cataeco Constante
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Publicado:
Dom Jul 02, 2006 12:33 am Asunto:
SOBRE LA ARQUIDIÓCESIS DE CÓRDOBA
Tema: SOBRE LA ARQUIDIÓCESIS DE CÓRDOBA |
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La Iglesia debate su adaptación a la época
La Iglesia de Córdoba admite que funciona con un paradigma de una época anterior, y que debe adaptarse a una sociedad que no es homogéneamente cristiana. Reconoce que la Iglesia ya no ocupa un lugar de privilegio como antaño, y describe cómo las necesidades de la gente crecieron más que la estructura pastoral.
Esta es la síntesis del documento titulado “Diagnóstico pastoral de la Arquidiócesis de Córdoba”, un informe que fue trabajado, debatido y consensuado por parroquias, movimientos, asociaciones y grupos de laicos convocados por la arquidiócesis, como punto de partida para que la Iglesia encare los desafíos de estos nuevos tiempos.
También participaron centros de estudios de la UNC, psicólogos y hasta una consultora que realizó una encuesta sobre la imagen de la Iglesia.
Hacía más de 20 años que no se producía un documento de estas características, en el que hayan actuado y trabajado tantas partes. “No es un mapa científico, pero servirá para ver en dónde estamos, qué hay que cambiar y cuáles serán las acciones para hacerlo”, destacó el vicario pastoral Walter Gómez, uno de los que coordinó todo el proceso.
En el texto figuran siete “núcleos” que delimitan las principales “virtudes y flaquezas detectadas a partir de un análisis de la Iglesia y de la sociedad, así como de la relación entre ambas”, dice González.
La siguiente es una síntesis de cada uno de ellos:
1) El desamparo: la angustia y la soledad o una fe adulta y fraterna. Se refiere a que el “retiro del Estado ha acrecentado el abandono y desvalimiento sobre todo de los más débiles, dejándolos a veces paradójicamente cautivos de iniciativas asistenciales sobreprotectoras y paternalistas”. A su vez, resalta que otros sectores “se encuentran sobreprotegidos económicamente pero experimentan el desamparo en cuanto a la vivencia de valores”. Ante este panorama, se convoca a la capacitación “para el discernimiento sin búsqueda de ‘recetas’, ‘fórmulas’, ‘bajadas de línea’ o ‘respuestas hechas’”.
2) La inquietud por un mundo que acaba y el desafío de construir otro que nace.
“Nuestro modo de funcionar corresponde a veces a un paradigma que hace mucho está en crisis, con signos que indican su caducidad. La Iglesia se encontraba inserta en el mundo que desaparece pero desconcertada en el que se está alumbrando”, se diagnostica en este punto. También hay una especie de reproche interno: “Todavía actuamos como si estuviéramos en una sociedad homogéneamente cristiana, o como si gozáramos de un lugar social incuestionable y de privilegio”.
Sin embargo, se resalta que lo que se pide no es “una adaptación a las reglas de juego actuales, sino una conversión pastoral para este tiempo”.
3) La experiencia de la fragmentación y el anhelo de unidad.
En un mundo fragmentado socialmente, ha crecido la demanda de servicios espirituales –se ilustra en este núcleo–. al tiempo que el voluntariado ha disminuido. “Son muchas las necesidades, pero pocas las manos”, se sintetiza. Y se describe una “estructura pastoral con cansancio, agobio, (que) ya no da respuesta a las nuevas situaciones”.
A esto se lo ve como un potencial “punto de partida de una renovación que el Espíritu del Señor está gestando: caminar desde la fragmentación hacia la unidad de personas y comunidades”.
4) El temor al compromiso y el deseo de participación. Aquí se intenta describir la tensión que existe en la sociedad “entre el deseo de participar y ser protagonistas del tiempo en que vivimos, y las dificultades que muchas veces se convierten en temor al compromiso”.
Ante esto, hace público su anhelo de nuevos espacios de participación: “Debemos revisar el estilo pastoral que no responde a la conciencia que la Iglesia tiene hoy de sí misma : un estilo clericalista que exige mucho a pocos y no siempre propicia la participación adulta”. Aquí se destaca, también, el importante y creciente papel de la mujer en las comunidades cristianas.
5) La falta de comunicación y el anhelo del diálogo con todos.
Describe la “distorsión de la comunicación en la sociedad actual”, entre miles de estímulos, y se plantea la necesidad de “pasar de la incomunicación al diálogo”. Y se aclara que ello significa pasar “de una pura comunicación asertiva a la comunicación persuasiva, paciente humilde, capaz de explicitar la belleza de lo que se anuncia”.
6) Las nuevas pobrezas y el anhelo de justicia y solidaridad.
Hay aquí una crítica explícita a las “estructuras injustas del modelo neoliberal imperante”, generador de “nuevos tipos de pobres y pobrezas”.
Admite que “nos cuesta comprometernos de una manera nueva para que sea con los pobres y desde ellos”. E invita a “atrevernos a una nueva imaginación de la caridad, encontrando nuevos caminos para nuevas necesidades”.
7) Puestos a prueba pero con el soplo del espíritu que nos impulsa mar adentro.
Ante el descreimiento y la falta de esperanza en toda la sociedad, surge una “sed de espiritualidad”. De allí la importancia para la Iglesia de “promover una espiritualidad contemplativa, eucarística, mariana y misionera”. Aunque aquí se detiene para constatar que “se multiplican grupos y propuestas con espiritualidad de otras características: soluciones inmediatas que generan más escepticismo, indiferencia y confusión”.
Por eso llama a “superar la distancia entre espiritualidad y actividad pastoral”.
Conclusiones: El diagnóstico descripto, dice el resumen, “nos ayuda a conocer mejor el océano por el cual navegamos, confeccionar una hoja de ruta para sortear fortalezas y debilidades”, y “buscar el itinerario más conveniente”.
Es decir, sirve como una guía para manejarse ante los nuevos desafíos planteados.
Publicado en "La Voz del Interior"
Saludos en Cristo. |
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