La Barca de Pedro es la Iglesia

[José Nelson Durón]

CAMINAR…. Por: José Nelson Durón V.

NAVEGAR EN LA BARCA CON EL SEÑOR

Invitadas y enseñadas por la madre Iglesia, que es una, santa, católica (universal) y apostólica, nuestras almas han ido caminando fortalecidas por la solemnidad de las fiestas que, en memoria de acontecimientos notables de la fe cristiana y del misterio de Dios, celebra todos los años en períodos y fechas que la reflexión espiritual de la propia fe califica como fuertes y que ha acomodado a lo largo del Año Litúrgico en las fechas correspondientes al año judío, o en sus cercanías, en el caso de solemnidades como Pentecostés, Fiesta de las Semanas, que el pueblo judío celebra siete semanas después de la Fiesta de la Pascua, siguiendo la pedagogía que el Espíritu Santo ha observado a lo largo de la historia de la salvación y en atención al mandato de Dios contenido en la santa Biblia: “Guarda el mes de Abib y celebra en él la Pascua en honor de Yahveh tu Dios, porque fue en el mes de Abib, por la noche, cuando Yahveh tu Dios te sacó de Egipto… Contarás siete semanas. Cuando la hoz comience a cortar las espigas comenzarás a contar estas siete semanas. Y celebrarás en honor de Yahveh tu Dios la fiesta de las Semanas, con la ofrenda voluntaria que haga tu mano, en la medida en que Yahveh tu Dios te haya bendecido… Celebrarás la fiesta de las Tiendas durante siete días, cuando hayas recogido la cosecha de tu era y de tu lagar… Durante siete días harás fiesta a Yahveh tu Dios en el lugar elegido por Yahveh; porque Yahveh tu Dios te bendecirá en todas tus cosechas y en todas tus obras, y serás plenamente feliz. Tres veces al año se presentarán todos tus varones ante Yahveh tu Dios, en el lugar elegido por él: en la fiesta de los Azimos, en la fiesta de las Semanas, y en la fiesta de las Tiendas. Nadie se presentará ante Yahveh con las manos vacías; sino que cada cual ofrecerá el don de su mano, según la bendición que Yahveh tu Dios te haya otorgado. (Dt 16,1-17).

Es así como hemos celebrado la venida del Espíritu Santo con la solemnidad de Pentecostés, fecha que Él mismo escogió para iluminar, fortalecer y enviar a la Iglesia fundada por el Señor Jesús; siete días después la solemnidad de la Santísima Trinidad y, después de otros siete días, la solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, en memoria del excelentísimo regalo del Padre a Su Iglesia, que la perpetúa con la celebración de la Eucaristía en todo el mundo. Todo esto, en atención a los mandatos de Dios y a la pedagogía contenida en el Depósito de la Fe que el Señor Jesús ha confiado a la Iglesia, cuando le afirma a través de Pedro: “« Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos. » (Mt 16,17-19)

La historia de la salvación del género humano, que a partir del Señor Jesús se convierte en el caminar de Su Iglesia, está llena de sucesos impresionantes en que el Altísimo Señor ha demostrado Su presencia y Su auxilio, iluminándola y dándole fuerzas para custodiar con celo especial el Depósito de la Fe y la integridad de la Doctrina, de tal manera que su navegar en la historia y en el misterio de Dios sea fiel a la confianza que el Señor le tiene. Es por ello que la Iglesia ha sido capaz de conservar incólumes los grandes principios de la fe que el Señor Jesús le enseñó y le continúa enseñando en virtud de su presencia misteriosa en el navegar de la Iglesia, que siempre, desde los primeros siglos de su existencia, ha sido identificada con La Barca de Pedro, misma en que los Apóstoles navegaron y continúan navegando en el proceloso mar de la fe del pueblo de Dios y de la incredulidad publicitada y deseada por muchos.

El Apóstol y Evangelista Marcos nos recuerda hoy que el Señor Jesús navega con la Iglesia, aunque haya algunos que “reman aparte pues los acompañaban otras barcas” (San Juan Crisóstomo, homilía in Matthaeum 28. (CATENA AUREA EN ESPAÑOL 6435), aunque aparente estar dormido, no dejará Él de cumplir Su promesa de estar con Su Iglesia todos los días hasta el fin del mundo.

Por todo esto, hermano cristiano católico, percibe la increíble distinción con que el Señor Jesús hace brillar la Iglesia; llénate de la convicción de que tu barca, aunque se llene de aguas por momentos y las olas se estrellen contra ella, el Señor Jesús estará con ella y contigo; deja que Su presencia vigorice tu fe y tu amor por ella y procura que el testimonio de tu vida cristiana sea no solo un orgullo para ti, sino signo de paz y de gozosa calma. Que tu gozo, serenidad y madurez cristiana haga que los demás se pregunten, como en Pentecostés hace dos milenios, “Todos estaban estupefactos y perplejos y se decían unos a otros: « ¿Qué significa esto? »” (Hechos 2,12)