blanca Asiduo
Registrado: 03 Oct 2005 Mensajes: 416 Ubicación: Misiones, Argentina
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Publicado:
Dom Sep 02, 2007 11:40 am Asunto:
Misa y Misión
Tema: Misa y Misión |
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A los hermanos foristas, paz y bien.
quiero compartir con ustedes la carta dominical de mi obispo (020807) . bendiciones. blanca
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carta del obispo de Posadas(Argentina)
“Misa y Misión”
En el contexto del año Jubilar y el camino que estamos realizando del Sínodo Diocesano en orden a buscar respuestas adecuadas para evangelizar mejor en nuestro tiempo, la Palabra de Dios nos plantea el tema de cómo debe ser “el banquete del Reino de Dios”. El domingo pasado, el Evangelio nos decía: “Y vendrán muchos de oriente y de occidente, del norte y del sur, a ocupar su lugar en el banquete del Reino de Dios. Hay algunos que son los últimos y serán los primeros, y hay otros que son los primeros y serán los últimos” (Lc.13,29-30). En este domingo también los textos bíblicos toman el tema del banquete: “Cuando des un almuerzo o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos… ni a los vecinos ricos, no sea que ellos te inviten a su vez y así tengas tu recompensa. Al contrario cuando des un banquete, invita a los pobres, a los lisiados, a los paralíticos, a los ciegos. ¡Feliz de ti porque ellos no tienen cómo retribuirte, y así tendrás tu recompensa en la resurrección de los justos!”.
El banquete eucarístico, la Misa celebrada, está ligada íntimamente en la vida de todo bautizado, a una necesaria espiritualidad misionera. La Misa, lejos de llevarnos a una actitud intimista de la fe, nos exige que estemos animados para llegar y abrirnos a los que están. Este es el camino que queremos asumir en nuestra Diócesis durante este año jubilar y en las conclusiones de nuestro Sínodo. Tenemos el regalo de poder impregnar los desafíos pastorales diocesanos, con el documento de Aparecida recientemente publicado. Donde estamos convocados a ser “discípulos y misioneros de Jesucristo, para que nuestros pueblos en Él tengan Vida”.
La Iglesia desde sus inicios realizó una apertura misionera a los pueblos paganos y el mismo Apóstol San Pablo se llamaba a sí mismo “Apóstol de los paganos” (Rom. 11,13). Creo conveniente señalar que la Palabra de Dios y la tradición de la Iglesia, nos permiten profundizar en este rasgo esencial para nuestra época, la de ser una Iglesia que teniendo clara su identidad, sea “abierta”, y a nosotros como cristianos que integremos este rasgo tanto en la espiritualidad, como en nuestro estilo evangelizador. El Papa Juan XXIII expresaba, en la apertura del Concilio Vaticano II, que los “grandes tesoros” que posee la Iglesia no tienen que ser guardados, sino que tiene que comunicarlos al mundo. Ese Concilio expresó esta búsqueda de apertura y diálogo con el mundo, sobre todo en uno de sus documentos llamado “Gaudium et Spes” (Gozo y esperanza).
Cuando hablamos de una Iglesia abierta que quiere comunicar los tesoros de la revelación, no debemos confundirnos con algunos males de la época, que creen que ser abiertos es ser relativistas. Ser abiertos es amar, dialogar, escuchar, cambiar, aportar, aprender y recuperar, sin perder la propia identidad. Ser abiertos no es mezclar todo, como una especie de sincretismo o de mezcla del bien y del mal, de valores y antivalores. ¿Cuáles son los tesoros de la Iglesia? Los tesoros son los que la Iglesia debe cuidar a través de la historia, lo revelado por el Señor, lo que Él nos comunicó y el Magisterio (o bien las enseñanzas de la Iglesia), que van acompañando con el Espíritu Santo la historia, para que ésta sea una historia de Salvación.
Alimentados en el banquete eucarístico, en la Misa, como nos señala el Evangelio de este domingo, debemos salir al encuentro como discípulos y misioneros de “muchos que vendrán de oriente y de occidente, del norte y del sur…” invitando especialmente “a los pobres, a los lisiados, a los paralíticos, a los ciegos…”.
En el texto de conclusión de Aparecida nos señala: “Esta V Conferencia, recordando el mandato de ir y de hacer discípulos (Mt.28,20), desea despertar la Iglesia en América Latina y El Caribe para un gran impulso misionero. No podemos desaprovechar esta hora de gracia. ¡Necesitamos un nuevo Pentecostés! ¡Necesitamos salir al encuentro de las personas, las familias, las comunidades y los pueblos para comunicarles y compartir el don del encuentro con Cristo, que ha llenado nuestras vidas de ‘sentido’, de verdad y de amor, de alegría y de esperanza! No podemos quedarnos tranquilos en espera pasiva en nuestros templos, sino urge acudir en todas las direcciones para proclamar que el mal y la muerte no tienen la última palabra, que el amor es más fuerte, que hemos sido liberados y salvados por la victoria pascual del Señor de la historia, que Él nos convoca en Iglesia, y que quiere multiplicar el número de sus discípulos y misioneros en la construcción de su Reino en nuestro continente” (548).
Que la Palabra de este domingo, y cada Misa en donde Cristo se dona por amor, nos permita tener una espiritualidad misionera.
Juan Rubén Martínez |
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