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Falsedad de otras religiones según Pascal

 
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juanmaria
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Registrado: 28 Dic 2006
Mensajes: 344

MensajePublicado: Dom Ene 07, 2007 7:35 pm    Asunto: Falsedad de otras religiones según Pascal
Tema: Falsedad de otras religiones según Pascal
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FALSEDAD DE OTRAS RELIGIONES

203 (595-399) Falsedad de otras religiones. Mahoma, sin autoridad.

Haría falta, por tanto, que sus razones fueran muy poderosas, al no tener más que su propia fuerza. ¿Qué dice, pues? Que es preciso creerle.

204 (592-396) Falsedad de otras religiones.

No tienes testigos. Estos los tienen.

Dios desafía a las demás religiones a que produzcan tales señales. Is. 43, 9-44, 8.

205 (489-431) Si hay un solo principio de todo, un solo fin de todo —todo por él, todo para él—, es necesario, pues, que la verdadera religión nos enseñe a no adorarle más que a El y a no amarle más que a El. Pero, como nos encontramos en la imposibilidad de adorar lo que no conocemos y de amar a otra cosa que a nosotros mismos, es menester que la religión que instruye acerca de estos deberes nos instruya también acerca de estas impotencias y nos enseñe asimismo los remedios. Ella nos enseña que por un hombre se ha perdido todo y se ha roto la conexión entre Dios y nosotros, y que, por un hombre, la unión ha sido restablecida.

Nacemos tan contrarios a este amor de Dios, y es tan necesario, que es preciso que nazcamos culpables, o Dios sería injusto.

206 (235-452a) Rem viderunt, causam non viderunt (1).

207 (597-401) Contra Mahoma.

El Corán no es más de Mahoma que el Evangelio de San Mateo. Porque está citado por muchos autores de siglo en siglo. Los mismos enemigos, Celso y Porfirio, no lo han desaprobado jamás.

37 S. Agustín, Contra Pelagio, IV, 60: «Vieron el efecto, no la causa.» Esta reflexión está hecha a propósito del tercer libro de La República, de Cicerón, en el cual éste describe la miseria del hombre, pero sin llegar a señalar su causa.

El Corán dice que San Mateo era hombre de bien; por tanto, era falso profeta, o por llamar gentes de bien a los malos, o por no estar de acuerdo con lo que ellos han dicho de J. C.

208 (435-439) Sin estos divinos conocimientos, ¿qué han podido hacer los hombres, sino elevarse en el sentimiento interior que les queda de su pasada grandeza, o abatirse ante la visión de su debilidad presente? Porque, al no ver la verdad entera, no han podido alcanzar una perfecta vir­tud; considerando unos la naturaleza como incorrupta, otros como irreparable, no han podido evitar el orgullo o la pe-reza, que son las dos fuentes de todos los vicios, puesto que no pueden sino abandonarse por cobardía o alzarse por orgullo. Porque, si conocían la excelencia del hombre, ignoraban su corrupción, de suerte que evitaban fácilmen­te la pereza, pero se perdían en la soberbia; y si recono­cían la imperfección de la naturaleza, ignoraban su digni­dad, de manera que podían evitar fácilmente la vanidad, pero precipitándose en la desesperación.

De ahí proceden las diversas sectas de estoicos y epicu­ros, de dogmáticos y de académicos, etc.

Sólo la religión cristiana ha podido curar estos dos vi­cios, no expulsando el uno por el otro por medio de la sa­biduría de la tierra, sino expulsando al uno y al otro me­diante la simplicidad del Evangelio. Porque enseña a los justos, a los que eleva hasta la participación de la divi­nidad misma, que en ese sublime estado llevan todavía la fuente de toda corrupción, la cual les hace estar durante toda la vida sujetos al error, a la miseria, a la muerte, al pecado; y grita a los más impíos que son capaces de la gracia de su Redentor. Así, haciendo temblar a los que justifica y consolando a los que condena, atempera con tanta justeza el temor con la esperanza, por esta doble capacidad común a todos de la gracia y el pecado, que abaja infinitamente más de lo que la razón puede hacer, pero sin desesperar, y eleva infinitamente más que el or­gullo de la naturaleza, pero sin engreír, y haciendo ver con ello que, siendo la única exenta de error y de vicio, no corresponde más que a ella el instruir y corregir a los hombres.

¿Quién puede, por tanto, rehusarse a creer y a adorar estas luces celestiales? Pues, ¿no está más claro que el día que sentimos en nosotros mismos caracteres indelebles de excelencia?, ¿y no es también verdadero que experi­mentamos a cada momento los afectos de nuestra deplo­rable condición?

¿Qué nos grita, pues, este caos y esta monstruosa con-fusión, sino la verdad de esos dos estados, con una voz potente que es imposible resistir?

209 (599-402) Diferencia entre J: C. y Mahoma.
Mahoma no predice, J. C. predice.
Mahoma matando, J. C. haciendo matar a los suyos.

Mahoma prohibiendo leer, los apóstoles ordenando leer.

En fin, hay tantas cosas contrarias que si Mahoma ha to­mado el camino de triunfar humanamente, J. C. ha tomado el de perecer humanamente, y que en lugar de concluir que, como Mahoma ha triunfado, J. C. pudo haber triun­fado, es preciso decir que, ya que Mahoma ha triunfado, J. C. debía perecer.

210 (451-134) Todos los hombres se odian naturalmente el uno al otro. Uno se ha servido como ha podido de la con­cupiscencia para ponerla al servicio del bien público. Pero eso no es más que fingir y una falsa imagen de la caridad, porque en el fondo no es sino odio.

211 (453-135) Se ha fundado y sacado de la concupiscencia reglas admirables de policía, de moral y de justicia.

Pero en el fondo, ese villano fondo del hombre, ese fig­mentum malum no está más que encubierto. No ha sido quitado.

212 (528-678) J. C. es un Dios a quien uno se acerca sin or­gullo y bajo el cual uno se humilla sin desesperación.

213 (551-773) Dignior plagis quam osculis non timeo quia amo" (2)

214 (491-432) La verdadera religión debe tener como señal el obligar a amar a su Dios. Esto es muy justo, y sin em­bargo ninguna lo ha ordenado; la nuestra lo ha hecho. Incluso debe haber conocido la concupiscencia y la im­potencia; la nuestra lo ha hecho.

Debe haber aportado remedios para ellas; uno es la ora­ción. Ninguna religión ha pedido a Dios amarle y seguirle.

215 (433-426) Después de haber entendido toda la natura­leza del hombre, es preciso, para hacer que una religión sea verdadera, que haya conocido nuestra naturaleza. Debe de haber conocido la grandeza y la pequeñez, y la razón de una y otra. ¿Cuál la ha conocido, sino la cristiana?
216 (493-435) La verdadera religión enseña nuestros debe-res, nuestras impotencias, orgullo y concupiscencia, y los remedios, humillación, mortificación.

217 (650-552) Hay figuras claras y demostrativas, pero hay otras que parecen sacadas un poco por los pelos, y que no prueban más que a los que están persuadios por otra parte. Estas son parecidas a las apocalípticas.

Pero la diferencia está en que ninguna es indudable, de tal manera que no hay nada tan injusto como mostrar que las suyas están tan bien fundadas como algunas de las nues­tras. Porque no tienen figuras demostrativas como algu­nas de las nuestras.

La partida no es, pues, igual. Es necesario no igualar y confundir estas cosas, ya que parecen ser semejantes por un extremo, siendo tan diferentes por el otro. Son las cla­ridades las que merecen, cuando son divinas, que se reve­rencien las oscuridades.

(Es como aquellos entre los cuales existe un cierto len-guaje oscuro; los que no lo entendieran, no comprenderían más que insensateces.)

218 (598-400) No es por lo que hay de oscuro en Mahoma, y que se puede interpretar en un sentido misterioso, por lo que yo quiero que se le juzgue, sino por lo que hay de claro, por su paraíso y por lo demás. Es en esto que re­sulta ridículo. Y por ello no es justo tomar sus oscurida­des por misterios, habiendo visto que sus claridades son ridículas. No sucede lo mismo con la Escritura. Convengo en que haya oscuridades que sean tan extrañas como las de Mahoma, pero hay claridades admirables y profecías manifiestas y cumplidas. La partida no es, pues, igual. No hay que igualar y confundir las cosas que no se parecen más que por la oscuridad y no por la claridad que merece el que se reverencien las oscuridades.

219 (251-834) Las otras religiones, como las paganas, son más populares, pues descansan en lo exterior, pero no son para las personas cultas. Una religión puramente intelec­tual sería más adecuada para los cultos, pero no serviría para el pueblo. Sólo la religión cristiana se adecua a todos, siendo una mezcla de lo exterior y lo interior. Eleva al pueblo con lo interior y rebaja a los soberbios con lo ex­terior, y no es perfecta sin ambas cosas, porque hace falta que el pueblo entienda el espíritu de la letra y que los cultos sometan su espíritu a la letra.

220 (468-700) Ninguna otra religión ha propuesto odiarse, ninguna otra religión puede agradar, pues, a quienes se odian y buscan un ser verdaderamente amable. Y éstos, aunque jamás hubiesen oído hablar de la religión de un Dios humillado, la abrazarían inmediatamente.

Pensées (Pensamientos) Blaise Pascal
Notas:

(1) 37 S. Agustín, Contra Pelagio, IV, 60: «Vieron el efecto, no la causa.» Esta reflexión está hecha a propósito del tercer libro de La República, de Cicerón, en el cual éste describe la miseria del hombre, pero sin llegar a señalar su causa.

(2) S. Bernardo, In Cantica Sermones, LXXXIV: .Mereciendo golpes mejor que besos, no temo porque amo.. (Ed. Migne, t. II, p. 1186. Referencia dada por la edición de los Pensamientos de la Bonne Com­pagnie, París 1947.)
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