Mario Enrique Bruzzone Asiduo
Registrado: 03 Oct 2005 Mensajes: 246 Ubicación: Argentina - Sierra de La Ventana
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Publicado:
Lun Oct 30, 2006 6:10 am Asunto:
Tema: Colonización de América y papel de la Iglesia |
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El tema que plantea este epígrafe, presenta varios aspectos que estimo conviene tener presentes.
Pero antes de analizarlos es fundamental comprender, que esta cuestión constituye algo recurrente, dado que es un tema que se viene repitiendo periódicamente.
Es decir, que evidentemente es una cuestión que no termina de conformar a muchas personas, motivo por el cual cada tanto se renueva la discusión sobre este punto, si bien suele hacérselo utilizando distintos rótulos, e iniciándola desde diferentes enfoques.
Y a raíz de eso enunciaré algunas cuestiones que considero deben ser “incorporados” a nuestros pensamientos, ya que es la mejor forma de tratar de captar el problema que considero fundamental sobre esta temática y que, por darle un nombre, lo llamaría «la cuestión más profunda» que encierra la misma.
PRIMERO: En la generalidad de los mensajes que se consignan en estos epígrafes, surge ineludiblemente algo que podríamos llamar la discusión (o disyuntiva) entre “americanos y españoles”, o bien, entre posición “americanista vs. españolista”.
Y me parece obvio que pese a todo lo que se dice, lejos de contribuir a que vayamos comprendiendo ambos enfoques, y de esa forma procurar “serenar las aguas” y restañar las heridas, yo diría que suelen producir el efecto contrario.
Y por eso, antes de hacer algunas consideraciones sobre el particular, me parece importante dejar perfectamente en claro que —aún cuando a más de un forista pueda parecerle lo contrario— les puedo asegurar que yo no tengo ningún deseo en “atacar” la posición españolista (y mucho menos causar molestia alguna a quienes la sustentan) sino que mi objetivo se reduce a tratar de contribuir en la búsquerda de «la raíz más profunda» que existe en esta problemática.
Y para que comprendan que ése es realmente mi interés, les menciono que la actitud que yo trato de mostrar, no es ni por casualidad patrimonio exclusivo de los conquistadores españoles (“malotes” ellos) sino que también la han sostenido mis propios paisanos, los argentinos, sobre todo muchos años después de nuestra independencia, conforme tuve la oportunidad de explicarlo en otro epígrafe que se abrió en este Foro, dado que hubo muchos de mis compatriotas que, por ejemplo, “generosamente” invitaban a los famélicos aborígenes de nuestras pampas a participar de suculentas comidas, que previamente habían envenenado, o bien otros que pagaban “buen dinero” por cada par de orejas que les llevaban los cazadores de mapuches, y hasta hubo quienes —“conmovidos” por el frío casi polar que reina en la Patagonia— les suministraban a los aborígenes gruesas mantas para que se abrigasen, las cuales habían trasladado con todo cuidado desde Buenos Aires, sacándolas de los hospitales en los cuales se atendían a los enfermos de viruela, tuberculosis, sarampión y otras “hermosuras” por el estilo, con lo cual lograban que entre los aborígenes que las recibían agradecidos, se generasen terribles epidemias que acabaron con la mayor parte de ellos.
Por tal motivo creo que comprenderán, que mi interés con estas líneas no es efectuar una crítica anti española ni nada que se le parezca, sino que sólo trato de buscar la raíz de ese accionar que constituye algo característico de muchos seres humanos, yo diría de prácticamente todos pero —por supuesto— en ese sentido lo que a mi más me angustia, preocupa (y ocupa) es tratar de descubrir cuál fue la causa por la cual “algunos“ seres humanos lo hicieron, dado que según se cuenta (o se supone) eran “muy cristianos” todos ellos.
SEGUNDO: Aún siendo verdad, que aquellos que pudieron aprovecharse de la famosa “Leyenda Negra” (en especial los países con religión mayoritariamente “protestante”) hubiesen realmente efectuado hechos más incorrectos que los realizados por los españoles, de forma alguna me parece “apropiado” señalar que esa circunstancia sirva para convalidar el accionar incorrecto de los españoles.
Es decir, que el mal que pudieron haber causado algunos (los protestantes) no sirve de ninguna manera para justificativo al mal que ocasionaron otros (los católicos).
Y menos razonable aún me parece, que sea posible tratar de reducir la cuestión que subyace en este tema a una simple discusión, relacionada con determinar cuál fue el más malo de los dos grupos, es decir, cuál de los dos actuó peor, sino que, por el contrario, interpreto que lo que debemos tratar de hacer es analizar las causas que hicieron que AMBOS grupos de seres humanos actuasen “tan” incorrectamente.
TERCERO: El título con el cual se abrió este epígrafe no me parece demasiado feliz.
En efecto, no fue “la Iglesia” la que efectuó la CONQUISTA DE AMERICA.
Y eso es así, ya que es evidente que “el Cuerpo Místico de Cristo cuya cabeza es el Papa” no lo hizo, y que ni siquiera realizó ese lamentable accionar aquello que llamaría su “imagen o estructura temporal”, los “Estados Pontificios”, que hoy conocemos con el nombre de “Ciudad estado del Vaticano”. Es decir, que tampoco esa conquista estuvo a cargo de la persona jurídica de derecho público que conocemos hoy como “el Vaticano”, y que tiene una entidad similar a España, Argentina, los E.E.U.U. de Norteamérica, Rusia o cualquier otro estado o país del mundo.
En efecto, quienes realizaron la “conquista de América” (y de otras partes del mundo) fueron “otros” países, y si bien la mayor parte de ellos tenía población mayoritariamente católica (España, Portugal y Francia) no cabe duda alguna de que también intervinieron en ese accionar otros que no la tenían, como Inglaterra, Holanda y Alemania.
Y debo decirles que no cabe duda alguna de que todos —católicos y protestantes— pese a ser “países cristianos”, actuaron de la misma forma “calamitosa” en su trato con los aborígenes, con las poblaciones originarias de América (y del resto del mundo).
Pero al mismo tiempo me parece indudable, que la actitud que adoptó la Iglesia (entendida como “Iglesia jerárquica”) ante esos hechos que se produjeron, dista mucho de ser la deseable, aspecto que también forma parte de ese punto que yo intento exponer aquí, como el “motivo profundo” que originó ese tipo de situaciones que a todas luces son realmente deplorables.
CUARTO: Otro punto interesante a analizar con relación a este epígrafe, es que Siempremaría —que fue quien lo inició— lo planteó haciendo referencia a una conversación mantenida con su suegro sobre los musulmanes, y en la cual, su padre político le mencionó que “la Iglesia antes era igual”, frase que —aún cuando no ha quedado expuesto claramente— permite inferir que como Siempremaría se habría mostrado “escandalizada” por la forma en que actuaban los musulmanes (en realidad deberíamos decir mejor “algunos” musulmanes, los más fundamentalistas pero, en fin) cosa que intuyo ocurrió a raíz de los actos terroristas que con total desprecio de la vida de muchas personas inocentes suelen realizar, su suegro le expresó que “la Iglesia” (como ya lo he señalado, en verdad debería haber dicho “los pueblos cristianos”) que intervinieron en la conquista de América (y del resto del mundo, insisto en esto, no fue sólo en América donde se actuó de esa forma) obraron de forma bastante similar.
QUINTO: Aún admitiendo que fuese “históricamente cierto”, que las poblaciones autóctonas de América pudiesen haber tenido la costumbre de realizar masivos sacrificios humanos, e incluso otros actos tildados de “salvajes”, eso no justifica de forma alguna el hecho de que los pueblos “civilizados” hubiesen actuado de forma tan inhumana como lo hicieron, generando la muerte y destrucción de millones de seres humanos.
Y sobre ese particular, creo que tampoco tiene ningún sentido, el tratar de reducir esa cuestión a un aspecto simplemente numérico, discutiendo con respecto a cuantos millones (miles, centenares, o los que fuese) de aborígenes americanos resultaron masacrados durante la conquista.
En efecto; creo que resulta absolutamente obvio que, si fuese verdad que quienes llegaron a conquistar lo hicieron para evitar esos actos inhumanos, de forma alguna podían haber realizado ellos mismos actos de similares características.
Y exactamente lo mismo cabe decir, con relación al hecho de tratar de centrar la discusión en relación a si los avances culturales de las poblaciones americanas eran —o no— “tan” inferiores a los que habían alcanzado los europeos con su desarrollo, ya que, menos aún se justifica el realizar esas matanzas indiscriminadas, para “incorporar conocimientos superiores” a los aborígenes.
Por otra parte, si cualquiera de esas intenciones hubiesen sido realmente el motivo de su accionar, no veo cual fue la razón que permita justificar el que, simultáneamente, se llevasen todo el oro y la plata que encontraban, y que además esclavizaran a las poblaciones originarias para forzarlas a trabajar para obtener de esa forma mayores riquezas.
SEXTO: Pretender justificar el accionar despótico de los pueblos europeos, utilizando como excusa el hecho de que les traían la Verdad del Evangelio, es algo que considero más DEPLORABLE todavía.
Y lo pienso de esa forma ya que no existe una sola línea en los Evangelios que —quienes sostengan semejante cosa— puedan utilizar para inferir la idea de que se justifique el uso de la violencia para imponer el mensaje de amor, paz y hermandad que trajo Jesús.
Es más yo diría que es exactamente al revés, ya que el Señor Jesús no sólo criticó a sus propios apóstoles por haberles prohibirles hacer milagros a otras personas, alegando como única razón, el hecho de que no pertenecían a “su” grupo (Mc.9,37) sino que también les dirigió un duro reproche a Santiago y Juan cuando le sugirieron ordenar arrojar fuego del cielo sólo porque no habían querido recibirlos (Lc.9,54).
Y sobre ese aspecto citaré algo que constituye una constante en mis escritos.
El fin, por óptimo que pueda ser (llevar a todo el mundo al Evangelio) JAMÁS justifica el emplear medios incorrectos para lograrlo.
Y menos que menos tratar de hacerlo buscando poder temporal, ya que Jesús JAMÁS pretendió un dominio temporal, un reinado aquí y ahora, en este mundo, cosa que no sólo demostró a través de todo su accionar —completamente humilde y pacífico— sino por cuanto también lo manifestó, y muy claramente por cierto, cuando ante Pilato expresó MI REINO NO ES DE ESTE MUNDO (Jn.18,35-36).
Por otra parte, es realmente RIDÍCULO pretender obtener ese tipo de poderío y accionar alegando hacérselo «para mayor gloria de Dios», cuando el propio Jesús —con todo el poder del cual Él podía disponer, en su carácter de Hijo de Dios y Mesías— jamás realizó acto alguno en ese sentido.
Por ende, cualquiera que sostenga ese tipo de ideas ESTÁ MINTIENDO, y lo hace descarada y alevosamente, ya que ese pensamiento JAMÁS formó parte, ni del discurso, ni del accionar del Señor Jesús. Por ende yo diría que, quien lo utiliza, lo único que está buscando es una excusa para disfrutar personalmente de una posición privilegiada, en lugar de actuar con la humildad y el servicio que exige el cumplir con las verdaderas pautas del Evangelio.
SEPTIMO: No cabe duda alguna de que es cierto, que esos hechos absolutamente lamentables de muerte y destrucción, causado por los españoles en América, deben ser analizados con la “mentalidad de la época”.
Y algo similar debemos decir también, con respecto a los que realizaron los franceses, los portugueses, los argentinos y muchos otros pueblos cristianos, actos que en gran parte son “responsables” del hecho que hoy exista en todo el mundo (y no sólo en América) tanta resistencia a la doctrina del Evangelio.
Pero también creo que no hay duda alguna de que eso sólo no basta para “justificarlos”, como si eso sólo fuese suficiente para dejar que todo siga tal cual está.
Por el contrario, creo que es PRECISAMENTE ALLÍ donde más atención debemos poner, ya que siendo absolutamente obvio que es imposible decir que del Evangelio surja una instrucción que permita adoptar ese tipo e conductas injustas, se hace ineludible entonces que procuremos descubrir dónde pudieron encontrar alguna “explicación” para que se las realizara.
Y aclaro que he dicho “explicación”, y no “justificación”, cosa que hice por la sencilla razón de que de forma alguna la tiene.
Y en ese sentido creo que son dos los aspectos que debemos tener en cuenta.
a) El hecho de haberse dudado de que los pueblos aborígenes fuesen seres humanos (ya que, como según la Biblia Dios creó al hombre —Adán y Eva— y eso ocurrió en la “tierra conocida”, en la Mesopotamia, y dado que América era un mundo “desconocido” y aislado del “conocido”, parecería “lógico” pensar que quienes estaban allí no podían ser descendientes de Adan y Eva, por lo cual tampoco podían ser considerados seres humanos) aunque eso fue prestamente descalificado por la doctrina papal, lo cual en teoría era algo muy importante en aquella época, pero que en los aspectos prácticos no pasó de ser simple “cartón pintado”.
Por otra parte, esa excusa no tiene absolutamente ninguna razón de ser, con respecto al trato también inhumano suministrado a tantas poblaciones del Asia y del África, por lo cual tampoco me parece demasiado valiosa para explicar lo ocurrido.
b) El hecho de existir —y esto es, de lejos, mucho más importante, dado que permite también enfocar lo que ocurrió con las poblaciones del África y de Asia— un claro y evidente planteo de “superioridad” de parte de los pueblos europeos, asumiendo que esa circunstancia les confería el “derecho” a dominar a las poblaciones aborígenes y exigirles sumisión.
Y me parece que precisamente ES ÉSE EL PUNTO SOBRE EL CUAL HAY QUE REFLEXIONAR, ya que, insisto en esto, NO ES EN EL EVANGELIO donde resulta posible encontrar elementos que permitan pensar de esa forma, ya que el mismo es un “verdadero canto” al AMOR, a la tolerancia, a la fraternidad y a la misericordia.
OCTAVO: Se ha pretendido “justificar” el accionar de los pueblos europeos en América diciendo que la humanidad avanza gracias a los conquistadores.
Pues bien; a semejante argumento yo le respondo lo siguiente.
En primer lugar que eso no es cierto —ni siquiera humanamente hablando— dado que no podemos saber hasta dónde habría llegado el avance de la humanidad si, en lugar de haberse encontrado sujeta constantemente a luchas y conquistas, todos los pueblos hubiesen actuado en armonía y paz.
Y en segundo lugar, porqué hacer semejante afirmación dentro de este Foro —que se supone tiene en cuenta en forma primordial las normas del Evangelio— es algo realmente inconcebible.
Más aún; sí asumiésemos que ese criterio fuese correcto, no se alcanza a comprender entonces porqué motivo en España consideran verdaderos héroes a quienes actuaron en la reconquista del territorio que habían ocupado los árabes, y lo mismo con relación a quienes lucharon por sacarse de encima el dominio de Napoleón, ya que me parece obvio que con esa forma de pensar deberían considerarlos verdaderos “traidores”.
Al menos para tratar de ser coherentes con el empleo de ese argumento, que intentan utilizar para “aprobar” el accionar usado en la conquista de América.
Además, con semejante razonamiento, hoy también deberían decirles a los iraquíes que no rechacen a los norteamericanos, sino que correspondería que les enseñasen que “deben mostrase agradecidos por ser dominados y pisoteados por el gran país del norte”.
Sin embargo, vemos que no sólo no hacen eso (obvio, no se animarían a hacerlo) sino que tampoco es ésa la actitud de sumisión que tiene la población de Irak, sino que hacen todo lo posible (y hasta lo imposible, causando tanto horror a siempreMaría) para tratar de liberarse de ese injusto jugo impuesto por la prepotencia yankee y la pasividad de prácticamente todo el mundo.
Y dejo en claro, diría mejor BIEN EN CLARO, que dentro de ese término “todo el mundo” incluyo también a la “Iglesia jerárquica”, ya que me parece evidente que el limitarse a efectuar una condena teórica, disponer una serie de rezos, u otras cosas por el estilo, de ninguna forma puede ser considerada como una acción válida para impedir la prepotencia con la cual actuaron los E.E.U.U. de Norteamérica y unos pocos países más.
Y a raíz de todo lo que he ido exponiendo, considero que la única explicación posible para que pueblos cristianos adopten actitudes reñidas por completo con el mensaje de AMOR del Evangelio, sólo puede provenir de una lectura “superficial” de distintos pasajes del Antiguo Testamento, donde se mencionan actitudes llenas de desprecio hacia muchos seres humanos que son atribuidas al propio Dios.
Y por eso creo que convendría detenernos a pensar si no es posible que en todo eso exista algún error, y que sólo sean relatos de acciones humanas que luego, con el correr de los años, para tratar de justificarlas, se las adjudicaron al bueno del Padre Celestial, quien gratuitamente resultó ser “galardonado” (o mejor dicho “enlodado”) con semejantes actitudes.
Y por eso me permito transcribir aquí algo que mencionó en otro epígrafe Yanka, cuando consulto «¿Dios es Jesús? ó ¿Jesús es Dios?» ya que, aún cuando pueda parecer un mero juego de palabras, lo considero sumamente ilustrativo al respecto.
«Para responder a esta cuestión hay que tener en cuenta que esas afirmaciones del Nuevo Testamento tienen su razón de ser y su explicación en un acontecimiento que es sin duda el acontecimiento más importante de la revelación cristiana, y que con frecuencia no es tenido en cuenta por los creyentes o incluso, a veces, ni por los teólogos. Este acontecimiento consiste en que Dios se ha revelado, se ha dado a conocer en Jesús. Así lo afirma expresamente el evangelio de Juan: "A la divinidad nadie la ha visto nunca; el único Dios engendrado, el que está de cara al Padre, él ha sido la explicación" (Jn 1,1 .
Eso quiere decir que la revelación verdadera de Dios se ha realizado en Jesús. Por tanto, hay que desaprender lo que se sabía de Dios para aprender de Jesús, que es su explicación. Por consiguiente, no conocemos a Jesús a partir de Dios, sino que conocemos a Dios a partir de Jesús. De ahí que la afirmación "Jesús es Dios" tiene su razón de ser y su explicación en otra afirmación previa, que es más fundamental: "Dios es Jesús".
Téngase en cuenta que no se trata de un juego de palabras. En toda frase predicativa, la función del predicado es explicar al sujeto, es decir, lo conocido es el predicado y lo desconocido es el sujeto. Por ejemplo, si yo digo "Pedro es rubio", se supone que yo sé lo que es un hombre rubio, y mediante eso me entero de cómo es Pedro. Pues de la misma manera, si yo digo "Jesús es Dios", se supone que yo sé quién es Dios y cómo es Dios, y mediante eso conozco quién es Jesús y cómo es Jesús.
Pero no es eso lo que, en realidad, se debe decir como afirmación fundamental. Porque según el texto de Jn 1,18, a quien conocemos es a Jesús, mientras que lo desconocido es precisamente Dios. En consecuencia, podemos afirmar que toda imagen de Dios que no se ajuste a Jesús es inexacta. "Quien me ve a mí está viendo al Padre... ¿No crees que yo estoy identificado con el Padre y el Padre conmigo?" (Jn 14,9-10).»
Quiera Dios que nos animemos a pensar sobre eso, y que de esa forma lleguemos a comprender, que las actitudes que no responden al “modelo” de Jesús deben ser analizadas muy cuidadosamente, ya que PUEDEN NO TENER UN VERDADERO ORIGEN DIVINO.
Reciban mis cordiales saludos.
MARANA-THA
Mario |
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