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CarlosR26† Veterano
Registrado: 01 Oct 2005 Mensajes: 3941 Ubicación: MEXICO, Jal.
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Publicado:
Mar Ene 03, 2006 11:14 pm Asunto:
SABIAN QUE JESUS ERA DIOS?
Tema: SABIAN QUE JESUS ERA DIOS? |
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¿todos los apostoles sabian y consideraban (después de la resurrección) que Jesucristo es DIOS?
¿Que hay de San Pablo?
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Otra pregunta, se puede demostrar que jesucristo se auto proclamo Dios sin contar con el evangelio de San Juan?
y por ultimo, por que ningún otro apostol o San Pablo especificaron explicitamente que Jesucristo es Dios????
Pregunta extra de cultura general (esta es pregunta mia)
Cual fue el concilio donde se declaro el misterio de la Santisima trinidad y en que año??? _________________ Amar es decir al otro: "Tu no moriras"
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CarlosR26† Veterano
Registrado: 01 Oct 2005 Mensajes: 3941 Ubicación: MEXICO, Jal.
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Publicado:
Mar Ene 03, 2006 11:41 pm Asunto:
Tema: SABIAN QUE JESUS ERA DIOS? |
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San Juan sino por los Sinópticos. Este punto es tratado en todas partes, aquí será suficiente enumerar algunos de los mas importantes mensajes de los Sinópticos, en los cuales Cristo es la muestra evidente de su Naturaleza Divina.
El declara que El vendrá a ser el juez de todos los hombres (Mateo 25:31) En la teología judía el juicio del mundo era una prerrogativa distintivamente Divina y no Mesiánica.
En la parábola del granjero malo, El se describe a Sí mismo como el hijo del dueño de casa, mientras que los Profetas, uno y todos son representados como los sirvientes (Mateo 21:33 sqq)
El es el Señor de los Angeles, aquel que ejecuta Sus comandos (Mateo 24:31).
El aprueba la confesión de Pedro cuando éste lo reconoce a El, no como el Mesías – un paso mas largo tomado por todos los Apóstoles – sino explícitamente como el Hijo de Dios: y El declara que ese conocimiento es debido a una especial revelación del Padre (Mateo 16: 16-17).
Finalmente, ante Caifás, El no se declara meramente como el Mesías, sino como respuesta a una segunda y distinta pregunta afirma su reclamación de ser el Hijo de Dios. Instantáneamente El es declarado por el sumo sacerdote culpable de blasfemia, una ofensa la cual no se le pudo haber adjudicado por haberse proclamado simplemente como el Mesías (Lucas 22: 66-71).
El testimonio de San Juan es aún más explícito que aquel de los Sinópticos. Expresamente declara que el propósito mismo de su Evangelio es establecer la Divinidad de Jesucristo (Juan 20:31). En el prólogo lo identifica con la Palabra, el único que procede del Padre, Aquel que desde toda la eternidad existe con Dios, Aquel es Dios (Juan 1:1-18).
La inmanencia del Hijo en el Padre y del Padre en el Hijo es declarada con palabras de Cristo a San Felipe: "No crees que yo estoy en el Padre y el Padre está en Mi? (Juan 14:10) y, en otros pasajes no menos explícitos (14:7; 16:15;17:21). La unicidad de Su poder y Su acción es afirmada: "el Hijo no puede hacer nada por su cuenta, sino lo que ve hacer al Padre: lo que hace El, también lo hace igualmente el Hijo" (5:19, cf. 10:38) "Porque, como el Padre resucita a los muertos y les da la vida, así también el Hijo da la vida a los que quiere" (5:21). En 10:29, Cristo enseña expresamente Su unidad esencial con el Padre: "El Padre, que me las ha dado, es más grande que todos, y... Yo y el Padre somos uno.» Las palabras "aquello que el Padre me ha dado", puede, teniendo en cuenta el contexto, no tener otro significado que el Divino Nombre, poseído en su totalidad por el Hijo así como por el Padre.
Los críticos racionalistas descansan sobre el texto: "el Padre es más grande que yo". (14:28). Ellos argumentan que esto es suficiente para establecer que el autor del Evangelio tenía puntos de vista subordinacionistas, y exponen en este sentido, ciertos textos en los cuales el Hijo declara su dependencia del Padre (5:19; 8:28). En cuanto a lo que involucra a la doctrina de la Encarnación que, en relación a Su Naturaleza Humana, el Hijo debe ser menos que el Padre. Ningún argumento contra la doctrina católica puede, por lo tanto, ser sacado de este texto. Así también, los pasajes que se refieren a la dependencia del Hijo sobre el Padre, aunque expresan lo que es esencial al dogma trinitario, a saber, que el Padre es la suprema fuente desde Donde la Naturaleza Divina y sus perfecciones fluyen al Hijo. (para ver la esencial diferencia entre la doctrina de San Juan en relación a la Persona de Cristo y la doctrina del Logos del filósofo Alejandrino, sobre el cual muchos racionalistas han intentado trazarlo, ver LOGOS .)
En relación a la Tercera Persona de la Santísima Trinidad, hay pocos pasajes que pueden ser citados de los Sinópticos que atestigüen Su personalidad distintiva. Las palabras de Gabriel (Lucas 1:35) haciendo alusión al uso del término "el Espíritu" en el Antiguo Testamento, para significar a Dios como operativo en Sus creaturas, puede decirse que difícilmente contiene una revelación definitiva de la doctrina. Por la misma razón, es dudoso si la advertencia de Cristo a los fariseos en relación a la blasfemia contra el Espíritu Santo (Mateo 12:31) puede ser usada como prueba. Aunque en Lucas 12:12, " el Espíritu Santo les enseñará lo que tengan que decir." (mateo 10:20 y Lucas 24:49), Su personalidad está claramente denotada. Estos pasajes, tomados en conexión con Mateo 28:19, postulan la existencia de tal enseñanza como lo encontramos en los discursos en el Cenáculo, reportado por San Juan (14-16). Tenemos, en estos capítulos la preparación necesaria para la comisión bautismal. En ellos, los Apóstoles son instruidos no solo en relación a la personalidad del Espíritu, sino en relación a Su función hacia la Iglesia. Su trabajo es enseñar lo que sea que El oiga (16:13) y les recordará todas las enseñanzas de Cristo (14:26) para convencer al mundo del pecado (16:8). Es evidente que, donde el Espíritu no una Persona, Cristo no pudo haber hablado de Su presencia con los Apóstoles como comparable a Su propia presencia ante ellos (14:16). Nuevamente, si El, no fuera una Persona Divina, no pudo haber sido prudente con los Apóstoles que Cristo debía dejarlos y el Consolador tomar Su lugar (16:7).
Más aún, a pesar de la forma neutral de la palabra (pneuma), el pronombre usado en relación a El es el masculino ekeinos. La distinción del Espíritu Santo del Padre y del Hijo está implícita en las declaraciones expresas de que El procede del Padre y es enviado por el Hijo (15:26; cf. 14:16, 26). Sin embargo, El es uno con Ellos: Su presencia con los Discípulos es al mismo tiempo la presencia del Hijo (14:17, 18), mientras que la presencia del Hijo es la presencia del Padre (14:23).
En los escritos que restan del Nuevo Testamento hay numerosos pasajes que acreditan cuan clara y definitiva fué la creencia de la Iglesia Apostólica en las tres Divinas Personas.
En ciertos textos, la coordinación del Padre, Hijo y Espíritu no deja duda posible en lo que quiso decir el escritor. Sin embargo, en la Segunda Carta a los Corintios 13:13, San Pablo escribe: "La gracia de nuestro Señor Jesucristo y la caridad de Dios, y la comunicación del Espíritu Santo estén con todos Uds". Aquí la construcción muestra que el Apóstol está hablando de tres Personas distintas. Más aún, siendo que los nombres Dios y Espíritu Santo son nombres Divinos semejantes, se sigue que Jesucristo es también visto como una Persona Divina. Así también en la Primera carta a la Corintios 12: 4-11: " Hay diferentes dones espirituales, pero el Espíritu es el mismo. [5] Hay diversos ministerios, pero el Señor es el mismo. [6] Hay diversidad de obras, pero es el mismo Dios quien obra todo en todos." (Cf. también a los Efesios 4: 4-6; I Pedro 1:2-3.) Pero, aparte de pasajes como éstos, donde hay una mención expresa de las Tres Personas, la enseñanza del Nuevo Testamento en relación a Cristo y el Espíritu Santo está libre de toda ambigüedad.
En relación a Cristo, los Apóstoles emplearon modos de discurso, los cuales a los hombres traídos de la fe hebrea, necesariamente significaron fe en Su Divinidad. Tal, por ejemplo, es el uso de la Doxología en referencia a El. La Doxología, "Para El sea la gloria por los siglos de los siglos" (ct. I Crónicas 16:38; Salmos 103: 31; 28:2) es una expresión de alabanza ofrecida a Dios sólo. En el Nuevo Testamento, lo encontramos dirigido no sólo a Dios el Padre, sino a Jesucristo (II a Timoteo 4:18; II Pedro 3:18; Revelaciones 1:6; Hebreos 13: 20-21) y a Dios el Padre y Cristo en conjunción (Revelaciones 5:13, 7:10). No menos convincente es el uso del título de Señor (Kyrios). Este término representa el Hebreo Adonai, así como Dios (Theos) representa Elohim. Los dos son nombres igualmente Divinos (ct. I Corintios 8:4).
En los escritos apostólicos, Theos, casi podemos decir que ser tratado como el nombre apropiado de Dios el Padre, y Kyrios del Hijo (ver por ejemplo, en la I de Corintios 12:5-6); en sólo unos pocos pasajes encontramos Kyrios usado para el Padre (I Conrintios 3:5;7:17) o Theos para Cristo. Los Apóstoles de tiempo en tiempo aplican a Cristo pasajes del Antiguo Testamento donde Kyrios es usado por ejemplo en la Primera carta a los Corintios 10:9 (Números 21:7), Hebreos 1:10-12 (Salmos 101:26-28); y usan tales expresiones como "el temor del Señor" (Hechos 9:31; II Corintios 5:11; A los Efeios 5:21) "pidan en el nombre del Señor" indiferentemente a Dios el Padre y a Cristo (Hechos 2:21; 9:14; Romanos 10:13). La declaración que "Jesús es el Señor" (Kyrion Iesoun, Romanos 10:9; Kyrios Iesous, I Corintios 12:3) es reconocimiento de Jesús como Yahvé. Los textos en los cuales San Pablo afirma que en Cristo habita la plenitud del Altísimo (colosenses 2:9), que antes de Su Encarnación El poseía la naturaleza esencial de Dios (Filemón 2:6) que El "... quien es Dios sobre todas las cosas. ¡Alabado sea por siempre!..."
(Romanos 9:5) no nos dice nada que no esté implícito en muchos otros pasajes de sus Epístolas.
La doctrina en relacion al Espíritu Santo es igualmente clara. Que El es una personalidad distinta, está claramente reconocido como lo muestran muchos pasajes. Es así como El revela Sus mandamientos a los ministros de la Iglesia: "Mientras estaban celebrando el culto del Señor y ayunando, dijo el Espíritu Santo: «Separadme ya a Bernabé y a Saulo...»" (Hechos 13:2). El dirige la jornada misionaria de los Apóstoles: "... intentaron dirigirse a Betania, pero no se lo consintió el Espíritu de Jesús. (Acts 16:7; cf. Acts 5:3; 15:28; Romans 15:30). De El se afirman atributos Divinos.
El posee omnipresencia y revela a la Iglesia misterios conocidos solo por Dios (I Corintios 2:10)
Es El quien distribuye carismata (I Cor., 12:11)
El es el dador de vida sobrenatural (II Cor., 3:8)
El habita en la Iglesia y en las almas de los hombres individuales, como en Su templo (Romanos 8:9-11; I Cor., 3:16, 6:19)
El trabajo de justificación y santificación es atribuído a El (I. Cor. 6:11; Rom., 15:16), así como también en otros pasajes, las mismas obras se atribuyen a Cristo (I. Cor., 1:2; Gal., 2:17).
Para resumir: los variados elementos de la doctrina trinitaria están todos expresamente enseñados en el Nuevo Testamento. La Divinidad de las Tres Personas se insertan o están implícitas en demasiados numerosos pasajes como para contarlos. La unidad de esencia no es meramente postulada por el estricto monoteísmo del hombre nutrido en la religión de Israel, para la cual, "las deidades subordinadas" serían impensables; pero es, como lo hemos visto, implicada en la comisión bautismal en Mateo 28:19, y, expresamente insertas en relación al Padre y al Hijo en Juan 10:38. Que las Personas son co-eternas y co-iguales es un mero corolario de lo anterior. En relación a las Divinas procedencias, la doctrina de la primera procedencia está contenida en los mismos términos Padre e Hijo: la procedencia del Espíritu Santo del Padre e Hijo es enseñada en el discurso del Señor reportado por San Juan (14-17) _________________ Amar es decir al otro: "Tu no moriras"
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CarlosR26† Veterano
Registrado: 01 Oct 2005 Mensajes: 3941 Ubicación: MEXICO, Jal.
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Publicado:
Mar Ene 03, 2006 11:49 pm Asunto:
Tema: SABIAN QUE JESUS ERA DIOS? |
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(a) Los Padres de la Iglesia
Los Padres son prácticamente unánimes en enseñar explícitamente la divinidad de Jesucristo. El testimonio de muchos ha sido dado en nuestra exégesis de los textos dogmáticos que prueban que Cristo era Dios. Tomaría demasiado espacio citar adecuadamente a los Padres. Nos limitaremos a los de las épocas apostólica y apologética. Al unir estos testimonios a los de los Evangelistas y de San Pablo, podemos ver claramente que el Santo Oficio tenía razón al condenar estas proposiciones del Modernismo: “La divinidad de Cristo no está probada por los Evangelios sino que es un dogma que la conciencia cristiana ha desarrollado a partir de la noción de un Mesías. Se puede dar por seguro que el Cristo que nos muestra la historia es muy inferior al Cristo que es objeto de la Fe” (ver prop. 27 y 29 del Decreto “Lamentabili”).
San Clemente de Roma (años 93-95, según Harnack), en su primera epístola a los corintios, 16, 2, habla del “Señor Jesucristo, el Cetro del Poder de Dios” (Funk, “Patres Apostolici”, ed.Tübingen, 1901, p. 118), y describe, citando a Isaías 3, 1-12, la humillación que fue predicha y vino a suceder en la autoinmolación de Jesús. Como los escritos de los Padres Apostólicos son muy escasos, y en absoluto apologéticos, sino más bien devotos y exhortativos, no buscaremos en ellos esa clara y llana defensa de la divinidad de Cristo que se evidencia en los escritos de los apologistas y Padres posteriores.
El testimonio de S. Ignacio de Antioquía (años 110-117, según Harnack) es casi el de la época apologética, en cuyo espíritu parece haber escrito a los efesios. Puede muy bien ser que en Éfeso estuvieran haciendo estragos las mismas herejías que unos diez años antes o, según la cronología de Harnack, en la misma época, San Juan había tratado de destruir escribiendo su Evangelio. Si esto es así, comprendemos la audaz confesión de la divinidad de Jesucristo que este gran confesor de la Fe formula en sus salutaciones, al principio de su carta a los efesios. “Ignacio... a la Iglesia...que está en Éfeso... en la voluntad del Padre y de Jesucristo Nuestro Dios (tou theou hemon)”. Dice: “El Médico en Uno, de la carne y del espíritu, engendrado y no engendrado, que fue Dios en carne (en sarki genomenos theos)... Jesucristo Nuestro Señor” (c. vii; Funk, I, 218). “Pues Nuestro Dios Jesucristo fue llevado en el vientre por María” (c. xviii, 2; Funk, I, 226). A los romanos escribe: “Pues Nuestro Dios Jesucristo, que permanece en el Padre, es incluso más manifiesto” (c. iii, 3; Funk, I, 256).
El testimonio de la carta de Bernabé: “He aquí, de nuevo, que Jesús no es el hijo del hombre sino el Hijo de Dios, hecho manifiesto en forma de carne. Y puesto que los hombres iban a decir que Cristo era hijo de David, el mismo David, temiendo y comprendiendo la malicia de los inicuos, profetizó: Dijo el Señor a mi Señor...He aquí como David le llama el Señor y no hijo” (c. xiii; Funk, I, 77).
En la época apologética, San Justino Mártir (Harnack, año 150) escribía: “Puesto que la Palabra es el primogénito de Dios, es también Dios” (Apol. 1, n. 63; P.G., VI, 423). Es evidente por el contexto que Justino entiende por la Palabra a Jesucristo; ya había dicho que Jesús era la Palabra antes de hacerse hombre, y utilizaba para manifestarse la forma de fuego o de alguna otra imagen incorpórea. San Ireneo prueba que Jesucristo es correctamente llamado el único y solo Dios y Señor, en cuanto que se dice que todas las cosas han sido creadas por Él (ver “Adv. Haer.”, III, viii, n.3; P.G., VII, 868; libro IV, 10, 14, 36). El Deutero-Clemente (Harnack, año 166; Sanday, año 150) insiste: “Hermanos, creemos en Jesucristo como en el mismo Dios, como Juez de los vivos y los muertos” (ver Funk, I, 184). San Clemente de Alejandría (Sanday, año 190) habla de Cristo como “verdadero Dios sin controversia alguna, el igual del Señor de todo el universo, puesto que es el Hijo y la Palabra está en Dios” (Cohortatio ad Gentes, c. x; P.G., VIII, 227).
(b) Escritores paganos
Al testimonio de estos Padres de las épocas apostólica y apologética, añadimos algunos testimonios de escritores contemporáneos paganos. Plinio (año 107) escribió a Trajano que los cristianos tenían costumbre de reunirse antes de amanecer y cantar alabanzas “a Cristo como Dios” (Epist. 10, 97). El emperador Adriano (año 117) escribía a Serviano que muchos egipcios se habían hecho cristianos, y que los conversos al Cristianismo estaban “obligados a adorar a Cristo”, puesto que era su Dios (ver Saturnino, c. vii). Luciano se burla de los cristianos porque han sido persuadidos por Cristo “a renunciar a los dioses de los griegos y a adorarle a Él atado a una cruz” (De Morte Peregrini, 13). Aquí se puede mencionar también el conocido graffito que caricaturiza la adoración del Crucificado como Dios. Esta importante contribución a la arqueología se encontró, en 1857, en una pared del Paedagogium, una parte interior de la Domus Gelotiana del Palatino, y está ahora en el Museo Kircher de Roma. Tras el asesinato de Calígula (año 41) esta parte interior de la Domus Gelotiana se convirtió en una escuela de formación de pajes de la corte, llamada el Paedagogium (ver Lanciani, “Ruinas y Excavaciones de la antigua Roma”, ed. Boston, 1897, p. 186). Este hecho y el lenguaje del graffito conduce a considerar que el paje que se burló de la religión de uno de sus compañeros se ha convertido así en un testigo importante de la adoración cristiana de Jesús como Dios en el Siglo I o, como muy tarde, II. El graffito representa a Cristo en una cruz y en plan de burla le dota de una cabeza de asno; un paje está toscamente esbozado de rodillas y con las manos extendidas en actitud de plegaria; la inscripción dice “Alexamenos adora a su Dios” (Alexamenos sebetai ton theon). Celso acusa a los cristianos precisamente sobre la base de que creen que Dios se hizo hombre (ver Orígenes, “Contra Celsum”, IV, 14; P.G., XI, 1043). Arístides escribió al emperador Antonino Pío (años 138-161) lo que parece haber sido una apología en pro de la Fe de Cristo: “El mismo se llamó Hijo de Dios; y ellos enseñan de Él que bajó del cielo y se hizo carne de una virgen hebrea” (ver “Theol. Quartalschrift”, Tübingen, 1892, p. 535).
(c) Testimonio de los Concilios
El primer concilio ecuménico de la Iglesia fue convocado para definir la divinidad de Jesucristo y condenar a Arrio y su error (ver ARRIO). Antes de esa época, los herejes habían negado este gran dogma fundamental de la Fe; pero los Padres habían sido unánimes en la tarea de refutar el error y resistir la marea de la herejía. Ahora la marea de la herejía era tan fuerte como para necesitar de la autoridad de la Iglesia universal para resistirla. En su “Thalia”, Arrio enseñaba que la Palabra no era eterna (en pote ote ouk en) ni engendrada por el Padre, sino creada de la nada (ex ouk onton hehonen ho logos); y aunque fue antes de que el mundo existiera, aun así era algo hecho, una cosa creada (poiema o ktisis). Contra esta audaz herejía, el Concilio de Nicea (325) definió el dogma de la Divinidad de Cristo en los términos más claros: “Creemos... en un solo Señor Jesucristo, Hijo de Dios, el Unigénito, engendrado por el Padre (hennethenta ek tou patros monogene), esto es, de la sustancia del Padre, Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado no creado, de la misma naturaleza que el Padre (homoousion to patri) por Quien todo fue hecho” (ver Denzinger, 54).
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