Sanar las emociones...

[Rey Zen]

Cuando reconocemos en el fondo de nuestro corazón ese anhelo de relaciones sanas, íntimas, con nosotros mismos, con los demás y con Dios, nos damos cuenta al mismo tiempo que esto se da en nuestra vida con más o menos dificultad. Amar a Dios, amar al prójimo y amarme a mí mismo de pronto se convierte en algo muy difícil, a veces imposible. A veces ni siquiera nos damos cuenta de que ese anhelo de intimidad existe dentro de nosotros, sólo sentimos un vacío, una necesidad no satisfecha, un anhelo nunca alcanzado, pero ni siquiera sabemos qué anhelamos. El anhelo desaparece de nuestra conciencia, de nuestra mente y la energía con que lo buscamos es usurpada por otras fuerzas que pueden ser todo, menos amor, menos intimidad.
Nuestro deseo es atraído por algo distinto y de pronto nos encontramos haciendo algo que no hubiéramos querido hacer.

San Pablo, en su epístola a los romanos dice: "No entiendo lo que me pasa, pues no hago lo que quiero y en cambio aquello que odio es precisamente lo que hago" [Rom. 7,15] y más adelante dice: "Me doy cuenta de que aun queriendo hacer el bien, solamente encuentro el mal a mi alcance. En mi interior me gusta la ley de Dios, pero encuentro en mí algo que se opone a mi capacidad de razonar; es la ley del pecado, que está en mí y que me tiene preso" [Rom. 7:21-23].
Es precisamente este pecado el que nos aparta del amor de Dios, del amor del prójimo y del amor a nosotros mismos... Miguel A.

[*Primavera]

Querido Rey Zen:

A mi me pasa. Muchas veces hago lo que no quisiera hacer, pero NO TENGO MEMORIA, en un ¡zas!, me olvido. ¿Por qué me olvido de ser buena todo el tiempo?

Que Dios tenga misericordia de mi, y que me de su gracia. Rezad hermanos, por mi, como yo lo hago por todos vosotros.

Gracias.
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*Primavera
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