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El Papa y la Vocación

 
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Registrado: 22 Dic 2005
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MensajePublicado: Vie Ene 13, 2006 4:16 pm    Asunto: El Papa y la Vocación
Tema: El Papa y la Vocación
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Estimados foristas, quisiera compartirles un extracto de las palabras del papa PIO XII dirigido a los esposos a los que Dios ha bendecido con una vocación. Son de una gran profundidad, y ayudan mucho a entender mejor la grandeza de la vocación, de lo que significa ser llamado.


"Quisiéramos decirles hoy, queridos esposos, y más que decir, quisiéramos recordarles una palabra que desde siempre ha sido el honor de la familia y de los esposos cristianos. Esta palabra, es la parte de Dios en el banquete familiar, una parte que Dios quiere reservarse para sí, como amigo y casi como un necesitado de ayuda. Jesús que ha bendecido su unión, que ha hecho fecundo su Hogar, y que ha hecho crecer al pie de su olivo, los alegres retoños de sus esperanzas, pasará, quizá en esa hora que sólo Él sabe, para tocar a la puerta de algunas de sus casas, así como un día pasó a la orilla del lago de Tiberiades y llamó a seguirlo a los dos hijos del Zebedeo. Piensen queridos hijos e hijas, que de la familia fundada según el querer divino, Cristo y la Iglesia universal extraen los ministros y los apóstoles del Evangelio, los sacerdotes y los heraldos que apacientan al pueblo cristiano y atraviesan los océanos para iluminar y salvar las almas. ¿Qué harán ustedes si el divino maestro viniese a pedir la parte de Dios, es decir, uno u otro de sus hijos o hijas que Él se haya dignado elegir para hacer de él un sacerdote, un religioso, o una consagrada? ¿Qué responderán cuando, recibiendo sus confidencias filiales, les manifiesten las santas aspiraciones que despertado en sus corazones la voz de Aquel que amorosamente les murmura “¿quieres?” ?
Se lo suplicamos en nombre de Dios, no, no cierren en un alma la escucha de la divina llamada. Si un día Dios les hiciese el insigne honor de llamar a uno de sus hijos o hijas para su servicio, sepan apreciar el valor y el privilegio de tanta gracia para el hijo y la hija elegida, para ustedes y para su familia entera. Es un gran don del Cielo que entra en su casa, es una flor crecida en su sangre que ustedes ofrecen sobre el altar para que viva consagrado al Señor y a las almas.
¡Cuántos sacrificios! ¡Cuantas oraciones! elevarán por ustedes por sus hermanos y sus hermanas, esas oraciones acompañarán cada día sus pasos, sus acciones y necesidades, se harán más ardientes y frecuentes en las horas difíciles y tristes, les seguirán y les confortarán en todo el curso de su vivir hasta el último suspiro e incluso hasta el más allá.
No crean que estos corazones que se han dado enteramente a Nuestro Señor y a su servicio, deban amarles con un amor menos fuerte o menos tierno, el amor de Dios no niega ni destruye la naturaleza, sino que la perfecciona y exalta a una esfera superior donde la caridad de Cristo y el palpitar del corazón humano se encuentran.
Si la dignidad y la austeridad de la vida sacerdotal o consagrada exigiera la renuncia a ciertas manifestaciones de afecto, no lo duden, este mismo afecto no disminuirá ni se entibiará, sino que de la renuncia sacará un ardor más intenso y más profundo y se verá más libre de todo egoísmo, sólo Dios condividirá ese corazón con ustedes.
No teman el don de una santa vocación que desciende del Cielo hasta sus hijos, para quien cree y se eleva en la caridad, ¿no constituye acaso un consuelo un orgullo y una felicidad ver en altar al propio hijo, que vestido con los ornamentos sacerdotales, ofrece el sacrificio incruento y pide a Dios por su padre y su madre? ¿No es una consolación que hace vibrar los íntimos latidos del corazón de madre ver a una hija, consagrada a Cristo, que lo sirve y lo ama.?
¡Cuántos cuidados para ustedes, para sus hijos y para su misma felicidad entrega el corazón del sacerdote que les visita y les está cerca! ¿de dónde ha venido para estar entre ustedes? ¿quién se lo ha mandado? ¿quién le ha infundido el amor paterno hacia ustedes, su palabra y su consejo de amigo?, lo manda la Iglesia, lo manda Cristo.
¿Dónde estaría la altura de su espíritu cristiano si quisieran sustraerse al honor de cooperar y ayudar también ustedes en esta obra, no sólo con las ayudas materiales, sino incluso, con el don más precioso de los hijos que Dios les pidiese para la propagación de la fe y de la Iglesia católica?
¡Ayuden a la Iglesia esposa de Cristo, queridos esposos! ¡Ayuden a Cristo, salvador de los hombres también con los hijos de su sangre! ¡Den a Dios la parte de bendición que Él pide de su hogar!"

Que Dios los bendiga.
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