Sitibundo Asiduo
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Publicado:
Vie Ene 19, 2007 4:29 pm Asunto:
Tema: La Trinidad y las jerarquías de las Divinas Personas |
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Estimado JACL:
Te escribiré tal y como yo entiendo las cosas, ojalá te sean de utilidad.
Dios es trino por naturaleza: esto significa que la Trinidad no sé da ni por necesidad, ni por voluntad, sino por esencia de Dios.
La Trinidad existe desde siempre, desde toda la eternidad, antes de todos los tiempos. Sin embargo la revelación nos habla, tal como tú lo acotas, de un Padre, de un Hijo y de un Espíritu Santo.
Con lo que se indica, claramente, una autoridad, una antelación y una mayoría del llamado Padre en relación del llamado Hijo o Verbo.
Esto se debe tomar como un recurso de expresión didáctica dirigida más a nuestro consuelo que a la intelección perfecta del misterio, ya que, otra vez de acuerdo contigo, nuestra inteligencia está hecha para funcionar en nuestra realidad que es distinta y contraria a la realidad divina; pues sabemos muy bien que en Dios no hay antes o después, ni grande ni chico; sino que todo es Dios y nada más Dios. Dios completo.
En la explicación revelada sí hay grande y anterior, el Padre, sobre chico y posterior, el Hijo o Verbo.
La naturaleza de Dios es fundamentalmente amorosa, esto se debe entender como una fuerza hacia fuera de sí, para ser con el de fuera una sola cosa; sin avasallarlo, sin devorarlo, respetando absolutamente su ser, para llegar a formar con el otro una unidad de común acuerdo sin mayor ni menor, sin primero y segundo.
Esta naturaleza amorosa de Dios descalifica un concepto egoístico de Dios. Dios no es egoísta por ser amoroso y es amoroso porque ejerce su amor entregándose con todo lo que es a otro que no es Él mismo, a un ajeno.
Dios por ser Dios tiene este poder en grado absoluto y perfecto.
[En realidad lo esta haciendo continua y permanentemente por toda la eternidad]
El Dios solo o aislado no puede existir pues anularía su cualidad amorosa y se haría un ser totalmente inútil.
Dios tiene un testigo de su existencia que además es recibiente de su amor.
De la misma manera el Padre le ha pasado al Hijo en forma perfecta no solo los conocimientos sino todos y cada uno de sus infinitos atributos.
El Padre ama, y por eso entrega todo lo que es, a su Palabra; que si bien siempre ha estado con Él y en Él, es otro, es distinto al Padre, es el Verbo o Dios Hijo.
El Padre en un acto de amor “gigantesco” divino, digno de Dios, entrega todo su ser a su Hijo. Incluso su originalidad, incluso su primacía, incluso su anterioridad, porque es Dios y para Dios no hay imposibles.
Le comunica, por medio de su amor, toda su grandeza, toda su divinidad, su omnipotencia, su omnisciencia, su eternidad, su espiritualidad, su justicia etc. los atributos de Dios son innumerables.
El Padre pasa todos estos atributos, sin faltar ninguno, al Hijo. De igual modo que un maestro excelente podría transmitir todos sus conocimientos a un alumno excelente.
El maestro y el alumno sabrían exactamente lo mismo, tendrían una sola ciencia pero continuarían siendo dos personas diferentes, libres, cada una responsable de sus actos.
[Si las cosas se quedaran aquí tendríamos dos divinidades de igual poder, con la misma sabiduría y con todas las demás cualidades idénticas pero existiría una substancial distinción en el aspecto moral de las voluntades.
La del Padre sería una voluntad de amor tendente a darlo todo.
La del Hijo sería una voluntad de egoísmo tendente a recibirlo todo.
Así se daría la dualidad tan conocida y estudiada en la antigüedad como la base de la teología de las religiones dualistas como el mazdeísmo, la religión del gran Zoroastro.
Allí se establece, un Dios Padre llamado Ormuz, lleno de bondad, creador de las cosas invisibles, como el alma, y un Dios Hijo llamado Ajrimán lleno de maldad, creador de las cosas visibles, como el cuerpo: Entablándose la guerra permanente y eterna entre el bien y el mal, entre el Príncipe de la Luz y el Príncipe de las Tinieblas. Dioses de igual poder pero de distinto signo, atestiguándose el uno al otro pero enfrascados en una rivalidad por siempre.]
La verdad revelada por Jesucristo es muy otra.
El Hijo en un acto de amor de la misma magnitud que el del Padre, venciendo toda tentación, pliega su voluntad a la del Padre,(Getsemaní) con lo que se iguala en dignidad moral con Éste.
El Hijo ha aceptado el regalo, (Jn 3, 35) lo ha conservado, lo ha hecho suyo, ahora bien el regalo en sí tiene la majestuosidad de Dios pero también la imperfección de no ser Dios. Aquí el hijo se encuentra en una disyuntiva:
a) Con su poder de Dios lo diviniza, y admite como buena la imperfección (Mt 4, 1-11) y se establece la rivalidad entre dos Dioses de idéntico poder.
b) O redime el regalo, transformándolo desde dentro, con la ayuda de los hombres, en afín de Dios. (Jn 4, 34-3
Para tal suerte para decidirse por esta, muy difícil, solución tiene que despojarse de su divinidad, tiene que renunciar a todo, incluso a su vida, a su honor, a su fama, a su pudor, verse mofado de todos, traicionado y negado por sus amigos, tiene que comenzar por renunciar a su voluntad subordinarla consciente, libre y soberanamente a la de su Padre.
Aunque la tentación es muy fuerte (Mc 14, 3 suda, gotea sangre (Lc 22, 44) por fin se resuelve (Mc 14, 41) Todo se lo devuelve a su Padre, hasta su última necesidad de Hijo (Mc 15, 34-35), se siente desamparado y va a morir solo. En el momento de la muerte como un estertor final grita “Padre en tus manos pongo mi amor” (cfr Lc 23, 46) Por esta frase y en este momento trasladado al inicio de las cosas allá en la realidad y eternidad de Dios procede el Espíritu Santo.
Jesucristo, el Hijo de Dios, verdadero Dios y verdadero hombre muere como hombre y como Dios para ser uno con su Padre y con todos nosotros por toda la eternidad, ese es el costo de su amor.
Saludos afectuosos. _________________ Quieren abnegar su Gracia |
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