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Luis Fernando Veterano
Registrado: 04 Dic 2005 Mensajes: 1072
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Publicado:
Sab Sep 08, 2007 11:56 am Asunto:
La hermenéutica de Papá Noel
Tema: La hermenéutica de Papá Noel |
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La hermenéutica de Papá Noel
08.09.07 @ 12:49:21. Archivado en Apologética católica, Espiritualidad cristiana
Ayer no pude por menos que sonreir cuando leí la primera parte de lo que se supone que va a ser una serie de artículos de César Vidal en Protestante Digital. La ha titulado "¿Qué Evangelio debemos predicar?", con el subtítulo "Predicación para el siglo XXI (I)". Si el lector se pregunta el porqué de mi sonrisa, la razón es muy sencilla. Esa primera parte de la serie la firmo yo de la A a la Z y la firmaría cualquier teólogo o predicador católico anclado a la fe de la Iglesia y no contaminado con lo que yo llamo "herméutica de Papá Noel".
Esa hermenéutica consiste en aguar todo lo que en la Escritura huela a denuncia del pecado, exhortación a luchar contra el pecado, incompatibilidad de la vida de pecado con la salvación, etc, etc. Y si el pecado es de índole sexual, la herméutica Papá Noel alcanza sus mas altas cotas de intensidad. Dice César:
Para el pensamiento políticamente correcto y progre-eclesial, eso no es sino una exhibición de fundamentalismo bíblico. Si César fuera católico se le acusaría de tridentino, pre-conciliar, carca y demás lindezas que el progrerío usa para definir a los que simple y llanamente quieren mantenerse fieles a lo que siempre ha sido la predicación católica sobre esta cuestión.
Resulta peculiar que quienes son tan optimistas sobre la salvación quieran tapar o disminuir la importancia de la conciencia de pecado en los hombres. Pero si no hay conciencia de pecado, ¿cómo va a haber capacidad de conversión? Si no hay de qué salvarse, ¿para qué querer salvarse? Si Dios es un señor gordo con gorro rojo que aparece una vez al año para dejarnos regalos, sin interesarse luego en si actuamos así o asá, ¿para qué complicarnos la vida buscando su voluntad?
Obviamente la salvación es un gran regalo. Es pura gracia. Pero Dios no es Papá Noel. Y el que piense que el hecho de que Dios nos haya enviado a su Hijo para que todo aquel que en Él cree no se pierda, implica que basta con un simple acto de afirmación de fe, se equivoca. Y lo hace gravemente porque el propio Cristo dijo que el que escucha sus palabras y nos la pone por obra, se perderá (Mt 7,26-27). Y lo hace gravemente porque San Pablo dijo que debemos trabajar en nuestra salvación con temor y temblor (Fil 2,12). Y lo hace gravemente porque San Pedro dijo que para tener ancha entrada en el Reino de Cristo a nuestra fe hemos de añadir virtud, ciencia, templanza, paciencia, piedad, fraternidad y caridad (2ª Pe 1,3-11).
En definitiva, no se puede aguar el evangelio. No se puede predicar el buenismo. No se puede esconder la necesidad de la conversión personal, el alejamiento de los pecados propios, bajo la excusa de los pecados del sistema, del mundo. Los pecados de los ricos no son una bula para que los pobres pequen. Tanto el rico como el pobre tendrán que dar cuentas a Dios por sus obras, sean buenas o malas. Y tan necesitado está de arrepentimiento el rico, como el pobre, como el ciudadano de clase media que está algo agobiado con la hipoteca. Y a todos debemos predicarles el evangelio siguiendo el patrón que usó el propio Cristo. Primero, reconoced vuestros pecados. Luego arrepentíos, sin dudar que el amor de Dios os garantiza el perdón. Y a continuación, vivid conforme a los mandamientos del Señor. Lo demás, señores, es pura vanidad.
Luis Fernando Pérez Bustamante _________________ Sólo la Iglesia Católica puede salvar al hombre ante la destructora y humillante esclavitud de ser hijo de su tiempo.
G.K. Chesterton |
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yusso Esporádico
Registrado: 23 Jul 2007 Mensajes: 97 Ubicación: Catalunya en corazón y ahora Getafe. UC3M
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Publicado:
Sab Sep 08, 2007 7:14 pm Asunto:
Re: La hermenéutica de Papá Noel
Tema: La hermenéutica de Papá Noel |
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Cita: | Para el pensamiento políticamente correcto y progre-eclesial, eso no es sino una exhibición de fundamentalismo bíblico. Si César fuera católico se le acusaría de tridentino, pre-conciliar, carca y demás lindezas que el progrerío usa para definir a los que simple y llanamente quieren mantenerse fieles a lo que siempre ha sido la predicación católica sobre esta cuestión.
Resulta peculiar que quienes son tan optimistas sobre la salvación quieran tapar o disminuir la importancia de la conciencia de pecado en los hombres. Pero si no hay conciencia de pecado, ¿cómo va a haber capacidad de conversión? Si no hay de qué salvarse, ¿para qué querer salvarse? Si Dios es un señor gordo con gorro rojo que aparece una vez al año para dejarnos regalos, sin interesarse luego en si actuamos así o asá, ¿para qué complicarnos la vida buscando su voluntad?
Obviamente la salvación es un gran regalo. Es pura gracia. Pero Dios no es Papá Noel. Y el que piense que el hecho de que Dios nos haya enviado a su Hijo para que todo aquel que en Él cree no se pierda, implica que basta con un simple acto de afirmación de fe, se equivoca. Y lo hace gravemente porque el propio Cristo dijo que el que escucha sus palabras y nos la pone por obra, se perderá (Mt 7,26-27). Y lo hace gravemente porque San Pablo dijo que debemos trabajar en nuestra salvación con temor y temblor (Fil 2,12). Y lo hace gravemente porque San Pedro dijo que para tener ancha entrada en el Reino de Cristo a nuestra fe hemos de añadir virtud, ciencia, templanza, paciencia, piedad, fraternidad y caridad (2ª Pe 1,3-11).
En definitiva, no se puede aguar el evangelio. No se puede predicar el buenismo. No se puede esconder la necesidad de la conversión personal, el alejamiento de los pecados propios, bajo la excusa de los pecados del sistema, del mundo. Los pecados de los ricos no son una bula para que los pobres pequen. Tanto el rico como el pobre tendrán que dar cuentas a Dios por sus obras, sean buenas o malas. Y tan necesitado está de arrepentimiento el rico, como el pobre, como el ciudadano de clase media que está algo agobiado con la hipoteca. Y a todos debemos predicarles el evangelio siguiendo el patrón que usó el propio Cristo. Primero, reconoced vuestros pecados. Luego arrepentíos, sin dudar que el amor de Dios os garantiza el perdón. Y a continuación, vivid conforme a los mandamientos del Señor. Lo demás, señores, es pura vanidad. |
No me he enterado muy bien, esto quien lo dice, ¿César vidal o usted?
De todas formas, lo diga quyien lo diga, bien dicho está.
Esta es la sociedad de la "eterna juventud" pero no de la física si no de la mental; donde esperamos que todo en la vida sea fácil, que no se nos exija demasiado vamos, como cuando eramos niños. Y esta mentalidad se extiende tambien a la religión. _________________ Servus Mariae nunquam peribit
(Los siervos de Maria nunca morirán) |
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Luis Fernando Veterano
Registrado: 04 Dic 2005 Mensajes: 1072
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Publicado:
Sab Sep 08, 2007 8:04 pm Asunto:
Tema: La hermenéutica de Papá Noel |
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No me salió bien editado el post acá en CN.
A ver, lo que dice César es:
Cita: | ¿Qué es lo primero que anuncia Juan el Bautista? Que la gente es pecadora y que debe arrepentirse y bautizarse en señal de que esos pecados han sido perdonados (Marcos 1, 4). ¿Qué es lo primero que anunció Jesús? Que la gente debía volverse de sus pecados (Mateo 1, 17) ¿Qué es lo primero que anunció Pedro tras Pentecostés? Que sus contemporáneos habían pecado, algo que, por cierto, captaron a la perfección y les causó un profundo impacto (Hechos 2, 36 ss) ¿Qué es lo primero que dejó establecido Pablo a la hora de desarrollar su predicación del Evangelio? Que “tanto judíos como gentiles… están todos bajo pecado” (Romanos 3, 9) y que “no hay diferencia… por cuanto todos pecaron y están privados de la gloria de Dios” (Romanos 3, 23-24). |
_________________ Sólo la Iglesia Católica puede salvar al hombre ante la destructora y humillante esclavitud de ser hijo de su tiempo.
G.K. Chesterton |
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Luis Fernando Veterano
Registrado: 04 Dic 2005 Mensajes: 1072
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Publicado:
Sab Sep 08, 2007 8:07 pm Asunto:
Tema: La hermenéutica de Papá Noel |
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Lo copio entero de nuevo para que no haya confusión:
La hermenéutica de Papá Noel
08.09.07 @ 12:49:21. Archivado en Apologética católica, Espiritualidad cristiana
Ayer no pude por menos que sonreir cuando leí la primera parte de lo que se supone que va a ser una serie de artículos de César Vidal en Protestante Digital. La ha titulado "¿Qué Evangelio debemos predicar?", con el subtítulo "Predicación para el siglo XXI (I)". Si el lector se pregunta el porqué de mi sonrisa, la razón es muy sencilla. Esa primera parte de la serie la firmo yo de la A a la Z y la firmaría cualquier teólogo o predicador católico anclado a la fe de la Iglesia y no contaminado con lo que yo llamo "herméutica de Papá Noel".
Esa hermenéutica consiste en aguar todo lo que en la Escritura huela a denuncia del pecado, exhortación a luchar contra el pecado, incompatibilidad de la vida de pecado con la salvación, etc, etc. Y si el pecado es de índole sexual, la herméutica Papá Noel alcanza sus mas altas cotas de intensidad. Dice César:
Cita: | ¿Qué es lo primero que anuncia Juan el Bautista? Que la gente es pecadora y que debe arrepentirse y bautizarse en señal de que esos pecados han sido perdonados (Marcos 1, 4). ¿Qué es lo primero que anunció Jesús? Que la gente debía volverse de sus pecados (Mateo 1, 17) ¿Qué es lo primero que anunció Pedro tras Pentecostés? Que sus contemporáneos habían pecado, algo que, por cierto, captaron a la perfección y les causó un profundo impacto (Hechos 2, 36 ss) ¿Qué es lo primero que dejó establecido Pablo a la hora de desarrollar su predicación del Evangelio? Que “tanto judíos como gentiles… están todos bajo pecado” (Romanos 3, 9) y que “no hay diferencia… por cuanto todos pecaron y están privados de la gloria de Dios” (Romanos 3, 23-24). |
Para el pensamiento políticamente correcto y progre-eclesial, eso no es sino una exhibición de fundamentalismo bíblico. Si César fuera católico se le acusaría de tridentino, pre-conciliar, carca y demás lindezas que el progrerío usa para definir a los que simple y llanamente quieren mantenerse fieles a lo que siempre ha sido la predicación católica sobre esta cuestión.
Resulta peculiar que quienes son tan optimistas sobre la salvación quieran tapar o disminuir la importancia de la conciencia de pecado en los hombres. Pero si no hay conciencia de pecado, ¿cómo va a haber capacidad de conversión? Si no hay de qué salvarse, ¿para qué querer salvarse? Si Dios es un señor gordo con gorro rojo que aparece una vez al año para dejarnos regalos, sin interesarse luego en si actuamos así o asá, ¿para qué complicarnos la vida buscando su voluntad?
Obviamente la salvación es un gran regalo. Es pura gracia. Pero Dios no es Papá Noel. Y el que piense que el hecho de que Dios nos haya enviado a su Hijo para que todo aquel que en Él cree no se pierda, implica que basta con un simple acto de afirmación de fe, se equivoca. Y lo hace gravemente porque el propio Cristo dijo que el que escucha sus palabras y nos la pone por obra, se perderá (Mt 7,26-27). Y lo hace gravemente porque San Pablo dijo que debemos trabajar en nuestra salvación con temor y temblor (Fil 2,12). Y lo hace gravemente porque San Pedro dijo que para tener ancha entrada en el Reino de Cristo a nuestra fe hemos de añadir virtud, ciencia, templanza, paciencia, piedad, fraternidad y caridad (2ª Pe 1,3-11).
En definitiva, no se puede aguar el evangelio. No se puede predicar el buenismo. No se puede esconder la necesidad de la conversión personal, el alejamiento de los pecados propios, bajo la excusa de los pecados del sistema, del mundo. Los pecados de los ricos no son una bula para que los pobres pequen. Tanto el rico como el pobre tendrán que dar cuentas a Dios por sus obras, sean buenas o malas. Y tan necesitado está de arrepentimiento el rico, como el pobre, como el ciudadano de clase media que está algo agobiado con la hipoteca. Y a todos debemos predicarles el evangelio siguiendo el patrón que usó el propio Cristo. Primero, reconoced vuestros pecados. Luego arrepentíos, sin dudar que el amor de Dios os garantiza el perdón. Y a continuación, vivid conforme a los mandamientos del Señor. Lo demás, señores, es pura vanidad.
Luis Fernando Pérez Bustamante
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