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Sergio Ceceña Veterano
Registrado: 02 Oct 2005 Mensajes: 2016 Ubicación: México
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Publicado:
Mar Ene 17, 2006 4:44 am Asunto:
¿Cómo murieron los apóstoles?
Tema: ¿Cómo murieron los apóstoles? |
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¿Cómo murieron los apóstoles?
El camino de los apóstoles a la Patria celestial
¿Cómo murieron los santos apóstoles? Para el lector probablemente se trate de un enigma de gran interés para resolver. Acompáñenos en nuestro recorrido por la últimas horas de católicas proezas y santos atrevimientos de quienes tuvieron la honra de acompañar estrechamente al Divino Redentor integrando el Sagrado Colegio Apostólico.
A pesar de que los católicos nos hemos hecho muchas preguntas concernientes a nuestra fe, una de las más evidentes no ha sido formulada con frecuencia, o en todo caso, no es común toparse con un lugar que reúna esta información. Nos referimos a: ¿cómo fue la muerte de los Apóstoles del Señor?
Cercana la fiesta de San Pedro y San Pablo, éste es un momento maravilloso para preguntarnos sobre el momento en que iremos a reunirnos con Dios haciendo agradecido uso de la gracia que Él mismo nos alcanzó, o nos reprobaremos por haberlo rechazado. Y cuando meditamos, los católicos tenemos la gracia adicional de contar con los modelos de virtud que fueron nuestros santos. Por eso veremos en las altísimas vocaciones de los apóstoles ese fin que debiéramos desear e intentar alcanzar rogando por la gracia de la penitencia final y la unión con Dios que ellos lograron en grado magnífico.
Pero cuando hablamos de modelos de virtud se nos hace imposible olvidar a los "ejemplos de decrepitud" que han sido quienes deliberadamente quisieron apartarse y dañar la Fe en alguna de sus expresiones.
Dada la santa curiosidad que nos ha nacido al darnos cuenta de nuestro desconocimiento al respecto, el tiempo que atravesamos, la necesidad de la gracia de penitencia final y la contemplación de las maravillas de Dios, relataremos a continuación según la Tradición de la Santa Iglesia, el momento previo a la vida eterna de estos grandes santos y algo de quienes quisieron ser sus opositores, para que, cada quien desde su lugar, esperamos nos produzcan siquiera en parte el fruto del deseo de santificación que Nuestro Señor quiso encender en nosotros cada uno de los días que transitó por este mundo.
Fuente: Revista Cristiandad. _________________
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Sergio Ceceña Veterano
Registrado: 02 Oct 2005 Mensajes: 2016 Ubicación: México
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Publicado:
Mar Ene 17, 2006 4:45 am Asunto:
Muerte de San Pedro y San Pablo
Tema: ¿Cómo murieron los apóstoles? |
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Muerte de San Pedro y San Pablo
Los dos apóstoles se enfrentaron a Simón el Mago por los engaños que este último hacia a la gente, y tras un milagro que no da ahora lugar para relatar, quedó Simón tan avergonzado que tuvo que esconderse por un año antes de animarse a comparecer ante el público otra vez.
A pesar de lo que había pasado, posteriormente Simón volvió a Roma y reanudó la amistad que desde antes tenía con Nerón. Dice san León que el mago, después de su regreso, convocó al pueblo y dijo:
- Los galileos me han ultrajado gravemente. He decidido abandonar definitivamente esta ciudad en la que tantos favores os he hecho. No quiero seguir viviendo en la tierra. Oportunamente os comunicaré la fecha de mi ascensión al cielo.
Algunos días después convocó nuevamente al público para que cuantos lo deseasen fuesen testigos de su viaje a la gloria, y coronado de laurel subió, según algunos, a una torre muy alta, y según la versión de San Lino, al Capitolio, y desde la altura se lanzó al espacio y empezó a volar. Al ver aquello, Pablo dijo a Pedro:
- A mi me corresponde orar, y a ti dar las órdenes debidas.
Nerón, que se hallaba presente, dirigiéndose a los apóstoles, hizo este comentario:
- Este hombre es sincero; vosotros sois los embaucadores.
Entonces Pedro dijo a Pablo, que estaba orando:
- Pablo, levanta la cabeza y fíjate.
Levantó Pablo la cabeza y al ver que Simón seguía volando, dijo a Pedro:
- Pedro ¿qué esperas? Acaba la obra que comenzaste, que ya nos llama el Señor.
Pedro inmediatamente exclamó:
- ¡Espíritus de Satanás que lleváis a este hombre por el aire! ¡Yo os mando que no lo sostengáis más y que lo dejéis solo para que caiga y se estrelle!
En aquel preciso momento los demonios que lo sostenían, y llevaban volando por el aire, retiráronle su apoyo y Simón desde lo alto cayó al suelo, y al chocar contra él se rompió la cabeza y quedó muerto.
Entonces Nerón, lleno de dolor por el final trágico de aquel hombre, se encaró con los apóstoles y les dijo:
- No puedo fiarme de vosotros. Os daré un castigo conveniente para que os sirva de escarmiento.
Nerón cumplió su amenaza. Detuvo a Pedro y a Pablo y encargó su vigilancia a un ilustre romano llamado Paulino, el cual, a su vez, mandó a Mamertino que los llevara a la cárcel. Mamertino encerró a los dos apóstoles en un calabozo y confió la custodia de los dos presos a dos solados cuyos nombres eran Proceso y Martiniano, que, convertidos en seguida a la fe por San Pedro, abrieron las puertas de la prisión y dejaron en libertad a ambos prisioneros. Este hecho costó la vida a Proceso y Martiniano, pues Paulino, cuando Pedro y Pablo fueron martirizados, juzgó a ambos soldados y, al descubrir que eran cristianos, dio cuenta de ello a Nerón y mandó que fuesen inmediatamente decapitados.
Cuando Pedro salió de la cárcel, sus hermanos en la fe rogaron que huyera de la ciudad, y, aunque él al principio se resistió a hacerlo, finalmente convencido por ellos se dispuso a salir de Roma, y al llegar a una de las puertas de la muralla situada en el lugar que actualmente lleva el nombre de Santa María "ad passus", según San Lino y San León, vio a Cristo que venía hacia él. Pedro, al verlo, le dijo:
- Domine, quo vadis? O sea, Señor, ¿adónde vas?
- A Roma, para que me crucifiquen de nuevo.
- ¿Para que te crucifiquen de nuevo? – preguntó Pedro.
- Sí – contestó el Señor.
Entonces Pedro exclamó:
- En ese caso me vuelvo para que me crucifiquen también a mí contigo.
En aquel preciso momento el Señor subió al cielo ante la mirada atónita de san pedro que comenzó a llorar de emoción, porque repentinamente se dio cuenta de que la crucifixión de que Cristo había hablado era la que a él le aguardaba, es decir, la que el Señor iba nuevamente a padecer a través de su propia crucifixión. Inmediatamente volvió sobre sus pasos, se internó en la ciudad y refirió a los hermanos la visión que había tenido. Poco después, los soldados de Nerón lo detuvieron, y en calidad de prisionero lo condujeron a la presencia del prefecto Agripa. Según el relato de san Lino, la cara del apóstol, al comparecer ante el juez, brillaba como el sol.
Agripa al verle, le dijo:
- ¡De manera que tú eres ese sujeto que en determinadas reuniones con la plebe se da tanta importancia...! Tengo entendido que aprovechas tu influencia sobre las mujeres que te siguen para inculcarles que no se acuesten con sus maridos.
Pedro, encarándose con el prefecto, le respondió:
- Yo no me doy importancia ni presumo de nada ni de nada me glorío; pero sí te hago saber que lo único que de verdad me importa es ser fiel discípulo de mi Señor Jesucristo, el Crucificado.
Agripa condenó a Pedro a morir en una cruz; podía legalmente aplicársele este tormento, porque era forastero; en cambio, a Pablo, como era ciudadano romano y no podía según las leyes ser castigado con este procedimiento, lo condenó a muerte por el sistema de decapitación.
Dionisio, en carta escrita a Timoteo con motivo de la muerte de Pablo, habla de la condena recaída sobre uno y otro apóstol, y se expresa de esta manera: "¡Oh, hermano mío Timoteo! Si hubieses sido testigo de los últimos momentos de estos mártires, hubieras desfallecido de tristeza y de dolor. ¿Cómo oír sin llorar la publicación de aquellas sentencias en las que se decretaba la muerte de Pedro por crucifixión y la de Pablo por degollación? ¡Si hubieses visto como los gentiles y los judíos los maltrataban y lanzaban salivazos sobre sus rostros! Cuando llegó el momento en que deberían separarse para ser conducidos al lugar en que cada uno de ellos había de ser ejecutado, ¡momento verdaderamente terrible!, aquellas dos columnas del mundo fueron maniatadas entre los gemidos y sollozos de los hermanos que estábamos presentes. Entonces dijo Pablo a Pedro: "La paz sea contigo, ¡oh fundamento de todas las Iglesias y pastor universal de las ovejas y corderos de Cristo!". Pedro por su parte respondió a Pablo: "¡Que la paz te acompañe también a ti, predicador de las buenas costumbres, mediador de los justos y conductor de sus almas por los caminos de la salvación!". Una vez que separaron al uno del otro, pues no los mataron en el mismo sitio, yo seguí a mi maestro". Hasta aquí el relato de Dionisio.
León y Marcelo refieren que en el momento en que Pedro iba a ser crucificado, el apóstol dijo: "Cuando crucificaron a mi Señor, pusieron su cuerpo sobre la cruz en posición natural, con los pies abajo y la cabeza en lo alto, en esto sus verdugos procedieron acertadamente, porque mi Señor descendió desde el cielo a la tierra; a mí, en cambio, debéis ponerme de manera distinta: con la cabeza abajo y los pies arriba; porque además de que no soy digno de ser crucificado del mismo modo que Él lo fue, yo, que he recibido la gracia de su llamada, voy a subir desde la tierra hasta el cielo; os ruego por tanto que, clavar mis miembros a la cruz, lo hagáis de tal forma que mis pies queden en lo alto y mi cabeza en la parte inferior del madero. Los verdugos tuvieron a bien acceder a este deseo y, en consecuencia, colocaron el cuerpo del santo sobre la cruz de manera que sus pies pudiesen ser clavados separadamente en los extremos del travesaño horizontal superior, y las manos en la parte baja del fuste, cerca del suelo".
El público que asistió a este espectáculo, en un momento dado comenzó a amotinarse, a proferir gritos contra Nerón y contra el prefecto, a pedir la muerte de ambos y a intentar la liberación de Pedro; pero éste les suplicó que no impidiesen la consumación de su martirio. Según los relatos de Hegesipo y de Lino, el Señor premió a cuantos llorando de compasión presenciaron la escena terrible, abriendo sus ojos y permitiendo que vieran a Pedro, ya crucificado, rodado de ángeles que tenían en sus manos coronas de rosas y de lirios y a Cristo colocado a la vera del mártir mostrando al apóstol un libro abierto. Hegesipo dice que Pedro al ver junto a sí el libro que Cristo le mostraba, comenzó a leer en voz alta, para que todos lo oyeran, lo que estaba escrito en él, y que lo que leyó fue lo siguiente: "Señor, yo he deseado imitarte; pero no me he considerado digno de ser crucificado en la posición en que a ti te crucificaron; porque tú siempre fuiste recto, excelso, elevado; nosotros, en cambio, somos hijos de aquel primer hombre que hundió su cabeza en la tierra; por eso, ya en nuestra manera de nacer representamos la caída de nuestro primer padre, puesto que nacemos inclinados hacia el suelo, tendiendo a derramarnos sobre él y con una naturaleza de condiciones tan cambiadas y tan propensa a incurrir en errores, que frecuentemente lo que juzgamos correcto en realidad no lo es. Tú, Señor, para mí significas todas las cosas; lo eres todo para mí; fuera de ti, no quiero nada. Mientras viva y sea capaz de razonar y pueda hablar, te diré siempre y con toda mi alma: ¡Gracias, mi Dios!".
De la oración que acabamos de transcribir se deduce que fueron dos los motivos por los que este santo apóstol no quiso ser crucificado en la posición normal, en que lo fue Cristo.
Tras la visión que hemos referido, considerando san Pedro que los fieles que asistían a su martirio habían sido testigos de aquella glorificadora escena, dio gracias a Dios, encomendó a su misericordia a los creyentes y expiró. Sus discípulos Marcelo y Apuleyo desenclavaron su cuerpo, lo ungieron con variados aromas, y lo sepultaron.
San Pablo por su parte empezó a caminar con sus verdugos cuando se encontró con Plantila, que era una de sus discípulas. Dionisio dice que esta cristiana se llamaba Lemobia. Lemobia o Plantila – probablemente esta mujer tenía dos nombres – comenzó entre sollozos a encomendarse a las oraciones del apóstol, quien tratando de tranquilizarla le dijo:
- Plantila, hija de la salvación eterna: dame el velo con que cubres tu cabeza; con él quiero vendarme los ojos; más adelante te lo devolveré.
Mientras se lo daba, los verdugos, riéndose, dijeron a Plantila:
- ¡Qué tonta eres! ¿Cómo te fías de este mago impostor y le das esa tela tan preciosa que vale sin duda su buena cantidad de dinero? ¿Crees que la vas a recuperar? Ya puedes darla por perdida.
Llegados al sitio en que Pablo iba a ser decapitado, el santo apóstol se volvió hacia oriente, elevó sus manos al cielo y llorando de emoción oró en su propio idioma y dio gracias a Dios durante un largo rato; luego se despidió de los cristianos que estaban presentes, se arrodilló con ambas rodillas en el suelo, se vendó los ojos con el velo que Plantila le había dado, colocó su cuello sobre el tajo, e inmediatamente, en esta postura, fue decapitado; mas, en el mismo instante en que su cabeza salía despedida del tronco, su boca, con voz enteramente clara, pronunció esta invocación tantas veces repetida dulcemente por él a lo largo de su vida: "¡Jesucristo!". En cuanto el hacha cayó sobre el cuello del mártir, de la herida brotó primeramente un abundante chorro de leche que fue a estrellarse contra las ropas del verdugo; luego comenzó a fluir sangre y a impregnarse el ambiente de un olor muy agradable que emanaba del cuerpo del mártir y, mientras tanto, en el aire brilló una luz intensísima.
Sobre la muerte de San Pablo, Dionisio, en la carta a que nos hemos referido anteriormente, escribió a Timoteo lo siguiente: "En aquella tristísima hora, oh mi querido hermano, dijo el verdugo a Pablo: "Prepara tu cuello". Entonces el santo apóstol miró al cielo, hizo la señal de la cruz sobre su frente y sobre su pecho, y exclamó: "¡Oh Señor mío Jesucristo, en tus manos encomiendo mi espíritu!". Dicho esto, serenamente, con naturalidad, estiró su cuello y, al descargar el verdugo el hachazo con que le amputó la cabeza, recibió la corona del martirio; pero, en el mismo instante en que recibió el golpe mortal, el santísimo mártir desplegó un velo, recogió en él parte de la sangre que brotó de su herida, plegó de nuevo la tela, la anudó y se la entregó a Lemobia". _________________
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Sergio Ceceña Veterano
Registrado: 02 Oct 2005 Mensajes: 2016 Ubicación: México
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Publicado:
Mar Ene 17, 2006 4:47 am Asunto:
Muerte de San Juan
Tema: ¿Cómo murieron los apóstoles? |
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Muerte de San Juan
Sesenta y siete años después de la Pasión del Señor, cuando san Juan tenía ya 98 de edad, Jesucristo, escribe san Isidoro, se apareció al apóstol y le dijo: "Mi querido amigo, ven a mí; ha llegado la hora de que te sientes en mi mesa con el resto de tus hermanos". Al oír estas palabras, Juan intentó ponerse en pie e hizo ademán de ir hacia su Maestro, pero éste le manifestó: "Espera hasta el domingo". Al domingo siguiente, muy de madrugada, a la hora en que el gallo suele cantar, todos los fieles se congregaron en la iglesia que habían construido en honor del apóstol y éste empezó a predicarles, exhortándolos a que cumplieran fervorosamente los divinos mandamientos. Acabado el sermón, mandóles que cavaran su sepultura a la vera del altar y que sacaran la tierra fuera del templo. Cuando la fosa estuvo dispuesta, el santo bajó hasta el fondo de la misma, tendióse en ella, alzó las manos hacia el cielo y pronunció la siguiente oración: "Señor Jesucristo: Me has invitado a sentarme a tu mesa: allá voy, siempre, con toda mi alma, he deseado estar contigo". De pronto la fosa quedó envuelta por una luz vivísima, cuyos resplandores nadie pudo resistir. Momento después cesó la deslumbrante claridad y los asistentes advirtieron que, mientras duró, había descendido sobre el cuerpo del apóstol una extraña sustancia a manera de arena finísima que lo cubría enteramente, llenaba la sepultura y desbordaba de ella. Es arena, semejante a la que hay en el fondo de algunas fuentes, puede verse todavía hoy en su sepulcro, como si se generara constantemente en el fondo del mismo. _________________
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Sergio Ceceña Veterano
Registrado: 02 Oct 2005 Mensajes: 2016 Ubicación: México
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Publicado:
Mar Ene 17, 2006 4:50 am Asunto:
Tema: ¿Cómo murieron los apóstoles? |
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La luz de la gracia y la vida de fe
Nuestro Señor nos abrió las puertas del Cielo, y así, convirtió nuestra muerte en un nacimiento a la Vida eterna. Los apóstoles, habiéndole servido durante su vida en la tierra, quedaron totalmente desprendidos de todo anhelo de este mundo, y comprendieron que nada podía valer más que llevar a Dios a todos los rincones de la tierra predicando las Verdades inmutables, desterrando al demonio de los lugares que tenía dominados, curando almas y cuerpos e incluso muriendo por defender la Fe. Sus apostólicas vidas fueron tan gratas a Dios, que aún en los casos en que hubo una violenta muerte, siguió un premio inigualable en parámetros de esta tierra, y que sólo comprenderemos cabalmente el día que ingresemos en el Reino Celestial, y una constante gracia, siempre fluyente, que los acompañó hasta que exhalaron el último suspiro.
Asimismo, por oposición, quienes quisieron abiertamente dañar a Dios o a su Santa Esposa siempre recibieron un fin que, violento o no, mostraba la decadencia de sus naturalezas corrompidas, como en el caso de Enrique VIII, Lutero, Voltaire, Lenín y tantos otros.
¡Qué ganas de ser como los primeros! ¿Verdad? Cuando somos caritativos, cuando pensamos en el bien de las almas, cuando buscamos satisfacer la voluntad de Dios antes que la nuestra, Nuestro Señor encuentra un albergue en nuestra alma desde el cual podemos irradiarlo. Por eso los santos convertían a miles de personas: porque Dios estaba allí, obrando a través de sus fidelísimos siervos.
En las fiesta que se aproxima, muchos de nosotros recordaremos con amor al Omnipotente que quiso hacerse humano, pequeño, indefenso, para ganarnos la Salvación. Muchos también veremos más signos de Pasión que de alegría, por los tristes tiempos que atraviesa este mundo que ha querido desterrar de sí la Buena Nueva que los santos apóstoles se esforzaron tanto en esparcir. _________________
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Sergio Ceceña Veterano
Registrado: 02 Oct 2005 Mensajes: 2016 Ubicación: México
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Publicado:
Mar Ene 17, 2006 4:51 am Asunto:
Muerte de San Mateo
Tema: ¿Cómo murieron los apóstoles? |
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Muerte de San Mateo
Se encontraba el apóstol en Nadaver, ciudad de Etiopía, cuando tras la muerte del rey converso Egido, subió al trono Hitarco. El nuevo monarca, arrebatado del apasionado amor que sentía por Efigenia, ofreció a Mateo la mitad de su reino a cambio de que convenciera a la joven para que le aceptara pro esposo. El apóstol contestó a Hitarco:
- Tu antecesor iba a la Iglesia; ve tú también a ella el próximo domingo y escucha atentamente el sermón que pienso predicar a Efigenia y a sus compañeras acerca de la licitud del matrimonio y de las ventajas que la vida matrimonial comporta.
El rey, creyendo que Mateo iba a tratar de convencer a Efigenia de que debería aceptar las proposiciones conyugales que él le hacía, el domingo acudió a la iglesia ilusionado y lleno de alegría. Mateo predicó ante Efigenia y ante el pueblo un largo sermón ponderando las excelencias del matrimonio. Hitarco, mientras le oía, reafirmaba su posición de que el predicador, a través de los magníficos conceptos que en su sermón exponía, intentaba inclinar el ánimo de Efigenia hacia la vida matrimonial; y tan persuadido estaba de que ésta era la intención de Mateo, que aprovechando una pausa que éste hizo y que él interpretó como si el sermón hubiese terminado, se levantó de su asiento y felicitó efusivamente al predicador. Mateo rogó al rey que guardara silencio, que se sentara de nuevo y que continuara escuchando, pues el sermón no había terminado. Luego prosiguió su discurso de esta manera: "Cierto que el matrimonio, si los esposos observan escrupulosamente las promesas de fidelidad que al contraerlo mutuamente se hacen, es una cosa excelente. Pero prestad todos mucha atención a lo que ahora voy a decir: supongamos que un ciudadano cualquiera arrebatara la esposa a su propio rey. ¿Qué ocurriría? Pues que no sólo el usurpador cometería una gravísima ofensa contra su soberano, sino que automáticamente incurriría en un delito que está castigado con pena de muerte; e incurriría en ese delito, no por haber querido casarse, sino por haber quitado a su rey algo que legítimamente le pertenecía, y por haber sido el causante de que la esposa faltase a la palabra de fidelidad empeñada ante su verdadero esposo. Ahora bien; puesto que así son las cosas, ¿cómo tú, Hitarco, súbdito y vasallo del rey eterno, sabiendo que Efigenia al recibir el velo de las vírgenes ha quedado consagrada al Señor y desposada con Él, te atreves a poner en ella tus ojos y pretendes hacerla incurrir en infidelidad a su verdadero esposo que es precisamente tu soberano?"
En cuanto oyó esto, Hitarco, arrebatado de ira, salió furioso de la iglesia. Mateo, sin inmutarse, continuó su plática, exhortó a los oyentes a la paciencia y a la perseverancia, al final del sermón bendijo a las vírgenes y en especial a Efigenia que, asustada, se había arrodillado ante él, y luego prosiguió al celebración de la misa; mas en el preciso momento en que terminaba, cuando aún estaba ante el altar orando con los brazos extendidos hacia el cielo, un sicario enviado por el rey se acercó a él, le clavó una espada en la espalda, lo mató y lo convirtió en mártir.
Poco después intentó el rey quemar la casa en que vivían las vírgenes, pero el santo apóstol se apareció ante ellas y las rescató de las llamas. Hitarco contrajo lepra y se suicidó con su propia espada. El pueblo entonces proclamó rey a un hermano de Efigenia, bautizado años antes por san Mateo, y la fe pudo a partir de entonces propagarse por tierras etíopes durante muchos años. _________________
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CarlosR26† Veterano
Registrado: 01 Oct 2005 Mensajes: 3941 Ubicación: MEXICO, Jal.
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Publicado:
Mar Ene 17, 2006 5:01 am Asunto:
Tema: ¿Cómo murieron los apóstoles? |
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cuales son las fuentes Sergio? _________________ Amar es decir al otro: "Tu no moriras"
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Sergio Ceceña Veterano
Registrado: 02 Oct 2005 Mensajes: 2016 Ubicación: México
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Publicado:
Mar Ene 17, 2006 5:02 am Asunto:
Tema: ¿Cómo murieron los apóstoles? |
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Hola Carlos! La iformación es de:
www.cristiandad.org
Interesante ¿No?. _________________
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Sergio Ceceña Veterano
Registrado: 02 Oct 2005 Mensajes: 2016 Ubicación: México
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Publicado:
Mar Ene 17, 2006 5:06 am Asunto:
Tema: ¿Cómo murieron los apóstoles? |
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Muerte de San Simón y San Judas Tadeo
Estando los apóstoles en Babilonia convirtieron a gran cantidad de gente, entre la que se encontraba el rey y muchos ricos.
Dos hombres que hacían magia e idolatría se trasladaron a una población llamada Samir en la que vivían setenta pontífices de los ídolos, y se dedicaron a predisponer a sus habitantes contra los apóstoles, incitándoles a que, cuando vinieran a predicarles su religión, los mataran si se negaban a ofrecer sacrificios en honor de los dioses.
Tras evangelizar toda la provincia, Simón y Judas se presentaron en Samir y, en cuanto llegaron, los habitantes de esta ciudad se arrojaron sobre ellos, los prendieron y los llevaron a un templo dedicado al sol; mas, tan pronto como los prisioneros penetraron en el recinto, los demonios, por medio de ciertos energúmenos, empezaron a decir a voces:
- ¿A qué venís aquí, apóstoles del Dios vivo? Sabéis de sobra que entre vosotros y nosotros no hay nada en común. Desde que llegasteis a Samir nos sentimos abrasados por un fuego insoportable.
Acto seguido aparecióse a Judas y a Simón un ángel del Señor y les dijo:
- Elegid entre estas dos cosas la que queráis: o que toda esta gente muera ahora mismo repentinamente, o vuestro propio martirio.
Los apóstoles respondieron:
- La elección ya está hecha. Pedimos a Dios misericordioso una doble merced: que conceda a esta ciudad la gracia de su conversión, y a nosotros el honor de morir mártires.
A continuación, Simón y Judas rogaron a la multitud que guardara silencio, y, cuando todos estuvieron callados, hablaron ellos y dijeron:
- Para demostraros que estos ídolos no son dioses, y que en su interior hay demonios agazapados, vamos a mandar a los malos espíritus que salgan inmediatamente de las imágenes en que permanecen escondidos, y que cada uno de ellos destruya la estatua que hasta ahora le ha servido de escondite.
Seguidamente los apóstoles dieron la orden anunciada, y en aquel mismo momento, de las dos estatuas que había en el templo salieron sendos individuos horrendos que en presencia de los asistentes destrozaron las imágenes de cuyo interior salieron, y rápidamente escaparon de allí dando voces y alaridos. Mientras la gente, impresionada pro lo que acababa de ver, permanecía muda de asombro, los pontífices paganos, irritados, se arrojaron sobre uno y otro apóstol y los despedazaron. En el preciso instante en que Simón y Judas murieron, el cielo, que hasta entonces había estado sereno y completamente despejado, se cubrió repentinamente de nubarrones; se organizó una terrible tormenta que derrumbó el templo aplastando a los magos.
Cuando el rey tuvo noticia de que Simón y Judas habían sido martirizados, recogió sus cadáveres, los trasladó a la capital del reino y les dio sepultura en una magnífica y suntuosa iglesia que mandó construir en su honor. _________________
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