pioxi Esporádico
 
  Registrado: 09 Feb 2007 Mensajes: 37
 
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           Publicado:
            Jue Nov 01, 2007 5:41 pm    Asunto:
            EL CARISMATISMO 
            Tema: EL CARISMATISMO  | 
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				Hace algunas semanas,
 
con motivo
 
de uno de
 
mis viajes por el Distrito,
 
en la provincia argentina
 
de Salta concretamente,
 
pude leer el siguiente
 
anuncio, colocado
 
a la entrada de la
 
Basílica de San Francisco:
 
“Misa carismática
 
en la Basílica de San
 
Francisco. Sanación y
 
curación, todos los
 
miércoles desde el 4 de
 
febrero de 2004”.
 
Hace más de treinta
 
años que esta liturgia
 
carismática se ha ido
 
extendiendo por todo el
 
mundo —y también por
 
América del Sur.
 
Mientras que en algunos
 
lugares se observa
 
una reducción general
 
de la frecuentación
 
de las iglesias, allí donde
 
se desarrollan este
 
tipo de liturgias, es de
 
advertir un verdadero
 
renacimiento de la asistencia
 
de los fieles.
 
¿Cómo se puede explicar
 
este fenómeno?
 
Cuando en el año
 
1969 el Papa Pablo VI
 
impuso la nueva misa,
 
la Iglesia entera asistió
 
a un verdadero saqueo
 
litúrgico. El fasto del
 
culto desapareció, el interior
 
de las iglesias resultó
 
saqueado, las estatuas
 
fueron retiradas
 
o vendidas a los anticuarios
 
y el mobiliario
 
litúrgico ofrendado por
 
los fieles y señalado por
 
su piedad, quedó relegado
 
a los galpones, cuando
 
no fue destruido.
 
En este mismo contexto,
 
la liturgia también
 
fue liquidada: así,
 
desaparecieron las exposiciones,
 
las bendiciones
 
con el Santísimo Sacramento
 
y las procesiones,
 
al tiempo que
 
los sacerdotes dejaban
 
los confesionarios para
 
lanzarse por completo a
 
la acción social.
 
El campo de ruinas
 
que siguió a la revolución
 
conciliar dejó un
 
gran vacío. La naturaleza
 
le tiene horror del
 
vacío. El hombre es religioso
 
por naturaleza.
 
Las reformas litúrgicasle habían expropiado
 
los medios para dirigirse
 
a Dios.
 
Es en este marco
 
que, en 1967, apenas
 
terminado el Concilio, el
 
carismatismo católico
 
nacerá en los Estados
 
Unidos cuando dos fieles,
 
Rafael Keifer y Patrick
 
Bourgeois, reciben
 
el “Bautismo del Espíritu”
 
de manos de una comunidad
 
pentecostal de
 
Pittsburg. De allí en
 
adelante, las comunidades
 
carismáticas pulularán
 
por todo el mundo
 
atrayendo a buen número
 
de católicos decepcionados
 
y de jóvenes
 
carentes de ideales.
 
Este nuevo movimiento
 
retomará algunas
 
ceremonias tradicionales:
 
culto de la Eucaristía
 
y de la Virgen María, las procesiones,
 
las confesiones individuales,
 
etc., a lo cual se
 
añade que algunos son
 
enriquecidos con la aparición
 
de carismas.
 
De allí que en las ceremonias
 
haya quienes
 
hablen en lenguas y se
 
puedan observar curaciones
 
espectaculares.
 
Todos los que participan
 
dicen que han vivido
 
una intensa experiencia,
 
y son muchos
 
los que querrán proseguirla
 
y recibir la infusión
 
del Espíritu Santo
 
mediante la imposición
 
de las manos.
 
Estos fenómenos se
 
verifican por doquier,
 
especialmente en América
 
Latina. De allí la
 
necesidad de plantearnos
 
la cuestión: los movimientos
 
carismáticos,
 
¿representan una
 
ventaja o un peligro para
 
la Iglesia?
 
En 1986, durante
 
un sermón para la fiesta
 
del Pentecostés, recuerdo
 
haberle oído decir
 
a Monseñor Lefebvre
 
que “el carismatismo,
 
sin duda alguna, es
 
el principal peligro dentro
 
de la Iglesia”.
 
¿Cuál es la causa de
 
un juicio tan severo?
 
Recordemos brevemente
 
lo que nos enseña la
 
teología católica.
 
La fe es una virtud
 
sobrenatural por la cual
 
creemos firmemente,
 
debido a la veracidad
 
divina, todas las verdades
 
que Dios nos ha revelado
 
y que nos enseña
 
por su Iglesia. Esta
 
fe nos es comunicada
 
por el bautismo.
 
Los sacramentos alimentan,
 
consolidan, ratifican
 
esta fe recibida.
 
El Espíritu Santo y sus
 
dones nos son comunicados
 
por el bautismo y
 
la confirmación.
 
Jesucristo quiso que
 
la Iglesia fuese el canal
 
ordinario de la gracia y
 
de la difusión del Espíritu
 
Santo en las almas.
 
De este modo, bautizado
 
se ve en el deber de utilizar
 
estos canales ordinariosEn el movimiento carismático,
 
la imposición
 
de las manos es el octavo
 
sacramento, necesario
 
para recibir la infusión
 
del Espíritu. Quieren
 
soslayar los medios
 
comunes de salvación
 
ofrecidos por la Iglesia
 
y queridos por Cristo
 
para recibir “en directo”
 
los auxilios del Espíritu
 
Santo.
 
La experiencia personal
 
es parte central
 
del planteamiento espiritual
 
del carismatismo.
 
No es, ni más ni menos,
 
que una variante del
 
protestantismo, como
 
se sugirió más arriba.
 
Es preciso subrayar
 
que los bautizados no
 
tienen necesidad de milagros
 
para creer. La fe
 
se basa en la autoridad
 
de Dios y en la de la
 
Iglesia. Dios puede permitir
 
un milagro para
 
refrendar un acto de fe,
 
pero esto no es necesario
 
ni debido.
 
Por regla, el acto de
 
fe es árido y difícil; por
 
ende, es meritorio si se/smihace en estado de gracia,
 
ya que la inteligencia
 
no percibe claramente
 
la verdad divina
 
y los sentidos a menudo
 
se engañan al no poder
 
experimentar los efectos
 
de esta fe.
 
La vida de los Santos
 
nos muestra que
 
con frecuencia pasaron
 
períodos en los cuales
 
su fe fue probada por la
 
aridez. Es la así llamada
 
noche del espíritu.La fe del carismático
 
no es católica. Es un
 
sentimiento emocional
 
vivido con prescindencia
 
de la Iglesia Católica.
 
Recibe su enseñanza
 
directamente del Espíritu
 
que lo habita desde
 
que recibe la imposición
 
de las manos. Su
 
experiencia personal lo
 
une a Cristo independientemente
 
de los sacramentos
 
y medios ordinarios
 
de santificación
 
queridos por Él.
 
San Juan de la Cruz,
 
Doctor de la Iglesia, nos
 
brinda algunas pautas
 
en “La subida al Monte
 
Carmelo”:
 
“Lo que acontece
 
hoy día es algo espantoso.
 
Un alma cualquiera
 
llega a cuatro maravedíes
 
de meditación y
 
oye algunas de estas
 
palabras interiores en
 
medio de su recogimiento,
 
las cuales bautiza inmediatamente
 
como venidas
 
de Dios; supone
 
que esto es así y lo repite:
 
«Dios me dijo esto,
 
Dios me dijo aquello».mer
 
Todos los autores espirituales
 
hablan de esta
 
etapa de la vida interior,
 
que es una dolorosa
 
purificación permitida
 
por Dios.
 
Las consolaciones
 
espirituales existen, por
 
cierto, pues Dios es un
 
Padre compasivo, pero
 
en modo alguno son necesarias.
 
Así se explica
 
el proverbio: “Es necesario
 
buscar al Dios de
 
las consolaciones y no
 
las consolaciones de
 
Dios”. Sólo en el cielo
 
podremos gozar de la
 
plena posesión de Dios
 
y la verdad. Pero esta
 
visión debe ser merecida
 
aquí abajo. En verdad,
 
Dios puede conceder
 
a algunos el don de
 
hacer milagros, pero lo
 
hace luego de muchas
 
pruebas, para preservarlos
 
del orgullo que
 
eso podría depararles.
 
Un día, un religioso
 
salesiano felicitó a San
 
Juan Bosco por los numerosos
 
milagros que
 
éste realizaba, manifestando
 
cierto deseo de tener
 
el mismo poder.
 
“Usted no sabe lo que
 
eso me cuesta”, le respondió
 
secamente.
 
Los carismáticos, en
 
cambio, tienen necesidad
 
de lo extraordinario
 
para creer. Gustan
 
de asistir a ceremonias
 
de curaciones, precisan
 
oír que se habla en lenguas,
 
deben experimentar
 
emociones para vivir
 
su religión. Semejante
 
planteamiento es
 
completamente contrario
 
y opuesto al acto de
 
fe, y tarde o temprano
 
conduce a su pérdida.
 
He allí el peligro.93512c937No es el caso. Como dijimos,
 
se trata de almas
 
que generalmente se
 
hablan a sí mismas”.
 
“Además, el deseo
 
de estas palabras que
 
tienen estas almas y el
 
afecto que hay internamente
 
las conducen a
 
darse ellas mismas estas
 
respuestas, imaginándose
 
que es Dios
 
que responde y habla.
 
De allí que se precipiten
 
en tamañas extravagancias”.
 
De la obra “La renovación
 
carismática ante
 
la fe, la espiritualidad y
 
la Iglesia” del Padre Eugenio
 
de Villeurbanne,
 
fundador de los capuchinos
 
tradicionales de
 
Morgon (Francia), extraigo
 
el siguiente pasaje
 
de interés:
 
“Los sacramentos,
 
en efecto, dan la gracia
 
o la aumentan, con lo
 
cual el alma viene a estar
 
provista de lo necesario
 
(…) No se precisa
 
más que la fidelidad a
 
esta gracia y esto es un
 
asunto personal. Bajo
 
ningún concepto hay
 
derecho a llamarla efusión
 
del Espíritu Santo,
 
menos aún pretender
 
producirlo o incitar al
 
Espíritu a desencadenarlo,
 
sea por la acción
 
de una asamblea de
 
oración, por un líder o
 
por imposición de las
 
manos”.
 
“Ni la Escritura ni la
 
Tradición nos dan a conocer
 
la existencia de
 
un poder particular para
 
causar esta nueva
 
acción de la Trinidad.
 
Fuera del don del Espíritu
 
Santo en un sacramento
 
y la puesta en
 
obra, por un cristiano,
 
de su fidelidad a la gracia,
 
no hay ningún acto
 
de la jerarquía instituida
 
por Jesucristo por el
 
cual se pueda delegar el
 
poder de producir o desencadenar
 
una efusión
 
del Espíritu”.
 
De toda esta suerte,
 
se entiende que el carismatismo
 
constituye un
 
verdadero peligro para
 
la Iglesia y para la salvación
 
de las almas.
 
Para sus adherentes,
 
como la Iglesia ya no es
 
el medio ordinario de
 
santificación, cuenta la
 
efusión del Espíritu en
 
el marco de la experiencia
 
personal. Como el
 
Espíritu Santo sopla
 
donde quiere, hará que
 
vayan a rezar con los
 
protestantes o los judíos
 
en nombre de un falso
 
ecumenismo que postula
 
la reunión de todas
 
las iglesias en una sola.
 
La unidad en el Espíritu
 
prevalecerá por encima
 
del retorno a la verdadera
 
Iglesia: una, santa,
 
católica, apostólica y romana.
 
Guardémonos de este
 
carismatismo y pongamos
 
sobre aviso a
 
aquellos que se ven tentados.
 
Vivamos de los
 
medios tradicionales de
 
santificación que la Iglesia
 
Católica nos propone:
 
los sacramentos, la
 
Misa tradicional, la plegaria,
 
la penitencia y
 
una sólida formación
 
doctrinal. La desaparición
 
de todo este bagaje
 
fue lo que proveyó la
 
coyuntura propicia al
 
carismatismo, de modo
 
que su recuperación
 
restaurará la Iglesia y
 
salvará las almas.
 
Todo lo demás, es
 
pura ilusión.».mer _________________ NON NOBIS SED NOMINE,. TUO DA GLORIAM | 
			 
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