Luis Fernando Veterano
Registrado: 04 Dic 2005 Mensajes: 1072
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Publicado:
Dom Sep 10, 2006 12:12 pm Asunto:
Oír y hablar
Tema: Oír y hablar |
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Oír y hablar
El gesto de Jesús, de abrir los oídos y soltar la traba de la lengua de aquel sordomudo (cf Marcos 7, 31-37), es recordado en la celebración del bautismo con el rito del “effeta”, cuando el sacerdote toca con el dedo pulgar los oídos y la boca del niño y dice: “El Señor Jesús, que hizo oír a los sordos y hablar a los mudos, te conceda, a su tiempo, escuchar su Palabra y proclamar la fe, para alabanza y gloria de Dios Padre”. El milagro de Cristo anuncia la llegada del Reino de Dios, que libera al hombre para que pueda oír y hablar.
Oír es percibir con el oído los sonidos; es el primer paso, necesario para la escucha, que comporta prestar atención a lo que se oye. Oír a alguien es mucho más que captar los sonidos que emite; supone hacerse cargo, darse por enterado, de aquello que esa persona dice; es decir, oír a una persona es escucharla. Todos estos matices del oír son aplicables a la relación del hombre con Dios, porque la fe consiste esencialmente en oír, en escuchar la voz de Dios y someterse libremente a ella (cf Romanos 10, 17).
La escucha de la fe está ejemplificada en el Antiguo Testamento en la figura de Abraham: “Por la fe, Abraham obedeció al ser llamado para ir al lugar que iba a recibir en herencia, y salió sin saber adónde marchaba” (Hebreos 11, 8). La realización más perfecta de esta escucha la encontramos en María: “Hágase en mí según tu palabra” (Lucas 1, 38). El hombre ha sido creado para poder oír a Dios, con la capacidad - con la “potencia obediencial” - de escuchar su Palabra.
¿Dónde resuena la voz de Dios? ¿Dónde podemos oír su Palabra? El Concilio Vaticano II da una respuesta a este interrogante, al apuntar a la tradición viva de la Iglesia: “Por esta Tradición conoce la Iglesia el Canon íntegro de los libros sagrados, y la misma Sagrada Escritura se va conociendo en ella más a fondo y se hace incesantemente operativa, y de esta forma, Dios, que habló en otro tiempo, habla sin intermisión con la Esposa de su amado Hijo; y el Espíritu Santo, por quien la voz viva del Evangelio resuena en la Iglesia, y por ella en el mundo entero, va introduciendo a los fieles en la verdad plena y hace que habite en ellos intensamente la palabra de Cristo (cf Colosenses 3,16)” (Dei Verbum, 8).
No es en un texto muerto donde se oye a Dios, sino en la Iglesia, vivificada por el Espíritu Santo; en ella, y por ella en todo el mundo, resuena, hoy, la voz viva del Evangelio.
Junto al oír está el hablar. La Iglesia no puede callar lo que Dios continuamente le pide que comunique. Y en la Iglesia, cada cristiano, y no en último lugar los laicos, tiene también la obligación de hablar, en conformidad con las palabras del apóstol: “Creí, por eso hablé” (2 Corintios 4, 13). Son muchos los ámbitos sociales en los que únicamente a través de la voz de los laicos podrán los demás hombres oír el Evangelio y conocer a Cristo (cf Catecismo de la Iglesia Católica, 900).
El Espíritu Santo, que pone las palabras en labios de la Iglesia, es también quien dispone el oído y el corazón de los que escuchan, para que – como expresaba San Agustín – “aquellos a quienes hablamos, oyendo crean, creyendo esperen y esperando amen”.
Guillermo Juan Morado.
P.S.: A partir de hoy, aparecerán en este Blog posts nuevos los miércoles y los domingos, y no diariamente como hasta ahora. Saludos.
Fuente: http://blogs.periodistadigital.com/predicareneldesierto.php/2006/09/10/oir_y_hablar _________________ Sólo la Iglesia Católica puede salvar al hombre ante la destructora y humillante esclavitud de ser hijo de su tiempo.
G.K. Chesterton |
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Luis Fernando Veterano
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Publicado:
Dom Sep 10, 2006 12:13 pm Asunto:
Tema: Oír y hablar |
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Catholic.net, deberías modificar, si es que se puede, el código de algunos emoticons para que no coincidan con números.
Si puede ser, editar el texto de arriba, por favor _________________ Sólo la Iglesia Católica puede salvar al hombre ante la destructora y humillante esclavitud de ser hijo de su tiempo.
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