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XV Encuentro de oración . 26/11/06.
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Francisco Duran Tobias
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MensajePublicado: Mar Nov 07, 2006 3:50 pm    Asunto: XV Encuentro de oración . 26/11/06.
Tema: XV Encuentro de oración . 26/11/06.
Responder citando

Este mes tenemos con nosotros a la encantadora Santa Teresa de Liseux.

Dejo una biografía clásica que la encuentro muy interesante.

SANTA TERESITA DEL NIÑO JESUS (o de Lisieux)

VIDA Y OBRA

1º de Octubre

La Iglesia le dedica este día para que la conozcamos y tratemos de imitar sus virtudes de delicadeza y perfección en las cosas pequeñas.
Hay dos santas con el mismo nombre: Santa Teresita del Niño Jesús o de Lisieux y Santa Teresa de Ávila (15 de Octubre). Ambas fueron monjas carmelitas, nos dejaron una autobiografía y son santas doctoras de la Iglesia.

María Francisca Teresa nació el 2 de Enero de 1873 en Francia. Hija de un relojero y una costurera de Alençon. Tuvo una infancia feliz y ordinaria, llena de buenos ejemplos. Teresita era viva e impresionable, pero no particularmente devota.

En 1877, cuando Teresita tenía cuatro años, murió su madre. Su padre vendió su relojería y se fue a vivir a Lisieux donde sus hijas estarían bajo el cuidado de su tía, la Sra. Guerin, que era una mujer excelente. Santa Teresita era la preferida de su padre. Sus hermanas eran María, Paulina y Celina. La que dirigía la casa era María y Paulina que era la mayor se encargaba de la educación religiosa de sus hermanas. Les leía mucho en el invierno.

Cuando Teresita tenía 9 años, Paulina ingresó al convento de las carmelitas. Desde entonces, Teresita se sintió inclinada a seguirla por ese camino. Era una niña afable y sensible y la religión ocupaba una parte muy importante de su vida.

Cuando Teresita tenía catorce años, su hermana María se fue al convento de las carmelitas igual que Paulina. La Navidad de ese año, tuvo la experiencia que ella llamó su “conversión”. Dice ella que apenas a una hora de nacido el Niño Jesús, inundó la oscuridad de su alma con ríos de luz. Decía que Dios se había hecho débil y pequeño por amor a ella para hacerla fuerte y valiente.

Al año siguiente, Teresita le pidió permiso a su padre para entrar al convento de las carmelitas y él dijo que sí. Las monjas del convento y el obispo de Bayeux opinaron que era muy joven y que debía esperar.
Algunos meses más tarde fueron a Roma en una peregrinación por el jubileo sacerdotal del Papa León XIII. Al arrodillarse frente al Papa para recibir su bendición, rompió el silencio y le pidió si podía entrar en el convento a los quince años. El Papa quedó impresionado por su aspecto y modales y le dijo que si era la voluntad de Dios así sería

Teresita rezó mucho en todos los santuarios de la peregrinación y con el apoyo del Papa, logró entrar en el Carmelo en Abril de 1888. Al entrar al convento, la maestra de novicias dijo; “ Desde su entrada en la orden, su porte tenía una dignidad poco común de su edad, que sorprendió a todas las religiosas.” Profesó como religiosa el 8 de Septiembre de 1890. Su deseo era llegar a la cumbre del monte del amor.

Teresita cumplió con las reglas y deberes de los carmelitas. Oraba con un inmenso fervor por los sacerdotes y los misioneros. Debido a esto, fue nombrada después de su muerte, con el título de patrona de las misiones, aunque nunca habia salido de su convento.

Se sometió a todas las austeridades de la orden, menos al ayuno, ya que era delicada de salud y sus superiores se lo impidieron. Entre las penitencias corporales, la más dura para ella era el frío del invierno en el convento. Pero ella decía “Quería Jesús concederme el martirio del corazón o el martirio de la carne; preferiría que me concediera ambos.” Y un día pudo exclamar “He llegado a un punto en el que me es imposible sufrir, porque todo sufrimiento es dulce.”

En 1893, a los veinte años, la hermana Teresa fue nombrada asistente de la maestra de novicias. Prácticamente ella era la maestra de novicias, aunque no tuviera el título. Con respecto a esta labor, decía ella que hacer el bien sin la ayuda de Dios era tan imposible como hacer que el sol brille a media noche.

Su padre enfermó perdiendo el uso de la razón a causa de dos ataques de parálisis. Celina, su hermana, se encargó de cuidarlo. Fueron unos año difíciles para las hijas. Al morir el padre, Celina ingresó al convento con sus hermanas.

En este mismo año, Teresita se enfermó de tuberculosis. Quería ir a una misión en Indochina pero su salud no se lo permitió. Sufrió mucho los últimos 18 meses de su vida. Fue un período de sufrimiento corporal y de pruebas espirituales. En junio de 1897 fue trasladada a la enfermería del convento de la que no volvió a salir. A partir de agosto ya no podía recibir la Comunión debido a su enfermedad y murió el 30 de Septiembre de ese año. Fue beatificada en 1923 y canonizada en 1925. Se le presenta como una monja carmelita con un crucifijo y rosas en los brazos. Ella decía que después de su muerte derramaría una lluvia de rosas.

El culto a esta santa comenzó a crecer con rapidez. Los milagros hechos gracias a su intercesión atrajeron a atención de los cristianos del mundo entero.

Escribió el libro “Historia de un alma” que es una autobiografía. Escribe frases preciosas como éstas en ese libro: “Para mí, orar consiste en elevar el corazón, en levantar los ojos al cielo, en manifestar mi graitud y mi amor lo mismo en el gozo que en la prueba.”; “Te ruego que poses tus divinos ojos sobre un gran número de almas pequeñas.” Teresita se contaba a sí misma entre las almas pequeñas, decía “Yo soy un alma minúscula, que sólo puede ofrecer pequeñeces a nuestro Señor.”
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Francisco Duran Tobias
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MensajePublicado: Mar Nov 07, 2006 3:56 pm    Asunto:
Tema: XV Encuentro de oración . 26/11/06.
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Este mes se retraso un poco la primera aportación pero vamos a compensarlo rápido.

Habrán muchas y rápidas aportaciones pues no tengo que escribir . De entrada les pido perdón si voy rápido.

Me encanta conocer a los santos cuando son niños/as pequeños pues veo en ellos como los va cautivando Jesús desde tan tierna edad.

Como a todos lo que pasa que muchos no hemos sabido escuchar o había demasiado ruido a nuestro alrededor.
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Francisco Duran Tobias
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MensajePublicado: Mar Nov 07, 2006 5:03 pm    Asunto:
Tema: XV Encuentro de oración . 26/11/06.
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A la madre María de Gonzaga
Carta de Teresita siendo niña a la superiora .

noviembre-diciembre de 1882

Querida Madre:

Hace mucho tiempo que no la he visto; por eso me alegro mucho de escribirle para contarle mis cosillas. Paulina me ha dicho que usted estaba de ejercicios, y quiero pedirle que ruegue al Niño Jesús por mí, pues tengo muchos defectos y quisiera corregirme.

Tengo que confesarme con usted. De un tiempo acá, contesto siempre que María me manda hacer alguna cosa. Parece que cuando Paulina era pequeña y se excusaba ante mi tía de Le Mans, ésta le decía: «Tantos agujeros, tantas clavijas», pero yo soy todavía mucho peor. Por eso, quiero corregirme y en cada agujerito poner una linda florecilla que ofreceré al Niño Jesús para prepararme a mi primera comunión.

¿Verdad, querida Madre, que usted pedirá eso a Dios para mí? Sí, ese hermoso momento llegará muy pronto, y cuando el Niño Jesús venga a mi corazón, ¡qué feliz me sentiré de tener tantas flores hermosas para ofrecerle! Adiós, querida Madre. La abrazo con la misma ternura con que la amo.

Su hijita,

Teresita
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Francisco Duran Tobias
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MensajePublicado: Mar Nov 07, 2006 5:09 pm    Asunto:
Tema: XV Encuentro de oración . 26/11/06.
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A Luisa Magdelaine
4 de abril de 1877

Querida Luisita:

No te conozco, pero es igual, te quiero mucho Paulina me ha dicho que te escriba; me tiene sobre sus rodillas, pues yo no sé ni siquiera sostener el palillero. Quiere que te diga que soy una perezosilla, pero no es cierto, porque trabajo todo el día haciendo travesuras a mis pobres hermanitas; en una palabra, que soy un diablillo que está siempre riéndose.

Adiós, Luisita. Te mando un beso muy fuerte. Saluda de mi parte a la Visitación, es decir a sor María Luisa2 y a sor Luisa de Gonzaga, pues no conozco a nadie más.

Teresa


Luisa Magdelaine (1860-1939), amiga de internado de Paulina en la Visitación
de Le Mans.

Me encanta , sencillamente me encanta .
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Francisco Duran Tobias
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MensajePublicado: Mar Nov 07, 2006 5:25 pm    Asunto:
Tema: XV Encuentro de oración . 26/11/06.
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Un Poema .

GLOSA A LO DIVINO

Compuesta por N.P. san Juan de la Cruz y puesta en verso por la más
pequeña de sus hijas para la profesión de su querida hermana sor María
de la Trinidad y de la Santa Faz.

Sin arrimo y con arrimo,
sin luz y a oscuras viviendo,
toda me voy consumiendo».

Al mundo, ¡oh dicha suprema!,
yo le di un eterno adiós...
... Elevándome sobre él,
mi corazón ya no tiene
fuera de Dios otro arrimo.

Y voy a decir ahora
lo que, cerca de él, estimo:
es ver que mi corazón
y mi alma viven ya
con arrimo y sin arrimo.

Y aunque padezco sin luz
en este vivir de un día,
en la tierra, por lo menos,
poseo al Astro celeste
del Amor.

En el camino que sigo
los peligros no me faltan.
Pero por amor yo quiero
vivir sin luz y en destierro.

El amor, tengo experiencia,
el bien y el mal que halla en mí
lo aprovecha, ¡qué poder!,
y mi alma transforma en sí.

Y este fuego que arde en mí
penetra mi alma sin tregua.
Por eso, en su llama viva
toda me voy consumiendo
en el amor y de amor.


30 de abril de 1896.
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Francisco Duran Tobias
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MensajePublicado: Mar Nov 07, 2006 5:38 pm    Asunto:
Tema: XV Encuentro de oración . 26/11/06.
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Recuerdos de sus hermanas ....

SOR AMADA DE JESÚS

En los últimos días de septiembre de 1897, en que la debilidad de nuestra
querida Santa no le permitía ya moverse, tuvimos que colocarla
momentáneamente en una cama provisoria, para arreglar su cama de
enferma. Viendo el apuro de las enfermeras, que temían hacerle daño,
dijo:

Creo que sor Amada de Jesús podría cogerme fácilmente en brazos. Es
alta y fuerte, y muy tierna con las enfermas.

Llamamos, pues, a la hermana, que levantó a la santa enfermita como si
fuese una ligera carga, sin darle la menor sacudida. En aquel momento,
con los brazos alrededor de su cuello, nuestro ángel le dio las gracias con
tal sonrisa de cariñosa gratitud, que la hermana no olvidó nunca aquella
sublime sonrisa.

Y hasta llegó a ser para ella una especie de
compensación por el pesar que sintió de haber sido la única que no oyó la
campana de la enfermería que convocaba a las hermanas en el momento
supremo de la muerte más bella que jamás se vio en el Carmelo de Lisieux
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Francisco Duran Tobias
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MensajePublicado: Mar Nov 07, 2006 5:48 pm    Asunto:
Tema: XV Encuentro de oración . 26/11/06.
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Hay miradas que no engañan .

Recuerdo el último viaje de nuestro amigo S.S. Juan Pablo II a España . Lo estaba viendo por televisión .

Le costaba mucho leer lo que traía con gran cariño para sus jóvenes . Nada mas empezar a leer no paraba de mirar su cara , esperando lo que sabía iba a hacer.

También esperaba que en una frase oportuna , esas que eran claves para los jóvenes estos rompieran en aplausos y vivas a su Santidad y como siempre se alargaban.

Yo esperaba hasta que lo hizo , sonrió y miro con esos ojos tan sinceros a sus jóvenes.

Esa mirada no engañaba , estaba amando y los jóvenes se sentían amados por él .

Hay veces que una mirada puede hacer tanto bien a un alma que parece mentira que un gesto tan pequeño y gratuito alcance tanto gozo en el que lo recibe.
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Francisco Duran Tobias
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MensajePublicado: Mar Nov 07, 2006 6:09 pm    Asunto:
Tema: XV Encuentro de oración . 26/11/06.
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EL «CUADERNO AMARILLO» DE LA MADRE INÉS
Dichos recogidos durante los últimos meses de nuestra santa Teresita
Sor Inés de Jesús



6 de abril de 1897

6.4.1

Cuando no se nos comprende o se nos juzga desfavorablemente, ¿a qué
defendernos o dar explicaciones? Dejémoslo pasar, no digamos nada, ¡es
tan bueno no decir nada, dejarse juzgar, digan lo que digan...! En el
Evangelio no vemos que santa María Magdalena haya dado explicaciones
cuando su hermana la acusaba de estarse a los pies de Jesús sin hacer
nada. No dijo: «¡Si supieras, Marta, lo feliz que soy, si escucharas las
palabras que yo escucho! Además, es Jesús quien me ha dicho que me
esté aquí». No, prefirió callarse. ¡Venturoso silencio, que da al alma tanta
paz <1>!


6.4.2

«Que la espada del espíritu, que es la palabra de Dios, esté siempre en
nuestra boca y en nuestros corazones». Cuando nos encontremos con un
alma poco agraciada, o nos desanimemos, no la abandonemos nunca.
Tengamos siempre en la boca «la espada del espíritu» para reprenderle
sus faltas, no dejemos pasar las cosas por conservar nuestra paz,
luchemos siempre, aun sin esperanzas de ganar la batalla. ¿Qué importa
el triunfo? Lo que Dios nos pide es que no nos detengamos por las fatigas
de la lucha, que no nos desanimemos diciendo: «¡Peor para ella! No se
puede conseguir nada, hay que dejarla por imposible». No, eso es
cobardía, hay que cumplir con el deber hasta el final

6,4,3*


Qué importante es no hacer juicios sobre nada aquí en la tierra! Mirad lo
que me sucedió, hace algunos meses <3>, en la recreación. Fue una
nadería, pero me enseñó mucho:
Sonaron dos golpes de campana, y, como la depositaria <4> estaba
ausente, sor Teresa de San Agustín necesitaba de una tercera <5>.
Ordinariamente resulta enojoso hacer de tercera, pero en esa ocasión más
bien me atraía porque había que abrir la puerta para recibir unas ramas de
árbol para el belén.
Sor María de San José estaba a mi lado, e intuí que compartía mi deseo
infantil. «¿Quién me va a servir de tercera?», dijo sor Teresa de San
Agustín. Inmediatamente me puse a desatarme el delantal, pero
lentamente con el fin de que sor María de San José estuviese lista antes
que yo para cubrir la plaza, como ocurrió. Entonces sor Teresa de San
Agustín dijo, riéndose y mirándome a mí: «Seguro que va a ser sor María
de San José quien añadirá esta perla a su corona. ¡Vuestra Caridad <6> iba
demasiado lentamente!». Yo sólo contesté con una sonrisa y volví a mi
trabajo, pensando en mi interior: «¡Qué diferentes, Dios mío, son tus juicios
a los de los hombres! Por eso nosotros nos equivocamos muchas veces
en la tierra, tomando por imperfección en nuestras hermanas lo que es
mérito ante tus ojos».


7 de abril

7.4
Le preguntaba de qué manera moriría yo, haciéndole ver mis aprensiones.
Me contestó, con una sonrisa llena de ternura:
«Dios te absorberá como a una gotita de rocío...» <7>.


9 de mayo

9.5.1
Podemos decir muy bien, sin vanagloria, que hemos recibido gracias y
luces muy especiales. Vivimos en la verdad; vemos las cosas bajo su
verdadera luz.

9.5.2
A propósito de esos sentimientos que una a veces no puede evitar,
cuando, después de haber prestado un servicio, no se recibe ninguna
muestra de gratitud.
Te aseguro que también yo experimento ese sentimiento de que me
hablas. Pero no me dejo nunca atrapar por él, pues no espero ninguna
recompensa aquí en la tierra: lo hago todo por Dios; y de esta manera,
nada puedo perder y siempre me doy por bien pagada del trabajo que me
tomo por servir al prójimo.

9.5.3
Si, por un imposible, ni el mismo Dios viese mis buenas acciones, no me
afligiría por ello lo más mínimo. Le amo tanto, que quisiera darle gusto sin
ni que él mismo supiese que soy yo <7>. Al verlo y al saberlo, está como
obligado a «pagármelo», y yo no quisiera causarle esa molestia...
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Francisco Duran Tobias
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MensajePublicado: Mar Nov 07, 2006 6:26 pm    Asunto:
Tema: XV Encuentro de oración . 26/11/06.
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Entramos en el libro Historia de un Alma de Santa Teresa de Liseux.

Durante mucho tiempo me he preguntado por qué tenía Dios preferencias,
por qué no recibían todas las almas las gracias en igual medida. Me
extrañaba verle prodigar favores extraordinarios a los santos que le habían ofendido, como san Pablo o san Agustín, a los que forzaba, por así decirlo, a recibir sus gracias;

y cuando leía la vida de aquellos santos a los
que el Señor quiso acariciar desde la cuna hasta el sepulcro, retirando de su camino todos los obstáculos que pudieran impedirles elevarse hacia él y previniendo a esas almas con tales favores que no pudiesen empañar el brillo inmaculado de su vestidura bautismal, me preguntaba por qué los pobres salvajes, por ejemplo, morían en tan gran número sin haber oído ni tan siquiera pronunciar el nombre de Dios...

Jesús ha querido darme luz acerca de este misterio. Puso ante mis ojos el libro de la naturaleza y comprendí que todas las flores que él ha creado son hermosas, y que el esplendor de la rosa y la blancura del lirio no le quitan a la humilde violeta su perfume ni a la margarita su encantadora sencillez...

Comprendí que si todas las flores quisieran ser rosas, la
naturaleza perdería su gala primaveral y los campos ya no se verían
esmaltados de florecillas...


Eso mismo sucede en el mundo de las almas, que es el jardín de Jesús. El ha querido crear grandes santos, que pueden compararse a los lirios y a las rosas; pero ha creado también otros más pequeños, y éstos han de conformarse con ser margaritas o violetas destinadas a recrear los ojos de Dios cuando mira a sus pies. La perfección consiste en hacer su voluntad, en ser lo que él quiere que seamos...
Comprendí también que el amor de Nuestro Señor se revela lo mismo en el alma más sencilla que no opone resistencia alguna a su gracia, que en el alma más sublime. Y es que, siendo propio del amor el abajarse,

si todas las almas se parecieran a las de los santos doctores que han
iluminado a la Iglesia con la luz de su doctrina, parecería que Dios no
tendría que abajarse demasiado al venir a sus corazones. Pero él ha
creado al niño, que no sabe nada y que sólo deja oír débiles gemidos; y ha creado al pobre salvaje, que sólo tiene para guiarse la ley natural.

¡Y también a sus corazones quiere él descender! Estas son sus flores de los campos, cuya sencillez le fascina...
Abajándose de tal modo, Dios muestra su infinita grandeza. Así como el sol ilumina a la vez a los cedros y a cada florecilla, como si sólo ella
existiese en la tierra, del mismo modo se ocupa también Nuestro Señor de cada alma personalmente, como si no hubiera más que ella.

Y así como en la naturaleza todas las estaciones están ordenadas de tal modo que en el momento preciso se abra hasta la más humilde margarita, de la misma manera todo está ordenado al bien de cada alma.


Seguramente, Madre querida, te estés preguntando extrañada adónde
quiero ir a parar, pues hasta ahora nada he dicho todavía que se parezca a la historia de mi vida. Pero me has pedido que escribiera lo que me viniera al pensamiento, sin trabas de ninguna clase. Así que lo que voy a escribir no es mi vida propiamente dicha, sino mis pensamientos acerca de las gracias que Dios se ha dignado concederme.


Me parece que si una florecilla pudiera hablar, diría simplemente lo que Dios ha hecho por ella, sin tratar de ocultar los regalos que él le ha hecho. No diría, so pretexto de falsa humildad, que es fea y sin perfume, que el sol le ha robado su esplendor y que las tormentas han tronchado su tallo,
cuando está íntimamente convencida de todo lo contrario.
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Francisco Duran Tobias
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MensajePublicado: Mar Nov 07, 2006 7:32 pm    Asunto:
Tema: XV Encuentro de oración . 26/11/06.
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Decir una vez mas a propósito de una frase de Santa Teresita que los católicos no somos una secta .

Quiero decir que si alguien obra mal y podemos advertir que lo hagamos y no pensemos " peor para el ".

¿ Quien es él ? , él es tu hermano-

De pequeño muchas veces mi hermano mayor me tuvo que agarrar para pasar la carretera , la cual pasaba siempre sin mirar .

Es lo mismo . Si van a cruzar y lo van a atropellar , debemos darle el alto , aunque se giren y nos digan que nos metamos en nuestros asuntos.

Pero debemos quizás utilizar algo de estrategia para dejar ver que lo hacemos porque nos importa .

Muchas veces he reprendido a alguien y cuando el tono volvió a sus cauces he dicho eso . Lo digo porque me importas , sino me importaras nada ni te avisaría , mas bien te empujaría .
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MensajePublicado: Jue Nov 09, 2006 11:23 pm    Asunto:
Tema: XV Encuentro de oración . 26/11/06.
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Durante los paseos que daba con papá, le gustaba mandarme a llevar la
limosna a los pobres con que nos encontrábamos. Un día, vimos a uno
que se arrastraba penosamente sobre sus muletas. Me acerqué a él para
darle una moneda; pero no sintiéndose tan pobre como para recibir una
limosna, me miró sonriendo tristemente y rehusó tomar lo que le ofrecía.
No puedo decir lo que sentí en mi corazón. Yo quería consolarle, aliviarle,
y en vez de eso, pensé, le había hecho sufrir.

El pobre enfermo, sin duda,adivinó mi pensamiento, pues lo vi volverse y sonreírme. Papá acababa de comprarme un pastel y me entraron muchas ganas de dárselo, pero no meatreví.

Sin embargo, quería darle algo que no me pudiera rechazar, pues
sentía por él un afecto muy grande. Entonces recordé haber oído decir queel día de la primera comunión se alcanzaba todo lo que se pedía. Aquelpensamiento me consoló, y aunque todavía no tenía más que seis años me dije para mí:
«El día de mi primera comunión rezaré por mi pobre».

Cinco años más tarde cumplí mi promesa, y espero que Dios habrá
escuchado la oración que él mismo me había inspirado que le dirigiera por
uno de sus miembros dolientes...
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Francisco Duran Tobias
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MensajePublicado: Jue Nov 09, 2006 11:34 pm    Asunto:
Tema: XV Encuentro de oración . 26/11/06.
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Fiestas y domingos en familia


¡Las fiestas...! ¡Cuántos recuerdos me trae esta palabra...! ¡Cómo me
gustaban las fiestas...! Tú, Madre querida, sabías explicarme tan bien
todos los misterios que en cada una de ellas se encerraban, que eran para mí auténticos días de cielo. Me gustaban, sobre todo, las procesiones del Santísimo.

¡Qué alegría arrojar flores al paso del Señor...!

Pero en vez de dejarlas caer, yo las lanzaba lo más alto que podía, y cuando veía que mis hojas deshojadas tocaban la sagrada custodia, mi felicidad llegaba al colmo...


¡Las fiestas! Si bien las grandes eran raras, cada semana traía una muy entrañable para mí.: «el domingo». ¡Qué día el domingo...! Era la fiesta de Dios, la fiesta del descanso. Empezaba por quedarme en la cama más tiempo que los otros días; además, mamá Paulina mimaba a su hijita llevándole el chocolate a la cama, y después la vestía como a una reinecita...

Nota : Benditos sean los padres que explican a sus hijos los misterios que encierran todas las fiestas que se celebran en la Santa Madre Iglesia . Así por el santo respeto al domingo , el día del Señor .
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MensajePublicado: Jue Nov 09, 2006 11:46 pm    Asunto:
Tema: XV Encuentro de oración . 26/11/06.
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He aquí mi primera victoria, que no fue grande, pero que me costó mucho.

Se encontró roto un vasito colocado detrás de una ventana. Nuestra
maestra, creyendo que había sido yo quien lo había tirado, me lo enseñó, diciendo que otra vez tuviera más cuidado. Sin decir nada, besé el suelo y prometí ser más cuidadosa en adelante.

Debido a mi poca virtud, estos actos de vencimiento me costaban mucho, y tenía que pensar que en el juicio final todo saldrá a la luz. Me hacía también esta reflexión: cuando uno cumple con su deber, sin excusarse nunca, nadie lo sabe; las imperfecciones, por el contrario, se dejan ver enseguida...


Me aplicaba, sobre todo, a la práctica de las virtudes pequeñas, al no tener facilidad para practicar las grandes. Así, por ejemplo, me gustaba plegar las capas que dejaban olvidadas las hermanas y prestarles todos los pequeños servicios que podía.
También se me concedió el amor a la mortificación, que era tanto mayor
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Francisco Duran Tobias
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MensajePublicado: Jue Nov 09, 2006 11:50 pm    Asunto:
Tema: XV Encuentro de oración . 26/11/06.
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Normalmente sueño con bosques, con flores, con arroyos, con el mar; casi siempre veo preciosos niñitos, o cazo mariposas y pájaros que nunca he visto. Ya ves, Madre, que si mis sueños tienen un aspecto poético, están muy lejos de ser místicos...


Una noche, después de la muerte de la madre Genoveva, tuve uno más entrañable. Soñé que la Madre estaba haciendo testamento, y que a cada una de las hermanas le dejaba algo de lo que le había pertenecido.

Cuando me llegó el turno a mí, pensé que no iba a recibir nada, pues ya no le quedaba nada. Pero, incorporándose, me dijo por tres veces con acento penetrante: «A ti te dejo mi corazón».
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Francisco Duran Tobias
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MensajePublicado: Sab Nov 11, 2006 12:05 am    Asunto:
Tema: XV Encuentro de oración . 26/11/06.
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Antes de la comunión :

Al atardecer, a esa hora en la que el sol parece querer bañarse en la
inmensidad de las olas, dejando tras de sí un surco luminoso, iba a
sentarme, a solas con Paulina, en una roca... Y allí recordé el cuento
conmovedor de «El surco de oro»...

Estuve contemplando durante mucho tiempo aquel surco luminoso, imagen de la gracia que ilumina el camino que debe recorrer la barquilla de airosa vela blanca... Allí, al lado de Paulina, hice el propósito de no alejar nunca mi alma de la mirada de Jesús, para que pueda navegar en paz hacia la patria del cielo...


La comunión :

¡Qué dulce fue el primer beso de Jesús a mi alma...! Fue un beso de amor.

Me sentía amada, y decía a mi vez: «Te amo y me entrego a ti para
siempre». No hubo preguntas, ni luchas, ni sacrificios.

Desde hacía mucho tiempo, Jesús y la pobre Teresita se habían mirado y se habían comprendido... Aquel día no fue ya una mirada, sino una fusión.

Ya no eran dos: Teresa había desaparecido como la gota de agua que se pierde en medio del océano. Sólo quedaba Jesús, él era el dueño, el rey. ¿No le había pedido Teresa que le quitara su libertad, pues su libertad le daba miedo?

¡Se sentía tan débil, tan frágil, que quería unirse para siempre a la Fuerza divina...!


Después de la confirmación ::


Pues bien, yo soy esa hija, objeto del amor previsor de un Padre que no ha enviado a su Verbo a rescatar a los justos sino a los pecadores. El quiere que yo le ame porque me ha perdonado, no mucho, sino todo. No ha esperado a que yo le ame mucho, como santa María Magdalena, sino que ha querido que YO SEPA hasta qué punto él me ha amado a mí, con un amor de admirable prevención, para que ahora yo le ame a él ¡con locura...!

Navidad :

Era necesario que Dios hiciera un pequeño milagro para hacerme crecer en un momento, y ese milagro lo hizo el día inolvidable de Navidad.

En esa noche luminosa que esclarece las delicias de la Santísima Trinidad, Jesús, el dulce niñito recién nacido, cambió la noche de mi alma en torrentes de luz...

En esta noche, en la que él se hizo débil y doliente por mi amor, me hizo a mí fuerte y valerosa; me revistió de sus armas, y desde aquella noche bendita ya no conocí la derrota en ningún combate, sino que, al contrario, fui de victoria en victoria y comencé, por así decirlo, «una carrera de gigante ».

Se secó la fuente de mis lágrimas, y en adelante ya no volvió a
abrirse sino muy raras veces y con gran dificultad, lo cual justificó estas palabras que un día me habían dicho: «Lloras tanto en la niñez, que más tarde no tendrás ya lágrimas que derramar...»

Fue el 25 de diciembre de 1886 cuando recibí la gracia de salir de la niñez; en una palabra, la gracia de mi total conversión.

La sangre de Jesús

Un domingo, mirando una estampa de Nuestro Señor en la cruz, me sentí profundamente impresionada por la sangre que caía de sus divinas manos. Sentí un gran dolor al pensar que aquella sangre caía al suelo sin que nadie se apresurase a recogerla. Tomé la resolución de estar siempre con el espíritu al pie de la cruz para recibir el rocío divino que goteaba de ella, y comprendí que luego tendría que derramarlo sobre las almas...

También resonaba continuamente en mi corazón el grito de Jesús en la cruz: «¡Tengo sed!». Estas palabras encendían en mí un ardor
desconocido y muy vivo... Quería dar de beber a mi Amado, y yo misma me sentía devorada por la sed de almas... No eran todavía las almas de los sacerdotes las que me atraían, sino las de los grandes pecadores; ardía en deseos de arrancarles del fuego eterno... Y para avivar mi celo, Dios me mostró que mis deseos eran de su agrado.
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Francisco Duran Tobias
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MensajePublicado: Dom Nov 12, 2006 12:41 pm    Asunto:
Tema: XV Encuentro de oración . 26/11/06.
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Todas las grandes verdades de la religión y los misterios de la eternidad sumergían mi alma en una felicidad que no era de esta tierra...

Vislumbraba ya lo que Dios tiene reservado para los que le aman (pero no con los ojos del cuerpo, sino con los del corazón). Y viendo que las recompensas eternas no guardaban la menor proporción con los insignificantes sacrificios de la vida, quería amar, amar apasionadamente a Jesús y darle mil muestras de amor mientras pudiese...





¡Qué dulces eran las conversaciones que todas las noches teníamos en el mirador! Con la mirada hundida en la lejanía, contemplábamos la blanca luna que se elevaba lentamente por detrás de los altos árboles...

y los reflejos plateados que derramaba sobre la naturaleza dormida, las brillantes estrellas que titilaban en el azul profundo..., el soplo ligero de la brisa nocturna que hacía flotar las nubes de nieve. Y todo elevaba nuestras almas hacia el cielo, del que no contemplábamos todavía más que «el límpido reverso»...


No sé si me equivoco, pero creo que la expansión de nuestras almas se parecía a la de santa Mónica y su hijo, cuando en el puerto de Ostia caían los dos sumidos en éxtasis a la vista de las maravillas del creador...





Cuando un jardinero rodea de cuidados a una fruta que quiere que madure antes de tiempo, no es para dejarla colgada en el árbol, sino para presentarla en una mesa ricamente servida. Con parecida intención prodigaba Jesús sus gracias a su florecita... El, que en los días de su vida mortal exclamó en un transporte de alegría: «Te doy gracias,

Padre, porque has escondido estas cosas a los sabios y a los entendidos, y las has revelado a la gente sencilla», quería hacer resplandecer en mí su misericordia. Porque yo era débil y pequeña, se abajaba hasta mí y me instruía en secreto en las cosas de su amor.

Si los sabios que se pasan la vida estudiando hubiesen venido a preguntarme, se hubieran quedado asombrados al ver a una niña de catorce años comprender los secretos de la perfección, unos secretos que toda su ciencia no puede descubrirles a ellos porque para poseerlos es necesario ser pobres de espíritu...
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Francisco Duran Tobias
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MensajePublicado: Dom Nov 12, 2006 12:41 pm    Asunto:
Tema: XV Encuentro de oración . 26/11/06.
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Hasta por la tarde, al volver de Vísperas, no encontré la ocasión de hablar a mi papaíto querido. Había ido a sentarse al borde del aljibe, y desde allí, con las manos juntas, contemplaba las maravillas de la naturaleza. El sol, cuyos rayos habían perdido ya su ardor, doraba las copas de los altos árboles, en los que los pajarillos cantaban alegres su oración de la tarde.


El hermoso rostro de papá tenía una expresión celestial. Comprendí que la paz inundaba su corazón. Sin decir una sola palabra, fui a sentarme a su lado, con los ojos bañados ya en lágrimas. Me miró con ternura, y cogiendo mi cabeza la apoyó en su pecho, diciéndome: »¿Qué te pasa, reinecita... Cuéntamelo...» Luego, levantándose, como para disimular su propia emoción, echó a andar lentamente, manteniendo mi cabeza apoyada en su pecho.


A través de las lágrimas, le confié mi deseo de entrar en el Carmelo, y
entonces sus lágrimas se mezclaron con las mías; pero no dijo ni una
palabra para hacerme desistir de mi vocación. Simplemente se contentó con hacerme notar que yo era todavía muy joven para tomar una decisión tan grave.


Pero yo defendí tan bien mi causa, que papá, con su modo de ser sencillo y recto, quedó pronto convencido de que mi deseo era el de Dios; y con su fe profunda, me dijo que Dios le hacía un gran honor al pedirle así a sus hijas.


Seguimos paseando un largo rato. Mi corazón, confortado por la bondad con que aquel padre incomparable había acogido mis confidencias, se volcó dulcemente en el suyo. Papá parecía gozar de esa alegría serena que da el sacrificio consumado. Me habló como un santo, y me gustaría acordarme de sus palabras para transcribirlas aquí, pero sólo conservo de ellas un recuerdo demasiado perfumado para poderlo expresar.


De lo que sí me acuerdo perfectamente es de la acción simbólica que mi querido rey realizó sin saberlo. Acercándose a un muro poco elevado, me mostró unas florecillas blancas, parecidas a lirios en miniatura ; y tomando una de aquellas flores, me la dio, explicándome con cuánto esmero Dios la había hecho nacer y la había conservado hasta aquel día.

Al oírle hablar, me parecía estar escuchando mi propia historia, tanta semejanza había entre lo que Jesús había hecho con aquella florecilla y con Teresita ...


Recibí aquella flor como una reliquia, y observé que, al querer cogerla,
papá había arrancado todas sus raíces sin troncharlas, como si estuviera destinada a seguir viviendo en otra tierra más fértil que el blando musgo en el que habían transcurrido sus primeras alboradas... Era exactamente lo
mismo que papá acababa de hacer conmigo poco antes al permitirme subir a la montaña del Carmelo y abandonar el dulce valle testigo de mis primeros pasos por la vida.


Puse mi florecita blanca en mi libro de la Imitación, en el capítulo titulado: «Del amor a Jesús sobre todas las cosas», y todavía sigue allí. Sólo el tallo se ha roto muy cerca de la raíz, y Dios parece decirme con eso que pronto romperá los lazos de su florecita y que no la dejará marchitarse en la tierra.


Una vez obtenido el consentimiento de papá, pensé que podría volar ya sin temor alguno hacia el Carmelo. Pero muchos y muy dolorosos
contratiempos debían aún someter a prueba mi vocación.
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Francisco Duran Tobias
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MensajePublicado: Dom Nov 12, 2006 12:44 pm    Asunto:
Tema: XV Encuentro de oración . 26/11/06.
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Su papa no se opone pero su tío si :

( una vez mas recemos por las vocaciones ) .

Pasó bastante tiempo hasta que me atreví a volver a hablarle a mi tío; me costaba horrores ir a su casa. El, por su parte, no parecía pensar ya en mi vocación; pero supe más tarde que mi enorme tristeza lo predispuso mucho a mi favor.


Antes de hacer brillar en mi alma un rayo de esperanza, Dios quiso
enviarme un martirio sumamente doloroso, que duró tres días. Nunca
como en aquella prueba comprendí de bien el dolor de la Santísima Virgen y de san José mientras buscaban al divino Niño Jesús... Me encontraba en un triste desierto, o, mejor, mi alma parecía un frágil esquife, abandonado sin piloto a merced de las olas tempestuosas...


Lo sé, Jesús estaba allí, dormido en mi barquilla; pero la noche era tan
negra, que me era imposible verle. Ni una luz. Ni siquiera un relámpago que viniese a surcar las sombrías nubes... Es cierto que es muy triste el resplandor de los relámpagos; pero, al menos, si la tormenta hubiese estallado abiertamente, habría podido ver por un momento a Jesús...

Pero era la noche, la noche profunda del alma... Y como Jesús en el huerto de la agonía, me sentía sola, sin encontrar consuelo alguno ni en la tierra ni en el cielo. ¡¡¡Como si el mismo Dios me hubiese abandonado...!!!




Por fin, al cuarto día, que era sábado, día dedicado a la dulce Reina del cielo, fui a ver a mi tío. ¡Y cuál no sería mi sorpresa al ver que me miraba y que me hacía entrar en su despacho sin que yo le hubiese manifestado deseo alguno de hacerlo...!


Empezó dirigiéndome tiernos reproches por portarme con él como si le tuviera miedo, y luego me dijo que no hacía falta pedir un milagro: que él sólo había pedido a Dios que le diera «una simple inclinación del corazón», y que había sido escuchado...
Ya no sentí la tentación de pedir un milagro, pues para mí el milagro ya estaba concedido: mi tío no era el mismo. Sin hacer la menor alusión a la «prudencia humana», me dijo que yo era una florecita que Dios quería cortar, y que él no seguiría oponiéndose a ello...

Pocos días después de haber conseguido el consentimiento de mi tío, fui a verte, Madre querida, y te hablé de mi alegría por que todas mis pruebas hubiesen ya pasado. Pero ¡cuáles no fueron mi sorpresa y mi aflicción al oírte decir que el Superior no permitía que entrara antes de los 21 años...!

Papá no sabía cómo consolarme... Me prometió llevarme a Bayeux en
cuanto se lo pedí, pues estaba decidida a conseguir mi propósito. Llegué incluso a decir que iría hasta el Santo Padre, si Monseñor no quería permitirme entrar en el Carmelo a los 15 años...

Una buena mujer, pariente de nuestra sirvienta, murió en la flor de la edad, dejando tres niños muy pequeños. Durante su enfermedad, trajimos a nuestra casa a las dos niñas pequeñas, la mayor de la cuales no tenía todavía seis años. Yo me encargaba de cuidarlas durante todo el día, y era para mí un auténtico placer ver con qué candor creían todo lo que les decía. Tiene que dejar el santo bautismo en las almas un germen muy profundo de las virtudes teologales, ya que aparecen ya desde la infancia, y basta la esperanza de los bienes futuros para hacerles aceptar los sacrificios.


Cuando quería ver a mis dos niñas haciendo buenas migas entre ellas, en vez de prometer juguetes o bombones a la que cediese primero, les
hablaba de las recompensas eternas que el Niño Jesús daría en el cielo a los niñitos buenos. La mayor, cuya razón empezaba ya a despertarse, me miraba con ojos resplandecientes de alegría, me hacía mil preguntas encantadoras sobre el Niño Jesús y su hermoso cielo, y me prometía entusiasmada ceder siempre ante su hermana. Y me decía que jamás en la vida olvidaría lo que la «gran señorita», como ella me llamaba, le había enseñado...

Viendo de cerca a estas almas inocentes, comprendí la desgracia que
supone el no formarlas bien desde su mismo despertar, cuando se
asemejan a la cera blanda sobre la que se puede dejar grabada la huella de las virtudes, pero también la huella del mal... Comprendí lo que dice Jesús en el Evangelio: «Mejor sería ser arrojado al mar que escandalizar a uno solo de estos pequeños».

¡Cuántas almas llegarían a la santidad si fuesen bien dirigidas...!


NOTA : Las rupturas de los matrimonio alteran la santidad de los niños así como la falta de educación y el conocimiento de Dios . En ese punto nosotros escandalizamos a nuestros propios hijos . Lo cual me hace decir que luchen por sus hijos como por su vida , pues si ellos se pierden quizás también ustedes se perderán .

Sé muy bien que Dios no tiene necesidad de nadie para realizar su obra. Pero así como permite a un hábil jardinero cultivar plantas delicadas y le da para ello los conocimientos necesarios, reservándose para sí la misión de fecundarlas, de la misma manera quiere Jesús ser ayudado en su divino cultivo de las almas.


¿Qué ocurriría si un jardinero desmañado no injertase bien los árboles?
¿Si no conociese bien la naturaleza de cada uno de ellos y se empeñase en hacer brotar rosas de un melocotonero...?

Haría morir al árbol, que, sin embargo, era bueno y capaz de producir frutos.

De la misma manera hay que saber reconocer desde la infancia lo que
Dios pide a las almas y secundar la acción de su gracia, sin acelerarla ni frenarla nunca.

Recuerdo que entre mis pájaros tenía un canario que cantaba de maravilla. Tenía también un pardillo al que le prodigaba cuidados verdaderamente maternales porque lo había adoptado antes que pudiese gozar la dicha de la libertad. Este pobre prisionerito no tenía padres que le enseñasen a cantar, pero como oía de la mañana a la noche a su compañero el canario lanzar sus alegres trinos, quiso imitarlo... Empresa difícil para un pardillo, por lo que a su dulce voz le costó mucho acordarse a la voz vibrante de su profesor de música.

Era asombroso ver los esfuerzos que hacía el pobrecito, pero al fin se vieron coronados por el éxito, pues su canto, aunque un poco más apagado, era absolutamente idéntico al del canario.

El Sr. Révérony quiso acompañarnos hasta la puerta del jardín del
obispado, y dijo a papá que nunca se había visto una cosa así: «¡Un padre tan deseoso de entregar a Dios su hija como ésta de ofrecerse a él!» Papá le pidió algunas explicaciones sobre la peregrinación, entre otras cómo había que ir vestidos para presentarse ante el Santo Padre. Aún lo estoy viendo darse vuelta ante el Sr. Révérony, diciéndole: «¿Estaré bien así...?»

El le había dicho también a Monseñor que si él no me daba permiso para entrar en el Carmelo, yo pediría esta gracia al Sumo Pontífice.
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Francisco Duran Tobias
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MensajePublicado: Lun Nov 13, 2006 12:47 am    Asunto:
Tema: XV Encuentro de oración . 26/11/06.
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El camino al Carmelo :

Hasta los 21 años no permitían la entrada al Carmelo .

Mi alma estaba hundida en la amargura, pero también en la paz, pues lo único que buscaba era la voluntad de Dios.

Viaje a Roma . ( Papa , Felina y Teresita a ver a S.S. Leon XIII).

¡Qué viaje aquél...! Sólo en él aprendí más que en largos años de estudios, y me hizo ver la vanidad de todo lo pasajero y que todo es aflicción de espíritu bajo el sol...

Celina y yo, que nunca habíamos vivido entre gentes del gran mundo, nos encontramos metidas en medio de la nobleza, de la cual se componía casi exclusivamente la peregrinación. Pero todos aquellos títulos y aquellos «de», lejos de deslumbrarnos, no nos parecían más que humo...Vistos de lejos, me habían ofuscado un poco alguna vez, pero de cerca, vi que «no todo lo que brilla es oro» y comprendí estas palabras de la Imitación:

«No vayas tras esa sombra que se llama el gran nombre, ni desees tener muchas e importantes relaciones, ni la amistad especial de ningún hombre».

Comprendí que la verdadera grandeza está en el alma, y no en el nombre, pues como dice Isaías:

«El Señor dará otro nombre a sus elegidos»,

y san Juan dice también:

«Al vencedor le daré una piedra blanca, en la que hay escrito un nombre nuevo que sólo conoce quien lo recibe».

Sólo en el cielo conoceremos, pues, nuestros títulos de nobleza. Entonces cada cual recibirá de Dios la alabanza que merece. Y el que en la tierra haya querido ser el más pobre y el más olvidado, por amor a Jesús, ¡ése será el primero y el más noble y el más rico...!

Durante un mes conviví con muchos sacerdotes santos, y pude ver que si su sublime dignidad los eleva por encima de los ángeles, no por eso dejan de ser hombres débiles y frágiles...

Si los sacerdotes santos, a los que Jesús llama en el Evangelio «sal de la tierra», muestran en su conducta que tienen una enorme necesidad de que se rece por ellos, ¿qué habrá que decir de los que son tibios? ¿No ha dicho también Jesús: «Si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán?»


¡Qué hermosa es, Madre querida, la vocación que tiene como objeto
conservar la sal destinada a las almas!

Y ésta es la vocación del Carmelo, pues el único fin de nuestras oraciones y de nuestros sacrificios es ser apóstoles de apóstoles, rezando por ellos mientras ellos evangelizan a las almas con su palabra, y sobre todo con su ejemplo...
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Francisco Duran Tobias
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MensajePublicado: Lun Nov 13, 2006 12:48 am    Asunto:
Tema: XV Encuentro de oración . 26/11/06.
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León XIII estaba sentado en un gran sillón. Vestía simplemente una sotana blanca y una muceta del mismo color, y en la cabeza no llevaba más que un pequeño solideo. A su lado estaban, de pie, varios cardenales, arzobispos y obispos, pero yo sólo los vi globalmente, pues mi atención estaba centrada en el Santo Padre.

Ibamos desfilando procesionalmente ante él. Cada peregrino, cuando le llegaba su turno, se arrodillaba, besaba el pie y la mano de León XIII, recibía su bendición y dos guardias nobles le tocaban, por ceremonia, indicándole así que debía levantarse (al peregrino, pues me explico tan mal, que podría entenderse que era al Papa).


Antes de entrar en el salón pontificio, yo estaba completamente decidida a hablar; pero sentí que mi valor flaqueaba cuando vi a la derecha del Santo Padre ¡al «Señor Révérony...! Casi en aquel mismo instante nos dijeron de su parte que prohibía hablar a León XIII, pues la audiencia se estaba prolongando demasiado...


Yo me volví hacia mi Celina querida para conocer su opinión. «¡Habla!», me dijo. Un momento después estaba yo a los pies del Santo Padre. Después de besarle la sandalia, me presentó la mano; pero en lugar de besársela, junté las mías y elevando hacia su rostro mis ojos bañados en lágrimas, exclamé:


«¡Santísimo Padre, tengo que pediros una gracia muy grande...!»

Entonces el Sumo Pontífice inclinó hacia mí su cabeza, de manera que mi rostro casi tocaba el suyo, y vi sus ojos negros y profundos que se fijaban en mí y parecían querer penetrarme hasta el fondo del alma.
«¡Santísimo Padre, en honor de vuestras bodas de oro, permitidme entrar en el Carmelo a los 15 años...!»


Sin duda, la emoción hacía temblar mi voz. Por lo que el Santo Padre,
volviéndose hacia el Sr. Révérony, que me miraba asombrado y
disgustado, le dijo:

«No comprendo bien».

Si Dios lo hubiera permitido, le habría sido fácil al Sr. Révérony
alcanzarme lo que deseaba, pero Dios quería darme cruz, y no consuelo.

«Santísimo Padre (respondió el Vicario General), se trata de una niña que desea entrar en el Carmelo a los 15 años; pero los superiores están en estos momentos estudiando la cuestión».

«Bueno, hija mía, respondió el Santo Padre mirándome bondadosamente, haz lo que te digan los superiores»:

Entonces, apoyando mis manos en sus rodillas, hice un último
intento y le dije con voz suplicante:

«¡Sí, Santísimo Padre! Pero si usted dijese que sí, todo el mundo estaría de acuerdo».

Me miró fijamente y pronunció estas palabras, recalcando cada sílaba:
«Vamos... vamos... Entrarás si Dios lo quiere...» (Y su acento tenía un no sé qué de tan penetrante y convincente, que aún me parece estar
oyéndole).

Animada por la bondad del Santo Padre, quise seguir hablando, pero los dos guardias nobles me tocaron cortésmente, para que me levantase; y viendo que con eso no bastaba, me cogieron por los brazos y el Sr. Révérony les ayudó a levantarme, pues seguía con las manos juntas apoyadas en las rodillas del Santo Padre, y tuvieron que arrancarme de sus pies a viva fuerza...

Mientras me quitaban de en medio de esa manera, el Santo Padre acercó su mano a mis labios y después la levantó para bendecirme. Entonces los ojos se me llenaron de lágrimas, y el Sr. Révérony pudo contemplar al menos tantos diamantes como había visto en Bayeux...
Los dos guardias nobles me llevaron en volandas, por así decirlo, hasta la puerta, donde un tercero me dio un medalla de León XIII.


Celina, que iba detrás de mí, acababa de ser testigo de la escena que
acababa de ocurrir. Casi tan emocionada como yo, tuvo no obstante valor para pedir al Santo Padre una bendición para el Carmelo. El Sr. Révérony, con voz, malhumorada, respondió:

«El Carmelo ya está bendecido».

Y el Santo Padre contestó con ternura:

«Sí, sí, ¡ya está bendecido!»

Papá se había acercado a los pies de León XIII antes que nosotras (con los caballeros). El Sr. Révérony había estado con él encantador,
presentándolo como el padre de dos carmelitas. El Santo Padre, como
muestra de especial benevolencia, posó su mano sobre la cabeza
venerable de mi querido rey, como marcándole con un sello misterioso en nombre de Aquel de quien era verdadero representante...

Ahora que este padre de cuatro carmelitas está en el cielo, ya no es la
mano del Pontífice la que reposa sobre su frente, profetizándole el martirio... Es la mano del Esposo de las Vírgenes, la del Rey de la gloria, la que hace resplandecer la cabeza de su fiel servidor. ¡Y ya nunca esa mano adorada dejará de apoyarse en la frente que ella misma ha glorificado...!

Mi papá querido se llevó un disgusto muy grande cuando, al salir de la
audiencia, me encontró deshecha en lágrimas, e hizo todo lo posible por consolarme; pero en vano...

En el fondo del corazón yo sentía una gran paz, puesto que había hecho absolutamente todo lo que estaba en mis manos para responder a lo que Dios pedía de mí. Pero esa paz estaba en el fondo, mientras la amargura inundaba mi alma, pues Jesús callaba. Parecía estar ausente, nada me revelaba su presencia... Tampoco aquel día el sol se atrevió a brillar, y el hermoso cielo de Italia, cargado de oscuros nubarrones, no cesó de llorar conmigo...

Todo había terminado. El viaje no tenía ya el menor atractivo para mí, pues su objetivo había fracasado

Sin embargo, las últimas palabras del Santo Padre deberían haberme
consolado: ¿no eran, en realidad, una verdadera profecía?

A pesar de todos los obstáculos, se realizó lo que Dios quiso. No permitió a las criaturas hacer lo que ellas querían, sino lo que quería él...

El lunes 9 de abril, día en que el Carmelo celebraba la fiesta de la
Anunciación, trasladada a causa de la cuaresma, fue el día elegido para mi entrada.

Edad : 15 años -
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Francisco Duran Tobias
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MensajePublicado: Mar Nov 14, 2006 11:24 pm    Asunto:
Tema: XV Encuentro de oración . 26/11/06.
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¡El espectáculo de aquel anciano ofreciendo su hija al Señor, cuando aún estaba en la primavera de la vida, tuvo que hacer sonreír a los ángeles...!


Pocos instantes después, se cerraron tras de mí las puertas del arca santay recibí los abrazos de las hermanas queridas que me habían hecho de madres y a las que en adelante tomaría por modelo de mis actos...


Habla de la superiora :

Su bondad para conmigo no tenía límites, y, sin embargo, mi alma no
lograba expansionarse con ella... Me suponía un gran esfuerzo hacer con ella la conferencia espiritual. Como no estaba acostumbrada a hablar de mi alma, no sabía cómo expresar lo que sucedía en mi interior.

Una Madre ya mayor intuyó un día lo que me pasaba y me dijo, sonriendo, en la recreación: -«Hijita, me parece que tú no debes de tener gran cosa que decir a las superioras».-«¿Por qué dice eso, Madre...?» -

«Porque tu alma es extremadamente sencilla ; y cuando seas perfecta, serás más sencilla todavía, pues cuanto uno más se acerca a Dios, más se simplifica».


La florecita trasplantada a la montaña del Carmelo tenía que abrirse a la sombra de la cruz; las lágrimas y la sangre de Jesús fueron su rocío, y su Faz adorable velada por el llanto fue su sol...


Comprendí en qué consistía la verdadera gloria. Aquel cuyo reino no es de este mundo me hizo ver que la verdadera sabiduría consiste en «querer ser ignorada y tenida en nada», en «cifrar la propia alegría en el desprecio de sí mismo».

Lo que yo observé, sobre todo, fueron los progresos que papá hacía en la perfección. A ejemplo de san Francisco de Sales, había llegado a dominar su impulsividad natural hasta tal punto, que parecía tener el temperamento más dulce del mundo... Las cosas de la tierra apenas parecían rozarle, y se sobreponía fácilmente a las contrariedades de la vida.


En una palabra, Dios lo inundaba de consuelos. Durante sus visitas diarias al Santísimo, se le llenaban con frecuencia los ojos de lágrimas y su rostro reflejaba una dicha celestial...


La toma de hábito:


A la mañana siguiente, el cielo no había cambiado. Sin embargo, la fiesta resultó maravillosa, y la flor más bella, la más preciosa de todas, fue mi rey querido. Nunca había estado tan guapo y tan digno... Fue la admiración de todo el mundo. Aquel día fue su triunfo, su última fiesta aquí en la tierra.


Había entregado todas sus hijas a Dios, pues cuando Celina le confió su vocación, él había llorado de alegría, y había ido a dar gracias a Quien «lehacía el honor de tomar para sí a todas sus hijas».


Mi deseo de sufrir se vio colmado. No obstante, mi amor al sufrimiento no decreció, por lo que pronto mi alma participó también en los sufrimientos de mi corazón. La sequedad se hizo mi pan de cada día.

Mas aunque estaba privada de todo consuelo, era la más feliz de las criaturas, pues veía cumplidos todos mis deseos...
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Francisco Duran Tobias
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MensajePublicado: Mar Nov 14, 2006 11:24 pm    Asunto:
Tema: XV Encuentro de oración . 26/11/06.
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«Dios mío, no te pido pronunciar los santos votos, esperaré
todo el tiempo que quieras. Lo único que deseo es que mi unión contigo no se vea diferida por mi culpa. Por eso, voy a poner todo mi empeño en prepararme un hermoso vestido recamado de piedras preciosas.

Cuando tú creas que ya está lo suficientemente rico y adornado, estoy segura de que ni todas las criaturas juntas podrán impedirte bajar hasta mí para unirme a ti para siempre, Amado mío...»


Me aplicaba, sobre todo, a la práctica de las virtudes pequeñas, al no tener facilidad para practicar las grandes. Así, por ejemplo, me gustaba plegar las capas que dejaban olvidadas las hermanas y prestarles todos los pequeños servicios que podía.


También se me concedió el amor a la mortificación, que era tanto mayor cuanto que no me permitían hacer nada para satisfacerlo... La única mortificación que yo hacía en el mundo, que consistía en no apoyar la espalda cuando me sentaba, me la prohibieron, debido a la propensión que tenía a encorvarme.

Claro, que si me hubiesen dado permiso para hacer muchas penitencias, seguramente ese entusiasmo no me habría
durado mucho... Las únicas que podía hacer sin pedir permiso consistían en mortificar mi amor propio, lo cual me aprovechaba mucho más que las penitencias corporales...



Desde hacía algún tiempo, a nuestro pobre papaíto, que estaba un poco mejor, lo sacaban a pasear en coche. Incluso se pensó en hacerle tomar el tren para venir a vernos.


Y, naturalmente, Celina pensó enseguida que había que escoger para ese viaje el día de mi toma de velo. Para que no se canse, decía, no le haré asistir a toda la ceremonia; sólo al final iré a buscarle y le llevaré
muy despacito hasta la reja para que Teresa reciba su bendición.
¡Qué bien retratado estaba ahí el corazón de mi Celina...! ¡Qué gran
verdad es que «al amor nada le parece imposible, porque para él todo es posible y permitido...!» La prudencia humana, por el contrario, tiembla a cada paso y no se atreve, por así decirlo, a posar el pie en el suelo.



Así, Dios, que quería probarme, se sirvió de ella como de un instrumento dócil en sus manos, y el día de mis bodas estuve realmente huérfana de padre en la tierra, pero pudiendo mirar con confianza al cielo y decir con toda verdad: «Padre nuestro, que estás en el cielo».


Antes de hablarte de esta prueba, Madre querida, debería haberte hablado de los ejercicios espirituales que precedieron a mi profesión. Esos ejercicios, no sólo no me proporcionaron ningún consuelo, sino que en ellos la aridez más absoluta y casi casi el abandono fueron mis
compañeros. Jesús dormía, como siempre, en mi navecilla.


¡Qué pena!, tengo la impresión de que las almas pocas veces le dejan
dormir tranquilamente dentro de ellas. Jesús está ya tan cansado de ser él quien corra con los gastos y de pagar por adelantado, que se apresura a aprovecharse del descanso que yo le ofrezco. No se despertará, seguramente, hasta mi gran retiro de la eternidad; pero esto, en lugar de afligirme, me produce una enorme alegría...


Verdaderamente, estoy lejos de ser santa, y nada lo prueba mejor que lo que acabo de decir. En vez de alegrarme de mi sequedad, debería
atribuirla a mi falta de fervor y de fidelidad. Debería entristecerme por
dormirme (¡después de siete años!) en la oración y durante la acción de gracias. Pues bien, no me entristezco...

Pienso que los niños agradan tanto a sus padres mientras duermen como cuando están despiertos; pienso que los médicos, para hacer las operaciones, [76rº] duermen a los enfermos. En una palabra, pienso que «el Señor conoce nuestra masa, se acuerda de que no somos más que polvo».
Mis ejercicios para la profesión fueron, pues, como todos los que vinieron después, unos ejercicios de gran aridez. Sin embargo, Dios me mostró claramente, sin que yo me diera cuenta, la forma de agradarle y de practicar las más sublimes virtudes.


He observado muchas veces que Jesús no quiere que haga provisiones.

Me alimenta momento a momento con un alimento totalmente nuevo, que encuentro en mí sin saber de dónde viene... Creo simplemente que Jesús mismo, escondido en el fondo de mi pobre corazón, es quien me concede la gracia de actuar en mí y quien me hace descubrir lo que él quiere que haga en cada momento.


Nunca hasta entonces me había venido al pensamiento una sola duda
acerca de mi vocación. Pero tenía que pasar por esa prueba. Por la noche, al hacer el Viacrucis después de Maitines, se me metió en la cabeza que mi vocación era un sueño, una quimera...

La vida del Carmelo me parecía muy hermosa, pero el demonio me insuflaba la convicción de que no estaba hecha para mí, de que engañaba a los superiores empeñándome en seguir un camino al que no estaba llamada...


Hice, pues, salir del coro a la maestra de novicias, y, llena de confusión, le expuse el estado de mi alma...
Gracias a Dios, ella vio más claro que yo y me tranquilizó por completo. Por lo demás, el acto de humildad que había hecho acababa de poner en fuga al demonio, que quizás pensaba que no me iba a atrever a confesar aquella tentación. En cuanto acabé de hablar, desaparecieron todas las dudas.



En la mañana del 8 de septiembre, me sentí inundada por un río de paz. Y en medio de esa paz, «que supera todo sentimiento», emití los santos votos...
Mi unión con Jesús no se consumó entre rayos y relámpagos -es decir, entre gracias extraordinarias-, sino al soplo de un ligero céfiro parecido al que oyó en la montaña nuestro Padre san Elías...


¡Cuántas gracias pedí aquel día...! Me sentía verdaderamente reina, así que me aproveché de mi título para liberar a los cautivos y alcanzar favores del Rey para sus súbditos ingratos. En una palabra, quería liberar a todas las almas del purgatorio y convertir a los pecadores...


Me ofrecí a Jesús para que se hiciese en mí con toda perfección su
voluntad, sin que las criaturas fuesen nunca obstáculo para ello...


El día de mi profesión recibí otra gran alegría al saber de labios de la
madre Genoveva que también ella había pasado por la misma prueba que yo antes de pronunciar sus votos...

Muerte de la madre Genoveva :


Durante las dos horas que pasé allí, me parecía que mi alma debería estar llena de fervor; por el contrario, se apoderó de mí una especie de
insensibilidad. Pero en el momento mismo en que nuestra santa madre Genoveva nacía para el cielo, mis disposiciones interiores dieron un vuelco: en un abrir y cerrar de ojos me sentí henchida de una alegría y de un fervor inexplicables. Era como si la madre Genoveva me hubiese dado una parte de la felicidad de que ella ya gozaba, pues estoy plenamente convencida de que fue derecha al cielo...



Todas las hermanas se apresuraron a pedir alguna reliquia, y tú ya sabes, Madre querida, la que yo tengo la dicha de poseer... Durante la agonía de la madre Genoveva, vi que una lágrima brillaba en uno de sus párpados como un diamante.


Esa lágrima, la última de todas las que derramó, no llegó a desprenderse, y vi que seguía brillando en el coro sin que nadie pensara en recogerla. Entonces, tomando un pañito fino, me acerqué por la noche, sin que nadie me viera, y recogí como reliquia la última lágrima de una santa... Desde entonces la he llevado siempre en la bolsita donde guardo encerrados mis votos.


Una noche, después de la muerte de la madre Genoveva, tuve uno más entrañable. Soñé que la Madre estaba haciendo testamento, y que a cada una de las hermanas le dejaba algo de lo que le había pertenecido.


Cuando me llegó el turno a mí, pensé que no iba a recibir nada, pues ya no le quedaba nada. Pero, incorporándose, me dijo por tres veces con acento penetrante: «A ti te dejo mi corazón».


Una mañana, al levantarme, tuve el presentimiento de que sor Magdalena se había muerto. El claustro estaba a oscuras y nadie salía de su celda.


Por fin, me decidí [79vº] a entrar en la celda de la hermana Magdalena, que tenía la puerta abierta. Y la vi, vestida y acostada en su jergón. No sentí el menor miedo. Al ver que no tenía cirio, se lo fui a buscar, y también una corona de rosas.


También me sentía feliz de poder tocar los vasos sagrados y de preparar los corporales destinados a recibir a Jesús. Sabía que tenía que ser muy fervorosa y recordaba con frecuencia estas palabras dirigidas a un santo diácono: «Sé santo, tú que tocas los vasos del Señor».


No puedo decir que haya recibido frecuentes consuelos durante las
acciones de gracias; tal vez sean los momentos en que menos los he
tenido... Y me parece muy natural, pues me he ofrecido a Jesús, no como quien desea recibir su visita para propio consuelo, sino, al contrario, para complacer al que se entrega a mí.
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Francisco Duran Tobias
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MensajePublicado: Mar Nov 14, 2006 11:28 pm    Asunto:
Tema: XV Encuentro de oración . 26/11/06.
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Me imagino a mi alma como un terreno libre, y pido a la Santísima Virgen que quite los escombros que pudieran impedirle [80rº] esa libertad. Luego le suplico que monte ella una gran tienda digna del cielo y que la adorne con sus propias galas. Después invito a todos los ángeles y santos a que vengan a dar un magnífico concierto. Y cuando Jesús baja a mi corazón,



me parece que está contento de verse tan bien recibido, y yo estoy
contenta también... Pero todo esto no impide que las distracciones y el sueño vengan a visitarme. Pero al terminar la acción de gracias y ver que la he hecho tan mal, tomo la resolución de vivir todo el día en una continua acción de gracias...


Ya ves, Madre querida, que Dios está muy lejos de llevarme por el camino del temor. Sé encontrar siempre la forma de ser feliz y de aprovecharme de mis miserias... Y estoy segura de que eso no le disgusta a Jesús, pues él mismo parece animarme a seguir por ese camino...



Un día, contra mi costumbre, estaba un poco turbada al ir a comulgar; me parecía que Dios no estaba contento de mí y pensaba en mi interior: «Si hoy sólo recibo la mitad de una hostia, me llevaré un disgusto, pues creeré que Jesús viene como de mala gana a mi corazón». Me acerco... y, ¡oh, felicidad!, por primera vez en mi vida veo que el sacerdote ¡toma dos hostias bien separadas y me las da...!


Comprenderás mi alegría y las dulces lágrimas que derramé ante tan gran misericordia...
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Francisco Duran Tobias
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MensajePublicado: Mie Nov 15, 2006 8:16 pm    Asunto:
Tema: XV Encuentro de oración . 26/11/06.
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Reflexión :

Me quedaba pensando en lo que dicen ; que somos realmente polvo.

Una vez entendida lo que es la Resurrección pensaba alguna vez ¿ Y porque cuando una persona se va de este mundo , no se la lleva Dios entera , cuerpo y alma ?

¿ Porque deja que el cuerpo acaba en polvo ?

Quizás una respuesta sea para encerrar en misterio lo que el Padre entrega por amor a sus hijos ... que hay vida eterna .

Y por otro lado para que veamos con nuestros propios ojos en que nos convertiremos “ en polvo “

Me duele pensar en cuantas almas no aceptando a Dios ven ese final como el final de toda su existencia .

Pero nosotros aprendimos que las cosas que nacieron de la carne se convertirán en polvo al igual que todo proyecto , idea o acción que no sea la voluntad de Dios .

Las cosas que nacieron del espíritu son espíritu y no mueren igual que las voluntades que nacieron de Dios y son llevadas con alegría por sus hijos .

A pesar de la evidencia seguimos aferrándonos a la tierra , sabiendo que perecerá toda cosa que lleve esa dirección .

Y siendo eso “ polvo “ como es posible que seamos vanidosos , orgullosos etc , como es posible encontrar en esa pequeñez una posibilidad de ser altivos y creernos que en nosotros nació algo ; pensamiento o acción .
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Francisco Duran Tobias
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MensajePublicado: Sab Nov 18, 2006 8:26 pm    Asunto:
Tema: XV Encuentro de oración . 26/11/06.
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Retiro del P. Alejo


Yo sufría por aquel entonces grandes pruebas interiores de todo tipo
(hasta llegar a preguntarme a veces si existía un cielo ). Estaba decidida a no decirle nada acerca de mi estado interior, por no saber explicarme. Pero apenas entré en el confesionario, sentí que se dilataba mi alma. Apenas pronuncié unas pocas palabras, me sentí maravillosamente comprendida, incluso adivinada... Mi alma era como un libro abierto, en el que el Padre leía mejor incluso que yo misma... Me lanzó a velas desplegadas por los mares de la confianza y del amor, que tan fuertemente me atraían, pero por los que no me atrevía a navegar... Me dijo que mis faltas no desagradaban a Dios, y que, como representante suyo, me decía de su parte que Dios estaba muy contento de mí...


¡Qué feliz me sentí al escuchar esas consoladoras palabras...! Nunca
había oído decir que hubiese faltas que no desagradaban a Dios. Esas
palabras me llenaron de alegría y me ayudaron a soportar con paciencia el destierro de la vida... En el fondo del corazón yo sentía que eso era así, pues Dios es más tierno que una madre. ¿No estás tú siempre dispuesta, Madre querida, a perdonarme las pequeñas indelicadezas de que te hago objeto sin querer...? ¡Cuántas veces lo he visto por experiencia...!

Ningún reproche me afectaba tanto como una sola de tus caricias. Soy de tal condición, que el miedo me hace retroceder, mientras que el amor no sólo me hace correr sino volar...


------------------------------------------------------------------------


Priorato de la madre Inés


Y desde el día bendito de tu elección, Madre querida, sí, desde ese día volé por los caminos del amor... Ese día, ¡Paulina pasó a ser mi Jesús viviente... y se convirtió por segunda vez en mi «mamá»...!

De tres años a esta parte, vengo teniendo la dicha de contemplar las
maravillas que obra Jesús por medio de mi Madre querida... Veo que sólo el sufrimiento es capaz de engendrar almas, y estas sublimes palabras de Jesús se revelan como nunca en toda su profundidad:

«Os aseguro que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto».

¡Y qué cosecha tan abundante has recogido...! Has sembrado entre
lágrimas, pero pronto verás el fruto de tus trabajos y volverás llena de
alegría trayendo en tus manos las gavillas...


Entre esas gavillas floridas, Madre mía, va oculta ahora la florecilla blanca; pero en el cielo tendrá voz para cantar tu dulzura y las virtudes que te ve practicar día tras día a la sombra y en el silencio de esta vida de destierro...
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Francisco Duran Tobias
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MensajePublicado: Sab Nov 18, 2006 8:27 pm    Asunto:
Tema: XV Encuentro de oración . 26/11/06.
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Al igual que Salomón, después de examinar todas las obras de sus manos y la fatiga que le costó realizarlas, vio que todo era vanidad y caza de viento, así también yo conocí por EXPERIENCIA que la felicidad sólo se halla en esconderse y en vivir en la ignorancia de las cosas creadas. Comprendí que, sin el amor, todas las obras son nada, incluso las más brillantes, como resucitar a los muertos o convertir a los pueblos...


Los dones que Dios me ha prodigado (sin yo pedírselos), en lugar de
perjudicarme y de producirme vanidad, me llevan hacia él. Veo que sólo él es inmutable y que sólo él puede llenar mis inmensos deseos...
Hay también deseos de otra índole que Jesús ha querido convertirme en realidad, deseos infantiles como el de la nieve para mi toma de hábito.

Tú sabes bien, Madre querida, cómo me gustan las flores. Al hacerme
prisionera a los 15 años, renuncié para siempre a la dicha de correr por los campos esmaltados con los tesoros de la primavera. Pues bien, nunca he tenido tantas flores como desde que entré en el Carmelo...


En medio de esta mi impotencia, la Sagrada Escritura y la Imitación
de Cristo vienen en mi ayuda. En ellas encuentro un alimento sólido y
completamente puro. Pero lo que me sustenta durante la oración, por
encima de todo, es el Evangelio.

En él encuentro todo lo que necesita mi pobre alma. En él descubro de continuo nuevas luces y sentidos ocultos y misteriosos...


Comprendo y sé muy bien por experiencia que «el reino de los cielos está dentro de nosotros». Jesús no tiene necesidad de libros ni de doctores para instruir a las almas. El, el Doctor de los doctores, enseña sin ruido de palabras...

Yo nunca le he oído hablar, pero siento que está dentro de mí, y que me guía momento a momento y me inspira lo que debo decir o hacer. Justo en el momento en que las necesito, descubro luces en las que hasta entonces no me había fijado. Y las más de las veces no es precisamente en la oración donde esas luces más abundan, sino más bien en medio de las ocupaciones del día...


Madre querida, después de tantas gracias, ¿no podré cantar yo con el
salmista: «El Señor es bueno, su misericordia es eterna»?


Me parece que si todas las criaturas gozasen de las mismas gracias que yo, nadie le tendría miedo a Dios sino que todos le amarían con locura; y que ni una sola alma consentiría nunca en ofenderle, pero no por miedo sino por amor...


Comprendo, sin embargo, que no todas las almas se parezcan; tiene que haberlas de diferente alcurnias, para honrar de manera especial cada una de las perfecciones divinas.
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Francisco Duran Tobias
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MensajePublicado: Sab Nov 18, 2006 9:25 pm    Asunto:
Tema: XV Encuentro de oración . 26/11/06.
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Fin del Manuscrito A
------------------------------------------------------------------------

Este año, el 9 de junio, fiesta de la Santísima Trinidad, recibí la gracia de entender mejor que nunca cuánto desea Jesús ser amado.
Pensaba en las almas que se ofrecen como víctimas a la justicia de Dios para desviar y atraer sobre sí mismas los castigos reservados a los culpables. Esta ofrenda me parecía grande y generosa, pero yo estaba lejos de sentirme inclinada a hacerla.


«Dios mío, exclamé desde el fondo de mi corazón, ¿sólo tu justicia
aceptará almas que se inmolen como víctimas...? ¿No tendrá también
necesidad de ellas tu amor misericordioso...? En todas partes es
desconocido y rechazado. Los corazones a los que tú deseas prodigárselo se vuelven hacia las criaturas, mendigándoles a ellas con su miserable afecto la felicidad, en vez de arrojarse en tus brazos y aceptar tu amor infinito...


«¡Oh, Dios mío!, tu amor despreciado ¿tendrá que quedarse encerrado en tu corazón? Creo que si encontraras almas que se ofreciesen como víctimas de holocausto a tu amor, las consumirías rápidamente. Creo que te sentirías feliz si no tuvieses que reprimir las oleadas de infinita ternura que hay en ti...


«Si a tu justicia, que sólo se extiende a la tierra, le gusta descargarse,
¡cuánto más deseará abrasar a las almas tu amor misericordioso, pues su misericordia se eleva hasta el cielo...!


«¡Jesús mío!, que sea yo esa víctima dichosa. ¡Consume tu holocausto con el fuego de tu divino amor...!»

¡Qué dulce es el camino del amor...! ¡Cómo deseo dedicarme con la mayor entrega a hacer siempre la voluntad de Dios...!


¿Cómo acabará esta «historia de una florecita blanca»...? ¿Será tal vez cortada en plena lozanía, o quizás trasplantada a otras riberas...? No lo sé. Pero de lo que sí estoy segura es de que la misericordia de Dios la acompañará siempre, y de que nunca la florecita dejará de bendecir a la madre querida que la entregó a Jesús. Eternamente se alegrará de ser una de las flores de su corona... Y eternamente cantará con esa madre querida el cántico siempre nuevo del amor...


¡La ciencia del amor! ¡Sí, estas palabras resuenan dulcemente en los
oídos de mi alma! No deseo otra ciencia. Después de haber dado por ella todas mis riquezas, me parece, como a la esposa del Cantar de los Cantares, que no he dado nada todavía... Comprendo tan bien que, fuera del amor, no hay nada que pueda hacernos gratos a Dios, que ese amor es el único bien que ambiciono.
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Francisco Duran Tobias
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MensajePublicado: Sab Nov 18, 2006 9:26 pm    Asunto:
Tema: XV Encuentro de oración . 26/11/06.
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He aquí, pues, todo lo que Jesús exige de nosotros. No tiene necesidad de nuestras obras, sino sólo de nuestro amor. Porque ese mismo Dios que declara que no tiene necesidad de decirnos si tiene hambre, no vacila en mendigar un poco de agua a la Samaritana. Tenía sed...

Pero al decir: «Dame de beber»,


lo que estaba pidiendo el Creador del universo era el amor de su pobre criatura. Tenía sed de amor...
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Francisco Duran Tobias
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MensajePublicado: Dom Nov 19, 2006 9:47 pm    Asunto:
Tema: XV Encuentro de oración . 26/11/06.
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Ser tu esposa, Jesús, ser carmelita, ser por mi unión contigo madre de almas, debería bastarme... Pero no es así... Ciertamente, estos tres privilegios son la esencia de mi vocación: carmelita, esposa y madre.


Sin embargo, siento en mi interior otras vocaciones : siento la vocación de guerrero, de sacerdote, de apóstol, de doctor, de mártir. En una palabra, siento la necesidad, el deseo de realizar por ti, Jesús, las más heroicas hazañas...


Siento en mi alma el valor de un cruzado, de un zuavo
pontificio. Quisiera morir por la defensa de la Iglesia en un campo de batalla...


Siento en mí la vocación de sacerdote . ¡Con qué amor, Jesús, te llevaría en mis manos cuando, al conjuro de mi voz, bajaras del cielo...! ¡Con qué amor te entregaría a las almas...! Pero, ¡ay!, aun deseando ser sacerdote, admiro y envidio la humildad de san Francisco de Asís y siento en mí la vocación de imitarle renunciado a la sublime dignidad del sacerdocio.


¡Oh, Jesús, amor mío, mi vida...!, ¿cómo hermanar estos contrastes?


Sí, a pesar de mi pequeñez, quisiera iluminar a las almas como los
profetas y como los doctores.


Tengo vocación de apóstol... Quisiera recorrer la tierra, predicar tu nombre y plantar tu cruz gloriosa en suelo infiel. Pero Amado mío, una sola misión no sería suficiente para mí. Quisiera anunciar el Evangelio al mismo tiempo en las cinco partes del mundo, y hasta en las islas más remotas...


Quisiera se misionero no sólo durante algunos años, sino haberlo sido desde la creación del mundo y seguirlo siendo hasta la consumación de los siglos...

Pero, sobre todo y por encima de todo, amado Salvador mío, quisiera derramar por ti hasta la última gota de mi sangre...


¡El martirio! ¡El sueño de mi juventud! Un sueño que ha ido creciendo conmigo en los claustros del Carmelo... Pero siento que también este sueño mío es una locura, pues no puedo limitarme a desear una sola clase de martirio... Para quedar satisfecha, tendría que sufrirlos todos...
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Francisco Duran Tobias
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MensajePublicado: Dom Nov 19, 2006 9:49 pm    Asunto:
Tema: XV Encuentro de oración . 26/11/06.
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Seguí leyendo, sin desanimarme, y esta frase me reconfortó: «Ambicionad los carismas mejores. Y aún os voy a mostrar un camino inigualable». Y el apóstol va explicando cómo los mejores carismas nada son sin el amor... Y que la caridad es ese camino inigualable que conduce a Dios con total seguridad.


Podía, por fin, descansar... Al mirar el cuerpo místico de la Iglesia, yo no me había reconocido en ninguno de los miembros descritos por san Pablo; o, mejor dicho, quería reconocerme en todos ellos...


La caridad me dio la clave de mi vocación. Comprendí que si la Iglesia
tenía un cuerpo, compuesto de diferentes miembros, no podía faltarle el más necesario, el más noble de todos ellos. Comprendí que la Iglesia tenía un corazón, y que ese corazón estaba ardiendo de amor.


Comprendí que sólo el amor podía hacer actuar a los miembros de la
Iglesia; que si el amor llegaba a apagarse, los apóstoles ya no anunciarían el Evangelio y los mártires se negarían a derramar su sangre...


Comprendí que el amor encerraba en sí todas las vocaciones, que el amor lo era todo, que el amor abarcaba todos los tiempos y lugares... En una palabra, ¡que el amor es eterno...!


Entonces, al borde de mi alegría delirante, exclamé: ¡Jesús, amor mío..., al fin he encontrado mi vocación! ¡Mi vocación es el amor...!
Sí, he encontrado mi puesto en la Iglesia, y ese puesto, Dios mío, eres tú quien me lo ha dado... En el corazón de la Iglesia, mi Madre, yo seré el amor... Así lo seré todo... ¡¡¡Así mi sueño se verá hecho realidad...!!!

Sí, esas naderías te gustarán y harán sonreír a la Iglesia triunfante, que recogerá mis flores deshojadas por amor y las pasará por tus divinas manos, Jesús. Y luego esa Iglesia del cielo, queriendo jugar con su hijito, arrojará también ella esas flores -que habrán adquirido a tu toque divino un valor infinito- arrojará esas flores sobre la Iglesia sufriente para apagar sus llamas, y las arrojará también sobre la Iglesia militante para hacerla alcanzar la victoria...
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