Foros de discusión de Catholic.net :: Ver tema - TESTIMONIOS VOCACIONALES
Foros de discusión
El lugar de encuentro de los católicos en la red
Ir a Catholic.net


Importante: Estos foros fueron cerrados en julio de 2009, y se conservan únicamente como banco de datos de todas las participaciones, si usted quiere participar en los nuevos foros solo de click aquí.


TESTIMONIOS VOCACIONALES

 
Publicar nuevo tema   Responder al tema    Foros de discusión -> Comunidad Vocacional
Ver tema anterior :: Ver tema siguiente  
Autor Mensaje
Marduck
Constante


Registrado: 06 Oct 2005
Mensajes: 942
Ubicación: Lima, Peru

MensajePublicado: Mie Oct 26, 2005 1:34 pm    Asunto: TESTIMONIOS VOCACIONALES
Tema: TESTIMONIOS VOCACIONALES
Responder citando

De la Nintendo a la verdadera felicidad.
Testimonio del Padre John Doyle L.C.

Todo hombre quiere ser feliz. Gastamos mucho dinero persiguiendo la belleza del cuerpo. Se han escrito muchos libros sobre cómo encontrar la fórmula mágica que nos dé la respuesta nuestro ansia de felicidad eterna. Este incesante anhelo, grabado en el corazón del hombre, motiva cientos de decisiones. Pero la felicidad parece dormir para muchos de nosotros, precisamente en el momento en que pensamos tenerla en nuestras manos, o suponemos que debería aparecer a primera vista.

Recuerdo que tenía unos ocho años, y disfrutaba mucho de mi cumpleaños. Solía esperar cada cumpleaños con la misma alegría con la que esperaba la llegada de la Navidad. Aquel año me regalaron un helicóptero Legos. ¡Estaba encantado! Era amarillo brillante, con hélices negras, y hasta podía poner a un hombrecito en su cabina. Estaba tan contento... Estuve muchas horas volando con él por toda la casa.

Una semana después, lo guardé en el armario de los juguetes, mientras mi madre se iba de compras. Era el juguete que más me había gustado. De repente todos me volvieron a encantar. Volví mi vista sobre mi Estación Espacial Legos; quería que fuese mi juguete preferido. Mi fascinación por el helicóptero de juguete se desvaneció en un instante. De repente, todo lo que yo quería era la estación espacial, y no dejé de insistir a mis padres hasta que me lo compraron, además de otro kit para mi Legos.

Pero cada vez me sucedía la misma historia: conseguía lo que quería, y cuando ya lo tenía moría la emoción que antes albergaba por alcanzarlo. Una o dos semanas después, ya estaba insistiendo a mis padres para tener algo más. Empleé mi infancia buscando y usando las últimas novedades en Legos, videojuegos, monopatines, bicicletas y muchas cosas más.

Un día, cuando tenía unos 14 años, llegó al mercado lo último en tecnología electrónica. Se trataba de la primera videoconsola Nintendo. Para mi mente joven, era un gran atractivo; en cuestión de minutos me volví a convencer de que estaba embarcándome en el último escalón de mi viaje hacia la felicidad. Por fin iba a ser verdadera y definitivamente feliz. Mi madre era la primera que debía conocer ese descubrimiento. Mamá, ¡por favor! Tienes que comprarme un Nintendo. Te prometo que no te pediré más cosas, ¡de verdad!. Había hecho un serio propósito para mi edad, y tenia que cumplirlo. Podría aburrirme con los primeros juegos, pero conseguiría más y más juegos nuevos. Era una de mis primeras ideas sobre el infinito, y me parecía que era la solución para disfrutar sin fin.

Después de muchas súplicas, platos lavados y césped cortado, conseguí lo que quería. Por mi cumpleaños me regalaron un maravilloso Play Station Nintendo. ¡Me llené de alegría! La monté llamé a mis amigos, y explotábamos cada vez que ganábamos un juego. Entonces tenia que comprar otro juego y otro y otro... Tras comprar alrededor 10 juegos de 40 dólares cada uno, decidí que necesitaba un tipo de felicidad más económico. No. Lo que de verdad necesito es un ordenador Lo pensé y lo conseguí. Sin embargo, todavía estaba buscando algo más. Más tarde tuve un coche, mi propia cuenta bancaria, tarjeta de crédito, chequera, etc. Tenía sólo 16 años, pero sentía que estaba perdiendo algo...

Recuerdo claramente el momento en el que, por fin, despertó en mí la idea de que la felicidad no podía ser comprada. Fue durante una clase de religión, que siempre me parecía, interminable. Ese día el profesor nos puso un vídeo sobre una monja que trabajada con gente pobre en India. Era la persona más anciana y arrugada que yo había visto, pero ¡qué sonrisa! Madre Teresa de Calcuta y sus monjas rezaban mucho y gastaban más de 12 horas diarias ayudando a enfermos y moribundos por las calles de La India. Comían poco, apenas dormían, y se lavaban con agua fría, pero ¡qué sonrisas! La cara de alegría de esa monja anciana me estaba invitando a penetrar en las profundidades de mi alma. Sabía que mi búsqueda de la felicidad debía tomar un nuevo rumbo. Su sonrisa me enseñaba una de las lecciones más importantes de la vida: la felicidad no está en tener algo, sino en ser alguien.

Inspirado por el ejemplo de esta pequeña monja, me volví al Señor en oración y Él empezó a mostrarme que debería recorrer un camino difícil para alcanzar la felicidad que ya antes estaba buscando. Empecé a sospechar una posible llamada al sacerdocio: una vida totalmente dedicada a Dios y a los demás. Dios había plantado la semilla de la vocación muchos años antes, en la fecunda tierra de mi familia, muy creyente, pero las malas hierbas del mundo habían amenazado con estrangular esta tierna planta.

El nerviosismo aumentó cuando recibí la llamada telefónica de un sacerdote con el que mi madre había contactado. Vino a visitarme y hablamos un rato. Me sugirió ir a un retiro. Al año siguiente, el último de mi escuela, la llamada del Señor se hizo cada vez más fuerte así que tomé la decisión de hacer la prueba e ir un período de tiempo al seminario. Durante el verano volé a la Costa Este de los Estados Unidos para participar en un programa de discernimiento vocacional llamado candidatado.

Tres días fueron suficientes para convencerme de que esto era para mí. Encontré a personas tan normales, yo que pensaba que el sacerdocio era para gente que reza mucho de rodillas y es muy santa. Aquí había 40 jóvenes entregados y que vivían dando a Dios el primer primero en sus vidas y dedicando su vida a servir a los demás. ¡Eran tan felices! Reinaba un ambiente de caridad. Cuando terminaron los tres meses, regresé a mi casa durante unos días, empaqueté las últimas cosas y partí hacia el seminario. Estaba seguro de que dejaba detrás algunas cosas, pero no había perdido mucho. Había descubierto una felicidad que el dinero no puede comprar, una felicidad que crece más y más a medida que pasan los años. Creo que esos Legos están todavía donde yo los dejé, y mi bici se estará probablemente oxidando en el garaje de mi casa. Mi ordenador, polvoriento ¿Conoces a alguien que quiera un Apple II, de 64k, como pieza de museo?

Han pasado 12 años desde que dejé mi casa, y fui ordenado sacerdote hace muy pocas semanas. ¡No puedo expresar lo feliz yo soy! Me gustaría darte alguna idea de lo que significa ser feliz precisamente estando cerca del Señor y sirviéndole a Él en los demás.

Quizás todavía no conozcas qué es lo que he conseguido. A lo mejor te has rendido en tu búsqueda de la felicidad, convencido de que nunca podrás alcanzarla. O quizás es más sencillo para ti. ¿Has intentado algo? A menudo decimos a Dios que queremos que se haga su voluntad (Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo). Pero sólo escuchando en el silencio de la oración la verdadera voluntad de Dios para nuestras vidas y siguiéndola, aunque sea con pasitos pequeños, alcanzaremos el camino de la felicidad en nuestras propias vidas.


El secreto de la felicidad verdadera sólo se encuentra cuando descubres y aceptas esos pequeños quereres de Dios para ti, y te das cuenta de que nada puede separarle de su amor. En contra de la mentalidad moderna, tú no te preocuparás de qué comes, qué utilizas, quién está o no está a tu lado... qué coche conduces o qué casa tienes. Él no es como la gente que tú conoces; Él hace que tú existas. Pero Él es verdaderamente alguien para ti cuando tú vives para Él y para los demás. Éste es el mensaje que aprendí de Madre Teresa de Calcula, hace ya más de 12 años. Éste es el mensaje que Dios ha estado aumentando en mi alma durante estos años en el seminario, de intensa preparación para el sacerdocio. Éste es el mensaje que quiero que tú mismo aprendas y experimentes.
_________________
ENVIA TU ESPIRITU SEÑOR Y RENUEVA LA FAZ DE LA TIERRA
Volver arriba
Ver perfil de usuario Enviar mensaje privado Enviar email Yahoo Messenger MSN Messenger
Kathy
Esporádico


Registrado: 11 Oct 2005
Mensajes: 61
Ubicación: Bogotá - Colombia

MensajePublicado: Mie Oct 26, 2005 9:59 pm    Asunto: Religiosa Paulina
Tema: TESTIMONIOS VOCACIONALES
Responder citando

Testimonio tomado de la siguiente web: http://www.arzobispadodeconcepcion.cl/congregaciones/congregacion5.htm

Testimonio Vocacional de la Hna. María Teresa Gajardo

Conocí la Congregación, cuando las hermanas fueron a mi parroquia, San Pedro de Coronel durante el mes de María en el año 77. Ellas exhibieron una película de la Virgen. En ese tiempo yo estaba haciendo mi discernimiento vocacional, con el P. Pedro Romero, lo que coincidió con el fin de los estudios en la universidad.

El apostolado de las Paulinas me impactó y sentí que era lo que yo buscaba. Una Congregación que llegara a muchas personas con el Evangelio. Evangelizar usando los medios de Comunicación, me llenaba absolutamente. El Padre Pedro Romero me puso en contacto con las hermanas, las conocí más de cerca en su apostolado y espiritualidad; luego me permitieron hacer una experiencia con ellas en Santiago, lo que consolidó mi opción.

Mientras conocía a las Paulinas, me integré a la Pastoral vocacional de Conferre, por un año. Participé en las jornadas mensuales en las diferentes comunidades de Concepción. Conocí la variedad de carismas y por sobre todo tener claridad en mi respuesta. Estas jornadas nos permitían comunicarnos y madurar con mucha libertad nuestro proceso vocacional. Así, fui haciendo mi camino y fortalecida por la oración de mi comunidad de base la "Gloriosa comunidad de Lo Rojas", realizando mi acción pastoral a través de la Catequesis, Pastoral Juvenil y equipo de Misiones de mi Parroquia en Coronel.

Ingresé a la Congregación, en el año 79. He tratado de asumir esos elementos que capto como ideas fuerzas que animan la vida de una Paulina.- El sentido de ser "Apóstol de Jesucristo para comunicar el Evangelio". La evangelización implica un continuo estudio de la cultura de la comunicación y de las nuevas tecnologías,"con la finalidad de anunciar a Jesucristo con todos los medios a nuestro alcance"

Durante estos 24 años en la Congregación, siento que "la gracia de Dios no ha sido estéril en mi". Lo que un día me impactó sigue llenando mi vida: El Cristo total: Camino, Verdad y Vida. La formación recibida, me ha permitido desarrollar el apostolado en diversas áreas de la comunicación: radio, televisión, pastoral de las comunicaciones, pastoral vocacional, en las diócesis: de Valparaíso, Santiago, Antofagasta y hoy en Concepción desde el Centro de Difusión.

Ser Paulina, haberme dejado consagrar por Cristo, lo digo con mucha humildad es fruto para mí de una experiencia profunda con Cristo. Me siento amada por Él, y creo también El, se deja amar por mí. Sé también que mi proceso no está terminado, pero como dice san Pablo "olvidando lo que dejé atrás me lanzo hacia delante, hacia la meta Cristo Jesús".

_________________
Iesu, mitis et humilis corde.
Fac cor nostrum secundum Cor tuum.
Volver arriba
Ver perfil de usuario Enviar mensaje privado
Kathy
Esporádico


Registrado: 11 Oct 2005
Mensajes: 61
Ubicación: Bogotá - Colombia

MensajePublicado: Jue Oct 27, 2005 3:37 pm    Asunto: Hna Dominica de la Presentación
Tema: TESTIMONIOS VOCACIONALES
Responder citando

Historia tomada de http://www.iglesia.cl/vocacional/interiores/pag_testimonios.html

Elvia Guzmán Villanueva
Nació en Colombia. La sexta de nueve hijos, en un hogar sencillo, aprendió a jugar, conocer y valorar lo que tenía, a compartir y descubrir la persona de Jesucristo... Sus padres aportaron la fe que en el amor y la verdad, constantemente practicaban.

Egresó del Colegio de la Presentación de Fusagasugá, allí aprendió a entregarse a los demás de manera desinteresada, participó en la catequesis y en las misiones. A los 22 años profesa y es enviada a la misión de Chile, luego a Argentina. De los 17 años de Religiosa la mayoría los ha vivido en nuestro País.

¿Cómo encontraste tu vocación?
Me encontraba en el Colegio, cuando una religiosa, me invitó a ser catequista, ante la admiración por mi falta de formación, me hizo caer en cuenta del poco conocimiento que los otros tenían de Dios, y que había personas, que nunca habían oído hablar de El. Sentí fuertemente el llamado a Ser portadora del mensaje amoroso de Dios, entonces pensé, que si de mí también dependía, que muchos lo conocieran, yo daría mi vida por ello. Luego en una semana santa acompañada por mi papá, escuché el texto: “Quien ama a su padre y a su madre más que a mí no es digno de mí....” Fue cuando tomé el peso del verdadero amor y sentí que podía amarlo a El ante todos los seres que amaba y ante todas las cosas... esto lo podría realizar en la Vida Religiosa...

¿Qué te ayudó en tu proceso?
El apoyo de mis padres, la apertura a la oración y profundización de la Palabra que me ayudó a escuchar y conocer más al Señor, el mirar a la Santísima Virgen como modelo de mujer, de entrega; las jornadas vocacionales en las que participe; especialmente la acogida incondicional de mi Congregación de Hermanas de la Caridad Dominicas de la Presentación de la Santísima Virgen, quienes me enseñaron a vivir con alegría, generosidad, compromiso, ellas con la riqueza del carisma y su testimonio de vida, motivaron mi entrega...

¿Qué es para ti vocación?
Vocación a la vida religiosa... es el llamado profundo que Dios nos hace para vivir una relación de amor apasionado con él, quien nos amó primero y en consecuencia experimentar el gozo de la entrega, del servicio de caridad a nuestros hermanos... Es caminar seguros del amor de Dios... Que alegría poder compartir con muchas(os) jóvenes la grandeza del llamado de Dios, escucharlas(os) y acompañarlas(os) en sus búsquedas y acogerlas(os), para que conozcan la riqueza de nuestro carisma.

_________________
Iesu, mitis et humilis corde.
Fac cor nostrum secundum Cor tuum.
Volver arriba
Ver perfil de usuario Enviar mensaje privado
Adara
Esporádico


Registrado: 03 Oct 2005
Mensajes: 29
Ubicación: Badajoz (España)

MensajePublicado: Mar Nov 01, 2005 8:29 pm    Asunto: Carmelita Descalza Cadiz (España)
Tema: TESTIMONIOS VOCACIONALES
Responder citando

Os comparto un testimonio de una monja Carmelita Descalza desde un convento de Cadiz (España)...


TESTIMONIO VOCACIONAL:

En toda llamada, es decir, en toda vocación, empieza una historia de amor entre Dios, que es el que llama, y el hombre que responde. Empieza y se hace realidad la Historia de la Salvación en la carne de uno mismo. Es el pródigo, el hijo que se alejó del Padre que retorna ó bien, el que nunca había visto a Dios y de pronto se da de bruces con El:“¿Adonde te escondiste amado y me dejaste con gemido...?”(San Juan de la Cruz).

Paso a compartir con vosotros, esta llamada que se realizó en mi vida. Os sitúo: joven adolescente normalita, poca formación religiosa, y además no me interesaba mucho; poquísima frecuencia de Sacramentos y un largo etc., etc.

Era la edad propia de soñar en la que toda joven espera aparecerá ese príncipe azul de sus sueños. Es el tiempo más álgido de esa edad “del pavo”. Toda joven espera que aparezca a la vuelta de la esquina y... efectivamente en un momento determinado apareció.

Al principio, el entusiasmo es el gran acompañante de esa relación, mas, a los pocos meses empieza el descubrimiento de los fallos de la persona que aparece en tu camino, y es ahí donde Dios estaba esperando para salirme al paso, al comprender los fallos que estaba descubriendo tenía que encontrar a alguien que acudiera en mi auxilio. Probablemente fue la primera vez que empecé a rezar con convicción, sin que nadie me obligase a ello. En este momento comenzó la gran aventura en la que todavía sigo sumergida, pues como dice San Pablo, “quien inició en mí la obra, la llevará a su fin “.

Una vez que empecé a darme cuenta que había un Ser que me atendía en mis peticiones y al cual yo desconocía, me sentí obligada e impulsada a conocerlo. Primero, qué debía hacer: (me dije a mi misma) tenía que conocerlo en profundidad y darme cuenta que si alguien me quería de verdad era El. Así es que fui y me compré la Sagrada Escritura y llena de fe empecé a leer sus páginas, y desde la primera me encontré con la vida, me encontré con mi Padre. En este mismo momento daba comienzo una gran andadura que todavía no ha terminado a través de esas páginas. Fui entrando en ese Amor que Dios tiene por el hombre hasta dar su propia vida por todos y cada uno de nosotros. Ese descubrimiento hizo que cada vez más perdiera intensidad la relación que con tanta ilusión había empezado y, por el contrario, cada vez más, me fuese seduciendo la figura y la persona de Cristo, la lectura y oración de la Biblia, con un corazón deseoso de verdad y limpio de prejuicios. Ello dio como fruto el enamoramiento de mi corazón por ese Cristo que tanto me había amado, que me salía al encuentro abriendo ante mí un panorama de seguimiento de su persona y mensaje para compartir su vida de forma esponsalicia conmigo. Sentí en lo más profundo de mi ser el “Sígueme”. Todos los deseos anteriores habían perdido su fuerza, sólo El valía la pena de entregarle la propia vida.

Ese enamoramiento, que a través de la palabra trasformara esa lectura oracional, estaba esclareciendo el camino que Dios deseaba para mí; le pedí de corazón que si El deseaba para mí otra vida distinta de la que yo había pensado en algún momento que no entrara en su proyecto, lo arrancase de mi corazón. Aquella esclavitud que mi voluntad había tenido hacia aquella persona se derrumbó definitivamente. Ante mí Cristo aparecía con todo su esplendor y, naturalmente con su Cruz, la que El quería para mí. Con el tiempo esa cruz me marcaría, como marca a todo cristiano. En aquel momento podía decir plenamente: “Me sedujiste Señor y me dejé seducir...” (Jeremías 20, 7).

Habían transcurrido unos tres o cuatro años en ese caminar, había experimentado una verdadera evolución de vida detrás del Maestro. También descubrí a lo largo de ese tiempo, la Iglesia y su misión para con sus hijos, y en ese momento después de bastante tiempo de no participar en sus sacramentos, fui en busca de un sacerdote a quien puse al corriente de todo ese camino lo mejor que yo supe expresarlo. Ahora me faltaba por descubrir en qué estilo de vida consagrada deseaba El que entrase. Vida de oración era algo clarísimo para mí, mas el modo, eso, no lo estaba tanto: ¿ir directamente al hermano para dar testimonio de la Buena Noticia?, ¿ir a los enfermos, a los ancianos, a los niños... etc.? Por mi propia historia comprendí que si la Gracia de Dios no actúa, es vano nuestro esfuerzo. Ese Cristo, que yo amaba en su agonía, al que yo quería aliviar y consolar, y seguirle en sus andaduras por los caminos de Palestina, el mundo en que me movía, me hizo comprender que sólo su Gracia haría cambiar al hombre. Quería para mí una vida oculta, como las raíces del árbol que se nutren con la savia que de ellas le viene. Una vez llegado a este punto, todo lo demás ya fue fácil, y el esclarecimiento de mi vocación mucho más. Leí la vida de Sta Teresa y de Sta Teresita, y me confirmó en lo que creí ser la voluntad del Señor para mi vida. Todo se resolvía por este camino: vi debía ser carmelita descalza.


Han transcurrido ya bastantes años, pero si tuviera que empezar de nuevo no dudaría en repetir la andadura. Únicamente que comenzaría antes y así ahorraría tantas vueltas.

Espero que ya no falte tanto tiempo para finalizar esta historia de salvación. Cuando pueda decir esa frase de la Escritura: “ El Espíritu y la Esposa dicen: ¡Ven, Señor!... Sí, Yo vengo pronto. ¡Amén!. ¡Ven Señor Jesús!.” (Apocalipsis 22, 17-21).


Bien, en realidad mi historia vocacional es sólo un esbozo de lo que se podría contar. Pero no deseo hacerla más larga, aunque sí para que brille la gloria del Señor.
_________________
Estas viendo una Luz? Síguela... Que te conduce a un pantano? Ya saldrás... Pero si no la sigues no sabras nunca si esa era tu Estrella...
Volver arriba
Ver perfil de usuario Enviar mensaje privado
Guada
Nuevo


Registrado: 14 Nov 2005
Mensajes: 2

MensajePublicado: Lun Nov 14, 2005 8:11 pm    Asunto: PAZ Y BIEN
Tema: TESTIMONIOS VOCACIONALES
Responder citando

HOLA,

MI NOMBRE ES GUADALUPE VIVO EN EL D.F. Y TENGO 20 AÑOS,

DESDE HACE TIEMPO HE ESTADO BUSCANDO UN FORO COMO EL QUE AHORA HE ENCONTRADO, YA QUE TENGO ALGUNOS COMENTARIOS Y DUDAS QUE SÉ PODRÍA RESOLVER EN ESTE ESPACIO Y AÚN MAS CON PERSONAS COMO TÚ QUE SE DEDICAN A COMPARTIRLE A LA GENTE SUS EXPERIENCIAS.

HACE UN AÑO DOS MESES CONOCÍ A UN SEMINARISTA MUY LINDO, GUAPO, ATENTO, SENCILLO, INTELIGENTE ETC. EN UN GRUPO DE JÓVENES, AL PRINCIPIO SOLO SENTÍA HACIA ÉL UNA ATRACCIÓN FÍSICA Y CARIÑO, PERO CON EL TIEMPO SE DIO UNA RELACIÓN QUE NUNCA CREÍ QUE PODRÍA TENER (POR EL TIPO DE CHAVOS QUE HAY EN LA ACTUALIDAD) ESTOY CONVENCIDA DE QUE ME AMA, Y YO A ÉL, ESTÁ DISPUESTO A DEJAR EL SEMINARIO PARA CASARSE CONMIGO PERO ANTES QUIERE TERMINAR PARA TENER UN TÍTULO QUE LO AMPARE Y PODER CLASES EN ALGUNA ESCUELA, LE FALTA UN AÑO PARA FINALIZAR TEOLOGÍA.

ÉL MISMO SE DIO CUENTA DE QUE NO ERA LO QUE REALMENTE QUERÍA YA QUE LO ESTABA HACIENDO POR 1.- TENER EL RECONOCIMIENTO DE LA GENTE, 2.- MATERIALISMO DENTRO DE LO QUE SE PUDIESE, 3.- AYUDAR A LA GENTE, 4.- SUS PAPAS SUEÑAN CON QUE SE ORDENE, AHORA QUE HA DESCUBIERTO EL AMOR DE UNA MUJER SE DIO CUENTA QUE ES FELIZ A MI LADO QUE QUIERE FORMAR UNA FAMILIA "SIN DEJAR DE TRABAJAR PARA EL SEÑOR"

SUS PAPAS AÚN NO LO SABEN Y CREO QUE SERÁ UN FUERTE GOLPE PARA ELLOS, PERO FINALMENTE ES LA DECISIÓN QUE YA TOMO, HA VISTO QUE NO SOLO DE SACERDOTE PUEDE AYUDAR A LOS DEMÁS SI NO FUERA DEL SEMINARIO TAMBIÉN Y MAS SI DA EJEMPLO DEL VERDADERO AMOR QUE SE DEBE DE TENER ENTRE UN MATRIMONIO, HEMOS COMPARTIDO GRANDES COSAS QUE JAMÁS VOY A OLVIDAR Y QUE NO TENGO COMO AGRADECERLE TODO LO QUE ME HA ENSEÑADO, ES UN AMOR VERDADERO, LEAL Y SOBRE TODO DIOS REINA ENTRE NOSOTROS.

PERO EN EL FONDO TENGO CIERTO TEMOR A QUE LE PUEDA PERJUDICAR EN EL FUTURO ESTE CAMBIO DE VIDA, DE HABER ESTADO DURANTE 10 AÑOS EN EL SEMINARIO (ÉL TIENE 24) A SER UN HOMBRE CASADO, NO ME GUSTARÍA QUE SUFRIERA Y QUIERO AYUDARLO A QUE TOME LA MEJOR DECISIÓN.

ME GUSTARÍA QUE ME DIERAS TU OPINIÓN AL RESPECTO.

CABE MENCIONAR QUE HEMOS COMENZADO A AHORRAR PARA CASARNOS EN CUANTO TERMINE O ANTES. ALGUIEN ME COMENTO QUE DEJARA PASAR UN TIEMPO DESPUÉS DE QUE ÉL SE SALGA PARA QUE TENGA UN PROCESO DE "DUELO" CREES QUE SEA CONVENIENTE???

AGRADECIENDO TU ATENCIÓN ME DESPIDO PROMETIENDO UNA ORACIÓN POR TI Y TUS PROYECTOS

QUE DIOS TE BENDIGA Y TE PROTEJA

FRATERNALMENTE

Guada Valentín DFM. mistery_262@hotmail.com

LA MEJOR DECISIÓN QUE PUDO TOMAR DIOS POR NOSOTROS ES... NO DECIDIR POR NOSOTROS
_________________
LA MEJOR DECISIÓN QUE PUDO TOMAR DIOS POR NOSOTROS ES "NO DECIDIR POR NOSOTROS"
Volver arriba
Ver perfil de usuario Enviar mensaje privado MSN Messenger
Pulga
Asiduo


Registrado: 04 Oct 2005
Mensajes: 179
Ubicación: En el ültimo lugar del mundo

MensajePublicado: Sab Nov 26, 2005 4:19 am    Asunto: Encontre la verdadera felicidad y el amor de mi vida
Tema: TESTIMONIOS VOCACIONALES
Responder citando

Testominio de una consagrada del REgnum Christi

«¿Eres feliz?». «Sí... Bueno, totalmente feliz, plenamente feliz... no». Hasta bastantes años después no pude responder, en voz alta y en mi interior, «Sí, ahora sí soy feliz»
«¿Eres feliz?». Fue la pregunta que alguien, no recuerdo bien quién, me hizo siendo aún niña. «Sí», recuerdo que respondí en voz alta. Pero luego... en mi interior, me volvió a resonar la pregunta y me escuché a mí misma respondiéndome de nuevo: «Bueno, totalmente feliz, plenamente feliz... no». Hasta bastantes años después no pude responder, en voz alta y en mi interior, «Sí, ahora sí soy feliz, encontré la verdadera felicidad». Nací en Segovia, una pequeña ciudad española, muy bonita y entrañable, con monumentos romanos, góticos y barrocos que fueron dejando huella de la historia. Soy la mayor de siete hermanos de una familia sencilla, normal, en la que aprendí lo más valioso que se puede heredar: la fe. Como en cualquier familia, cada uno tenía su forma de ser, sus gustos y pasatiempos, había a veces peleas y enfados; pero todos los hermanos nos queríamos y, aún ahora que la distancia física nos separa, seguimos unidos a través de algo que es más fuerte: la oración. Recuerdo que mi madre nos reunía a todos para rezar el rosario y ofrecer las flores a María en el mes de mayo, dedicado a la Virgen. De mi madre aprendí también el orden, la limpieza, a ser organizada; pero sobre todo, recuerdo su capacidad de sacrificio y abnegación, su saber callar y guardar silencio, su testimonio de entrega, a pesar de la ingratitud inconsciente con que a veces respondíamos. De mi padre aprendí el arte de trabajar y aprovechar el tiempo; recuerdo que me invitaba a adelantar en el verano las materias del curso siguiente, cosa que nunca llegué a hacer; pero ahí quedó su lección: el día tiene muchas horas y si te organizas puedes sacar tiempo para todo. Le recuerdo activo, siempre haciendo o pensando en algo que hacer, alegre y con espíritu emprendedor, buen negociante y sin respeto humano para pedir que le regalasen, o rebajasen. Durante muchos años procuró que fuéramos todos juntos a misa los domingos, cuidó las amistades y ambientes en los que estábamos, buscando siempre darnos lo mejor. Como éramos tantos, cada uno tenía su responsabilidad en la casa, empezando por hacer su propia cama. Por las noches, antes de dormir, me enseñaron a rezar y a despedirme de Dios. Desde niña estuvo presente: acudía mucho a Él para pedirle por toda una lista interminable de personas e intenciones que terminaba en «por todos y cada uno de los hombres y lo que necesiten». En alguna ocasión hasta llegué a ofrecerme por la salvación de los hombres... pero le pedía que no me doliera. Fue una infancia realmente feliz. Cuando tenía 14 años, dos de mis hermanos se fueron con los Legionarios de Cristo –una congregación apenas conocida en España en aquel entonces– para ser sacerdotes. No nos hizo mucha gracia a ninguno de los hermanos, pero mis padres, sobre todo mi madre, siempre los apoyaron. Después de esa primera reacción de rechazo, pasé por la aceptación de lo que yo creí que era su elección; al igual que yo quería ser médico como mi padre, ellos querían ser sacerdotes. Y terminé envidiando a mis hermanos porque eran felices. Recuerdo que alguna vez llegué a pensar que si fuera hombre, sería sacerdote legionario. Pero no lo era, así que Dios tenía que tener otro camino para mí. Me encantaba el cine, la música, leer, coser y las labores manuales, y ¡bailar!; mi último descubrimiento, ¡el baile de salón!: el vals, el swing, pasodoble, rumba, rock,... Me encantaba mi carrera y estudiaba, y mucho, con gusto. Pero todo ello (carrera, amigos, trabajo, baile...) no me hacía feliz; había algo que me faltaba y no sabía qué era, no me sentía plena. En enero de 1994 mi hermano Nino –así le llamamos en casa al ahora P. Marcelino L. C. – me invitó a ir a Roma donde tendrían lugar unos eventos. Decidí ir para encontrarme con mi hermano, pues la verdad, no tenía ni idea de lo demás. Además de mi hermano, me encontré con mucha gente a la que veía feliz y con una certeza: la felicidad está en Dios, en encontrar la misión para la que Dios me ha creado, en descubrir la voluntad de Dios en mi vida y seguirla. Al regresar a Madrid y empezar la residencia, pues acababa de aprobar el examen para poder estudiar una especialidad médica, empecé a preguntarme qué era lo que Dios quería de mí. Un día, estando en el hospital, algo en mi interior me dijo que no era ese mi lugar, que había algo más, aunque no sabía qué era. Dios, valiéndose de la inquietud que tuve desde niña de ser misionera (aunque más bien había pensado en ello como médico), me llevó a México de misiones. Un libro que mi hermano Juan Ramón, hoy el P. Juan Ramón L. C., escribió y me envió por correo, «Pocos se atreven», fue el instrumento del que se valió para dar ese paso. Siempre había dicho que si terminando mi carrera no tenía la vida resuelta (novio, marido, hijos), me iría de misionera. Y por las misiones empecé a conocer más el Movimiento Regnum Christi y a Jesucristo. En una adoración nocturna, con el Santísimo expuesto, cuando llegó mi turno y me encontré sola con Él, descubrí, más bien experimenté con una gracia especial de Dios, Quién estaba detrás de la paz que sentía en las visitas al Sagrario, Quién era el que me daba fuerza, consuelo, ánimo... lo que necesitaba en el momento que lo necesitaba, a lo largo de toda mi vida. Reconocí de pronto su presencia durante tanto tiempo como un amigo fiel, como si antes hubiera sido un poco inconsciente, y empezó una relación personal con quien es realmente una persona. Regresé a casa verdaderamente feliz por la experiencia. A los pocos meses de empezar a acudir a actividades con el grupo con el que me había ido de misiones, todo me empezó a hablar de vocación, de la posibilidad de que yo tuviera vocación, de que Dios me estuviera llamando a seguirle más de cerca, con totalidad. ¿Y si era ése el camino, la voluntad de Dios para mí? Araceli Delgado, una consagrada del Regnum Christi que estaba trabajando en Madrid, me invitó a vivir con ellas el Triduo Sacro. Era un momento muy bueno para preguntarle a Dios. Mi única duda, mi única inquietud era que yo quería estar segura de que Dios me quería consagrada. No quería equivocarme, porque estaba en juego mi felicidad. Le pregunté muchas veces a Jesucristo durante el Jueves y parte del Viernes Santo si estaba seguro de querer que yo me consagrara, y su respuesta fue siempre la misma: una pregunta, no una afirmación como yo esperaba. «¿Quieres ayudarme a salvar a los hombres?, ¿quieres seguirme?, ¿quieres...?». Durante la ceremonia del viernes, en el momento en que Jesucristo estaba a punto de morir, y al volver a hacerle mi pregunta, me di cuenta de que su pregunta era la respuesta, era una invitación y la que tenía que responder si quería era yo. Entonces le dije que sí, y de la mano de María repetí con ella: «He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra». En ese momento experimenté una paz inmensa como nunca había tenido, esa fue mi certeza. A María solía acudir para pedirle que me ayudara a encontrar un buen novio, y la lista de requisitos para el candidato cada vez era más larga, así que no tuvo más remedio que llevarme hasta su Hijo, que superó con creces mi listita. Encontré también el amor de mi vida. Hoy puedo decir que soy feliz, que encontré la verdadera felicidad que nada ni nadie me puede quitar, porque la felicidad es Cristo. Una felicidad que no libra de momentos de dolor, de sacrificio, de desprendimiento, porque amar exige donarse y donarse duele. La felicidad es un camino de rosas, bellas, pero con espinas. Si no estás dispuesto a clavarte alguna, no podrás tener la rosa, la verás de lejos, pero no la podrás disfrutar. Sólo puede amar el que está dispuesto a sufrir. La vida consagrada a Dios tiene exigencias, momentos de dificultad, de egoísmo, de pasiones, de debilidades y limitaciones, como la vocación al matrimonio, pero he encontrado en ella la plenitud del amor, la realización humana, espiritual... en todos los campos. Además, todo lo que haga en mi vida tiene un sentido de eternidad, estoy construyendo para el cielo, ayudando a Jesucristo a salvar sólo Él sabe cuántas almas. ¡En el cielo lo sabré! Ese cielo que será la plenitud del amor y la felicidad. Mª Elena de Andrés Núñez nació el 30 de julio de 1965 en Segovia, España. Es Licenciada en Medicina por la Universidad Autónoma de Madrid, con especialización en Medicina familiar y comunitaria. Cursó estudios de humanidades y filosofía en el International Center for Educational Sciences de Roma. Trabajó en la dirección de un centro educativo en Colombia. Actualmente trabaja en Roma, en la formación de mujeres consagradas a Dios en el Regnum Christi.


(13 de octubre de 2004)
_________________
Pulga de Chile
Romanos 8:35-39
Volver arriba
Ver perfil de usuario Enviar mensaje privado
Pulga
Asiduo


Registrado: 04 Oct 2005
Mensajes: 179
Ubicación: En el ültimo lugar del mundo

MensajePublicado: Sab Nov 26, 2005 4:21 am    Asunto: Ven a darme esa alegría de vivir
Tema: TESTIMONIOS VOCACIONALES
Responder citando

Talita Alvear, joven de 18 años, narra las experiencias de una Semana Santa inolvidable, vivida misionando por Cristo entre los indígenas de Brasil.

MMmm,,, Acabo de comer una «bananada» (dulce de plátano) ..y bueno... una bananada que las niñas me dieron el último día de misiones. Desde ahí que las bananadas me recuerdan a las misiones. Se me hace un nudo en la garganta al recuerdo... los niños, las familias, las misioneras, las consagradas, el clima que rodeaba aquel lugar... ¿El lugar?: Parque Andreia: Río Bonito.

Cualquiera que escuche los detalles no querría ir... ¿Quieres escuchar? Pasé la mayoría del tiempo sucia, porque no había donde lavarse, fuera de pocas casas que cedían el baño de vez en cuando para las misioneras; anduve por lo menos unos 20 Km., la mayoría al borde de la carretera, una gran parte de noche. Llovió, y mucho. Teníamos quince minutos, sí, quince minutos para levantarnos y estar listas para trabajar.

La primera noche dormimos cuatro horas, pues era Jueves Santo, y nos fuimos turnando para hacer vigilia ante el Santísimo. ¿Teléfono? Ni pensarlo. ¿Y sabes? ¡Me encantó! ¡Lo amé! Unos días que nunca voy a olvidar, la Semana Santa del 2004 ¿Sabes por qué? Porque todo lo que hicimos tenía un motivo, un incentivo, era para una persona muy especial, mi mejor amigo... ¡Jesús! Todos esos contratiempos son recompensados con la sonrisa de un niño al que le gustó el juego que inventaste, por el abrazo sincero de una madre cuando ve que su hija comenzó a ir a la iglesia después de nuestra visita, por una familia que no rezaba junta desde hace años y comenzó a hacerlo, por el cariño con que las personas nos recibían, el abrazo de una compañera en aquel momento difícil, la perseverancia, el entusiasmo… ¡las ganas de ayudarse las unas a las otras!

No quiero dejar de ir a una misión, hace bien al alma, hace bien al corazón, hace bien al corazón de Dios, que es lo más importante. Por eso quiero decir que Jesús, el Señor, siempre puede contar conmigo. Si fuera necesario dormir en un cuarto con 20 personas, andar 40 Km., soportar cinco días sin ducharme, seré misionera y su servidora para siempre, con mucho orgullo. Siguiendo tus pasos y glorificando tu nombre. Hoy y para siempre.

“Yo quería decir... en palabras lo que siento ahora... yo quería decir, para todos, que el Señor es mi amigo más querido, mi historia de amor... ¡Y cuando oigo su voz, llamándome por mi nombre, siento un anhelo, unas ganas de vivir!, Y Jesús me llamó: “Ven a vivir junto a mí, ¡ven a darme esas ganas, esa alegría de vivir!"
_________________
Pulga de Chile
Romanos 8:35-39
Volver arriba
Ver perfil de usuario Enviar mensaje privado
Pulga
Asiduo


Registrado: 04 Oct 2005
Mensajes: 179
Ubicación: En el ültimo lugar del mundo

MensajePublicado: Sab Nov 26, 2005 4:24 am    Asunto: El cariño de Dios por mi....
Tema: TESTIMONIOS VOCACIONALES
Responder citando

Comparto con uds, el testimonio de una mujer casada y con hijos y lo que Dios hizo en ella...

Gracias a mi familia, y gracias sobre todo a Dios, hoy puedo decir que soy una mujer muy feliz!

Nací en una familia católica donde nunca faltaba la oración en familia, sobre todo en los momentos importantes; Navidad, Semana Santa... momentos de alegría, tiempos de tristezas, preocupaciones etc. Desde muy pequeña mis padres me inculcaron el amor a Dios y con su palabra y su ejemplo de amor dentro de su matrimonio.

Desde pequeña tuve ese primer encuentro con Dios que ha marcado siempre mi vida. Recuerdo mi primer retiro, en el que experimenté el amor infinito de Dios que me miró, sonrió, pronunció mi nombre, me tomó de la mano. Tuve la dicha de pertenecer al Movimiento Regnum Christi desde jovencita; siempre he logrado mantener a Dios muy presente en mi vida.

Recuerdo aún el día de mi boda: cuando me desperté, encontré un sobre junto a mi almohada, con una carta que iniciaba: «Amaras a Dios sobre todas las cosas... y luego a tu marido». Después el texto insistía en la importancia y la grandeza del sacramento del matrimonio. Es así como empecé una nueva aventura en mi vida.

Después de casarme empezaron a llegar los hijos. Dios nos bendijo con 4 hijos 2 mujeres y 2 varones. Recuerdo que en cada nacimiento, agradecía profundamente a Dios por habérmelo encomendado, y al mismo tiempo iba ofreciendo a cada uno de ellos, poniéndolos a su disposición «Señor, gracias por el don tan hermoso de ser madre, por entregarme unos hijos tan hermosos. Son tuyos, Señor. Si has de disponer de cualquiera de ellos, te los entrego con todo mi corazón. Si has de infundir en ellos la gracia de la vocación, te pido desde lo más profundo de mi corazón que nunca duden de tu amor»

Y fue así como, día a día, se los encomendaba y se los ofrecía a Dios a través de María, siempre en el tercer misterio de mi Rosario (¿por qué el tercero? No lo sé). A lo largo de todos estos años en medio de alegrías y dificultades, fueron creciendo mis hijos. Mi matrimonio atravesó por momentos difíciles, como suele haber en todos los matrimonios. Perseveramos unidos en el amor, hasta que algo cambió bruscamente mi vida.

Después de 20 años, el día de san José, día del padre, mi marido sufrió un accidente y perdió la vida. Una muerte repentina y trágica, en un día muy señalado. Mis hijos no daban crédito a lo que había sucedido: «¿Por qué el día del padre, mamá?» «Porque siempre fue un buen padre y Dios nuestro Señor quería darle su regalo también ese día», era mi respuesta. Esta experiencia nos hizo crecer como familia, nos unió de una manera impresionante en la fe, y nos hizo ver la importancia de estar siempre preparados y disfrutar de todo aquello que nos da Dios.

Un año después, el mayor de los hijos varones me comunicó su deseo de tener una experiencia en el seminario de los Legionarios de Cristo. Después de un verano en el seminario, decidió quedarse para madurar su vocación sacerdotal. Fue ahí cuando recordé todos esos años en que ofrecí mis hijos al Señor, me di cuenta de la verdadera eficacia de la oración, y de que alguien intercedía por nosotros allá en el cielo. Desde el primer momento apoyé la decisión de mi hijo.

Las bendiciones no se han hecho esperar en mi familia, cada vez más paz, cada vez más cerca de Dios y un gozo mayor con el resto de mis hijos. ¡Gracias a mi familia, gracias a los Legionarios y gracias sobre todo a Dios, hoy puedo decir que soy una mujer muy feliz!


Leticia Rodarte
Saltillo, Coah. (México)
_________________
Pulga de Chile
Romanos 8:35-39
Volver arriba
Ver perfil de usuario Enviar mensaje privado
Pulga
Asiduo


Registrado: 04 Oct 2005
Mensajes: 179
Ubicación: En el ültimo lugar del mundo

MensajePublicado: Sab Nov 26, 2005 4:27 am    Asunto: El Señor actua cuando menos lo esperamos....
Tema: TESTIMONIOS VOCACIONALES
Responder citando

Mi nombre es Maura González y vivo en Cancún, México. Mi historia es corta, pero muy «directa», diría yo.

El año pasado entré al área de diseño gráfico en la preparatoria, donde conocí a 2 muchachas que me llamaron la atención, porque a pesar de lo difícil que era el trato con los compañeros de clase, ellas siempre estaban alegres y dispuestas a ayudar a los demás. A mediados de curso, por otras razones personales, rompí con mi novio, que para mí era lo «máximo». Comencé a salir con estas dos muchachas; me invitaron a varias actividades y reuniones del Regnum Christi. Yo ya tenía alguna idea de lo que era el movimiento Regnum Christi, pues mis papás habían pertenecido a él. Un día decidí acudir, y me di cuenta de que realmente había un sentido en la vida, que no se desvanece todo en el sin sentido.

Se acercaba Semana Santa y decidí ir con mis amigas a las Megamisiones de evangelización. Ahí mi vida dio un giro al ver que las personas te dan todo, hasta lo que no tienen. Yo tenía muchos problemas con mi hermana, pues compartimos muchas cosas, y con tal de que ella no utilizara mis cosas prefería no pedirle las suyas. Dios fue entrando en mi corazón, y poco a poco fue ayudándome a desprenderme de las cosas materiales, como puede ser la ropa que uso. Unos días después de regresar de misiones, mis papás me llevaron a Mérida. Llevaba varios meses con un bultito en la mandíbula; creíamos que sería algún problema sencillo con la muela del juicio, pero... En Mérida me realizaron unas pruebas y vieron que lo que tenía era un tumor que había afectado ya la mitad de mi mandíbula y la había descalcificado casi por completo. Me sacaron muestras del hueso, que se veía comido, como si fuera una esponja. Me dijeron que debían operarme lo más pronto posible para reforzar la mandíbula con titanio, pues cualquier pequeño golpe podría fracturarla. Regresamos a Cancún; me fui directamente a la Hora Eucarística, sin saber que de ahí saldría curada de este tumor.

Quiero agradecer a todas aquellas personas que hicieron oración y sacrificios para que el Señor me concediera este «milagrito», muy especialmente a las colaboradoras Diana, Paola y Pili, así como a los miembros del Regnum Christi.

Maura González
18 años
Cancún, México
_________________
Pulga de Chile
Romanos 8:35-39
Volver arriba
Ver perfil de usuario Enviar mensaje privado
Pulga
Asiduo


Registrado: 04 Oct 2005
Mensajes: 179
Ubicación: En el ültimo lugar del mundo

MensajePublicado: Sab Nov 26, 2005 4:30 am    Asunto: Quiero Tener una Familia
Tema: TESTIMONIOS VOCACIONALES
Responder citando

Testimonio de: El P. Alexandar Pavicevic nació el 17 de octubre de 1964 en Santiago de Chile. Estudió en los colegios: Saint George y The Grange School. Estudió la carrera de Ingeniería Civil Industrial en la Universidad de Chile, de Santiago. Ingresó a la Legión de Cristo en 1993. Curso las carreras de filosofía y teología en el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum de Roma (Italia). Actualmente es capellán de los Institutos Godwin y Cumbres de Mérida (México) y trabajo con jóvenes del Movimiento Regnum Christi.

«Señor, no quiero ser sacerdote, quiero tener una familia», le decía una noche en oración a Dios nuestro Señor, cuando tenía unos doce años, pero Dios tenía otra misión para mí.
Cuando inicié la carrera de Ingeniería, unos amigos del colegio me invitaron al Movimiento Regnum Christi. Ahí comencé a llevar mi vida cristiana con un mayor compromiso apostólico. Siempre había trabajado con mi padre, junto a mis hermanos y mi vida la veía encaminada por ese rumbo. Mi padre, un trabajador incansable, había tenido una gran empresa, pero varias circunstancias le llevaron a perderlo todo.

Un día, cuando la empresa familiar estaba al borde de la quiebra, estando en Misa, escuché el pasaje evangélico del joven rico. Me llegó tan profundo en ese momento, que me propuse imitarlo. Le comenté esto a mi director espiritual, el P. John O´Reilly, L.C. y me hizo ver que más que joven rico yo estaba en una situación de «joven endeudado» y eso era peor que ser pobre. ¡Debía apoyar a mi familia! Así lo hice, congelé mi carrera de ingeniería y me puse a trabajar de lleno con mi padre; me agarré de Dios y luego una tarde le dije de rodillas: «Señor, si salimos de esto, te ofrezco mi vida». Después de un año y medio, gracias a Dios, a la Santísima Virgen y a varios milagros evidentes salimos adelante. Así pude volver a mi carrera, que terminé en 1991.

Tenía ya por ese tiempo una estupenda novia, pero mi corazón me pedía algo más: ¿Dónde quedó la promesa de entregar mi vida a Dios? Yo me excusaba con que le podría servir en un buen matrimonio pero todo el Evangelio se me presentaba ya en plan vocacional: «ven y sígueme». Dios, como un Padre amoroso me fue aclarando en el interior: «Sígueme, ahí donde estás: en el Regnum Christi. ¿Por qué quieres escapar del camino que ya he elegido para ti?; no hagas sufrir más a tus padres y ti mismo; sé sencillo y sé generoso ahí donde Yo te he colocado».

Agradezco a Dios por tantas gracias recibidas en mi vida. Desde mi niñez trabajé con mi padre terrenal. Ahora ya trabajo de lleno con mi Padre celestial y estoy seguro que de que no me faltará trabajo.
_________________
Pulga de Chile
Romanos 8:35-39
Volver arriba
Ver perfil de usuario Enviar mensaje privado
Pulga
Asiduo


Registrado: 04 Oct 2005
Mensajes: 179
Ubicación: En el ültimo lugar del mundo

MensajePublicado: Sab Nov 26, 2005 4:36 am    Asunto: Soltar Amarras
Tema: TESTIMONIOS VOCACIONALES
Responder citando

Solté las amarras que me ataban al puerto de mi vida, de mis planes, de mis deseos, y Él entró en mi barca, ya para quedarse.


Creo que nunca resulta fácil explicar cómo uno llega a enamorarse de alguien, y ése es el caso de cualquier vocación. En la mía todo se desarrolló como en el amor humano: conocerse enamorarse y comprometerse. Conocerse: Toda mi vida en mi familia he sido inmensamente feliz, en todos los ámbitos. Adoraba a mis padres y a mis hermanos, y nos encantaba estar juntos. Disfrutaba con mis amigos y mis planes. Me encantaba mi carrera, salir los fines de semana, ir a la finca, etc. Contaba con todo lo necesario para llenar mi corazón y mi vida. Disfrutaba todo y tenía muchas ganas de vivir. Desde pequeña fui consciente de esto y me sentía muy querida, incluso "consentida" por parte de Dios. Por lo mismo, también era muy sensible al dolor, a la soledad, a la enfermedad, al vacío que veía en otras personas. Esto me llevaba a hacerme las preguntas esenciales: ¿Por qué a mí Dios me ha dado tanto? ¿Por qué hay gente a la que le ha dado menos? ¿Por qué existe el dolor? ¿Cuál es el sentido de la vida de tantas personas? ¿Por qué nadie hace nada? ¿Por qué Dios no hace nada? ¿Para qué me ha dado la vida? Y al final, le preguntaba a Dios: ¿Yo qué puedo hacer?, ¿Qué quieres que haga? Sin embargo, aún no me planteaba ni lejanamente la posibilidad de darle mi vida a Dios. En ese momento conocí el Movimiento Regnum Christi y descubrí a Cristo. A pesar de tener una buena formación religiosa, aún no le había conocido como una persona, como un amor que llenaba y daba respuesta a mi vida. Fueron años de irle conociendo como es, qué piensa, qué quiere, y de ir dejándole entrar en mi vida. Enamorarse: Más tarde decidí dar dos años al servicio de la Iglesia para hacer algo por Cristo, por mi fe, por los demás, y corresponder en algo a todo lo que yo había recibido. Me costaba mucho dejar mi vida y mis cosas, pero veía la necesidad de ayudar. Esos años me ayudaron mucho a hacer la experiencia de la felicidad que se tiene dedicándose a los demás. Humanamente disfrutaba al estar en otro lugar y cultura, haciendo cosas que nunca había hecho. Me sentía plena al poder hacer cosas grandes por otros, de que mi vida sirviera para algo, de poder ayudar a quien hiciera falta. Me lancé de lleno a las obras de caridad cristiana y a dar a Dios: misiones, catequesis, niños pobres, jóvenes como yo... y me sentía feliz. El ver de cerca tantas necesidades de todo tipo y la urgencia de que alguien ayudara me dolió y me tocó la vida. Me fui enamorando de Dios y quería ayudarle con sus cosas. Comprometerse: Hasta ahí todo era normal, pero cuando ese amor y esa misión comenzaron a comprometer la vida y pensé en una posible vocación, tuve miedo. Por un lado tenía claros mis planes: vivir cerca de mi familia, casarme, tener muchos hijos, ejercer la carrera que me encantaba y, desde esa situación, hacer todo lo que pudiera por ayudar a los demás. Por otra parte pensaba que entonces yo, como tantos, sólo le daba a Dios lo que me sobraba. Una frase del P. Maciel, que dice "Si yo no hago lo que Dios me pide para construir un mundo más justo, ¿quién lo hará?", me hizo pensar. Era verdad que no lograría quitar el mal del mundo, pero si ayudaba a una persona a encontrar la verdadera felicidad, ya habría valido la pena. A pesar de ver esta realidad, no quería tratar el tema con Dios, pues me daba miedo lo que me pudiera decir. No quería verlo tampoco con mi egoísmo, pues ya sabía qué prefería. No me había dado cuenta de cuántas eran las amarras que me ataban a mi mundo, a mis planes y a mis deseos, y me impedían navegar por el mar al que Dios me pedía que entrase, el mar infinito de su amor. Estuve dos años con esa división interior, triste, sin querer elegir. No resultaba fácil decidirse a soltar las amarras de una vez para siempre y decirle a Dios que SÍ, que me consagraba a Él, que sería suya. Me parecía que si las soltaba me quedaría sin seguridades. Tenía miedo a dejar todo lo que me hacía tan feliz. Tenía miedo a sentirme sola en ese estilo de vida. Me faltaba confianza para ver que Cristo ya se había comprometido conmigo y que me sería fiel. Él me haría plenamente feliz y daría plenitud a mi vida en la entrega a los demás. Él me conocía y sería mi amor, mi consuelo, mi fortaleza. Poco a poco volví a abrirme a Él, a esperar que Él hablase con claridad y me dijese lo que esperaba de mí. No había duda, Él me quería consagrada, me necesitaba para llevar a los demás la felicidad de la que durante tanto tiempo yo había gozado. Solté las amarras que me ataban al puerto de mi vida, de mis planes, de mis deseos, y Él entró en mi barca, ya para quedarse. Han sido unos años de una felicidad mucho mayor de lo que alguna vez pude imaginar. Él ha sido todo para mí. Cada vez que he ayudado a alguna joven a volver a creer, a descubrir que Cristo la quiere, a encontrar su camino en la vida, a lograr la felicidad que nada puede quitar, pienso que mi vida ya ha valido la pena.


Elisa Prieto
_________________
Pulga de Chile
Romanos 8:35-39
Volver arriba
Ver perfil de usuario Enviar mensaje privado
Pulga
Asiduo


Registrado: 04 Oct 2005
Mensajes: 179
Ubicación: En el ültimo lugar del mundo

MensajePublicado: Sab Nov 26, 2005 4:37 am    Asunto: Religiosa pero ¡Sin velo!
Tema: TESTIMONIOS VOCACIONALES
Responder citando

La vocación es el deseo más grande que traemos en el corazón.
Nací en una pequeña ciudad del norte de Italia, cerca de Milán. Mi infancia se desarrolló en el seno de una familia católica y tuve una buena educación religiosa. Me gustaban las actividades que se organizaban en la parroquia y siempre participaba con mucho interés. En varias ocasiones escuché hablar de la vocación a la vida religiosa o consagrada, pero la veía como algo muy lejano. Un verano, cuando tenía entre 18 y 20 años, fui a visitar un monasterio de clarisas con los equipos de la parroquia. Recuerdo perfectamente el testimonio de una monja muy joven que nos contó su vocación. Tenía unos bellísimos ojos azules, llenos de luz, y su voz serena y feliz concluyó su testimonio con estas palabras exactas: La vocación es el deseo más grande que traemos en el corazón. Después de este día mis preguntas existenciales comenzaron a hacerse más intensas: ¿Cuál es mi vocación? ¿Cuál es mi deseo? ¿Monja? ¿Mamá? Lo que en realidad me asustaba era esa nueva perspectiva de vida que yo nunca había considerado, la de una vida consagrada a Dios. Fui a la capilla y hablé con Él con mucha sencillez. Sabía que no me podía pedir algo que no le podía dar. La única cosa cierta era ésta: yo no podía estar lejos de Él. Tenía que resolver esta duda lo antes posible. Me puse de rodillas delante del Sagrario pidiéndole que me explicase todo con claridad. Él me decía: ¡Monja!, ¡monja!, ¡Pero esto no me gustaba! Le expliqué que no podía ponerme falda y tampoco velos, y que prefería casarme y ser mamá. Convencida de que éste era el verdadero deseo de mi vida, le pedí una tregua. No quería enfrentarme con la realidad. Quería vivir como si nunca hubiese pasado nada. Pero mi conciencia no me dejaba en paz; cada vez que escuchaba o leía el pasaje del joven rico del Evangelio comenzaba a replantearme nuevamente mi vida. Llegó un momento en que no podía escuchar los cantos de misa, las palabras me molestaban y todo me hablaba de vocación: Tú, ven y sígueme. Fui una y otra vez delante del Sagrario a intentar explicarle por qué no quería seguir su camino, pero ¡mi explicación no sólo no le convencía a Él sino que tampoco me convencía a mí! Los años pasaron. De vez en cuando me surgía la duda. Mi vida había cambiado: había terminado mis estudios, tenía coche, tuve algunos novios, muchos amigos y una vida como la mayoría de los jóvenes. Estaba muy comprometida en mi parroquia y en muchas otras actividades, pero no me llenaban. Siempre buscaba más y más. ¿Qué buscaba? Yo tampoco lo sabía. Sabía que la única cosa cierta era que sólo con Él a mi lado mi vida cobraría sentido, y otra vez escuchaba su invitación. No podía decirle que no. ¡Está bien! ¿Quieres que sea religiosa? Pero, por favor, ¡sin velo! (claro, estaba convencida de que no existían religiosas sin velo...). En noviembre de 1999, participé en las actividades de Juventud Misionera en Italia. Me gustaba ir de misiones. Las chicas me parecían simpáticas. Todo era tranquilo y no tenía tiempo de pensar en mis dudas, hasta que una de las chicas me invitó a una reunión para comentar el Evangelio y aplicarlo a la vida. Fue ahí donde algo nuevo se cruzó en mi camino. Antes de empezar la reunión me presentaron a dos chicas que nunca antes había visto: eran dos consagradas del Regnum Christi. ¿Dos qué? ¡Las religiosas sin velo! ¡Sentía temor! Pero me parecían buenas y simpáticas. Continué mi vida ordinaria. Tuve mis primeras direcciones espirituales y participaba en todo lo que me proponían. Después de algunos meses, el 26 de junio de 2000, me incorporé al Movimiento Regnum Christi y poco después me fui a México de misiones. Ahí conocí algo más del Movimiento y me encantaba responder a todo lo que Cristo me pedía. Nunca hablé de mis inquietudes vocacionales con nadie, hasta pasada la celebración del LX Aniversario de la fundación de la Legión de Cristo y del Regnum Christi. Después de haber experimentado un clima de familia, paz y alegría y, sobre todo, habiendo visto filas interminables de consagradas que me hacían reflexionar cada vez más sobre mi vocación, hablé con una consagrada. Me invitó a participar en el Triduo Sacro de Semana Santa en Roma. Fue el Viernes Santo más difícil de mi vida. Lloré y lloré; me inquietaba el ver a las consagradas siempre felices. Ahí me decidí: ¡este verano iré al candidatado! Me sentía feliz. Ya había dado el primer paso hacia lo que durante años había rechazado. Su voluntad ahora era clara. ¡Las religiosas sin velo y un novio como nadie lo tiene en la tierra: realmente perfecto!... Eso era lo que Dios quería para mí. Era Jesús y estaba esperando mi Sí desde hacía mucho tiempo. Finalmente, el 8 de Septiembre del 2001, ¡fue mi esposo!

[/b]
_________________
Pulga de Chile
Romanos 8:35-39
Volver arriba
Ver perfil de usuario Enviar mensaje privado
kikal
Esporádico


Registrado: 24 Oct 2005
Mensajes: 77
Ubicación: españa

MensajePublicado: Sab Dic 24, 2005 2:33 am    Asunto:
Tema: TESTIMONIOS VOCACIONALES
Responder citando

¡ANIMO!
Volver arriba
Ver perfil de usuario Enviar mensaje privado MSN Messenger
Mostrar mensajes de anteriores:   
Publicar nuevo tema   Responder al tema    Foros de discusión -> Comunidad Vocacional Todas las horas son GMT
Página 1 de 1

 
Cambiar a:  
Puede publicar nuevos temas en este foro
No puede responder a temas en este foro
No puede editar sus mensajes en este foro
No puede borrar sus mensajes en este foro
No puede votar en encuestas en este foro


Powered by phpBB © 2001, 2007 phpBB Group
© 2007 Catholic.net Inc. - Todos los derechos reservados