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Doctrina Social de la Iglesia
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juan_pablo1
Constante


Registrado: 26 Jun 2006
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Ubicación: Argentina capital

MensajePublicado: Mie Jul 19, 2006 9:21 pm    Asunto:
Tema: Doctrina Social de la Iglesia
Responder citando

ahora estoy pasando por una pesadilla, discutiendo con una persona que abala la teologia de liberacion...por DIOS, a cada rato me refriega en la cara los supuestos errores de los hijos de la iglesia y me dice que la misma metio demasiado la pata a lo largo de la historia por ejemplo..con esa ideologia de la opcion por los pobres por ejemplo...pero si la iglesia los reivindica a cada rato por DIOS¡¡¡¡¡..estoy harto de esos refregones de cara estupidos y mucho mas por comunistas resentidos...me gustaria tener un compendio de todas las aberraciones que cometio el comunismo y lo que sufrio la iglesia por este..
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juan_pablo1
Constante


Registrado: 26 Jun 2006
Mensajes: 546
Ubicación: Argentina capital

MensajePublicado: Mie Jul 19, 2006 9:25 pm    Asunto:
Tema: Doctrina Social de la Iglesia
Responder citando

la verdad que esta pagina es una bendicion...consigo todas las respuestas de las ignorancias del mundo exterior...
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Javi Becerra
Asiduo


Registrado: 01 Mar 2006
Mensajes: 210

MensajePublicado: Mie Jul 19, 2006 11:22 pm    Asunto:
Tema: Doctrina Social de la Iglesia
Responder citando

Paz y bien.


Catequesis de S.S. Juan Pablo II en la audiencia general de los miércoles

25 de agosto de 1999

(...) 3. También es verdad que el pecado personal tiene siempre una dimensión social. El pecador, a la vez que ofende a Dios y se daña a sí mismo, se hace responsable también del mal testimonio y de la influencia negativa de su comportamiento. Incluso cuando el pecado es interior, empeora de alguna manera la condición humana y constituye una disminución de la contribución que todo hombre está llamado a dar al progreso espiritual de la comunidad humana.

Además de todo esto, los pecados de cada uno consolidan las formas de pecado social que son precisamente fruto de la acumulación de muchas culpas personales. Es evidente que las verdaderas responsabilidades siguen correspondiendo a las personas, dado que la estructura social en cuanto tal no es sujeto de actos morales. Como recuerda la exhortación apostólica postsinodal Reconciliatio et paenitentia, «la Iglesia, cuando habla de situaciones de pecado o denuncia como pecados sociales determinadas situaciones o comportamientos colectivos de grupos sociales más o menos amplios, o hasta de enteras naciones y bloques de naciones, sabe y proclama que estos casos de pecado social son el fruto, la acumulación y la concentración de muchos pecados personales. (...) Las verdaderas responsabilidades son de las personas» (n. 16).

Sin embargo, como he afirmado muchas veces, es un hecho incontrovertible que la interdependencia de los sistemas sociales, económicos y políticos crea en el mundo actual múltiples estructuras de pecado (cf. Sollicitudo rei socialis, 36; Catecismo de la Iglesia católica, n. 1869). Existe una tremenda fuerza de atracción del mal que lleva a considerar como «normales» e «inevitables» muchas actitudes. El mal aumenta y presiona, con efectos devastadores, las conciencias, que quedan desorientadas y ni siquiera son capaces de discernir. Asimismo, al pensar en las estructuras de pecado que frenan el desarrollo de los pueblos menos favorecidos desde el punto de vista económico y político (cf. Sollicitudo rei socialis, 37), se siente la tentación de rendirse frente a un mal moral que parece inevitable. Muchas personas se sienten impotentes y desconcertadas frente a una situación que las supera y a la que no ven camino de salida. Pero el anuncio de la victoria de Cristo sobre el mal nos da la certeza de que incluso las estructuras más consolidadas por el mal pueden ser vencidas y sustituidas por «estructuras de bien» (cf. ib., 39).

4. La «nueva evangelización» afronta este desafío. Debe esforzarse para que todos los hombres recuperen la certeza de que en Cristo es posible vencer el mal con el bien. Es preciso educar en el sentido de la responsabilidad personal, vinculada íntimamente a los imperativos morales y a la conciencia del pecado. El camino de conversión implica la exclusión de toda connivencia con las estructuras de pecado que hoy particularmente condicionan a las personas en los diversos ambientes de vida.



Bien, ¿cómo combatimos esas estructuras de pecado?
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Si doy pan a un pobre me llaman santo. Si pregunto por qué no tiene pan me llaman comunista (P. Casaldáliga).
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cataeco
Constante


Registrado: 16 May 2006
Mensajes: 883

MensajePublicado: Jue Jul 20, 2006 9:19 am    Asunto:
Tema: Doctrina Social de la Iglesia
Responder citando

Hace mil años en Nuestra Iglesia este tema se discutía,

Cuando le preguntaron a HILDEGARDA de BINGEN (1089¬-1179), una famosa santa de la época. por qué admitía en su convento sólo a monjas de la clase alta, ella respondió:

"Dios vela cerca de cada hombre porque las clases bajas no se eleven nunca sobre las altas como lo hicieron en su dia Satanás y el primer hombre, que quisieron remontarse por encima de su estado.

¿ y quién es el que guarda en un solo establo todo su ganado. los bueyes y los asnos, las ovejas y los carneros?

Si se hiciera asi
iQué revoltijo se armaría!
Por eso debemos velar también porque el pueblo no aparezca revuelto todo él en un rebano...

De otro modo se produciría una horrorosa depravación de costumbres, y todos se desgarrarían llevados por el odio mutuo, viendo como las clases altas se rebajan al nivel de las clases bajas, y estas se encumbran hasta la altura de aquellas.

Dios divide a su pueblo sobre la tierra en distintas clases como clasifica a sus ángeles en el cielo en diversos grupos, en el de los simples ángeles y en el de los arcángeles...,

en el de los querubines y en el de los serafines. Pero Dios ama a todos por igual".


Yo puedo perfectamente entender esta respuesta viniendo de parte de un miembro de la clase acomodada del siglo XI,

puedo entender perfectamente lo dicho por León XIII en Rerum Novarum,

estaba recién salido el MANIFIESTO COMUNISTA!!!!!!!!!!!!!

Ahora, seguir pensando asi, a casi 20 años de la caída del MURO DE BERLIN, me parece patológico...........

Saludos en Cristo.
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Tirteo
Constante


Registrado: 04 Oct 2005
Mensajes: 585

MensajePublicado: Jue Jul 20, 2006 2:05 pm    Asunto:
Tema: Doctrina Social de la Iglesia
Responder citando

Cita:
El error al condenar a Galileo fue ¡que la Iglesia se pusiera a opinar de astronomía!


¿El problema de Galileo no consistió en querer contraponer la verdad bíblica a lo que enseñan las ciencias naturales?
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Beatriz
Veterano


Registrado: 01 Oct 2005
Mensajes: 6434

MensajePublicado: Jue Jul 20, 2006 2:28 pm    Asunto:
Tema: Doctrina Social de la Iglesia
Responder citando

juan_pablo1 escribió:
ahora estoy pasando por una pesadilla, discutiendo con una persona que abala la teologia de liberacion...por DIOS, a cada rato me refriega en la cara los supuestos errores de los hijos de la iglesia y me dice que la misma metio demasiado la pata a lo largo de la historia por ejemplo..con esa ideologia de la opcion por los pobres por ejemplo...pero si la iglesia los reivindica a cada rato por DIOS¡¡¡¡¡..estoy harto de esos refregones de cara estupidos y mucho mas por comunistas resentidos...me gustaria tener un compendio de todas las aberraciones que cometio el comunismo y lo que sufrio la iglesia por este..


Hermano, estamos preparando un compendio de apologética, todos los cuestionamientos que le hacen a la Iglesia Católica. Voy a incluir tu sugerencia.

Que Dios te bendiga
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"Quien no ama, no conoce"
San Agustín
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Beatriz
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Registrado: 01 Oct 2005
Mensajes: 6434

MensajePublicado: Jue Jul 20, 2006 2:48 pm    Asunto:
Tema: Doctrina Social de la Iglesia
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javier_abcd escribió:
Cita:
- Dios une

- El demonio divide


Beatriz, aplaudo el tema que abres. Ahora este axioma es falso. Lo vería correcto si dijeras que Dios une con el amor de Jesús y el demonio divide para destruirnos.

Pero no toda separación, división o sometimiento conllevan destrucción. La división de lo que está sometido y unido exteriormente quizás por acción del demonio puede comportar la libertad de las partes esclavizadas. Como ejemplo pongo el imperio español en el que no se ponía el sol.

Y Dios une, pero no uniforma exteriormente, ni esclaviza ni une mediante un reino de terror. Dios une tan sólo a través del amor de Jesús.



Estimado Javier

Dios es Amor, y une a través del amor.

El demonio se opone a Dios, es decir que se opone al Amor, divide para que No nos amemos.

Creo que se entiende esto cuando digo que Dios Une y el demonio Divide.

Sobre hechos históricos como la Conquista Española, pienso que Dios saca provecho del mal. Durante la Conquista Española hubo mucho dolor, muerte, destrucción pero trajo la mejor de todas las riquezas a Latinoamérica: Jesús. Dios saca provecho del mal. Si los ingleses hubieran conquistado Latinoamérica, hoy seriamos protestantes. No es pura casualidad que España conquistara Latinoamérica. Pero esto es para otro tema.

Que Dios te bendiga
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juan_pablo1
Constante


Registrado: 26 Jun 2006
Mensajes: 546
Ubicación: Argentina capital

MensajePublicado: Jue Jul 20, 2006 4:00 pm    Asunto:
Tema: Doctrina Social de la Iglesia
Responder citando

Beatriz escribió:
juan_pablo1 escribió:
ahora estoy pasando por una pesadilla, discutiendo con una persona que abala la teologia de liberacion...por DIOS, a cada rato me refriega en la cara los supuestos errores de los hijos de la iglesia y me dice que la misma metio demasiado la pata a lo largo de la historia por ejemplo..con esa ideologia de la opcion por los pobres por ejemplo...pero si la iglesia los reivindica a cada rato por DIOS¡¡¡¡¡..estoy harto de esos refregones de cara estupidos y mucho mas por comunistas resentidos...me gustaria tener un compendio de todas las aberraciones que cometio el comunismo y lo que sufrio la iglesia por este..


Hermano, estamos preparando un compendio de apologética, todos los cuestionamientos que le hacen a la Iglesia Católica. Voy a incluir tu sugerencia.

Que Dios te bendiga

que bien¡¡ lo espero con ansias¡¡...DIOS la bendiga.
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Beatriz
Veterano


Registrado: 01 Oct 2005
Mensajes: 6434

MensajePublicado: Jue Jul 20, 2006 4:30 pm    Asunto:
Tema: Doctrina Social de la Iglesia
Responder citando

Javi Becerra escribió:
Paz y bien.


Catequesis de S.S. Juan Pablo II en la audiencia general de los miércoles

25 de agosto de 1999

(...) 3. También es verdad que el pecado personal tiene siempre una dimensión social. El pecador, a la vez que ofende a Dios y se daña a sí mismo, se hace responsable también del mal testimonio y de la influencia negativa de su comportamiento. Incluso cuando el pecado es interior, empeora de alguna manera la condición humana y constituye una disminución de la contribución que todo hombre está llamado a dar al progreso espiritual de la comunidad humana.

Además de todo esto, los pecados de cada uno consolidan las formas de pecado social que son precisamente fruto de la acumulación de muchas culpas personales. Es evidente que las verdaderas responsabilidades siguen correspondiendo a las personas, dado que la estructura social en cuanto tal no es sujeto de actos morales. Como recuerda la exhortación apostólica postsinodal Reconciliatio et paenitentia, «la Iglesia, cuando habla de situaciones de pecado o denuncia como pecados sociales determinadas situaciones o comportamientos colectivos de grupos sociales más o menos amplios, o hasta de enteras naciones y bloques de naciones, sabe y proclama que estos casos de pecado social son el fruto, la acumulación y la concentración de muchos pecados personales. (...) Las verdaderas responsabilidades son de las personas» (n. 16).

Sin embargo, como he afirmado muchas veces, es un hecho incontrovertible que la interdependencia de los sistemas sociales, económicos y políticos crea en el mundo actual múltiples estructuras de pecado (cf. Sollicitudo rei socialis, 36; Catecismo de la Iglesia católica, n. 1869). Existe una tremenda fuerza de atracción del mal que lleva a considerar como «normales» e «inevitables» muchas actitudes. El mal aumenta y presiona, con efectos devastadores, las conciencias, que quedan desorientadas y ni siquiera son capaces de discernir. Asimismo, al pensar en las estructuras de pecado que frenan el desarrollo de los pueblos menos favorecidos desde el punto de vista económico y político (cf. Sollicitudo rei socialis, 37), se siente la tentación de rendirse frente a un mal moral que parece inevitable. Muchas personas se sienten impotentes y desconcertadas frente a una situación que las supera y a la que no ven camino de salida. Pero el anuncio de la victoria de Cristo sobre el mal nos da la certeza de que incluso las estructuras más consolidadas por el mal pueden ser vencidas y sustituidas por «estructuras de bien» (cf. ib., 39).

4. La «nueva evangelización» afronta este desafío. Debe esforzarse para que todos los hombres recuperen la certeza de que en Cristo es posible vencer el mal con el bien. Es preciso educar en el sentido de la responsabilidad personal, vinculada íntimamente a los imperativos morales y a la conciencia del pecado. El camino de conversión implica la exclusión de toda connivencia con las estructuras de pecado que hoy particularmente condicionan a las personas en los diversos ambientes de vida.



Bien, ¿cómo combatimos esas estructuras de pecado?


¿Cómo combatimos esas estructuras de pecado?

Primero reconociendo dónde se origina el pecado:

<<8. La urgencia de reformas radicales de las estructuras que producen la miseria y constituyen ellas mismas formas de violencia no puede hacer perder de vista que la fuente de las injusticias está en el corazón de los hombres. Solamente recurriendo a las capacidades éticas de la persona y a la perpetua necesidad de conversión interior se obtendrán los cambios sociales que estarán verdaderamente al servicio del hombre. 33 Pues a medida que los hombres, conscientes del sentido de su responsabilidad, colaboran libremente, con su iniciativa y solidaridad, en los cambios necesarios, crecerán en humanidad.>> LIBERTATIS NUNTIUS

En el corazón de los hombres se engendra la injusticia social.

Una metralleta, un gobierno comunista, un dictador, no podrá erradicar el pecado. Esto es una ilusión.

<<9. Igualmente es una ilusión mortal creer que las nuevas estructuras por sí mismas darán origen a un «hombre nuevo», en el sentido de la verdad del hombre. El cristiano no puede desconocer que el Espíritu Santo, que nos ha sido dado, es la fuente de toda verdadera novedad y que Dios es el señor de la historia. >> LIBERTATIS NUNTIUS

<<10. Igualmente, la inversión por la violencia revolucionaria de las estructuras generadoras de injusticia no es ipso facto el comienzo de la instauración de un régimen justo. Un hecho notable de nuestra época debe ser objeto de la reflexión de todos aquellos que quieren sinceramente la verdadera liberación de sus hermanos. Millones de nuestros contemporáneos aspiran legítimamente a recuperar las libertades fundamentales de las que han sido privados por regímenes totalitarios y ateos que se han apoderado del poder por caminos revolucionarios y violentos, precisamente en nombre de la liberación del pueblo. No se puede ignorar esta vergüenza de nuestro tiempo: pretendiendo aportar la libertad se mantiene a naciones enteras en condiciones de esclavitud indignas del hombre. Quienes se vuelven cómplices de semejantes esclavitudes, tal vez inconscientemente, traicionan a los pobres que intentan servir.>> LIBERTATIS NUNTIUS
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Javi Becerra
Asiduo


Registrado: 01 Mar 2006
Mensajes: 210

MensajePublicado: Jue Jul 20, 2006 4:46 pm    Asunto:
Tema: Doctrina Social de la Iglesia
Responder citando

Paz y bien.

Coincidimos, Beatri,z en el rechazo de las metralletas, de los dictadores, de la violencia. Espero que sea así siempre y que nunca justifiquemos el uso de metralletas.


Tú me dices por boca de Ratzinger que se combate recurriendo a las capacidades éticas de la persona y a la perpetua necesidad de conversión interior .


Ciertamente, el ser humano es una criatura a la que hay que hacer entrar por la vía de la ética y es cierto también que estructuras nuevas no darán lugar a un hombre nuevo, pero si son, al menos, un pelín menos nefastas... bienvenidas sean.

Supongo, Beatriz, que tendremos que recurrir a la capacidad ética de las personas y a su necesidad de conversión para que, si quieren, la cosa sea más justa. Y ¿mientras tanto eso no suceda? ¿Resignación?

Cierto es que los revolucionarios acaban esclavizando a los que pretenden liberar (de nuevo te pido que me digas a qué corriente o autor te refieres, pues no todos son así de revolucionarios, en realidad casi ninguno, y no es lo mismo Boff que Sobrino, Casaldáliga que Segundo, Faus que Ellacuría, y así un largo etc.). También es verdad que las condiciones de indignidad permanecen. Menuda suerte la de los pueblos, ¿eh?, o esclaizados por unos o explotados por otros, eso sí, a la epera de que se responda afirmativamente al llamamiento ético y a la necesidad de conversión.

Cabe una opción, y es la lucha no violenta por la liberación integral de las personas.
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P. Fernando
Constante


Registrado: 07 Mar 2006
Mensajes: 638

MensajePublicado: Jue Jul 20, 2006 4:48 pm    Asunto:
Tema: Doctrina Social de la Iglesia
Responder citando

Estimada en Cristo Beatriz:

Han sido muy oportunos los textos que ha citado.

Me recordaron una conversación de un seminarista, en el año 1988 ó 1989, con un sacerdote jesuita que había estudiado a fondo el marxismo y que lo sabía criticar como pocas personas en el mundo. Un sacerdote sabio, humilde y santo.

El seminarista preguntó si, para acelerar la caída de las dictaduras comunistas, era posible hacer "algo más". El sacerdote entendió enseguida la pregunta, en la que se aludía a una acción violenta y dijo: "Sí, pero no como sacerdotes".

A los pocos meses, casi sin violencia, caía el imperio comunista. Mientras que con gran dolor vemos cómo muchas personas, que dijeron luchar contra injusticias en otros lugares del mundo, usaron las armas y crearon (y todavía mantienen) sistemas de horror y de violencia que no sólo empobrecen a los países que decían querer liberar, sino que generan más odios y más pecados.

Lo importante será siempre la conversión de los corazones, y entonces será más fácil cambiar las estructuras.
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Beatriz
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Registrado: 01 Oct 2005
Mensajes: 6434

MensajePublicado: Jue Jul 20, 2006 4:48 pm    Asunto:
Tema: Doctrina Social de la Iglesia
Responder citando

¿cómo combatimos esas estructuras de pecado?

La Libertatis Nuntius da unas pautas:


<<8....Solamente recurriendo a las capacidades éticas de la persona y a la perpetua necesidad de conversión interior se obtendrán los cambios sociales que estarán verdaderamente al servicio del hombre. 33 Pues a medida que los hombres, conscientes del sentido de su responsabilidad, colaboran libremente, con su iniciativa y solidaridad, en los cambios necesarios, crecerán en humanidad. La inversión entre moralidad y estructuras conlleva una antropología materialista incompatible con la verdad del hombre.>>


<<14. La enseñanza de la Iglesia en materia social aporta las grandes orientaciones éticas. Pero, para que ella pueda guiar directamente la acción, exige personalidades competentes, tanto desde el punto de vista científico y técnico como en el campo de las ciencias humanas o de la política. Los pastores estarán atentos a la formación de tales personalidades competentes, viviendo profundamente del Evangelio. A los laicos, cuya misión propia es construir la sociedad, corresponde aquí el primer puesto.>>



1. Solamente recurriendo a las capacidades éticas de la persona y a la perpetua necesidad de conversión interior se obtendrán los cambios sociales que estarán verdaderamente al servicio del hombre
2. La enseñanza de la Iglesia en materia social aporta las grandes orientaciones éticas
3. Personalidades competentes dedicados a propagar dentro de la sociedad las orientaciones éticas de la Doctrina Social de la Iglesia.
4. Los pastores estarán atentos a la formación de tales personalidades competentes.
5. A los laicos les corresponde aquí el primer puesto.
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Beatriz
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Registrado: 01 Oct 2005
Mensajes: 6434

MensajePublicado: Jue Jul 20, 2006 5:47 pm    Asunto:
Tema: Doctrina Social de la Iglesia
Responder citando

Dios te bendiga Javi

Cita:
[quote="Javi Becerra"]Paz y bien.

Coincidimos, Beatri,z en el rechazo de las metralletas, de los dictadores, de la violencia. Espero que sea así siempre y que nunca justifiquemos el uso de metralletas.


Tú me dices por boca de Ratzinger que se combate recurriendo a las capacidades éticas de la persona y a la perpetua necesidad de conversión interior .


Ciertamente, el ser humano es una criatura a la que hay que hacer entrar por la vía de la ética y es cierto también que estructuras nuevas no darán lugar a un hombre nuevo, pero si son, al menos, un pelín menos nefastas... bienvenidas sean.


¿un pelín menos nefastas? la revolución en Cuba fue una "estructura nueva" y no ha dado lugar a un hombre nuevo...


Cita:
Supongo, Beatriz, que tendremos que recurrir a la capacidad ética de las personas y a su necesidad de conversión para que, si quieren, la cosa sea más justa. Y ¿mientras tanto eso no suceda? ¿Resignación?


Evangelización en lugar de resignación. Y una efectiva promoción de la doctrina social de la Iglesia puede ayudar mucho. Que yo sepa no la hay.



Cita:
Cierto es que los revolucionarios acaban esclavizando a los que pretenden liberar (de nuevo te pido que me digas a qué corriente o autor te refieres, pues no todos son así de revolucionarios, en realidad casi ninguno, y no es lo mismo Boff que Sobrino, Casaldáliga que Segundo, Faus que Ellacuría, y así un largo etc.).


Me refiero al Padre Gustavo Gutiérrez.


Cita:
También es verdad que las condiciones de indignidad permanecen. Menuda suerte la de los pueblos, ¿eh?, o esclaizados por unos o explotados por otros, eso sí, a la epera de que se responda afirmativamente al llamamiento ético y a la necesidad de conversión.


Bueno, no te imaginas el inmenso bien que le haría a los pobres de Latinoamérica si los países acreedores condonaran el yugo de la deuda externa, iniciativa que tuvo Juan Pablo II y que algunos países aceptaron y otros no. Todo el dinero que se destina para pagar solamente los intereses, porque no se puede pagar mas, se destinaria para los pobres.

Cuánto bien nos haria!

¿por qué no inicias una campaña para condonar la deuda externa?





Cita:
Cabe una opción, y es la lucha no violenta por la liberación integral de las personas.



¿La lucha de clases es violencia o no es violencia? Espero respondas esta pregunta.
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Registrado: 01 Oct 2005
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MensajePublicado: Jue Jul 20, 2006 7:15 pm    Asunto:
Tema: Doctrina Social de la Iglesia
Responder citando

P. Fernando escribió:
Estimada en Cristo Beatriz:

Han sido muy oportunos los textos que ha citado.

Me recordaron una conversación de un seminarista, en el año 1988 ó 1989, con un sacerdote jesuita que había estudiado a fondo el marxismo y que lo sabía criticar como pocas personas en el mundo. Un sacerdote sabio, humilde y santo.

El seminarista preguntó si, para acelerar la caída de las dictaduras comunistas, era posible hacer "algo más". El sacerdote entendió enseguida la pregunta, en la que se aludía a una acción violenta y dijo: "Sí, pero no como sacerdotes".

A los pocos meses, casi sin violencia, caía el imperio comunista. Mientras que con gran dolor vemos cómo muchas personas, que dijeron luchar contra injusticias en otros lugares del mundo, usaron las armas y crearon (y todavía mantienen) sistemas de horror y de violencia que no sólo empobrecen a los países que decían querer liberar, sino que generan más odios y más pecados.

Lo importante será siempre la conversión de los corazones, y entonces será más fácil cambiar las estructuras.


Gracias Padre Fernando.

Parece una respuesta muy simple pero es de una gran profundidad teológica. El cambio de las estructuras de pecado se tiene que realizar primero en el corazón del hombre.

Que Dios lo bendiga
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Beatriz
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MensajePublicado: Jue Jul 20, 2006 7:20 pm    Asunto:
Tema: Doctrina Social de la Iglesia
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20. Para los cuales, sin embargo, si siguen los preceptos de Cristo, resultará poco la amistad y se unirán por el amor fraterno. Pues verán y comprenderán que todos los hombres han sido creados por el mismo Dios, Padre común; que todos tienden al mismo fin, que es el mismo Dios, el único que puede dar la felicidad perfecta y absoluta a los hombres y a los ángeles; que, además, todos han sido igualmente redimidos por el beneficio de Jesucristo y elevados a la dignidad de hijos de Dios, de modo que se sientan unidos, por parentesco fraternal, tanto entre sí como con Cristo, primogénito entre muchos hermanos. De igual manera que los bienes naturales, los dones de la gracia divina pertenecen en común y generalmente a todo el linaje humano, y nadie, a no ser que se haga indigno, será desheredado de los bienes celestiales: «Si hijos, pues, también herederos; herederos ciertamente de Dios y coherederos de Cristo»(17).

Tales son los deberes y derechos que la filosofia cristiana profesa. ¿No parece que acabaría por extinguirse bien pronto toda lucha allí donde ella entrara en vigor en la sociedad civil?

21. Finalmente, la Iglesia no considera bastante con indicar el camino para llegar a la curación, sino que aplica ella misma por su mano la medicina, pues que está dedicada por entero a instruir y enseñar a los hombres su doctrina, cuyos saludables raudales procura que se extiendan, con la mayor amplitud posible, por la obra de los obispos y del clero. Trata, además de influir sobre los espíritus y de doblegar las voluntades, a fin de que se dejen regir y gobernar por la enseñanza de los preceptos divinos. Y en este aspecto, que es el principal y de gran importancia, pues que en él se halla la suma y la causa total de todos los bienes, es la Iglesia la única que tiene verdadero poder, ya que los instrumentos de que se sirve para mover los ánimos le fueron dados por Jesucristo y tienen en sí eficacia infundida por Dios. Son instrumentos de esta índole los únicos que pueden llegar eficazmente hasta las intimidades del corazón y lograr que el hombre se muestre obediente al deber, que modere los impulsos del alma ambiciosa, que ame a Dios y al prójimo con singular y suma caridad y destruya animosamente cuanto obstaculice el sendero de la virtud.

Bastará en este orden con recordar brevemente los ejemplos de los antiguos. Recordamos cosas y hechos que no ofrecen duda alguna: que la sociedad humana fue renovada desde sus cimientos por las costumbres cristianas; que, en virtud de esta renovación, fue impulsado el género humano a cosas mejores; más aún, fue sacado de la muerte a la vida y colmado de una tan elevada perfección, que ni existió otra igual en tiempos anteriores ni podrá haberla mayor en el futuro. Finalmente, que Jesucristo es el principio y el fin mismo de estos beneficios y que, como de El han procedido, a El tendrán todos que referirse. Recibida la luz del Evangelio, habiendo conocido el orbe entero el gran misterio de la encarnación del Verbo y de la redención de los hombres, la vida de Jesucristo, Dios y hombre, penetró todas las naciones y las imbuyó a todas en su fe, en sus preceptos y en sus leyes. Por lo cual, si hay que curar a la sociedad humana, sólo podrá curarla el retorno a la vida y a las costumbres cristianas, ya que, cuando se trata de restaurar la sociedades decadentes, hay que hacerlas volver a sus principios. Porque la perfección de toda sociedad está en buscar y conseguir aquello para que fue instituida, de modo que sea causa de los movimientos y actos sociales la misma causa que originó la sociedad. Por lo cual, apartarse de lo estatuido es corrupción, tornar a ello es curación. Y con toda verdad, lo mismo que respecto de todo el cuerpo de la sociedad humana, lo decimos de igual modo de esa clase de ciudadanos que se gana el sustento con el trabajo, que son la inmensa mayoría.

22. No se ha de pensar, sin embargo, que todos los desvelos de la Iglesia estén tan fijos en el cuidado de las almas, que se olvide de lo que atañe a la vida mortal y terrena. En relación con los proletarios concretamente, quiere y se esfuerza en que salgan de su misérrimo estado y logren una mejor situación. Y a ello contribuye con su aportación, no pequeña, llamando y guiando a los hombres hacia la virtud. Dado que, dondequiera que se observen íntegramente, las virtudes cristianas aportan una parte de la prosperidad a las cosas externas, en cuanto que aproximan a Dios, principio y fuente de todos los bienes; reprime esas dos plagas de la vida que hacen sumamente miserable al hombre incluso cuando nada en la abundancia, como son el exceso de ambición y la sed de placeres(1Cool; en fin, contentos con un atuendo y una mesa frugal, suplen la renta con el ahorro, lejos de los vicios, que arruinan no sólo las pequeñas, sino aun las grandes fortunas, y disipan los más cuantiosos patrimonios. Pero, además, provee directamente al bienestar de los proletarios, creando y fomentando lo que estima conducente a remediar su indigencia, habiéndose distinguido tanto en esta clase de beneficios, que se ha merecido las alabanzas de sus propios enemigos.
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Beatriz
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MensajePublicado: Jue Jul 20, 2006 7:22 pm    Asunto:
Tema: Doctrina Social de la Iglesia
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Tal era el vigor de la mutua caridad entre los cristianos primitivos, que frecuentemente los más ricos se desprendían de sus bienes para socorrer, «y no... había ningún necesitado entre ellos»(19). A los diáconos, orden precisamente instituido para esto, fue encomendado por los apóstoles el cometido de llevar a cabo la misión de la beneficencia diaria; y Pablo Apóstol, aunque sobrecargado por la solicitud de todas las Iglesias, no dudó, sin embargo, en acometer penosos viajes para llevar en persona la colecta a los cristianos más pobres. A dichas colectas, realizadas espontáneamente por los cristianos en cada reunión, la llama Tertuliano «depósitos de piedad», porque se invertían «en alimentar y enterrar a los pobres, a los niños y niñas carentes de bienes y de padres, entre los sirvientes ancianos y entre los náufragos»(20). De aquí fue poco a poco formándose aquel patrimonio que la Iglesia guardó con religioso cuidado, como herencia de los pobres. Más aún, proveyó de socorros a una muchedumbre de indigentes, librándolos de la vergüenza de pedir limosna. Pues como madre común de ricos y pobres, excitada la caridad por todas partes hasta un grado sumo, fundó congregaciones religiosas y otras muchas instituciones benéficas, con cuyas atenciones apenas hubo género de miseria que careciera de consuelo. Hoy, ciertamente, son muchos los que, como en otro tiempo hicieran los gentiles, se propasan a censurar a la Iglesia esta tan eximia caridad, en cuyo lugar se ha pretendido poner la beneficencia establecida por las leyes civiles. Pero no se encontrarán recursos humanos capaces de suplir la caridad cristiana, que se entrega toda entera a sí misma para utilidad de los demás. Tal virtud es exclusiva de la Iglesia, porque, si no brotara del sacratísimo corazón de Jesucristo, jamás hubiera existido, pues anda errante lejos de Cristo el que se separa de la Iglesia.

Mas no puede caber duda que para lo propuesto se requieren también las ayudas que están en manos de los hombres. Absolutamente es necesario que todos aquellos a quienes interesa la cuestión tiendan a lo mismo y trabajen por ello en la parte que les corresponda. Lo cual tiene cierta semejanza con la providencia que gobierna al mundo, pues vemos que el éxito de las cosas proviene de la coordinación de las causas de que dependen.
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MensajePublicado: Jue Jul 20, 2006 7:25 pm    Asunto:
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23. Queda ahora por investigar qué parte de ayuda puede esperarse del Estado. Entendemos aquí por Estado no el que de hecho tiene tal o cual pueblo, sino el que pide la recta razón de conformidad con la naturaleza, por un lado, y aprueban, por otro, las enseñanzas de la sabiduría divina, que Nos mismo hemos expuesto concretamente en la encíclica sobre la constitución cristiana de las naciones. Así, pues, los que gobiernan deber cooperar, primeramente y en términos generales, con toda la fuerza de las leyes e instituciones, esto es, haciendo que de la ordenación y administración misma del Estado brote espontáneamente la prosperidad tanto de la sociedad como de los individuos, ya que éste es el cometido de la política y el deber inexcusable de los gobernantes. Ahora bien: lo que más contribuye a la prosperidad de las naciones es la probidad de las costumbres, la recta y ordenada constitución de las familias, la observancia de la religión y de la justicia, las moderadas cargas públicas y su equitativa distribución, los progresos de la industria y del comercio, la floreciente agricultura y otros factores de esta índole, si quedan, los cuales, cuanto con mayor afán son impulsados, tanto mejor y más felizmente permitirán vivir a los ciudadanos. A través de estas cosas queda al alcance de los gobernantes beneficiar a los demás órdenes sociales y aliviar grandemente la situación de los proletarios, y esto en virtud del mejor derecho y sin la más leve sospecha de injerencia, ya que el Estado debe velar por el bien común como propia misión suya. Y cuanto mayor fuere la abundancia de medios procedentes de esta general providencia, tanto menor será la necesidad de probar caminos nuevos para el bienestar de los obreros.
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MensajePublicado: Jue Jul 20, 2006 10:49 pm    Asunto:
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24. Pero también ha de tenerse presente, punto que atañe más profundamente a la cuestión, que la naturaleza única de la sociedad es común a los de arriba y a los de abajo. Los proletarios, sin duda alguna, son por naturaleza tan ciudadanos como los ricos, es decir, partes verdaderas y vivientes que, a través de la familia, integran el cuerpo de la nación, sin añadir que en toda nación son inmensa mayoría. Por consiguiente, siendo absurdo en grado sumo atender a una parte de los ciudadanos y abandonar a la otra, se sigue que los desvelos públicos han de prestar los debidos cuidados a la salvación y al bienestar de la clase proletaria; y si tal no hace, violará la justicia, que manda dar a cada uno lo que es suyo. Sobre lo cual escribe sabiamente Santo Tomás: «Así como la parte y el todo son, en cierto modo, la misma cosa, así lo que es del todo, en cierto modo, lo es de la parte»(21). De ahí que entre los deberes, ni pocos ni leves, de los gobernantes que velan por el bien del pueblo, se destaca entre los primeros el de defender por igual a todas las clases sociales, observando ínviolablemente la justicia llamada distributiva.
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MensajePublicado: Jue Jul 20, 2006 10:54 pm    Asunto:
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25. Mas, aunque todos los ciudadanos, sin excepción alguna, deban contribuir necesariamente a la totalidad del bien común, del cual deriva una parte no pequeña a los individuos, no todos, sin embargo, pueden aportar lo mismo ni en igual cantidad. Cualesquiera que sean las vicisitudes en las distintas formas de gobierno, siempre existirá en el estado de los ciudadanos aquella diferencia sin la cual no puede existír ni concebirse sociedad alguna. Es necesario en absoluto que haya quienes se dediquen a las funciones de gobierno, quienes legislen, quienes juzguen y, finalmente, quienes con su dictamen y autoridad administren los asuntos civiles y militares. Aportaciones de tales hombres que nadie dejará de ver que son principales y que ellos deben ser considerados como superiores en toda sociedad por el hecho de que contribuyen al bien común más de cerca y con más altas razones. Los que ejercen algún oficio, por el contrario, no aprovechan a la sociedad en el mismo grado y con las mismas funciones que aquéllos, mas también ellos concurren al bien común de modo notable, aunque menos directamente. Y, teniendo que ser el bien común de naturaleza tal que los hombres, consiguiéndolo, se hagan mejores, debe colocarse principalmente en la virtud. De todos modos, para la buena constitución de una nación es necesaria también la abundancia de los bienes del cuerpo y externos, «cuyo uso es necesario para que se actualice el acto de virtud»(22). Y para la obtención de estos bienes es sumamente eficaz y necesario el trabajo de los proletarios, ya ejerzan sus habilidades y destreza en el cultivo del campo, ya en los talleres e industrias. Más aún: llega a tanto la eficacia y poder de los mismos en este orden de cosas, que es verdad incuestionable que la riqueza nacional proviene no de otra cosa que del trabajo de los obreros. La equidad exige, por consiguiente, que las autoridades públicas prodiguen sus cuidados al proletario para que éste reciba algo de lo que aporta al bien común, como la casa, el vestido y el poder sobrellevar la vida con mayor facilidad. De donde se desprende que se habrán de fomentar todas aquellas cosas que de cualquier modo resulten favorables para los obreros. Cuidado que dista mucho de perjudicar a nadie, antes bien aprovechará a todos, ya que interesa mucho al Estado que no vivan en la miseria aquellos de quienes provien unos bienes tan necesarios.
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MensajePublicado: Jue Jul 20, 2006 10:57 pm    Asunto:
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26. No es justo, según hemos dicho, que ni el individuo ni la familia sean absorbidos por el Estado; lo justo es dejar a cada uno la facultad de obrar con libertad hasta donde sea posible, sin daño del bien común y sin injuria de nadie. No obstante, los que gobiernan deberán atender a la defensa de la comunidad y de sus miembros. De la comunidad, porque la naturaleza confió su conservación a la suma potestad, hasta el punto que la custodia de la salud pública no es sólo la suprema ley, sino la razón total del poder; de los miembros, porque la administración del Estado debe tender por naturaleza no a la utilidad de aquellos a quienes se ha confiado, sino de los que se le confian, como unánimemente afirman la filosofía y la fe cristiana. Y, puesto que el poder proviene de Dios y es una cierta participación del poder infinito, deberá aplicarse a la manera de la potestad divina, que vela con solicitud paternal no menos de los individuos que de la totalidad de las cosas. Si, por tanto, se ha producido o amenaza algún daño al bien común o a los intereses de cada una de las clases que no pueda subsanarse de otro modo, necesariamente deberá afrontarlo el poder público.

Ahora bien: interesa tanto a la salud pública cuanto a la privada que las cosas estén en paz y en orden; e igualmente que la totalidad del orden doméstico se rija conforme a los mandatos de Dios y a los preceptos de la naturaleza; que se respete y practique la religión; que florezca la integridad de las costumbres privadas y públicas; que se mantenga inviolada la justicia y que no atenten impunemente unos contra otros; que los ciudadanos crezcan robustos y aptos, si fuera preciso, para ayudar y defender a la patria. Por consiguiente, si alguna vez ocurre que algo amenaza entre el pueblo por tumultos de obreros o por huelgas; que se relajan entre los proletarios los lazos naturales de la familia; que se quebranta entre ellos la religión por no contar con la suficiente holgura para los deberes religiosos; si se plantea en los talleres el peligro para la pureza de las costumbres por la promiscuidad o por otros incentivos de pecado; si la clase patronal oprime a los obreros con cargas injustas o los veja imponiéndoles condiciones ofensivas para la persona y dignidad humanas; si daña la salud con trabajo excesivo, impropio del sexo o de la edad, en todos estos casos deberá intervenir de lleno, dentro de ciertos límites, el vigor y la autoridad de las leyes. Límites determinados por la misma causa que reclama el auxilio de la ley, o sea, que las leyes no deberán abarcar ni ir más allá de lo que requieren el remedio de los males o la evitación del peligro.
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MensajePublicado: Jue Jul 20, 2006 10:59 pm    Asunto:
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27. Los derechos, sean de quien fueren, habrán de respetarse inviolablemente; y para que cada uno disfrute del suyo deberá proveer el poder civil, impidiendo o castigando las injurias. Sólo que en la protección de los derechos individuales se habrá de mirar principalmente por los débiles y los pobres. La gente rica, protegida por sus propios recursos, necesita menos de la tutela pública; la clase humilde, por el contrario, carente de todo recurso, se confia principalmente al patrocinio del Estado. Este deberá, por consiguiente, rodear de singulares cuidados y providencia a los asalariados, que se cuentan entre la muchedumbre desvalida.
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MensajePublicado: Jue Jul 20, 2006 11:01 pm    Asunto:
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28. Pero quedan por tratar todavía detalladamente algunos puntos de mayor importancia. El principal es que debe asegurar las posesiones privadas con el imperio y fuerza de las leyes. Y principalísimamente deberá mantenerse a la plebe dentro de los límites del deber, en medio de un ya tal desenfreno de ambiciones; porque, si bien se concede la aspiración a mejorar, sin que oponga reparos la justicia, sí veda ésta, y tampoco autoriza la propia razón del bien común, quitar a otro lo que es suyo o, bajo capa de una pretendida igualdad, caer sobre las fortunas ajenas. Ciertamente, la mayor parte de los obreros prefieren mejorar mediante el trabajo honrado sin perjuicio de nadie; se cuenta, sin embargo, no pocos, imbuidos de perversas doctrinas y deseosos de revolución, que pretenden por todos los medíos concitar a las turbas y lanzar a los demás a la violencia. Intervenga, por tanto, la autoridad del Estado y, frenando a los agitadores, aleje la corrupción de las costumbres de los obreros y el peligro de las rapiñas de los legítimos dueños.
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MensajePublicado: Jue Jul 20, 2006 11:03 pm    Asunto:
Tema: Doctrina Social de la Iglesia
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29. El trabajo demasiado largo o pesado y la opinión de que el salario es poco dan pie con frecuencia a los obreros para entregarse a la huelga y al ocio voluntario. A este mal frecuente y grave se ha de poner remedio públicamente, pues esta clase de huelga perjudica no sólo a los patronos y a los mismos obreros, sino también al comercio y a los intereses públicos; y como no escasean la violencia y los tumultos, con frecuencia ponen en peligro la tranquilidad pública. En lo cual, lo más eficaz y saludable es anticiparse con la autoridad de las leyes e impedir que pueda brotar el mal, removiendo a tiempo las causas de donde parezca que habría de surgir el conflicto entre patronos y obreros.
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MensajePublicado: Jue Jul 20, 2006 11:05 pm    Asunto:
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30. De igual manera hay muchas cosas en el obrero que se han de tutelar con la protección del Estado, y, en primer lugar, los bienes del alma, puesto que la vida mortal, aunque buena y deseable, no es, con todo, el fin último para que hemos sido creados, sino tan sólo el camino y el instrumento para perfeccionar la vida del alma con el conocimiento de la verdad y el amor del bien. El alma es la que lleva impresa la imagen y semejanza de Dios, en la que reside aquel poder mediante el cual se mandó al hombre que dominara sobre las criaturas inferiores y sometiera a su beneficio a las tierras todas y los mares. «Llenad la tierra y sometedla, y dominad a los peces del mar y a las aves del cielo y a todos los animales que se mueven sobre la tierra»(23). En esto son todos los hombres iguales, y nada hay que determine diferencias entre los ricos y los pobres, entre los señores y los operarios, entre los gobernantes y los particulares, «pues uno mismo es el Señor todos»(24). A nadie le está permitido violar impunemente la dignidad humana, de la que Dios mismo dispone con gran reverencia; ni ponerle trabas en la marcha hacia su perfeccionamiento, que lleva a la sempiterna vida de los cielos. Más aún, ni siquiera por voluntad propia puede el hombre ser tratado, en este orden, de una manera inconveniente o someterse a una esclavitud de alma pues no se trata de derechos de que el hombre tenga pleno dominio, sino de deberes para con Dios, y que deben ser guardados puntualmente. De aquí se deduce la necesidad de interrnmpir las obras y trabajos durante los días festivos. Nadie, sin embargo, deberá entenderlo como el disfrute de una más larga holganza inoperante, ni menos aún como una ociosidad, como muchos desean, engendradora de vicios y fomentadora de derroches de dinero, sino justamente del descanso consagrado por la religión. Unido con la religión, el descanso aparta al hombre de los trabajos y de los problemas de la vida diaria, para atraerlo al pensamiento de las cosas celestiales y a rendir a la suprema divinidad el culto justo y debido. Este es, principalmente, el carácter y ésta la causa del descanso de los días festivos, que Dios sancionó ya en el Viejo Testamento con una ley especial: «Acuérdate de santificar el sábado»(25), enseñándolo, además, con el ejemplo de aquel arcano descanso después de haber creado al hombre: «Descansó el séptimo día de toda la obra que había realizado»(26).
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MensajePublicado: Vie Jul 21, 2006 9:32 pm    Asunto:
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[quote="Beatriz"]Dios te bendiga Javi

Cita:
Javi Becerra escribió:
Paz y bien.

Coincidimos, Beatri,z en el rechazo de las metralletas, de los dictadores, de la violencia. Espero que sea así siempre y que nunca justifiquemos el uso de metralletas.


Tú me dices por boca de Ratzinger que se combate recurriendo a las capacidades éticas de la persona y a la perpetua necesidad de conversión interior .


Ciertamente, el ser humano es una criatura a la que hay que hacer entrar por la vía de la ética y es cierto también que estructuras nuevas no darán lugar a un hombre nuevo, pero si son, al menos, un pelín menos nefastas... bienvenidas sean.


¿un pelín menos nefastas? la revolución en Cuba fue una "estructura nueva" y no ha dado lugar a un hombre nuevo...


Cita:
Supongo, Beatriz, que tendremos que recurrir a la capacidad ética de las personas y a su necesidad de conversión para que, si quieren, la cosa sea más justa. Y ¿mientras tanto eso no suceda? ¿Resignación?


Evangelización en lugar de resignación. Y una efectiva promoción de la doctrina social de la Iglesia puede ayudar mucho. Que yo sepa no la hay.



Cita:
Cierto es que los revolucionarios acaban esclavizando a los que pretenden liberar (de nuevo te pido que me digas a qué corriente o autor te refieres, pues no todos son así de revolucionarios, en realidad casi ninguno, y no es lo mismo Boff que Sobrino, Casaldáliga que Segundo, Faus que Ellacuría, y así un largo etc.).


Me refiero al Padre Gustavo Gutiérrez.


Cita:
También es verdad que las condiciones de indignidad permanecen. Menuda suerte la de los pueblos, ¿eh?, o esclaizados por unos o explotados por otros, eso sí, a la epera de que se responda afirmativamente al llamamiento ético y a la necesidad de conversión.


Bueno, no te imaginas el inmenso bien que le haría a los pobres de Latinoamérica si los países acreedores condonaran el yugo de la deuda externa, iniciativa que tuvo Juan Pablo II y que algunos países aceptaron y otros no. Todo el dinero que se destina para pagar solamente los intereses, porque no se puede pagar mas, se destinaria para los pobres.

Cuánto bien nos haria!

¿por qué no inicias una campaña para condonar la deuda externa?





Cita:
Cabe una opción, y es la lucha no violenta por la liberación integral de las personas.



¿La lucha de clases es violencia o no es violencia? Espero respondas esta pregunta.


Estimado Javi

Te hice una pregunta y no has respondido, supongo que porque no la has leido.

¿La lucha de clases es violencia o no es violencia?

Considero que no seria ético que no me respondas.

Si queremos que ya no existan injusticias sociales ni de ningún tipo debemos empezar por nosotros mismos.

Para que el mundo cambie debemos empezar por nosotros mismos.

Dios te bendiga
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MensajePublicado: Dom Jul 23, 2006 3:25 pm    Asunto:
Tema: Doctrina Social de la Iglesia
Responder citando

[quote="Beatriz"]
Beatriz escribió:
Dios te bendiga Javi

Cita:
Javi Becerra escribió:
Paz y bien.

Coincidimos, Beatri,z en el rechazo de las metralletas, de los dictadores, de la violencia. Espero que sea así siempre y que nunca justifiquemos el uso de metralletas.


Tú me dices por boca de Ratzinger que se combate recurriendo a las capacidades éticas de la persona y a la perpetua necesidad de conversión interior .


Ciertamente, el ser humano es una criatura a la que hay que hacer entrar por la vía de la ética y es cierto también que estructuras nuevas no darán lugar a un hombre nuevo, pero si son, al menos, un pelín menos nefastas... bienvenidas sean.


¿un pelín menos nefastas? la revolución en Cuba fue una "estructura nueva" y no ha dado lugar a un hombre nuevo...


Cita:
Supongo, Beatriz, que tendremos que recurrir a la capacidad ética de las personas y a su necesidad de conversión para que, si quieren, la cosa sea más justa. Y ¿mientras tanto eso no suceda? ¿Resignación?


Evangelización en lugar de resignación. Y una efectiva promoción de la doctrina social de la Iglesia puede ayudar mucho. Que yo sepa no la hay.



Cita:
Cierto es que los revolucionarios acaban esclavizando a los que pretenden liberar (de nuevo te pido que me digas a qué corriente o autor te refieres, pues no todos son así de revolucionarios, en realidad casi ninguno, y no es lo mismo Boff que Sobrino, Casaldáliga que Segundo, Faus que Ellacuría, y así un largo etc.).


Me refiero al Padre Gustavo Gutiérrez.


Cita:
También es verdad que las condiciones de indignidad permanecen. Menuda suerte la de los pueblos, ¿eh?, o esclaizados por unos o explotados por otros, eso sí, a la epera de que se responda afirmativamente al llamamiento ético y a la necesidad de conversión.


Bueno, no te imaginas el inmenso bien que le haría a los pobres de Latinoamérica si los países acreedores condonaran el yugo de la deuda externa, iniciativa que tuvo Juan Pablo II y que algunos países aceptaron y otros no. Todo el dinero que se destina para pagar solamente los intereses, porque no se puede pagar mas, se destinaria para los pobres.

Cuánto bien nos haria!

¿por qué no inicias una campaña para condonar la deuda externa?





Cita:
Cabe una opción, y es la lucha no violenta por la liberación integral de las personas.



¿La lucha de clases es violencia o no es violencia? Espero respondas esta pregunta.


Estimado Javi

Te hice una pregunta y no has respondido, supongo que porque no la has leido.

¿La lucha de clases es violencia o no es violencia?

Considero que no seria ético que no me respondas.

Si queremos que ya no existan injusticias sociales ni de ningún tipo debemos empezar por nosotros mismos.

Para que el mundo cambie debemos empezar por nosotros mismos.

Dios te bendiga


Bueno, el que calla, otorga...

Si es violencia fomentar la lucha de clases.
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MensajePublicado: Dom Jul 23, 2006 3:37 pm    Asunto:
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31. Por lo que respecta a la tutela de los bienes del cuerpo y externos, lo primero que se ha de hacer es librar a los pobres obreros de la crueldad de los ambiciosos, que abusan de las personas sin moderación, como si fueran cosas para su medro personal. O sea, que ni la justicia ni la humanidad toleran la exigencia de un rendimiento tal, que el espíritu se embote por el exceso de trabajo y al mismo tiempo el cuerpo se rinda a la fatiga. Como todo en la naturaleza del hombre, su eficiencia se halla circunscrita a determinados límites, más allá de los cuales no se puede pasar. Cierto que se agudiza con el ejercicio y la práctica, pero siempre a condición de que el trabajo se interrumpa de cuando en cuando y se dé lugar al descanso.

Se ha de mirar por ello que la jornada diaria no se prolongue más horas de las que permitan las fuerzas. Ahora bien: cuánto deba ser el intervalo dedicado al descanso, lo determinarán la clase de trabajo, las circunstancias de tiempo y lugar y la condición misma de los operarios. La dureza del trabajo de los que se ocupan en sacar piedras en las canteras o en minas de hierro, cobre y otras cosas de esta índole, ha de ser compensada con la brevedad de la duración, pues requiere mucho más esfuerzo que otros y es peligroso para la salud.

Hay que tener en cuenta igualmente las épocas del año, pues ocurre con frecuencia que un trabajo fácilmente soportable en una estación es insufrible en otra o no puede realizarse sino con grandes dificultades. Finalmente, lo que puede hacer y soportar un hombre adulto y robusto no se le puede exigir a una mujer o a un niño. Y, en cuanto a los niños, se ha de evitar cuidadosamente y sobre todo que entren en talleres antes de que la edad haya dado el suficiente desarrollo a su cuerpo, a su inteligencia y a su alma. Puesto que la actividad precoz agosta, como a las hierbas tiernas, las fuerzas que brotan de la infancia, con lo que la constitución de la niñez vendría a destruirse por completo. Igualmente, hay oficios menos aptos para la mujer, nacida para las labores domésticas; labores estas que no sólo protegen sobremanera el decoro femenino, sino que responden por naturaleza a la educación de los hijos y a la prosperidad de la familia. Establézcase en general que se dé a los obreros todo el reposo necesario para que recuperen las energías consumidas en el trabajo, puesto que el descanso debe restaurar las fuerzas gastadas por el uso. En todo contrato concluido entre patronos y obreros debe contenerse siempre esta condición expresa o tácita: que se provea a uno y otro tipo de descanso, pues no sería honesto pactar lo contrario, ya que a nadie es lícito exigir ni prometer el abandono de las obligaciones que el hombre tiene para con Dios o para consigo mismo.
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MensajePublicado: Dom Jul 23, 2006 3:42 pm    Asunto:
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32. Atacamos aquí un asunto de la mayor importancia, y que debe ser entendido rectamente para que no se peque por ninguna de las partes. A saber: que es establecida la cuantía del salario por libre consentimiento, y, según eso, pagado el salario convenido, parece que el patrono ha cumplido por su parte y que nada más debe. Que procede injustamente el patrono sólo cuando se niega a pagar el sueldo pactado, y el obrero sólo cuando no rinde el trabajo que se estipuló; que en estos casos es justo que intervenga el poder político, pero nada más que para poner a salvo el derecho de cada uno. Un juez equitativo que atienda a la realidad de las cosas no asentirá fácilmente ni en su totalidad a esta argumentación, pues no es completa en todas sus partes; le falta algo de verdadera importancia.

Trabajar es ocuparse en hacer algo con el objeto de adquirir las cosas necesarias para los usos diversos de la vida y, sobre todo, para la propia conservación: «Te ganarás el pan con el sudor de tu frente»(27). Luego el trabajo implica por naturaleza estas dos a modo de notas: que sea personal, en cuanto la energía que opera es inherente a la persona y propia en absoluto del que la ejerce y para cuya utilidad le ha sido dada, y que sea necesario, por cuanto el fruto de su trabajo le es necesario al hombre para la defensa de su vida, defensa a que le obliga la naturaleza misma de las cosas, a que hay que plegarse por encima de todo. Pues bien: si se mira el trabajo exclusivamente en su aspecto personal, es indudable que el obrero es libre para pactar por toda retribución una cantidad corta; trabaja volúntariamente, y puede, por tanto, contentarse voluntariamente con una retribución exigua o nula. Mas hay que pensar de una manera muy distinta cuando, juntamente con el aspecto personal, se considera el necesario, separable sólo conceptualmente del primero, pero no en la realidad. En efecto, conservarse en la vida es obligación común de todo individuo, y es criminoso incumplirla. De aquí la necesaria consecuencia del derecho a buscarse cuanto sirve al sustento de la vida, y la posibilidad de lograr esto se la da a cualquier pobre nada más que el sueldo ganado con su trabajo. Pase, pues, que obrero y patrono estén libremente de acuerdo sobre lo mismo, y concretamente sobre la cuantía del salario; queda, sin embargo, latente siempre algo de justicia natural superior y anterior a la libre voluntad de las partes contratantes, a saber: que el salario no debe ser en manera alguna insuficiente para alimentar a un obrero frugal y morigerado. Por tanto, si el obrero, obligado por la necesidad o acosado por el miedo de un mal mayor, acepta, aun no queriéndola, una condición más dura, porque la imponen el patrono o el empresario, esto es ciertamente soportar una violencia, contra la cual reclama la justicia. Sin embargo, en estas y otras cuestiones semejantes, como el número de horas de la jornada laboral en cada tipo de industria, así como las precauciones con que se haya de velar por la salud, especialmente en los lugares de trabajo, para evitar injerencias de la magistratura, sobre todo siendo tan diversas las circunstancias de cosas, tiempos y lugares, será mejor reservarlas al criterio de las asociaciones de que hablaremos después, o se buscará otro medio que salvaguarde, como es justo, los derechos de los obreros, interviniendo, si las circunstancias lo pidieren, la autoridad pública.
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MensajePublicado: Dom Jul 23, 2006 3:46 pm    Asunto:
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33. Si el obrero percibe un salario lo suficientemente amplio para sustentarse a sí mismo, a su mujer y a sus hijos, dado que sea prudente, se inclinará fácilmente al ahorro y hará lo que parece aconsejar la misma naturaleza: reducir gastos, al objeto de que quede algo con que ir constituyendo un pequeño patrimonio. Pues ya vimos que la cuestión que tratamos no puede tener una solución eficaz si no es dando por sentado y aceptado que el derecho de propiedad debe considerarse inviolable. Por ello, las leyes deben favorecer este derecho y proveer, en la medida de lo posible, a que la mayor parte de la masa obrera tenga algo en propiedad. Con ello se obtendrian notables ventajas, y en primer lugar, sin duda alguna, una más equitativa distribución de las riquezas.
La violencia de las revoluciones civiles ha dividido a las naciones en dos clases de ciudadanos, abriendo un inmenso abismo entre una y otra. En un lado, la clase poderosa, por rica, que monopoliza la producción y el comercio, aprovechando en su propia comodidad y beneficio toda la potencia productiva de las riquezas, y goza de no poca influencia en la administración del Estado. En el otro, la multitud desamparada y débil, con el alma lacerada y dispuesta en todo momento al alboroto. Mas, si se llegara prudentemente a despertar el interés de las masas con la esperanza de adquirir algo vinculado con el suelo, poco a poco se iría aproximando una clase a la otra al ir cegándose el abismo entre las extremadas riquezas y la extremada indigencia. Habría, además, mayor abundancia de productos de la tierra. Los hombres, sabiendo que trabajan lo que es suyo, ponen mayor esmero y entusiasmo. Aprenden incluso a amar más a la tierra cultivada por sus propias manos, de la que esperan no sólo el sustento, sino también una cierta holgura económica para sí y para los suyos. No hay nadie que deje de ver lo mucho que importa este entusiasmo de la voluntad para la abundancia de productos y para el incremento de las riquezas de la sociedad. De todo lo cual se originará otro tercer provecho, consistente en que los hombres sentirán fácilmente apego a la tierra en que han nacido y visto la primera luz, y no cambiarán su patria por una tierra extraña si la patria les da la posibilidad de vivir desahogadamente. Sin embargo, estas ventajas no podrán obtenerse sino con la condición de que la propiedad privada no se vea absorbida por la dureza de los tributos e impuestos. El derecho de poseer bienes en privado no ha sido dado por la ley, sino por la naturaleza, y, por tanto, la autoridad pública no puede abolirlo, sino solamente moderar su uso y compaginarlo con el bien común. Procedería, por consigueinte, de una manera injusta e inhumana si exigiera de los bienes privados más de lo que es justo bajo razón de tributos.
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Beatriz
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MensajePublicado: Dom Jul 23, 2006 3:58 pm    Asunto:
Tema: Doctrina Social de la Iglesia
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34. Finalmente, los mismos patronos y obreros pueden hacer mucho en esta cuestión, esto es, con esas instituciones mediante las cuales atender convenientemente a los necesitados y acercar más una clase a la otra. Entre las de su género deben citarse las sociedades de socorros mutuos; entidades diversas instituidas por la previsión de los particulares para proteger a los obreros, amparar a sus viudas e hijos en los imprevistos, enfermedades y cualquier accidente propio de las cosas humanas; los patronatos fundados para cuidar de los niños, niñas, jóvenes y ancianos. Pero el lugar preferente lo ocupan las sociedades de obreros, que comprenden en sí todas las demás. Los gremios de artesanos reportaron durante mucho tiempo grandes beneficios a nuestros antepasados. En efecto, no sólo trajeron grandes ventajas para los obreros, sino también a las artes mismas un desarrollo y esplendor atestiguado por numerosos monumentos. Es preciso que los gremios se adapten a las condiciones actuales de edad más culta, con costumbres nuevas y con más exigencias de vida cotidiana. Es grato encontrarse con que constantemente se están constituyendo asociaciones de este género, de obreros solamente o mixtas de las dos clases; es de desear que crezcan en número y eficiencia. Y, aunque hemos hablado más de una vez de ellas, Nos sentimos agrado en manifestar aquí que son muy convenientes y que las asiste pleno derecho, así como hablar sobre su reglamentación y cometido.

35. La reconocida cortedad de las fuerzas humanas aconseja e impele al hombre a buscarse el apoyo de los demás. De las Sagradas Escrituras es esta sentencia: «Es mejor que estén dos que uno solo; tendrán la ventaja de la unión. Si el uno cae, será levantado por el otro. ¡Ay del que está solo, pues, si cae, no tendrá quien lo levante!»(28). Y también esta otra: «El hermano, ayudado por su hermano, es como una ciudad fortificada»(29). En virtud de esta propensión natural, el hombre, igual que es llevado a constituir la sociedad civil, busca la formación de otras sociedades entre ciudadanos, pequeñas e imperfectas, es verdad, pero de todos modos sociedades. Entre éstas y la sociedad civil median grandes diferencias por causas diversas. El fin establecido para la sociedad civil alcanza a todos, en cuanto que persigue el bien común, del cual es justo que participen todos y cada uno según la proporción debida. Por esto, dicha sociedad recibe el nombre de pública, pues que mediante ella se unen los hombres entre sí para constituir un pueblo (o nación)(30). Las que se forman, por el contrario, diríamos en su seno, se consideran y son sociedades privadas, ya que su finalidad inmediata es el bien privado de sus miembros exclusivamente. «Es sociedad privada, en cambio, la que se constituye con miras a algún negocio privado, como cuando dos o tres se asocian para comerciar unido»(31).

Ahora bien: aunque las sociedades privadas se den dentro de la sociedad civil y sean como otras tantas partes suyas, hablando en términos generales y de por sí, no está en poder del Estado impedir su existencia, ya que el constituir sociedades privadas es derecho concedido al hombre por la ley natural, y la sociedad civil ha sido instituida para garantizar el derecho natural y no para conculcarlo; y, si prohibiera a los ciudadanos la constitución de sociedades, obraría en abierta pugna consigo misma, puesto que tanto ella como las sociedades privadas nacen del mismo principio: que los hombres son sociables por naturaleza. Pero concurren a veces circunstancias en que es justo que las leyes se opongan a asociaciones de ese tipo; por ejemplo, si se pretendiera como finalidad algo que esté en clara oposición con la honradez, con la justicia o abiertamente dañe a la salud pública. En tales casos, el poder del Estado prohíbe, con justa razón, que se formen, y con igual derecho las disuelve cuando se han formado; pero habrá de proceder con toda cautela, no sea que viole los derechos de los ciudadanos o establezca, bajo apariencia de utilidad pública, algo que la razón no apruebe, ya que las leyes han de ser obedecidas sólo en cuanto estén conformes con la recta razón y con la ley eterna de Dios(32).

36. Recordamos aquí las diversas corporaciones, congregaciones y órdenes religiosas instituidas por la autoridad de la Iglesia y la piadosa voluntad de los fieles; la historia habla muy alto de los grandes beneficios que reportaron siempre a la humanidad sociedades de esta índole, al juicio de la sola razón, puesto que, instituidas con una finalidad honesta, es evidente que se han constituido conforme a derecho natural y que en lo que tienen de religión están sometidas exclusivamente a la potestad de la Iglesia. Por consiguiente, las autoridades civiles no pueden arrogarse ningún derecho sobre ellas ni pueden en justicia alzarse con la administración de las mismas; antes bien, el Estado tiene el deber de respetarlas, conservarlas y, si se diera el caso, defenderlas de toda injuria. Lo cual, sin embargo, vemos que se hace muy al contrario especialmente en los tiempos actuales: Son muchos los lugares en que los poderes públicos han violado comunidades de esta índole, y con múltiples injurias, ya asfixiándolas con el dogal de sus leyes civiles, ya despojándolas de su legítimo derecho de personas morales o despojándolas de sus bienes. Bienes en que tenía su derecho la Iglesia, el suyo cada uno de los miembros de tales comunidades, el suyo también quienes las habían consagrado a una determinada finalidad y el suyo, finalmente, todos aquellos a cuya utilidad y consuelo habían sido destinadas. Nos no podemos menos de quejarnos, por todo ello, de estos expolios injustos y nocivos, tanto más cuanto que se prohíben las asociaciones de hombres católicos, por demás pacíficos y beneficiosos para todos los órdenes sociales, precisamente cuando se proclama la licitud ante la ley del derecho de asociación y se da, en cambio, esa facultad, ciertamente sin limitaciones, a hombres que agitan propósitos destructores juntamente de la religión y del Estado.
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