Podemos aprender los unos de los otros, siempre

[Orpam Saretnoc Laverz]

Las huellas se titula este fragmento, aleccionador del todo, veréis amigos.
"Hace algunos años, un letrado incrédulo, atravesando el desierto con algunos árabes como guías, observó que al ocaso del sol ellos extendían una alfombra en el suelo y rezaban. Por lo tanto, preguntó a uno de ellos: "¿Qué hacéis?".
"Rezo a Alá, Dios", respondió el hijo del desierto.
El docto sonrió, luego dijo: "¿Has visto alguna vez a Dios? ¿Lo has tocado con tus manos? ¿Lo has oído con tus oídos?
"¡No!"
Y entonces estás loco, porque crees en un Dios que nunca has visto, nunca has oído, nunca has tocado".
El árabe en aquel momento no supo responder. A la mañana siguiente, antes de salir el sol, el letrado, saliendo de su tienda, hizo notar al guía: "Aquí ciertamente ¡ha pasado un camello!".
Un rayo de luz brilló en los ojos del hijo del desierto que preguntó al docto incrédulo: ¿Habéis visto vos el camello? ¿Lo habéis oído pasar? ¿Lo habéis tocado con vuestras manos?".
"¡No!". "Entonces - concluye el árabe - vos sois loco creyendo que ha pasado por aquí".
"Pero ¡se ven bien sus huellas en la arena!".
En aquel momento el sol aparecía en el horizonte. Con un gesto amplio y solemne, el hijo del desierto mostró el astro esplendente y concluyó:
"¡Mirad las huellas del creador! ¡Sabed pues, que Dios existe y nos ama!"."
¡Ah! si nosotros supiéramos descubrir a Dios en el niño, en la flor, en la persona cercana que sufre o que ríe, en la mirada transparente del hombre o de la mujer que tenemos cerca, que vive a nuestro lado y que, quizás, no conocemos bastante... Yo voy a meditarlo despacio, esta noche misma, porque no sé qué día será la última que viva. Orpam Saretnoc Laverz

[nieves]

Fantástico!

SUpongo que algunos de vosotros habreis sentido a DIos. Yo lo he sentido muchas veces, en el follaje de los árboles, en la puesta de sol, en el silencio de las tierras turolenses donde paso los veranos, pero la experiencia más fuerte que tuve fue en el Polo Norte. Iba en un barco yl
llegamos a la barrera del hielo, donde ya no se puede avanzar más, el barco, paró para que pudiesemos admirar aquella maravilla. SOlo cielo, mar, hielo, y alguna gaviota, y.......silencio. Mi madre y yo empezamos a llorar.No sabíamos el motivo pero sí que lo sabíamos, allí estabamos tocando a DIos.

Después de esto, nadie puede convencerme de que DIos (no me importa su forma) existe y está conmigo siempre.

[Orpam Saretnoc Laverz]

Nieves, no había visto que habías respondido al tema. ¡Qué experiencia estupenda la tuya! Si hacemos silencio (he escrito en un tema sobre esto), aún estando en medio de muchos e incluso de ruidos, si nos sabemos aislar, pasar por encima, si levantamos la mirada al cielo, en los cambios atmosféricos, si vamos de excursión, si estamos de viaje viendo el paisaje, si cerramos los ojos y notamos el latido de nuestro corazón, si, en una palabra, "palpamos la Presencia" de Aquel que nos creó, que nos ama, nunca más podremos dejar de dirigirnos a Él. Mucho seres humanos invocan a la Divinidad de formas distintas. Lo estupendo es que los que somos de Cristo, sus seguidores, vemos en Él al Hijo de Dios hecho hombre, Jesús, que nos enseña cómo entrar en contacto con el Padre, mediante el Espíritu. Te abrazo con cariño, Orpam Saretnoc Laverz