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Sobre el anillo episcopal

 
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siempreMaria
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Registrado: 06 Jun 2006
Mensajes: 2175

MensajePublicado: Jue Ago 10, 2006 9:34 pm    Asunto: Sobre el anillo episcopal
Tema: Sobre el anillo episcopal
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Hola hermanos en Cristo y María.

Tengo abierto un tema sobre la riqueza de la Iglesia, pero me gustaría abrir otro nuevo para centrarme en los anillos episcopales.

He encontrado mucha información gracias a los hermanos del foro, pero no he encontardo para responder a cuando me dicen que el anillo episcopal cuesta mucho dinero.

Me gustaría que me ayudaran en este tema. Mucahs gracias.
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Beatriz
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Registrado: 01 Oct 2005
Mensajes: 6434

MensajePublicado: Vie Ago 11, 2006 5:19 am    Asunto: Re: Sobre el anillo episcopal
Tema: Sobre el anillo episcopal
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siempreMaria escribió:
Hola hermanos en Cristo y María.

Tengo abierto un tema sobre la riqueza de la Iglesia, pero me gustaría abrir otro nuevo para centrarme en los anillos episcopales.

He encontrado mucha información gracias a los hermanos del foro, pero no he encontardo para responder a cuando me dicen que el anillo episcopal cuesta mucho dinero.

Me gustaría que me ayudaran en este tema. Mucahs gracias.



Hermanito, el anillo qu usa el Obispo es símbolo de fidelidad a la Iglesia, es como el anillo de los esposos que también es signo de amor y fidelidad entre ellos y que también es de oro y nadie se escandaliza por ello.

Sobre la riqueza, si está consagrada a Dios es buena. Por ejemplo, el Templo de Jerusalén, construido por Salomón, era lujosísimo, estaba cubierto de oro.


SRV 1 Kings 6:21 De suerte que vistió Salomón de oro puro la casa por de dentro, y cerró la entrada del oráculo con cadenas de oro, y vistiólo de oro.


SRV 1 Kings 6:22 Cubrió pues de oro toda la casa hasta el cabo; y asimismo vistió de oro todo el altar que estaba delante del oráculo.


Si tanto problema se hacen por un anillo ¿qué dirían si le colocaran al Obispo una diadema de oro como los antiguos sacerdotes del antiguo testamento?

Levitico 8, 9 "cubrió su cabeza con la tiara, poniendo en la parte anterior de ella la diadema de oro, la diadema de la santidad, como le había mandado Yavé"


Y en Exodo 39, vemos la cantidad de accesorios, muchos de ellos de oro, que usaban los antiguos sacerdotes del antiguo Testamento.

1. Y DEL jacinto, y púrpura, y carmesí, hicieron las vestimentas del ministerio para ministrar en el santuario, y asimismo hicieron las vestiduras sagradas para Aarón; como Jehová lo había mandado á Moisés.
2. Hizo también el ephod de oro, de cárdeno y púrpura y carmesí, y lino torcido.
3. Y extendieron las planchas de oro, y cortaron hilos para tejerlos entre el jacinto, y entre la púrpura, y entre el carmesí, y entre el lino, con delicada obra.
4. Hiciéronle las hombreras que se juntasen; y uníanse en sus dos lados.
5. Y el cinto del ephod que estaba sobre él, era de lo mismo, conforme á su obra; de oro, jacinto, y púrpura, y carmesí, y lino torcido; como Jehová lo había mandado á Moisés.
6. Y labraron las piedras oniquinas cercadas de engastes de oro, grabadas de grabadura de sello con los nombres de los hijos de Israel:
7. Y púsolas sobre las hombreras del ephod, por piedras de memoria á los hijos de Israel; como Jehová lo había á Moisés mandado.
8. Hizo también el racional de primorosa obra, como la obra del ephod, de oro, jacinto, y púrpura, y carmesí, y lino torcido.
9. Era cuadrado: doblado hicieron el racional: su longitud era de un palmo, y de un palmo su anchura, doblado.
10. Y engastaron en él cuatro órdenes de piedras. El primer orden era un sardio, un topacio, y un carbunclo: este el primer orden.
11. El segundo orden, una esmeralda, un zafiro, y un diamante.
12. El tercer orden, un ligurio, un ágata, y un amatista.
13. Y el cuarto orden, un berilo, un onix, y un jaspe: cercadas y encajadas en sus engastes de oro.
14. Las cuales piedras eran conforme á los nombres de los hijos de Israel, doce según los nombres de ellos; como grabaduras de sello, cada una con su nombre según las doce tribus.
15. Hicieron también sobre el racional las cadenas pequeñas de hechura de trenza, de oro puro.
16. Hicieron asimismo los dos engastes y los dos anillos, de oro; los cuales dos anillos de oro pusieron en los dos cabos del racional.
17. Y pusieron las dos trenzas de oro en aquellos dos anillos á los cabos del racional.
18. Y fijaron los dos cabos de las dos trenzas en los dos engastes, que pusieron sobre las hombreras del ephod, en la parte delantera de él.
19. E hicieron dos anillos de oro, que pusieron en los dos cabos del racional, en su orilla, á la parte baja del ephod.
20. Hicieron además dos anillos de oro, los cuales pusieron en las dos hombreras del ephod, abajo en la parte delantera, delante de su juntura, sobre el cinto del ephod.
21. Y ataron el racional de sus anillos á los anillos del ephod con un cordón de jacinto, para que estuviese sobre el cinto del mismo ephod, y no se apartase el racional del ephod; como Jehová lo había mandado á Moisés.
22. Hizo también el manto del ephod de obra de tejedor, todo de jacinto.
23. Con su abertura en medio de él, como el cuello de un coselete, con un borde en derredor de la abertura, porque no se rompiese.
24. E hicieron en las orillas del manto las granadas de jacinto, y púrpura, y carmesí, y lino torcido.
25. Hicieron también las campanillas de oro puro, las cuales campanillas pusieron entre las granadas por las orillas del manto alrededor entre las granadas:
26. Una campanilla y una granada, una campanilla y una granada alrededor, en las orillas del manto, para ministrar; como Jehová lo mandó á Moisés.
27. Igualmente hicieron las túnicas de lino fino de obra de tejedor, para Aarón y para sus hijos;
28. Asimismo la mitra de lino fino, y los adornos de los chapeos (tiaras) de lino fino, y los pañetes de lino, de lino torcido;
29. También el cinto de lino torcido, y de jacinto, y púrpura, y carmesí, de obra de recamador; como Jehová lo mandó á Moisés.
30. Hicieron asimismo la plancha de la diadema santa de oro puro, y escribieron en ella de grabadura de sello, el rótulo, SANTIDAD A JEHOVA.
31. Y pusieron en ella un cordón de jacinto, para colocarla en alto sobre la mitra; como Jehová lo había mandado á Moisés.




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siempreMaria
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Registrado: 06 Jun 2006
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MensajePublicado: Vie Ago 11, 2006 7:11 am    Asunto:
Tema: Sobre el anillo episcopal
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Muchas gracias hermana Beatriz, espero que esto les haga entender aunque sea un poco, por lo menos que se plante en sus corazones esa semillita que más tarde podrá florecer.

Me imagino diciéndoselo y creo que me dirán sobre quién paga eso. Yo me supongo que la Iglesia, igual que a lo mejor un padrino regala otra cosa a los novios o algo así.

Es que no saben lo que un Obispo representa, yo la verdad tampoco exactamente, JA, pero sé que es algo importantísimo. Tan sólo debo recordar cual es su fin, y una cosa que decía San Francisco de Asís, y que dejo marcado en negrita en el siguiente texto sobre el sacerdote, obtenido de la siguiente dirección:

http://www.proyectovocacional.com/index.php?manualID=61&chapterID=140

EL SACERDOTE

“La vocación sacerdotal es un misterio. Es el misterio de un “maravilloso intercambio” entre Dios y el hombre. Éste ofrece a Cristo su humanidad para que Él pueda servirse de ella como instrumento de salvación, casi haciendo de este hombre otro sí mismo (otro Cristo)… ¿Hay en el mundo una realización más grande de nuestra humanidad que poder representar cada día en la persona de Cristo el sacrificio redentor, el mismo que Cristo llevó a cabo en la cruz?… Por eso, la celebración de la Eucaristía es, para Él, el momento más importante y sagrado de la jornada y centro de su vida” (DM Cool. “El sacerdote debe vivir la solicitud por toda la Iglesia y sentirse de algún modo, responsable de ella” (DM 5) y de toda la humanidad. Tiene una misión universal.

Jesús lo ha unido a la acción más santa de la historia, a la única acción plenamente digna de Dios. Por eso, debe estar siempre agradecido por el don de la vocación. ¡Qué grande es la dignidad del sacerdote! “Con toda tu alma honra al Señor y reverencia a los sacerdotes” (Eclo 7, 31). “El sacerdocio es el amor del Corazón de Jesús… Si comprendiésemos bien lo que es el sacerdote, moriríamos no de pavor, sino de amor” (Cura de Ars). “El sacerdocio es la cima de todas las dignidades y títulos del mundo” (S. Ignacio de Antioquia). Por ello, los santos tenían tanto aprecio y respeto por los sacerdotes. Decía Sta. Eduviges: “Que Dios bendiga a quien hizo que Jesús bajara del cielo y me lo dio”. Igualmente, San Francisco de Asís afirmaba: “En los sacerdotes veo al Hijo de Dios… y, si me encontrara con un ángel del cielo y con un sacerdote, primero me arrodillaría ante el sacerdote y después ante el ángel”.

“Oh venerable dignidad del sacerdote, entre cuyas manos se encarna cada día el Hijo de Dios, como se encarnó en el seno de María” (S. Agustín). El sacerdote es el hombre de la Eucaristía y vive para la Eucaristía. Juan Pablo II afirmaba que: “La celebración de la Eucaristía es el centro y el corazón de toda vida sacerdotal” (30-10-96) Y Él, personalmente decía: “Nada tiene para mí mayor sentido ni me da mayor alegría que celebrar la misa todos los días. Ha sido así desde el mismo día de mi ordenación sacerdotal” (USA 14-9-87).

“Para mí el momento más importante y sagrado de cada día es la celebración de la Eucaristía. Domina en mí la conciencia de celebrar en el altar “en la persona de Cristo”. Jamás he dejado la celebración del santísimo sacrificio. La santa misa es el centro de toda mi vida y de cada día” (27-10-95). Ser sacerdote es ser “administrador del bien más grande de la Redención, porque da a los hombres al Redentor en persona. Celebrar la Eucaristía es la misión más sublime y más sagrada de todo sacerdote. Y para mí, desde los primeros años de sacerdocio, la celebración de la Eucaristía ha sido no sólo el deber más sagrado sino, sobre todo, la necesidad más profunda del alma… el misterio eucarístico es el corazón palpitante de la Iglesia y de la vida sacerdotal” (DM 9). De su celebración dependen muchas bendiciones para el mundo, pues se celebra para la salvación del mundo entero.

De ahí que la Iglesia “recomienda encarecidamente (al sacerdote) la celebración diaria de la misa, la cual, aunque no pueda tenerse con asistencia de fieles, es una acción de Cristo y de la Iglesia, en cuya realización los sacerdotes cumplen su principal ministerio” (Canon 904 y Vat II PO 13). El sacerdote en al Misa “ofrece el santo sacrificio in persona Christi (en la persona de Cristo), lo cual quiere decir más que en nombre o en vez de Cristo. In persona quiere decir en la identificación específica sacramental con el Sumo y eterno sacerdote, que es el amor y el sujeto principal de éste su propio sacrificio, en el que, en verdad, no puede ser sustituido por nadie” (Pablo VI, carta sobre el culto de la Eucaristía Nº Cool. El sacerdote en la misa personifica a Cristo, según el canon 899. Cristo toma posesión de su persona y a través de Él, se ofrece a Sí mismo al Padre, como lo hizo en la cruz. Hay una identificación del sacerdote con Cristo, pues Cristo absorbe la persona del sacerdote y actúa a través de él, que es su ministro e instrumento. El sacerdote le presta su voz, sus manos, su cuerpo.

El que habla en la misa no es el sacerdote humano, al que escuchamos. Ciertamente, oímos su voz, pero su voz viene de más arriba, de más hondo. Es la voz misma de Cristo, que habla a través del sacerdote. Sus manos son las manos de Jesús, el cual se sirve del sacerdote, de sus manos, de su lengua, de sus palabras para ofrecer el sacrificio del altar. Porque, en realidad, es Jesús quien celebra la misa. Él es el único y eterno sacerdote, pero como no lo vemos ni oímos, necesita del sacerdote, como de una pantalla, en la que proyecta su propia vida divina, su sacrificio, su amor, su voz…

Como le decía Jesús a la Venerable Concepción Cabrero de Armida, fundadora de las Religiosas de la Cruz: “El sacerdote en la Misa, identificado conmigo, es otro YO, es decir, es YO mismo al consagrar en ese gran misterio de la transustanciación” (cc 49, 181).

Por esto, es tan importante que los sacerdotes celebren con toda devoción, siendo conscientes del gran misterio que se realiza. Y deben ser puros para mejor identificarse con la pureza misma, que es Jesús. Ya en el siglo I, en el famoso libro de la Didache (cap. 14), se nos dice: “Celebrad la Eucaristía, habiendo confesado vuestros pecados para que vuestro sacrificio sea puro”, porque “en todo lugar ha de ofrecerse a mi Nombre un sacrificio humeante y una ofrenda pura” (Mal, 1, 11).

“Si el sacerdote pronuncia las palabras de la consagración con gran sencillez y humildad, de manera comprensible, correcta y digna, como corresponde, sin prisas, con un recogimiento tal y una devoción tal que los participantes adviertan la grandeza del misterio que se realiza, entonces los fieles creerán en el amor a Cristo Eucaristía” (Pablo VI ib. Nº 9). Por eso, aconsejaba Juan Pablo II: “Vivid desde ahora plenamente la Eucaristía, sed personas para quienes el centro y culmen de toda la vida sea la santa misa, la comunión y la adoración eucarística” (España 8-11-82).

¡Es tan grande ser sacerdote y poder realizar cada día el gran prodigio de amor! “El mundo debería vibrar, el cielo entero debería conmoverse profundamente, cuando el Hijo de Dios aparece sobre el altar en las manos del sacerdote… Entonces, deberíamos imitar la actitud de los ángeles que, cuando se celebra la misa, bajan en escuadrones desde el paraíso y se estacionan alrededor de nuestros altares en adoración para interceder por nosotros” (S. Francisco de Asís). “Los ángeles llenan la Iglesia en ese momento, rodean el altar y contemplan extasiados la sublimidad y grandeza del Señor” (S. Juan Crisóstomo, De sacerd 6, 4) “Y lo rodean, como haciéndole una guardia de honor” (S. Bernardo).

San Juan Crisóstomo en su libro “Diálogo del sacerdocio” nos habla de que vio repetidas veces la iglesia llena de ángeles, especialmente, en el momento de la mis. Sta. Ángela de Foligno decía que veía a Jesús sobre el altar, rodeado de una multitud de ángeles. Y lo mismo afirma Sta. Brígida. El P. Ignacio, pasionista, director espiritual de la Venerable Eduvigis Carboni, la estigmatizada de Cerdeña, muerta en 1952, cuenta que, varias veces, ella le recomendaba que “cuando celebrara la misa, mirase a lo alto para ver a los ángeles asistir al santo sacrificio de la misa”. San Josemaría Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei, en su libro “Es Cristo que pasa” nos dice: “Cuando yo celebro la santa misa, me sé rodeado de ángeles, que están adorando a la Trinidad”.

Por eso, es tan necesario que todos, pero muy especialmente los sacerdotes, sean santos. “Sed santos, porque Yo, el Señor, soy santo y os he separado de entre los pueblos para que seáis míos” (Lev 20, 26). Y Cristo exclamaba: “santifícalos en la verdad” (Jn 17, 17). Y le decía a la Venerable Concepción Cabrera de Armida: “Los sacerdotes son la fibras de mi corazón, su esencia, sus mismos latidos” (A mis sacerdotes 33). Ellos se configuran con Cristo sacerdote de suerte que puedan obrar como en persona de Cristo Cabeza (Vat II, PO 2). Están llamados a ser transparencia de Jesús y el Padre les dice: “Tú eres mi Hijo muy amado, en quien tengo puestas todas mis complacencias” (Mc 1, 11). “Tú eres sacerdote para siempre” (Sal 110, 4). “El sacerdote tiene una especial vocación a la santidad. ¡Cristo tiene necesidad de sacerdotes santos!” (DM 9). La celebración de la misa los pone en contacto con la santidad de Dios y les recuerda que están llamados a la santidad. Sólo, siendo santos, podrán realizar una pastoral eficaz (Cf Juan Pablo II, 13-2-97).

Un día en uno de sus viajes pastorales a España, Juan Pablo II saludó a un sacerdote enfermo, que estaba en silla de ruedas, que le dijo: “Santidad, he ofrecido mi vida por la Iglesia”. Cuentan que el Papa le contestó: “Ya somos dos”. ¿Serás tú capaz de ofrecerte como ellos? Jesús te quiere santo. Así lo era el gran místico francés P. Lamy. Amaba tanto a Jesús Sacramentado que Él lo premió con un gran milagro. El día 15 de Marzo de 1918 una explosión destruyó la Iglesia de su parroquia en La Courneuve. Quedó destruido el altar con el sagrario, pero el copón, con las cuarenta hostias consagradas, quedó intacto y en el aire milagrosamente. Incluso el paño que cubría el copón no tenía ni un granito de polvo, estaba totalmente limpio.

Sin embargo, a veces lamentamos casos de sacerdotes que abandonan su ministerio o llevan una vida mediocre o dan que hablar por su conducta. Oremos por ellos. Sta. Teresa de Jesús relata que: “una vez llegando a comulgar, vi dos demonios que rodeaban al pobre sacerdote… y vi a mi Señor con la Majestad que tengo dicha, puesto en aquellas manos, en la hostia que me iba a dar, y que se veía claro ser ofensoras suyas y entendía estar aquel alma en pecado mortal… Díjome el mismo Señor que rogase por él y que lo había permitido para que entendiese yo la fuerza que tienen las palabras de la consagración y cómo no deja el Señor de estar allí por malo que sea el sacerdote que las dice… Entendía cuán recia cosa es tomar este Santísimo Sacramento indignamente y cuán señor es el demonio del alma que está en pecado mortal” (V 38, 23).

Melania, la vidente de la Virgen de La Salette, Francia, 1846, refiere en su Autobiografía italiana que “un día fui a la Iglesia y vi un sacerdote con su hábito todo roto, con cara triste, pero tranquilo, que me dijo: Sea por siempre bendito el Dios de la justicia y de la infinita misericordia. Hace más de treinta años que estoy condenado con toda justicia en el Purgatorio por no haber celebrado con el debido respeto el santo sacrificio, que continúa el misterio de la Redención, y por no haber tenido el cuidado que debía de la salvación de las almas, que me estaban confiadas. Me ha sido hecha la promesa de mi liberación para el día en que oigas la misa por mí, en reparación de mi culpable tibieza… A los tres días pude ir a misa. Después de la misa, vi al sacerdote, vestido con hábito nuevo, adornado con brillantes estrellas, su alma completamente embellecida y resplandeciente de gloria, que volaba hasta el cielo”.


Una religiosa me escribía lo siguiente: “El 7 de Junio de 1956, después de mucho pedírmelo el Señor y no darle un SÍ, una noche tuve una experiencia que me hizo estremecer. El deseo de ofrecer mi vida por los sacerdotes era para mí como una sombra de la que no podía deshacerme, pero no me decidía, me daba miedo. Hasta que Él cansado de esperar, me tiró como a Saulo y me hizo caer de mí misma. Tuve una visión, vi a un sacerdote que, mirándome con los ojos desorbitados me decía: Por tu culpa, por tu culpa me condeno. Como herida por un rayo, salté de la cama y me ofrecí en aquel momento y le dí mi SÍ a Jesús. No sé el tiempo que pasé de rodillas, pero la luz del día me encontró a los pies del crucifijo de mi celda. No sentía cansancio ni miedo, pero sí la Paz de haber dado mi SÍ para siempre”.


Si tú sientes la llamada de Jesús al sacerdocio, ¿serás capaz de darle tu SÍ sin condiciones? ¿Podrías decir como Jesús: “Por ellos me consagro para que sean santos de verdad? (Jn 17, 19). Di con Sta. Teresita: “Roguemos por los sacerdotes, consagrémosles nuestra vida” (carta 8 a Celina). Oremos para que sean santos.

El sacerdote es el puente entre Dios y los hombres. Habla a Dios de los hombrea y a los hombres de Dios. Es pastor y guía del Pueblo de Dios. Y debe ser también defensor de su pueblo contra el ataque permanente del Maligno. Hoy día, parece que el diablo anda suelto por el mundo. Hay grupos satánicos, que propagan el mal y el culto a Satanás, por todas partes… Hay sociedades secretas, gobiernos, instituciones y muchas sectas, que combaten contra la Iglesia Católica. Y hay mucha gente oprimida por el poder del demonio y de sus secuaces, que hacen hechizos y maleficios para crear sufrimientos, desuniones y toda clase de maldad. El sacerdote debe enfrentarse al Maligno con una vida de santidad personal para poder liberar a las almas y salvarlas.

Debe ser consciente de los poderes que Dios le ha entregado para exorcizar (en privado), para bendecir, para predicar, para perdonar y sobre todo, para celebrar la Eucaristía. Debe recomendar el rezo del rosario, la Lectura de la Palabra de Dios, el ayuno, el uso del escapulario del Carmen, de imágenes sagradas… y todo lo que pueda servir en la lucha contra las fuerzas oscuras del infierno. En esta lucha, puede ser muy útil también el rosario o coronilla del Señor de la Misericordia que Jesús enseñó a Sta. Mª Faustina Kowalska. En esta coronilla se dice: “Padre eterno, yo te ofrezco el Cuerpo y la Sangre, el Alma y la Divinidad de tu amadísimo Hijo, nuestro Señor Jesucristo, como propiciación de todos nuestros pecados y los del mundo entero”.



Ciertamente, el sacerdote debe ser un hombre bien preparado, de estudio, que está al día en todas las normas y disposiciones de la Iglesia, y las sigue. Pero, sobre todo, debe ser un hombre de oración y sacrificio, dispuesto a dar su vida por los demás. “Sí, el sacerdote debe ser ante todo hombre de oración, convencido de que el tiempo dedicado al encuentro íntimo con Dios es siempre el mejor tiempo empleado, porque además de ayudarle a él, ayuda a su trabajo apostólico” (DM 9). En cierto modo, es responsable de toda la humanidad, pues Dios le encomienda a todos los hombres, a quienes debe llevar en su corazón al celebrar la santa misa. El sacerdote debe ser maestro de la Palabra de Dios e instrumento de paz y reconciliación, sobre todo, a través del sacramento de la confesión, que es “parte esencial de su misión” (DM 5). Es representante y embajador de Cristo en el mundo, depositario y distribuidor de los tesoros de la Redención. “Es administrador de bienes invisibles e inconmensurables que pertenecen al orden espiritual y sobrenatural” (DM 9). Es ministro de Cristo y de la Iglesia, en comunión siempre con el obispo. Debe ser un “padre” para todos sin excepción y debe vivir la Eucaristía y para la Eucaristía. En una palabra, debe ser Eucaristía viviente de Jesús. Decía el gran científico jesuita Teilhard de Chardin: “Felices aquellos sacerdotes que son elegidos para el acto supremo de su vida, lógica coronación de su sacerdocio: la comunión hasta la muerte con Cristo”.


¡Cuán grande es el sacerdote! Decía el Beato Obispo Manuel González: “Por la consagración sacerdotal el sacerdote ha dejado místicamente de ser un hombre para ser Jesús. Las apariencias son del hombre, la sustancia es de Jesús. Tiene lengua, ojos, manos, pies, corazón como los demás hombres; pero, desde que ha sido consagrado, todo su cuerpo no es del hombre, sino de Jesús. Sus ojos son para mirar y compadecer y atraer al modo de Jesús, que ha querido quedar oculto en el sagrario. Sus manos son para dar bendiciones a los hijos, direcciones a los caminantes, apoyo a los débiles, pan a los hambrientos, abrigo a los desnudos, medicina a los enfermos en nombre de Jesús…”

Sus pies son para ir siempre en seguimiento de sus ovejas fieles o en busca de las descarriadas. Su cabeza para pensar en Jesús, conocerlo más y darlo a conocer y para tener, como Él, una corona de espinas. Su corazón es para amar, perdonar, agradecer y enamorarse de Jesús, abandonado en el sagrario. Su lengua es para hacer del pan y el vino, el Cuerpo y la Sangre de Jesús”.

Meditemos en estas palabras de Hugo Wast: “Cuando se piensa que ni los ángeles ni los arcángeles, ni Miguel, Gabriel o Rafael, ni príncipe alguno de aquellos que vencieron a Lucifer, pueden hacer lo que hace un sacerdote… Cuando se piensa que Nuestro Señor Jesucristo en la última Cena, realizó un milagro más grande que la creación del Universo y fue convertir el pan y el vino en su Cuerpo y en su Sangre, y que este portento puede repetirlo cada día el sacerdote… cuando se piensa que un sacerdote, cuando celebra en el altar tiene una dignidad infinitamente mayor que un rey y que no es ni siquiera un embajador de Cristo, sino que es Cristo mismo, que está repitiendo el mayor milagro de Dios… Entonces, uno puede entender que un sacerdote hace más falta que un rey, más que un militar, más que un banquero, más que un médico, más que un maestro, porque él puede reemplazar a todos y ninguno puede reemplazarlo a él.

Cuando se piensa en todo esto, uno comprende la inmensa necesidad de fomentar las vocaciones sacerdotales. Uno comprende el afán con que, en tiempos antiguos, cada familia ansiaba que de su seno brotase una vocación sacerdotal… Uno comprende que es más necesario un Seminario que una iglesia y más que una escuela y más que un hospital… Entonces, llega a comprender que dar para costear los estudios de un joven seminarista es allanar el camino por donde ha de llegar al altar un hombre que, durante media hora, cada día, será mucho más que todos los santos del cielo será Cristo mismo,, ofreciendo su Cuerpo y su Sangre por la salvación del mundo.

Es por esto que es un gran pecado impedir o desalentar una vocación sacerdotal y que, si un padre o una madre obstruyen la vocación de su hijo, es como si le hicieran renunciar a un título de nobleza incomparable”.

Digamos con Juan Pablo II a los sacerdotes: "¡Amad vuestro sacerdocio! ¡Sed fieles hasta el final! (DM 10). "Repetid las palabras de la consagración cada día, como si fuera la primera vez. Que jamás sean pronunciadas por rutina. Estas palabras expresan la más plena realización de nuestro sacerdocio" (carta del Jueves Santo 1997). Por mi parte, puedo decir que, si mil veces naciera, mil veces me haría sacerdote. Quiero celebrar la misa de cada día, como si fuera la última, como si fuera la única misa de mi vida. Muchas veces, después de haber celebrado la misa, he sentido una alegría y una paz profunda, me he sentido realizado como hombre y feliz de ser sacerdote. GRACIAS, SEÑOR, POR SER SACERDOTE.
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Beatriz
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MensajePublicado: Vie Ago 11, 2006 4:07 pm    Asunto:
Tema: Sobre el anillo episcopal
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siempreMaria escribió:


Me imagino diciéndoselo y creo que me dirán sobre quién paga eso. Yo me supongo que la Iglesia, igual que a lo mejor un padrino regala otra cosa a los novios o algo así.



Hermano, respóndeles que ni el Obispo ni el sacerdote cobra un solo centavo por su servicio. Sin embargo, Jesús dijo que el obrero es digno de su salario (Lc. 10,7). Materialmente hablando, ese anillo no es ni la centésima parte de lo que debería de recibir el Obispo, si cobrara un sueldo, por todos los años de servicio. Espiritualmente hablando, ese anillo es un símbolo de la fidelidad del Obispo a la Iglesia.

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