guillermojuanmorado Asiduo
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Publicado:
Sab Dic 29, 2007 9:42 pm Asunto:
La Sagrada Familia
Tema: La Sagrada Familia |
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La Sagrada Familia
La fiesta de la Sagrada Familia no nos distrae de la contemplación del misterio de la Navidad. Como los pastores de Belén también nosotros acudimos al portal para encontrar “a María y a José y al Niño acostado en el pesebre”.
El Hijo de Dios hecho hombre quiso nacer y desarrollarse en la intimidad de aquella santa familia. La intimidad de Dios, su vida trinitaria, que es comunión del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, se refleja visiblemente en la Sagrada Familia. Todas las familias cristianas están llamadas a ser imagen de la familia de Nazaret y, de este modo, de la comunión trinitaria.
San Pablo, en la carta a los Colosenses (3, 12-21), describe el estilo que ha de caracterizar el modo de vivir cristiano y, en consecuencia, el modo de vivir en familia. Un estilo marcado por la misericordia, por la bondad, por la dulzura, por la comprensión. Y, sobre todo, por el perdón y por el amor. El amor une y el perdón permite restañar las heridas que puede causar la convivencia cada vez que nos dejamos llevar por el egoísmo.
El amor cristiano es un don de Dios. Debemos implorarlo y alimentarlo con la lectura de la Palabra de Dios, con la oración, con la participación asidua en la Santa Misa. Dios no es solamente el que, en la creación, “instituyó la familia humana y la dotó de su constitución fundamental” (Catecismo, 2203). Él es también el Amor con mayúscula y la fuente de todo amor, “ceñidor de la unidad consumada”.
El Evangelio (Mateo 2, 13-2 nos presenta la inquietante escena de la huida a Egipto. El signo de la persecución y del rechazo está presente en toda la vida del Señor, ya desde los comienzos. Está presente también en la vida de la Sagrada Familia.
También hoy, en muchos lugares del mundo, se repite esa escena: Familias que tienen que huir, exiliadas a causa de la persecución, de la guerra, de la pobreza. O familias acosadas por las dificultades económicas, por la carencia de empleo o de una vivienda digna. De todas estas familias debemos sentirnos próximos y solidarios.
Pero no solamente las contrariedades “externas” perjudican a la familia cristiana, y a la familia en general. La pérdida del sentido religioso de la vida, el no conceder a Dios el espacio que se merece, hace que la unión familiar se vea amenazada y, en ocasiones, resquebrajada. Contemplamos o vivimos con dolor demasiadas rupturas: fracasos matrimoniales, divorcios, alejamiento entre hijos y padres, abandono de personas mayores...
Necesitamos convertirnos; volver a Dios, para que la verdad sobre la familia vuelva a ser puesta en primer plano, también en la vida social. Si la familia se destruye, se destruye la sociedad. Por eso, el Concilio Vaticano II enseña que la autoridad civil ha de considerar como deber grave “el reconocimiento de la auténtica naturaleza del matrimonio y de la familia, protegerla y fomentarla, asegurar la moralidad pública y favorecer la prosperidad doméstica” (Gaudium et spes, 52).
El hombre y la mujer tienen derecho a fundar un hogar, a tener hijos y a educarlos de acuerdo con sus propias convicciones morales y religiosas; tienen derecho a profesar su fe, a transmitirla, a educar a sus hijos en ella. Todo lo que a nivel social se haga a favor de la protección de la estabilidad del vínculo conyugal y de la institución familiar redunda en beneficio de toda la sociedad.
La familia es, asimismo, “santuario de la vida”, ámbito donde la vida humana es respetada y protegida de manera absoluta desde el momento de la concepción. No podemos ceder, como cristianos y como ciudadanos de bien, en la defensa del derecho inalienable de todo individuo inocente a la vida. El aborto provocado no es progreso; es barbarie. Es, sobre todo, un pecado gravísimo contra Dios.
Pidamos a la Sagrada Familia de Nazaret por todas las familias; en especial, por las familias rotas o en dificultades. Qué por intercesión de Jesús, María y José podamos encaminarnos, con nuestras familias, al hogar del cielo. |
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