechas a nuestro Padre y tomar una decisión firme de no volver a ofenderle, todo esto por un motivo esencial: por que le amamos. Y aún en el caso de no amarle deberíamos hacerlo por temor a desobedecer al Rey de reyes. Nuestro Dios y Padre, como el padre natural, se encuentra con tres clases de hijos: malos, aceptables y buenos, cada uno de los cuales ofende de forma diferente y de forma diferente deberían confesarse. Consideremos cada caso:

a) El mal hijo. Es el que de forma habitual roba al padre, le maltrata, le miente, no le obedece; lo que es más grave, le ignora, no le cuida y hasta se avergüenza de él. En una palabra: no le ama. Para este parecen hechos los mandamientos negativos: no matar, no mentir, no robar, ... y para este parecen hechos los libritos que tratan de las confesiones en general. Son casos extremos pero relativamente frecuentes. Para un buen hijo, que adora a su padre es incomprensible que le impongan estos mandamientos. ¿Nos imaginamos un marido muy bueno, porque no hace nada malo? Todo el día sentado, paseando o durmiendo: no roba, no mata, no miente, no, no, no, ...A final de mes si no ha trabajado, si no ha hecho algo bueno, su mujer le pedirá dinero para mantener la casa y los hijos. Si no lo trae, la mujer le mandará al cuerno ¡por bueno! Yo tengo un cenicero que no hace daño a nadie, y no creo que vaya al cielo.

b) Hijo aceptable. Es aquel que pocas veces ofende gravemente. No podemos decir que haga nada malo ni casi nada bueno. O sea, no roba mucho, ni le pega, ni miente en casos graves, obedece de vez en cuando y hecha una mano en el trabajo de higos a brevas; sin embargo, apenas si sabe que su padre existe, no le ayuda, ni le habla sonriente, le gruñe, apenas si le mira, no está pendiente de sus deseos, no se le ocurre hacerle un regalito por su santo o cumpleaños y apenas le dirige una palabra amable. En definitiva el padre se siente aislado, no querido y sólo útil para dar dinero, casa y comida. También a este le va bien el uso de los libritos.

c) El buen hijo. Para éste no están promulgados los mandamientos negativos, pues ni se le ocurre robar a su padre, zaherirle, mentirle, desobedecerle, ni dejar de estar pendiente de él. Realmente, quiere a su padre. Sus pecados, están en la medida de su amor no en sus ofensas. En la confesión no le sirven los libritos. En estos no se considera pecado la falta de amor y es esta falta casi la única que puede cometer: No amarle demasiado sería su pecado pues para el amor no existen límites. Su confesión sería: No le hablé cariñosamente, no le escuché con atención, se me fue la lengua y le hablé alto, no le cedí el mejor asiento, no le llevé en coche a donde quería porque fui comodón, no le mostré con palabras o hechos mi cariño, le eché en cara rudamente sus errores, no le tapé sus faltas, etc. Para los que nos confesamos varias veces al mes y comulgamos diariamente son estos últimos los pecados que cometemos y de los que tenemos que confesarnos; pero por inercia en nuestra formación son también los únicos de los que nunca nos confesamos, confesando una y otra vez los pecados antiguos ya confesados y perdonados. Recordemos que nuestra religión no es una religión de negaciones: No matarás, no mentirás, no, no... Cuando muramos - decía San Juan de la Cruz- "solo se nos examinará de amor". Nuestra Religión es la Religión del amor. En Mt. 22, 36-40 se lee:

"Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la Ley? El (Jesús) le dijo:Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. El segundo, semejante a éste, es: Amarás al prójimo como a ti mismo. De estos dos preceptos (amar y amar) penden toda la Ley y los Profetas".

En consecuencia: Cualquiera que sean nuestras actividades si no están empapadas de amor a Dios y al prójimo tienen poco valor ante el Señor nuestro. Esas negaciones no son más que unos límites mínimos que nunca deberíamos traspasar. El buen hijo nunca miente, roba, maltrata u ofende de cualquier otra forma a su Padre, pero el Padre no se conforma con eso, quiere ser amado, que se le trate con cariño, que nos acordemos de su cumpleaños, le quitemos trabajo, le hagamos un regalito de vez en cuando, mantengamos conversaciones con él. Tampoco olvidemos que "El que me ama es el que cumple mis mandamientos".

Hay otras muchas cosas de las que tampoco se nos ocurre confesarnos: a) De no hacer nuestros trabajos con la mayor perfección posible, de las chapuzas. Un tornillo mal puesto puede acarrear un accidente de coche; b) de conducir peligrosamente o con dos copas de más. No matarás. c) De perder nuestro tiempo y hacérselo perder a los demás, una forma de robo como otra cualquiera, en unos tiempos en que la hora de trabajo cuesta 3.500 ptas y más. d) De no hacer la vida amable a los demás gruñendo, criticando, murmurando, sin decir una palabra de estímulo o amable a nadie; cosas que no matan pero hacen la vida triste.

Los padres, y demás familia con niños pequeños los quieren a rabiar; pero - excepto las madres- no a todos por igual, dependiendo de la forma como los pequeños muestren su amor por nosotros. Los hay esquivos a los que nos cuesta trabajo darles un beso, los hay que enseguida y siempre nos echan los brazos al cuello. En estos se vuelca todo nuestro amor. La receta es simple: da amor y recibirás amor; gruñe y te gruñirán; alaba y serás alabado. ¡Qué trabajo nos cuesta reconocer las buenas obras ajenas!

También tenemos olvidados a los gravísimos pecados de omisión. Lc 12, 46-48 nos dice :

"Ese siervo que, conociendo la voluntad de su amo, no se preparó ni hizo conforme a ello, recibirá muchos azotes... A quien mucho se le da, mucho se le reclamará, y a quien mucho se le ha entregado, mucho se le pedirá".

La parábola de los talentos es más que expresiva.

Desgraciadamente, en nuestros días, hablamos muy poco de confesarse, y tampoco se dan demasiadas facilidades. Por una parte, parece como si no estuviese de moda; pero, afortunadamente, en otros sectores de la Iglesia empieza a calar de nuevo su importancia trascendental.

Para confesarse hay que ir al confesionario y arrodillarse ante el sacerdote, pero ¿cuándo y dónde? Pues resulta que las confesiones, sobre todo para las personas que no frecuentan la Iglesia,no saben a que hora son, en qué iglesia y en qué días. No hay una parroquia donde esté expuesto, donde pueda ser visto (¡no de puertas adentro!) los horarios de misas, de confesiones y los nombres de los confesores, como sucede en algunas poblaciones. Y la confesión es el primer paso para que el hijo perdido regrese al hogar del Padre. Cualquier empresa o comercio, que tiene algo que ofrecer, da todas las facilidades a sus clientes. En la Iglesia católica, donde empieza a haber competencia, el que quiera algo tiene que venir expresamente a preguntar; así que mejor será que demos un poco más de facilidades a los alejados, no sea que "los buenos hijos" no seamos tan buenos hermanos.
_________________
gino falen
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scarlett
Veterano


Registrado: 07 Jun 2006
Mensajes: 3963
Ubicación: México

MensajePublicado: Dom Jun 11, 2006 3:41 pm    Asunto:
Tema: La Confesión,
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Hola, Gino:
Que bueno que abres estos temas. Yo se que ya se han de haber tratado otras veces, pero habemos supongo que hay mas, personas que no los habiamos visto.
A mi me sirven porque estoy tratando de conocer mi fe catolica y de la forma en que lo estas haciendo, con palabras comprensibles....bueno...es mas facil.
Recuerdo cuando niña cuando iba al confesionario a confesar que habia sido mala porque habia contestado mal, porque me habia portado mal.. y sabes? mentia, porque yo era una niña que no contestaba mal, que no me portaba mal. Claro, esto cuando tenia 8 años...porque habra que ver despues Embarassed A mi me pasa una cosa: se que tengo que confesarme, pero si no siento que tengo nada que haya hecho realmente mal?
Sucede que aveces llego al confesionario y me quedo en blanco: empiezo a decir: "me porte mal", "tuve malos pensamientos"... asi en general porque seguramente me porte mal y tuve malos pensamientos.
En un articulo "Programa para cambiar de vida", sugieren hacer un examen diario para ver lo que hacemos mal, con quien nos portamos mal. Pero no se me habia ocurrido pensar a quien no le doy amor, con quien pude ser mas amorosa....Seguiras escribiendo acerca de esto?
_________________
***¡ Dulce Jesús, dad descanso eterno a las benditas almas del Purgatorio !
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anitalcual
Esporádico


Registrado: 15 May 2006
Mensajes: 71
Ubicación: españa

MensajePublicado: Dom Jun 11, 2006 7:12 pm    Asunto: Descansar del mal gracias a Dios
Tema: La Confesión,
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Yo, me confieso con un cura, XVIII


Tengo que decir aquí que yo me confieso, si, me confieso con un cura. Voy y le digo todas las cosas que, en mi interior, creo he hecho mal. Algunas veces son pocas, otras son bastantes. No llevo la cuenta. Lo que sí hago es cometer siempre las mismas faltas. Es curioso, porque son cosas que no quiero volver a hacer, ni pensar, ni comentar; pero extrañamente caigo en ello una y otra vez.

Yo creo que esto lo permite Dios para que veamos lo inútiles que somos sin Él.

De niña me confesaba con un anciano cura que venía por el colegio, de monjas, y allí todas en fila le llenábamos la cabeza de desobediencias y palabrotas; puede que alguna cometiese algún hurto y algo más, pero la mayoría éramos bastante ramplonas en cuanto a pecados. Y no es que crea que los niños no pequen, acordémonos de los asesinos de Liverpool, es sencillamente que muchos estamos más inclinados a no hacerlo por los consejos e historias que, gratuitamente, nos dan padres y profesores. Me dan lástima los niños de ahora tan mal aconsejados por seriales televisivos, tan abandonados a su suerte por padres separados y profesores, que sólo piensan en sí mismos. Sí me duelen estos niños de ahora y no creo que tarde mucho en dolernos a todos.

Van a pasar muchas cosas, y los culpables no serán solamente los que cometan las fechorías.

De joven dejé de confesarme. Además nunca he tenido ningún guía espiritual, cosa que, supongo, puede funcionar muy bien si encuentras a la persona adecuada –como en todo-. Esporádicamente acudía a la Iglesia y me confesaba. Entonces el pecado con que yo me complacía más era el de que no iba a Misa los domingos, cuando en verdad hacía muchas más cosas.
Y es que pasa una cosa muy pero que muy rara con los pecados: Creo que cuanto mejor te portas más ves que cometes. Me explico si te portas como un malvado desprecias tanto el bien que no te sientes en el umbral del infierno. Por el contrario, los santos siempre se sienten culpables de cantidad de cosas porque sus ansias de perfección son tales que nunca llegan a saciarse.

Y esto último es bueno, porque demuestra, lo que ya he dicho, que sin Dios no tenemos sentido porque, Él es el único perfecto y la única ayuda.

Ya de adulta (sobre 23 años), volví al seno de la Iglesia Católica, como conversa; fue como si lo estrenara todo. Descubrí un mundo nuevo que me estaba esperando y encontré preparados para mí cantidad de regalos en forma de dones. Uno de ellos fue el Sacramento de la Confesión o Reconciliación.

Y ahora me suelo confesar, mínimo, 4 veces al año: Una por Pascua, cuando ya nos ha preparado la Iglesia y estamos abocados a aceptar el Gran Sacrificio del Único Hijo de Dios; otra antes del verano, pidiendo el perdón antes de los viajes y entretenimientos y nervios propios del tiempo estival; la tercera, antes de iniciar el curso escolar en espera de merecer un año provechoso y santo; y la última, antes de la Navidad para que el Niño Jesús nos reciba contento en el Portal de Belén.
He de añadir que si me siento mal por haber cometido cualquier tropelía acudo de inmediato a un sacerdote y no me espero ni un solo día, porque me encuentro muy inquieta. Y cuando salgo de reconciliarme con Dios y con La Iglesia parece que flotes, sabes que no has sido bueno, que haces cosas mal y dejas de hacer otras que hubiesen estado bien, pero te das cuenta de que Dios te regala un perdón único: borra el mal. Él es el único que puede hacer eso y algún día lo veremos con estos mismos ojos acostumbrados a ver sólo efectos (aunque también son capaces de ver cosas como el amor y la alegría).
Me falta decir que aquella sensación juvenil de que los curas se enteraban de todas mis cosas, y lo que es peor de las malas, siendo ellos mismos tan pecadores, ha desaparecido por completo. Creo que es justo que nos arrodillemos a pedir el perdón a Nuestro Señor ante un hombre tan pecador como nosotros mismos, o ¿es que nos merecemos uno impecable?.


¡Que Dios os bendiga!
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