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Reznor Invitado
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Publicado:
Sab Ago 12, 2006 5:52 am Asunto:
¿Cómo orar?
Tema: ¿Cómo orar? |
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La oración es un trato amistoso con aquel que nos ama, es un diálogo con Dios. Ahora, si es un diálogo, ¿Cómo es que Dios habla? ¿Cómo participa en ese diálogo?. Otros puntos que me gustaría me informaran: ¿Cuánto tiempo y en qué postura es recomendable orar? |
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María Esther Veterano
Registrado: 03 Oct 2005 Mensajes: 2105
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Publicado:
Sab Ago 12, 2006 6:05 am Asunto:
Tema: ¿Cómo orar? |
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Los nueve modos de orar de santo Domingo
(entre el 1260-1288)
Santos doctores como Agustín, Ambrosio, Gregorio, Hilario, Isidoro, Juan Crisóstomo, Juan Damasceno, Bernardo, y otros autores muy piadosos, tanto griegos como latinos, han tratado con gran amplitud de la oración; la han recomendado y descrito; han disertado acerca de su necesidad, utilidad y modo de hacerla, así como de la preparación e impedimientos para la misma. Pero el glorioso y venerable doctor, Tomás de Aquino y Alberto [Magno], de la Orden de Predicadores, a lo largo de sus obras, del mismo modo que Guillermo en el tratado de las virtudes', han expuesto con nobleza, santidad, devoción y elegancia la manera de orar en la que el alma se sirve de los miembros del cuerpo,. para lanzarse con mayor devoción a Dios. De este modo, el alma, a la vez que mueve al cuerpo, es movida por él, y así entra en ocasiones en éxtasis, como sucedía a San Pablo, otras veces en arrobamiento, como acontecía al profeta David. De este modo oraba con frecuencia Domingo, y algo diremos aquí sobre el particular.
Nos encontramos con que los santos del Antiguo y Nuevo Testamento oraban de esta manera algunas veces. Porque tal modo de orar excita alternativamente la devoción, del alma al cuerpo, y del cuerpo al alma. Este modo de oración hacía prorrumpir en fuerte llanto a Santo Domingo, y le encendía el fervor de su buena voluntad en tal grado, que no podía ocultarlo, sin que se trasluciera su devoción a través de una cierta expresión corporal. Su alma en oración se elevaba a veces a formular peticiones, ruegos y acciones de gracias.
Se aludirá a continuación a sus modos especiales de orar. No se hace mención detallada de aquellos otros que tenía, muy devotos y constantes, en la celebración de la misa y recitación del oficio divino, en que se advertía al momento cómo se elevaba frecuentemente en espíritu por encima de sí, y se mantenía en el trato con Dios y los ángeles durante el rezo de las horas canónicas, bien fuera en el coro o de viaje.
Primer modo de orar
El primer modo de orar consistía en humillarse ante el altar, como si Cristo representado en él, estuviera allí real y personalmente, y no sólo a través del símbolo. Se comportaba así en conformidad al siguiente fragmento del libro de Judit: Te ha agradado siempre la oración de los mansos y humildes [Jdt 9,16]. Por la humildad obtuvo la cananea cuanto deseaba [Mt 15,21-28] y lo mismo el hijo pródigo [Le 15,11-321. También se inspiraba en estas palabras: Yo no soy digno de que entres en mi casa [Mt 8,8]; Seññor, ante ti me he humillado siempre [Sal 146,61. Y así, nuestro Padre, manteniendo el cuerpo erguido, inclinaba la cabeza y, mirando humildemente a Cristo, le reverenciaba con todo su ser, considerando su condición de siervo y la excelencia de Cristo. Enseññaba a hacerlo así a los frailes cuando pasaban delante del crucifijo, para que Cristo, humillado por nosotros hasta el extremo, nos viera humillados ante su majestad. Mandaba también a los frailes que se humillaran de este modo ante el misterio de la Santísima Trinidad, cuando se cantara el Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Este modo de orar inclinando profundamente la cabeza, como se muestra en el grabado, era el punto de partida de sus devociones.
Segundo modo de orar
Oraba también con frecuencia Santo Domingo postrado completamente, rostro en tierra. Se dolía en su interior y se apostrofaba a sí mismo, y lo hacía a veces en tono tan alto, que en ocasiones le oían recitar aquel versículo del Evangelio:
((Oh Dios!, ten compasión de este pecador [Le 18,131. Con piedad y reverencia, recordaba frecuentemente aquellas palabras de David: Yo soy el que ha pecado y obrado inicuamente [Sal 50,5]. Lloraba emitiendo fuertes gemidos; después, exclamaba: No soy digno de contemplar la altura del cielo, a causa de mi iniquidad, porque he provocado tu ira y he obrado mal ante tus ojos. Del salmo que comienza, Con nuestros oídos, ((oh Dios!, hemos oído, recitaba con vigor y devoción el versículo que dice: Porque mi alma ha sido humillada hasta el polvo, y mi cuerpo pegado a la tierra [Sal 43,261; y también: Pegada al suelo está mi alma, conserva mi vida según tu palabra [Sal 118,25].
En alguna ocasión, queriendo enseññar a los frailes con cuánta reverencia debían orar, les decía: Los piadosos Reyes Magos entraron en la casa, vieron al niñño con María su madre, y, cayendo de rodillas, lo adoraron [Mt 2,11]. Es, pues, cierto que también nosotros encontramos al Hombre Dios con María, su esclava; venid, adoremos, postrémonos por tierra, lloremos ante el Seññor que nos hico [Sal 94,6]. Exhortaba también a los jóvenes diciendo: Si no podéis llorar vuestros pecados, porque no los tenéis, hay muchos pecadores necesitados de misericordia y caridad. Por ellos gimieron los profetas y los apóstoles. Contemplándolos jesús, lloró amargamente, y lo mismo hacía el santo profeta David, diciendo: Viendo a los renegados, sentía asco [Sal 118,158].
Tercer modo de orar
Motivado Santo Domingo por todo cuanto precede, se alzaba del suelo y se disciplinaba con una cadena de hierro, diciendo: Tu disciplina me adiestró para el combate [Sal 17,35]. Esta es la razón por la que la Orden entera estableció que todos los frailes, trayendo a la memoria el ejemplo de Santo Domingo, se disciplinaran con varas sobre sus espaldas desnudas, los días de feria después de completas. Venerando este ejemplo, recitan el salmo que comienza: Misericordia, Dios mío [Sal 50], o aquel otro: Desde lo hondo a ti grito, Seññor [Sal 129]. La disciplina se toma para expiación de las propias culpas, o por las de aquellos de cuyas limosnas viven. En consecuencia, nadie, por inocente que sea, se debe apartar de este santo ejemplo. Tal modo de oración queda reflejado en la figura.
Cuarto modo de orar
Después de esto, Santo Domingo, ante el altar de la iglesia o en la sala capitular, se volvía hacia el crucifijo, le miraba con suma atención, y se arrodillaba una y otra vez; hacía muchas genuflexiones. A veces, tras el rezo de completas y hasta la media noche, ora se levantaba, ora se arrodillaba, como hacía el apóstol Santiago, o el leproso del Evangelio que decía, hincado de rodillas: Seññor, si quieres, puedes curarme [Mt 8,2]; o como Esteban que, arrodillado, clamaba con fuerte voz: No les tengas en cuenta este pecado [Hch 7,60]. El Padre Santo Domingo tenía una gran confianza en la misericordia de Dios, en favor suyo, y en bien de todos los pecadores, y en el amparo de los frailes jóvenes que enviaba a predicar. En ocasiones no podía contener su voz y los frailes le escuchaban decir: A ti, Seññor, te invoco, no seas sordo a mi voz, no te calles [Sal 27,1]; así como otras palabras por el estilo de la Sagrada Escritura.
En otras ocasiones hablaba para sus adentros, sin que se oyera en absoluto lo que decía, permaneciendo de rodillas ensimismado, a veces por largo tiempo. Había momentos en los que parecía que en este modo de orar su alma penetraba en los cielos; pronto se le veía rebosante de gozo y enjugándose las lágrimas. Se levantaba en él un gran deseo, como sediento que se acercaba a la fuente, o peregrino que ya estaba cerca de la patria. Crecía y se fortalecía en su ánimo; al levantarse y arrodillarse, lo hacía con una gran compostura y agilidad. Estaba tan acostumbrado a arrodillarse que, de viaje, en las casas donde se hospedaban, después del caminar fatigoso y en los caminos, mientras dormían y descansaban los demás, él volvía a las genuflexiones como a su propio arte y peculiar ministerio. Enseñaba a los frailes a orar de esta misma manera, más con el ejemplo, que con las palabras.
Quinto modo de orar
Algunas veces el Padre Santo Domingo, estando en el convento, permanecía en pie, erguido ante el altar; mantenía su cuerpo derecho sobre los pies, sin apoyarse ni ayudarse de cosa alguna. A veces tenía las manos extendidas ante el pecho, a modo de libro abierto; y así se mantenía con mucha reverencia y devoción, como si leyera ante el Señor. En la oración se le veía meditar la palabra de Dios, y como si la relatara dulcemente para sí mismo. Le servía de ejemplo aquel gesto del Señor, que se lee en el Evangelio según San Lucas, a saber: Que entró Jesús según su costumbre, es decir, en sábado, en la sinagoga y se levantó para hacer la lectura [Le 4,16]. Y también se dice en el salmo: Finés se levantó, y oró, y la plaga cesó [Sal 105,301.
A veces juntaba las manos a la altura de los ojos, entrelazándolas fuertemente y dando una con otra, como urgiéndose a sí mismo. Elevaba también las manos hasta los hombros, tal como hace el sacerdote cuando celebra la misa, como si quisiera fijar el oído para percibir con más atención algo que se le diría desde el altar. Si hubieras visto, lector, la devoción con que oraba en pie, te hubiera parecido que contemplabas a un profeta que, con un ángel o con Dios, ora hablaba, ora escuchaba, ora meditaba en silencio sobre lo que le había sido revelado. Si cuando iba de camino hurtaba pronto a escondidas algún tiempo para orar, su mente en vela continua, tendía al momento hacia el cielo; luego le oirías pronunciar con gran dulzura y delicadeza algunas palabras consoladoras, tomadas del meollo y de lo más sustancial de la Sagrada Escritura; parecía que las había sacado de las fuentes del Salvador. Los frailes se animaban mucho con este ejemplo, contemplando a su Padre y Maestro; se disponían con mayor devoción a orar, reverente y continuamente: Como están los ojos de la esclava fijos en las manos de su señora, y como están los ojos de los esclavos fijos en las manos de sus señores [Sal 122,2].
Sexto modo de orar
A veces se veía también orar al Padre Santo Domingo, con las manos y brazos abiertos y muy extendidos, a semejanza de la cruz, permaneciendo derecho en la medida en que [e era posible. Oró de este modo cuando, por su oración, Dios resucitó al niño llamado Napoleón 2; oró en la sacristía de San Sixto de Roma, y en la iglesia durante la celebración de la misa, elevándose del suelo, como narró la devota y santa Sor Cecilia, que se hallaba presente y lo vio, al igual que una multitud de personas; como Elías, cuando resucitó al hijo de la viuda extendiéndose sobre el niño [ 1 R 17,17-24]. De modo semejante oró cuando, junto a Toulouse, libró a los peregrinos ingleses del peligro de ahogarse en el río 3. De este modo oró el Señor mientras pendía en la cruz, es decir, con las manos y brazos extendidos, y con gran clamor y lágrimas fue escuchado por su reverencial temor [Hb 5,7].
Pero Santo Domingo no utilizaba este modo de orar sino cuando, inspirado por Dios, sabía que se iba a obrar algo grande y maravilloso en virtud de la oración. Ni prohibía a los frailes orar así, ni se lo aconsejaba. Cuando resucitó a aquel niño orando de este modo, en pie, con los brazos y manos extendidos en forma de cruz, no sabemos qué diría. Pudiera ser que pronunciara las mismas palabras del profeta Elías: ((Señor, Dios mío! Que vuelva, te ruego, el alma de este niño a entrar en él [1 R 17,21]. Los presentes observaban este modo de orar, pero los frailes y monjas, los señores y cardenales, y los demás que contemplaron aquella manera de orar desacos tumbrada y admirable, no recogieron las palabras que pro nunció. Después no les fue permitido interrogar acerca de todo esto al santo y admirable Domingo, quien en este punto se mostró para con todos muy digno de respeto y reverencia. Sin embargo, pronunciaba con ponderación, gravedad y oportunamente las palabras del Salterio que hacen referencia a este modo de orar; decía atentamente: Señor, Dios de mi salvación, de día te pido auxilio, de noche grito en tu presencia; recitaba hasta aquel versículo: Todo el día te estoy invocando, Señor, tendiendo las manos hacia ti [Sal 87,2-10]. Y también: Escucha, Señor, mi oración, presta oído a mi súplica, etc., hasta el versículo que dice: Extiendo mis manos hacia ti, etc., escúchame enseguida, Señor [Sal 142,1-6]. Por todo ello podrá cualquier persona devota captar la oración de este Padre, y su enseñanza al orar de este modo, cuando quería ser transportado a Dios de modo admirable en virtud de la oración, o mejor, cuando sentía desde lo más íntimo de su ser, que Dios le movía con especial fuerza a una gracia singular; a pedirla para sí o para otro, ilustrado por la doctrina de David, por el fuego de Elías, por la caridad de Cristo y por la devoción de Dios, como aparece en la figura.
Séptimo modo de orar
Sin embargo, se le hallaba con frecuencia orando, dirigido por completo hacia el cielo, a modo de flecha apuntando hacia arriba, que se proyecta directamente a lo alto por medio de un arco en tensión. Oraba con las manos elevadas sobre su cabeza, muy levantadas y unidas entre sí, o bien un poco separadas, como para recibir algo del cielo. Se cree que entonces se aumentaba la gracia en él y era arrebatado en espíritu. Pedía a Dios para la Orden que había fundado los dones del Espíritu Santo, y agradable deleite en la práctica de las bienaventuranzas. Pedía para sí y para los frailes mantenerse devotos y alegres en la muy estricta pobreza, en el llanto amargo, en las graves persecuciones, en el hambre y sed grandes de justicia, en el ansia de misericordia, hasta ser proclamados bienaventurados; pedía, de igual modo, mantenerse devotos y alegres en la guarda de los mandamientos y en el cumplimiento de los consejos evangélicos. Parecía que entonces el Padre Santo Domingo, arrebatado en espíritu, entraba en el lugar santo entre los santos, es decir, en el tercer cielo. De ahí que, tras esta oración, tanto en las correcciones, como en las dispensas, o en la predicación, se comportaba como un verdadero profeta.
No permanecía por largo tiempo el Padre Santo Domingo en este modo de orar. Volvía en sí mismo como quien llegaba de lejos, o como quien venía peregrinando. Esto se podía observar fácilmente en su aspecto y en el modo de comportarse. Sin embargo, cuando oraba con claridad, los frailes le oían pronunciar algunas veces las palabras del profeta: Escucha mi voz suplicante cuando te pido auxilio, cuando alzo las manos hacia tu santuario [Sal 27,2]. Y enseñaba de palabra y con su ejemplo santo a los frailes a que oraran así continuamente, diciendo aquella frase del salmo: Ahora bendecid al Señor los siervos del Señor. Y también: Señor, te estoy llamando, ven de prisa, escucha mi voz cuando te llamo, etc., hasta las siguientes palabras: Durante la noche levantad vuestras manos hacia el santuario [Sal 133,1-2]. Y también: Y el alzar de mis manos [como ofrenda de la tarde] [Sal 140,1]. Pero para que se entienda mejor cuanto se ha dicho, se ilustra con la figura.
Octavo modo de orar
Nuestro Padre Santo Domingo tenía otro modo de orar, hermoso, devoto y grato para él, que practicaba tras la recitación de las horas canónicas, y después de la acción de gracias que se hace en común por los alimentos recibidos. El mesurado y piadoso Padre, impulsado por la devoción que le había transmitido la palabra de Dios cantada en el coro o en el refectorio, se iba pronto a estar solo en algún lugar, en la celda o en otra parte, para leer u orar, permaneciendo consigo y con Dios. Se sentaba tranquilamente y, hecha la señal protectora de la cruz, abría ante sí algún libro; leía y se llenaba su mente de dulzura, como si escuchara al Señor que le hablaba, en conformidad con lo que se dice en el salmo: Voy a escuchar lo que dice el Señor, etc., [Sal 84,9]. Y, como si debatiera con un acompañante, aparecía, ora impaciente, a juzgar por sus palabras y actitud, ora tranquilo a la escucha; se le veía disputar y luchar, reír y llorar, fijar la mirada y bajarla, y de nuevo hablar bajo y darse golpes de pecho.
Si algún curioso quisiera observarle a escondidas, el Padre Santo Domingo se le hubiera asemejado a Moisés, que se adentró en el desierto, llegó al monte de Dios Horeb, contempló la zarza ardiendo y oró con el Señor, y se humilló a sí mismo [Gen 3,1-6]. Este monte de Dios, )no es como una imagen profética de la piadosa costumbre que tenía nuestro Padre, de pasar fácilmente de la lectura a la oración, de la oración a la meditación, y de la meditación a la contemplación?
A lo largo de esta lectura hecha en soledad, veneraba el libro, se inclinaba hacia él, y también lo besaba, en especial si era un códice del Evangelio, o si leía palabras que Cristo había pronunciado con su boca. A veces ocultaba el rostro en briéndose con la capa, o escondía la cara entre sus manos, velándola un poco con la capucha; lloraba lleno de congoja y de dolor; y también, como si agradeciera a un alto personaje los beneficios recibidos, se levantaba un poco con toda reverencia e inclinaba su cabeza; plenamente rehecho y tranquilo, leía de nuevo el libro.
Noveno modo de orar
Observaba este modo de orar al trasladarse de una región a otra, especialmente cuando se encontraba en lugares solitarios; pasaba el tiempo meditando, es decir, en contemplación. Decía a veces a su compañero de camino: Está escrito en el libro de Oseas: **La llevaré al desierto y le hablaré al corazón++ [Os 2,14]. En ocasiones se apartaba de su compañero y se le adelantaba, o bien, con más frecuencia, le seguía de lejos; así caminaba solo y oraba; se encendía en la meditación, o dicho de otro modo, se abrasaba en fuego. Llegaba en este modo de oración a hacer gestos como para apartar de su cara pavesas o moscas; por esto se protegía con frecuencia con la señal de la cruz. Pensaban los frailes que en este modo de orar había alcanzado el Santo' la plenitud de conocimiento de la Sagrada Escritura, la inteligencia de lo más sublime de la palabra de Dios, un poder audaz de predicar fervientemente, y una secreta familiaridad con el Espíritu Santo para conocer las cosas ocultas.
Fuente: http://usuarios.advance.com.ar/pfernando/DocsIglMed/StoDmgo_9modos.htm |
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María Esther Veterano
Registrado: 03 Oct 2005 Mensajes: 2105
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Publicado:
Sab Ago 12, 2006 6:15 am Asunto:
Tema: ¿Cómo orar? |
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ORAR CON SAN IGNACIO DE LOYOLA
INTRODUCCION
Hasta los veintiséis años, Ignacio de Loyola vivió muy centrado en sí mismo buscando el prestigio, el honor y el «quedar bien». Pero, tras haber sido herido en Pamplona, durante una larga convalecencia en su casa, empezó a ver que su vida no había tenido sentido y que quería ofrecerla a Jesús. A partir de entonces, inició un largo camino de búsqueda de la voluntad de Dios. Primero lo hizo solo y más tarde con un grupo de compañeros (compañeros de Jesús), porque su ideal era seguirle.
Al principio, pensó que lo mejor para estar con Jesús era ir a Jerusalén, lugar en el que había vivido y donde había sido crucificado, pero, después, fue descubriendo que Jerusalén era todo el mundo. Jesús vive en todo el mundo y todo el mundo necesita la luz de Jesús. Y así, él y sus compañeros -se ofrecieron a ser como los apóstoles, enviados a anunciar el Evangelio en cualquier lugar o situación de la vida,
Pero antes de todo esto, Ignacio hizo un largo itinerario geográfico y también espiritual: Loyola, Montserrat, Manresa, Barcelona, Alcalá, Salamanca, París, Venecia, Roma... Y hasta el final con los ojos puestos en Jerusalén, la tierra de Jesús. Deseo de entrega, tentaciones, penitencia, ayuda a los más pobres, pobreza, oración, persecuciones, hambre, enfermedad, estudio, anuncio de¡ Evangelio, grupo de compañeros... Y siempre consciente de que Dios le trataba de la misma manera que trata un maestro de escuela a un niño, enseñándole.
Y San Ignacio iba escribiendo todo lo que vivía. Tomaba notas. Iba descubriendo qué venia de Dios y qué era tentación de volver a vivir centrado en sí mismo. Más tarde, ordenó estas notas de forma pedagógica y las propuso a otros que querían hacer un camino espiritual profundo. Esto son los Ejercicios Espirituales.
En estas páginas te propongo dos cosas: En primer lugar, conocer para practicar algunos métodos de oración que Ignacio propone en los Ejercicios Espirituales. Pueden parecerte, a primera vista, demasiado estructurados. Pero no es así. Son muy sencillos y expresan una relación con Dios muy profunda. También es importante que busques a alguien que te ayude a entender y practicar estos métodos. En segundo lugar, he recogido algunas oraciones de los Ejercicios; unas son literales y otras inspiradas que también te ayudarán a orar con San Ignacio de Loyola.
I. MANERAS DE ORAR
Para orar hay tantas maneras como personas. El hecho de poder entrar en relación personal con Dios es un don de¡ Espíritu. Por lo tanto, los métodos o maneras no agotan ni pueden limitar la acción de Dios, pero sí son ayudas, y como tales hay que tomarlas. Ofrecemos a continuación diversas maneras que propone San Ignacio en el libro de los Ejercicios Espirituales, adaptándolas y traduciéndolas a nuestro momento. Por eso no son presentadas literalmente, pero intentan ser fieles a la pedagogía ignaciana.
1. ACTITUDES FUNDAMENTALES
1. PREPARACION
Tranquilizarse, relajarse. Se puede hacer escuchando música suave, fijando la vista en un objeto de la habitación, mirando por la ventana, sintiendo los latidos de¡ corazón, paseando, leyendo un poema, etc. A medida que el espíritu se va caminando, ir pensando tranquilamente qué voy a hacer, el Señor me espera, etc. (Esta preparación se hará siempre que se empiece una oración).
1. Preparar el material necesario: Aquí será coger una lista o un texto sencillo que exprese actitudes fundamentales cristianas. Citemos algunos ejemplos: las Bienaventuranzas, los Diez Mandamientos, un texto preparatorio de una liturgia penitencial o (cualquier texto antiguo o moderno en que se revisen aspectos básicos de la vida cristiana, etc.
2. Oración preparatoria: Pedir a Dios luz para comprender el mensaje que se me dirige y fuerza para cambiar en mi corazón y en mi vida aquello que me aleja de Jesús.
2. ORACION
Leer todo el texto despacio. Una vez leído, empezar por cada uno de los puntos e ir viendo cómo los vivo en mi vida. Considerar que la acción de Dios, y por lo tanto su liberación, abarca toda la persona: mis pensamientos, los sentidos, la manera de relacionarme con los demás, con Dios...
Cuando se detecta una falta, conviene considerar lo contrario. Por ejemplo, si pretendo imponer siempre mi voluntad a los demás, pensar cómo cambiaría mi vida si los escuchara más.
Dar gracias a Dios por todo lo bueno que hay en mí y pedir perdón y fuerzas para modificar en mi vida lo que me esclaviza. Y esta acción de gracias y este arrepentimiento hacerlos en diálogo con el Señor. No se trate de angustiarse por lo que no funciona en mi vida, sino de tener un diálogo con Dios sobre ella.
3. EXAMEN
Dar gracias a Dios por la actitud más positiva de mi vida y pedir perdón por la más negativa. Revisar cómo ha ido la preparación, qué me ha ayudado más, etc.
2. CONTEMPLACION DE LA PALABRA
1. PREPARACION
Tranquilizarse, relajarse. Se puede hacer escuchando música suave, fijando la vista en un objeto de la habitación, mirando por la ventana, sintiendo los latidos de¡ corazón, leyendo un poema, paseando, etc. A medida que el espíritu se va calmando, ir pensando tranquilamente qué voy a hacer, el Señor me espera, etc.
1. Preparar el material necesario: Es muy sencillo. Simplemente se trata de tener presente (de memoria o bien escrita delante) una oración hecha. Por ejemplo, el Padrenuestro, el Avemaría, un Salmo, la letra de un canto, o cualquier oración antigua o moderna.
2. Oración pr9paratoria: Una oración breve y sencilla dirigida a aquel a quien se quiere dedicar este momento. Por ejemplo, si la oración escogida es el Padrenuestro, al Padre.
2. ORACION
Cerrando los ojos o bien mirando un objeto fijamente, empezar con la primera palabra de la oración escogida. Por ejemplo, Padre. Considerar esta palabra el tiempo que haga falta, dejarse llevar por todo aquello que va evocando en mi interior (significados, comparaciones, recuerdos, sentimientos ... ). ¿Qué significa para mi ser hijo de Dios? ¡Qué cercano lo siento! Una vez terminado esto, continuar: Nuestro, también de los demás, ¿Me siento realmente hermano de los demás?, etc.
No hay que tener prisa. Cuando encuentres una palabra que te interpela, quédate en ella, y cuando acabes continúa con la siguiente. Si terminas una oración y quieres seguir, coge otra. Piensa que si no has sentido nada especial has pasado aquel rato orando con toda la Iglesia ¡que dice y ha dicho tantas veces esta oración!
Ir terminando queriéndose identificar con la persona a quien se ha dirigido la oración.
3. EXAMEN
Ver si he hecho bien la preparación. Recordar qué actitud ha brotado más espontáneamente en este tiempo: acción de gracias, alabanza, petición, arrepentimiento... ¡y dar gracias a Dios por ella!
3. SENTIR A DIOS EN LA RESPIRACION
1. PREPARACION
Tranquilizarse, relajarse. Se puede hacer escuchando música suave, fijando la vista en un objeto de la habitación, mirando por la ventana, sintiendo los latidos del corazón, leyendo un poema, paseando, etc. A medida que el espíritu se va calmando, ir pensando tranquilamente qué voy a hacer, el Señor me espera, etc.
1. Preparar el material necesario: Es muy sencillo. Simplemente se trata de tener presente (de memoria o bien escrito delante) una oración hecha. Por ejemplo, el Padrenuestro, el Avemaría, un Salmo, la letra de un canto, o cualquier oración antigua o moderna.
2. Oración preparatoria: Una oración breve y sencilla, dirigida a aquel a quien se quiere dedicar este momento. Por ejemplo, si la plegaria escogida es el Padrenuestro, al Padre.
2. ORACION
Es una oración que acompaña a la respiración. Si tomamos del Padrenuestro la primera palabra «Padre» la vamos pronunciando mientras dura el tiempo de la inspiración a la expiración. Haciéndolo lenta y rítmicamente. Después la segunda palabra «nuestro», etc. Se trata, pues, de orar siguiendo el ritmo de la respiración.
Es más parecido a un canto que a una oración reflexiva. Ayuda a irse identificando, con toda la persona, con este Dios sencillo y afectuoso que quiere entrar en contacto con nosotros. Va bien cuando se está cansado y con pocas ganas de reflexionar.
Ayuda pensar que cuando inspiramos entra el oxígeno (Dios) y cuando expiramos sale lo que nos esclaviza. La oración es la respiración de¡ espíritu.
3. EXAMEN
Ver cómo ha ido la preparación, qué me ha ayudado más, etc. Recordar qué sentimiento hacia Dios: filiación, agradecimiento, arrepentimiento, pequeñez, gozo, etc. ha quedado en mi interior. ¡Y dar gracias por ello!
4. MEDITACION
La meditación es un estilo de oración que pretende poner a toda la persona en relación con Dios profundizando en algún pasaje evangélico o en algún tema de la fe. Cuando San Ignacio se refiere a toda la persona nos habla de tres dimensiones que la totalizan: la memoria (recuerdos, sentimientos ... ), el entendimiento (inteligencia, lógica, comprensión) y la voluntad (capacidad de decisión, de entrega, de afecto ... ).
Es toda la persona la que recibe la luz de Dios. Si sólo fuera una parte, quedaría dividida.
1. PREPARACION
Si es en el contexto de los Ejercicios Espirituales, el tema ya viene dado. Pero cuando la meditación se hace fuera de los Ejercicios hay que prepararlo personalmente. Los pasos a seguir son:
1. Preparar los puntos a meditar: Escoger un fragmento del Antiguo o el Nuevo Testamento, o bien un texto inspirador antiguo o moderno, Podría ser: los textos de la Eucaristía (por ejemplo, antes de participar es excelente hacer una oración de meditación sobre los textos de aquel día), una plegaria eucarística (ofrecerse al Padre con Jesús), un tema ya visto en algún retiro, etc. Es importante determinar qué tema será objeto de meditación.
2. Relajarse, tranquilizarse, considerando qué se va a hacer. Es posible que ya lo hayas conseguido en la preparación de los puntos.
3. Oración preparatoria: Expresar una breve oración en la que se desee, y por lo tanto se pida, que toda la persona se oriente hacia Dios. San Ignacio nos propone una muy sencilla que dice
así: «que todos mis pensamientos, acciones y operaciones estén encaminadas únicamente al servicio y alabanza de Dios». En los Ejercicios Espirituales esta oración se completa con una petición en la que se pide obtener lo que se pretende en aquel tema.
4. Composición viendo el lugar: Es un sencillo ejercicio que ayuda a fijar la imaginación para que no haya distracciones inútiles y ayuda a la persona a entrar totalmente en el tema. Consiste en ver con los ojos de la imaginación el lugar donde se realiza la acción que se quiere meditar. Es muy apropiado cuando el tema es un texto evangélico.
2. ORACION
Se recomienda empezar por la memoria, recordando qué relación tiene esa realidad de fe con mi propia historia. Por ejemplo, si se medita sobre el pecado, cual es mi historia de colaboración con el mal, dónde, cuándo... Luego ir dando entrada al entendimiento, el porqué yo he actuado así, considerar cómo esto va destrozando mi relación con los demás y con Dios, y lentamente ir pasando a la voluntad, mi afecto, sentir cómo Dios, a pesar de todo, me quiere, y cómo debo situarme yo, etc.
No obstante, esto no es meramente una reflexión o un monólogo, sino una oración. Por eso hay que ir pasando a un diálogo con Jesús o el Padre. San Ignacio lo llama coloquio. Te sitúas cara a cara con Dios, como un amigo habla con un amigo, o un hijo con su padre o su madre, o una esposa con su esposo...
3. EXAMEN
¿Cómo ha ido la preparación? ¿Qué he sentido con más fuerza durante la oración? ¿Dónde he encontrado más dificultad y por qué? Acabar con una acción de gracias por este tiempo de oración. Vale la pena tomar alguna nota, o bien redactar la oración final, expresando lo que más se ha vivido.
5. CONTEMPLACION
La contemplación es una forma de orar que ayuda a entrar de una manera intuitiva e imaginativa en un determinado texto. Es una manera muy apropiada para conocer por dentro lo que se quiere contemplar.
1. PREPARACION
1 . Preparar los puntos a contemplar: Ordinariamente es un texto de¡ Evangelio en el que haya acción. No es tan frecuente en el caso de discursos, parábolas, etc. Por esto, lo que se debe hacer aquí es seleccionar un texto de acción de/ Evangelio. Por ejemplo, un milagro, un diálogo, etc.
2. Relajarse, tranquilizarse, considerando qué se va a hacer. Es posible que ya lo hayas conseguido en la preparación de los puntos.
3. Oración preparatoria: Pedir el conocimiento profundo de Jesús. Consiste en el conocimiento que puede tenerse de un amigo con el que te relacionas a través de la convivencia diaria. San Ignacio nos propone una oración que pide: ,conocimiento interno de Jesús que por mí se ha hecho hombre, para que más le ame y le siga».
4. Composición viendo el lugar: Imaginarse en el lugar donde se realiza la acción. Por ejemplo, los caminos por los que pasaba Jesús, la gente, los detalles geográficos o humanos, etc.
2. ORACION
Ver a las personas, como si presente me hallase. Escuchar lo que dicen, mirar lo que hacen, ofrecerse a colaborar con sencillez. Por ejemplo, si Jesús está ayudando a alguien, participar de¡ trabajo, sin protagonismo. Y siempre ir pensando qué relación tiene esto con mi vida. Contemplar y aplicar.
Terminar haciendo un diálogo, un coloquio, con el Padre, o con Jesús, o con el Espíritu Santo, o con María... ofreciéndome, hablando como con un-amigo sobre la acción de Jesús, lo que debo hacer yo, etc.
3. EXAMEN
¿Cómo ha ido la preparación? ¿Qué sentimientos se han repetido más? ¿Qué ha salido más en el coloquio? ¿Qué aspecto de mi vida queda más afectado? Conviene tomar alguna nota y redactar una sencilla oración que exprese mi estado interior.
6. APLICACION DE LOS SENTIDOS
Esta manera de orar ayuda a la contemplación. No se sirve únicamente de la imaginación sino también de los sentidos, y así pone en situación de oración a toda la persona. Consiste, pues, en aplicarlos: ¿Cuales son los sentidos? Vista, oído, olfato, gusto y tacto. Veámoslo más despacio:
1.,PREPARACION
Tranquilizarse, relajarse. Se puede hacer escuchando música suave, fijando la vista en un objeto de la habitación, mirando por la ventana, sintiendo los latidos de¡ corazón, leyendo un poema, etc. A medida que el espíritu se va calmando ir pensando qué voy a hacer, el Señor me espera, etc.
1. Preparar el material necesario: Coger un texto del Evangelio. Mejor si es un texto conocido de¡ que ya se ha hecho contemplación.
2. Oración preparatoria: Pedir a Dios que toda mi vida se oriente hacia Jesús que es camino, verdad y vida.
2. ORACION
Leer todo el texto sin prisa y con tranquilidad. Imaginarse la escena como si yo estuviera presente. E ir aplicando los sentidos a lo que estoy contemplando:
Ver a las personas y paisajes con la vista de la imaginación. Meditar y contemplar lo que estoy viendo. Sacar algún provecho de todo ello.
Escuchar lo que dicen o pueden decir. Tras haber escuchado un rato, dejar que las palabras penetren en mi interior.
Oler y gustar la profundidad de aquella escena. Piensa que son sentidos de¡ espíritu. A veces lo hacemos cuando decimos: «me huelo que telefoneará», o bien «esto me ha dejado un buen sabor de boca». 0 también recordar aquellos olores que me gustan o no. Quién no recuerda el olor de la tierra tras la lluvia! Preguntarse qué sabor de boca me va dejando el hecho de estar contemplando la vida de Dios.
Tocar con las manos, abrazar, besar, los sitios que Jesús pisa y toca. ¡Y por qué no, dar la mano, abrazar o besar a Jesús o a alguno de los personajes que estoy contemplando!
3. EXAMEN
¿Qué sentimiento o actitud me ha impactado más? ¿Qué actitud de mi vida ha quedado conmovida? ¿Qué sentido he podido aplicar con más facilidad y cual me ha costado más? ¿Cómo ha ido la preparación? Y por todo ello dar gracias.
7. REPETICION
¡Cuantas veces queremos volver a escuchar un disco que nos gusta! ¡0 volver a ver aquella película y revisar aquellos detalles que se perdieron en una primera visión! 0 volver a encontrar a aquel amigo porque con una sola conversación no tuvimos bastante y había algunas cosas que quedaron sin matizar. Esta es la base humana de lo que San Ignacio llama oración de repetición. Consiste en volver a repetir una oración. Nunca puede ser idéntica. Nunca son iguales dos conversaciones, aunque sean sobre el mismo. tema. Hay dos razones para repetir:
1 . Porque me ha ido bien: Me he sentido en paz y con gozo. ¿Qué me quiere decir el Señor a través de esa consolación?
2. Porque he tenido alguna dificultad: Debido al momento personal, a la temática, al horario ... Y quiero volver y descubrir la raíz de la dificultad. ¡Dios también habla a través de los momentos difíciles!
Como todas las oraciones que hemos visto, la «repetición» también incluye los tres momentos:
preparación
oración
examen
8. LA ORACION SOBRE LA VIDA
(examen de conciencia)
Esta manera de orar permite mirar nuestra realidad y la M mundo con unos ojos nuevos, desde Dios. No es, pues, un monólogo, ni un examen «moralista» (ver lo que hago bien o mal sin moverme del sitio, abrumándome por mis fallos o enorgulleciéndome de mis cualidades), sino un rato de oración con el Señor sobre mi vida. En este sentido, la pregunta que debe hacerse es ¿Qué me está diciendo el Señor a través de los acontecimientos? Vamos a verlo más despacio:
1. PREPARACION
Tranquilizarse, relajarse. Se puede hacer escuchando música suave, fijando la mirada en un objeto de la habitación, mirando por la ventana, sintiendo los latidos del corazón, leyendo un poema, etc. En la medida en que el espíritu se va calmando ir pensando qué voy a hacer, el Señor me espera, etc.
1. Preparar e/ material necesario: El material será recordar o repasar unas notas sobre el tiempo que quiero examinar, por ejemplo, todo un día.
2. Oración preparatoria: Dar gracias al Señor por todo el día tanto si las cosas han ido bien como si no. Para un seguidor de Jesús un fracaso puede ser fuente de vida si se sabe mirar con una mirada más profunda. Por lo tanto, de entrada, una acción de gracias. Y a continuación pedir luz para ver la vida desde el Evangelio.
2. ORACION
Pasar la película de¡ día. Primero aparecerán aquellos momentos más intensos, los acontecimientos que más me han impactado, los rostros de las personas que me he encontrado en el camino, mis actitudes de servicio y de ayuda o de egoísmo y de omisión.
Y así irán surgiendo unos sentimientos de acción de gracias por todo aquello recibido y de arrepentimiento por el mal que he hecho a los demás. Es posible que predomine una actitud de acción de gracias u otra de arrepentimiento. Lo importante es ir reconociendo que Jesús ha pasado por mi vida.
Habrá días más monótonos y otros más intensos. Esto es normal. Siempre hay que tener presente que la vida de cualquier persona está llena de sentido cuando vamos reconociendo la presencia de Dios en ella.
Si crees que no hay ningún aspecto a revisar se puede leer un salmo de acción de gracias o de arrepentimiento, o alguna oración espontánea o ya escrita que exprese estos sentimientos.
El Examen u oración sobre la vida se complementa con una oración sencilla que se reza por la mañana que dice: «Buenos días, Señor. Te pido tu gracia y tu ayuda para que todas mis intenciones, pensamientos y acciones estén únicamente orientadas a servirte y alabarte>,.
3. FINAL
Para terminar se puede rezar un Padrenuestro y un Avemaría
9. DIARIO ESPIRITUAL
Cuando se quiere llevar una vida espiritual con profundidad conviene tener un diario espiritual. ¿Qué es? Se trata de un cuaderno en el que se van anotando:
a) las notas que se toman en los retiros, ejercicios espirituales, etc.
b) aquellas experiencias que se viven en la vida ordinaria y que te han interpelado. Lo ideal sería que cada noche se pudieran escribir algunas líneas que resumieran lo que se ha vivido en aquel día y terminar con una pequeña oración final.
El diario espiritual es un complemento magnífico para hacer el examen de conciencia u oración sobre la vida.
Va bien releer el diario cada dos o tres meses para ver el proceso espiritual que se ha hecho, con el fin de ir detectando las pequeñas o grandes llamadas, los avances o retrocesos respecto a defectos que se quieren corregir, etc.
II. ORAR CON SAN IGNACIO
Cuando alguien quiere aprender algún arte, alguna técnica, alguna profesión, busca a una persona que lleve más horas de vuelo que él y que pueda enseñarle. En la oración pasa algo parecido. A veces decimos que no sabemos cómo rezar, qué decir, qué hacer con las distracciones, cómo podemos adquirir constancia, cómo orar en nuestra vida ordinaria. ¿Quién puede enseñamos?
Como en muchos aprendizajes de la vida lo que más enseña es la experiencia. Un niño antes de empezar a caminar cae muchas veces al suelo, hasta que va aprendiendo a mantenerse en equilibrio. En la oración pasa igual, hay que aburrirse, constatar nuestra inconstancia, tener momentos muy buenos y otros no tanto para saber qué quiere decir orar.
Orar es sencillo. Es como la respiración de/ espíritu. Si no respiramos nos morimos. Si no oramos nuestro espíritu va atrofiándose hasta que muere y una de las expresiones de esta muerte es la pérdida de/ sentido de los otros y de/ Otro... sólo nos miramos a nosotros mismos. Hay muchas maneras de orar, como hay muchas maneras de caminar o de hablar. Cada creyente debe encontrar la propia. Y así, de esta forma, toda la comunidad de los creyentes se enriquece. Al mismo tiempo podemos decir que hay una sola oración, la que hace toda la Iglesia inspirada por el Espíritu de Dios. Es el mismo Jesús que ora al Padre a través nuestro. Hay una sola fe, un solo Señor, una sola oración
Un solo maestro. Los cristianos tenemos un solo maestro que es Jesús. Nos enseña a vivir en plenitud la vida de Dios, porque él mismo se hizo ofrenda total al Padre y a todos los hombres y mujeres. Jesús vivió de tal forma que su vida fue una gran oración hasta el final. Hay en la historia de la Iglesia muchos hombres y mujeres que han sido verdaderos maestros de oración y en esto se han parecido a Jesús, porque también su vida fue una oración. Y, además, lo sabían enseñar a los demás. Hay tantos de estos maestros en nuestra historia: San Benito, San Antonio, San Francisco, San Ignacio, Santa Teresa... Y aquellos no tan conocidos como esa madre o ese padre que enseñan a su hijo el Padrenuestro, aquel catequista que prepara una oración con un grupo de niños, aquel joven que interviene sin miedo en una oración comunitaria, o el testimonio de/ que busca espacios en su vida de entrega para hacer un retiro y coger fuerzas para amar con más autenticidad, o aquella comunidad de contemplativas que desde su canto de alabanza son maestras de nuestro caminar.
He aquí algunas oraciones de san Ignacio. Unas son literales y otras adaptadas o inspiradas en los Ejercicios Espirituales.
1. ALMA DE CRISTO
Alma de Cristo, santifícame. Cuerpo de Cristo, sálvame. Sangre de Cristo, embriágame. Agua de¡ costado de Cristo, lávame. Pasión de Cristo, confórtame. Oh, buen Jesús, óyeme. Dentro de tus heridas, escóndeme. No permitas que me separe de ti. Del enemigo maligno, defiéndeme. En la hora de la muerte, llámame. Y haz que vaya hacia ti para que con tus santos te alabe por los siglos de los siglos. Amén. (Oración inicial de los EE)
2. COLOQUIO ANTE JESUS EN CRUZ
Imaginando a Cristo Nuestro Señor delante y puesto en cruz, hacer un coloquio: cómo de Criador es venido a hacerse hombre y de vida eterna a muerte temporal, y así a morir por mis pecados. Otro tanto mirándome a mí mismo lo que he hecho por Cristo lo que hago por Cristo lo que debo hacer por Cristo, y así viéndole tal, y así colgado en la cruz, discurrir por lo que se ofreciere. El coloquio se hace propiamente hablando así como un amigo habla a otro, o un siervo a su señor, cuando pidiendo alguna cosa, cuando culpándose por algún mal hecho, cuando comunicando sus cosas, y queriendo consejo en ellas. Y decir un Padrenuestro. (EE)
3. ETERNO SEÑOR
Eterno Señor de todas las cosas, yo hago mi oblación con vuestro favor y ayuda, delante vuestra infinita bondad, y delante vuestra Madre gloriosa y de todos los santos y santas de la corte celestial, que yo quiero y deseo y es mi determinación deliberada, sólo que sea vuestro mayor servicio y alabanza, de imitaros en pasar todas injurias y todo vituperio y toda pobreza, así actual como espiritual, queriéndome vuestra santísima majestad elegir y recibir en tal vida y estado. (EE)
4. SEÑOR JESUS
Señor Jesús, delante de ti y de la Virgen María, y de todos los hermanos, los santos, con la ayuda de tu gracia, bien consciente de lo que hago, con todo mi corazón y con toda mi alma, me comprometo a seguirte, incluso si me toman por loco, o si pierdo mi prestigio, en pobreza evangélica, y, si es tu deseo, en pobreza de vida consagrada. (Inspirado en EE)
5. TODA LA VIDA
Te pido, Dios mío, tu gracia y tu ayuda, para que todas mis intenciones, pensamientos y acciones, estén únicamente orientadas a servirte y alabarte. (Inspirado en EE)
6. CONOCIMIENTO INTERNO
Te pido, amigo Jesús, que por mí te has hecho hombre, que te conozca internamente, como un amigo a un amigo, para que más te ame y te siga. (inspirado en EE)
7. ATENTO A LA LLAMADA
Te pido, Señor Jesús que, al oír tu voz, no me haga el sordo, sino que esté preparado para poner en acción tu voluntad. (Inspirado en EE)
8. SALIR DE Mi MISMO
Espíritu Santo, concédeme el don de comprender que, para seguir el camino de Jesús, he de salir de mí mismo, superar mi amor propio, y también mis deseos e intereses. (Inspirado en EE)
9. IDENTIFICARME CON JESUS
Espíritu Santo, concédeme el don de identificarme totalmente con Jesús, de tal manera que quiera y opte por más pobreza con Cristo pobre, que por riqueza. Que quiera y opte por oprobios con Cristo lleno de ellos, que por honores. Concédeme también el desear más ser tenido por vano y loco por Cristo, que lo tuvieron por tal, que por sabio y prudente en este mundo. (inspirado en EE)
10. TOMAD SEÑOR
Tomad, Señor, y recibid toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento y toda mi voluntad, todo mi haber y mi poseer, Vos me lo disteis, a Vos, Señor, lo torno. Todo es vuestro. Disponed a toda vuestra voluntad, dadme vuestro amor y gracia que ésta me basta. (EE)
III. TU ORACION
Hemos seguido hasta aquí la pedagogía que san Ignacio utiliza para orar, las maneras de hacerlo Y algunas de sus oraciones. Te invito a seguir el camino de Jesús con toda su radicalidad y gozo. Y en el corazón de este camino, que es un itinerario del Espíritu en ti, brotará, con toda seguridad, una oración sincera y siempre nueva.
Si quieres anota en estas hojas en blanco tu oración o bien la de otros cristianos que expresen en palabras humanas, y por lo tanto siempre limitadas, la Palabra de un Dios que siempre está con nosotros.
http://www.fespinal.com/espinal/castellano/eides/eies2.htm |
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Sitibundo Asiduo
Registrado: 25 Dic 2005 Mensajes: 345
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Publicado:
Sab Ago 12, 2006 3:50 pm Asunto:
Tema: ¿Cómo orar? |
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Estimado Reznor yo no me siento un orante de primera categoría, ni mucho menos, pero siempre me ha inquietado el fondo de la oración, te expondré lo que he podido, reflexionar y concluir sobre ella, espero que algo de lo que sigue te sea útil.
Definición: Elevación de la mente a Dios para alabarlo o pedirle mercedes.
Es la expresión fundamental de la voluntad por la cual el sujeto llama al "Incomprensible", ya que de Él proviene la iniciativa, para expresarle el motivo de su apertura, la indagación de su presencia y le pide el bien de su existencia.
Es una búsqueda del ser objeto de su fe intelectual.
La oración debe ser casi exclusivamente volitiva pues los discursos elaborados o las sensiblerías pueden restar peligrosamente a la oración veracidad o espiritualidad.
La sensiblería la puede empañar de materialidad y la elaboración intelectual, de error.
La oración debe ser corta y humilde. "Al orar no multipliquen las palabras como lo hacen los paganos. Ustedes no lo hagan así porque antes que pidan el Padre ya sabe lo que necesitan" (Cfr Mt 6, 7 y ss).
Es claro que esta oración personal es diferente al los rezos establecidos y tiene otro mecanismo.
La medida de mi oración es la medida de mi fe.
La oración se sigue a la disposición mental en la humildad, es la primera acción motivada por la aceptación de la posibilidad de la existencia de un ser o un hecho que no podemos ver ni entender.
Es enfrentarnos a Él siempre con la humildad que nos ha llevado a este trance y por la cual tenemos que salir.
La oración aquí tratada es la respuesta que da el alma a la voz del espíritu, Dios es el primero en amar y en buscar, (Jn 15, 16) de Él parte la iniciativa, pero sólo llama a los humildes (Mt 11, 25) y espera la oración de los elegidos para entablar el diálogo. (Lc 3, 21b-22)
El bautismo que toma Jesús es una gran prueba de humildad.
Y a renglón seguido viene un momento de intensa oración con un resultado espectacular. (Lc 3, 22)
La primera relación con el "Incomprensible" es la de manifestarle aquello que nos ha motivado a creer en su existencia; a la vez que solicitamos un encuentro para iniciar el diálogo. Este diálogo se da con facilidad y tan naturalmente que asombra, pronto nos percatamos que el "Incomprensible" es alguien mayor y ajeno a nosotros y que siempre será así, estamos ante un ser permanentemente inabarcable y tan superior que se convierte de inmediato en el interlocutor perfecto, en el referente soñado, al cual le pedimos, casi automáticamente, que derrame en nosotros el bien de su existencia, que nos ayude, oriente, nos dé confianza y felicidad y sobre todo que nos acompañe.
El ser humano es demasiado limitado para alcanzar la felicidad por su propio esfuerzo, tiene que buscar ayuda en lo alto, esta ayuda se solicita en la oración.
La oración es una actividad permanente en la vida de Jesús de Nazaret, oraba con toda su alma humana buscando a su Padre.
También significa una permanente comunicación de su alma de Hijo de hombre con su espíritu de Hijo de Dios.
Jesús rezaba las fórmulas de la tradición judía para bendecir la mesa o para observar el culto sabático. ( Cfr Mt 14, 19 y par; 15, 36; 26, 26ss y par.) (Lc 4, 16)
También oraba directamente al Padre al que lo llamaba Abba.
Pero muchas otras veces se retiraba a lugares apartados a orar, a estar con él mismo, con su Padre y con su Espíritu.
Muchas veces se liga en los evangelios la oración con la fe como en (Mc 9, 19-29) o (Mc 11, 22-26).
Saludos y bendiciones. _________________ Quieren abnegar su Gracia |
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