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Cuentito para Orpam.

 
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Autor Mensaje
roberto viera gonzalez
Veterano


Registrado: 20 Nov 2005
Mensajes: 1799

MensajePublicado: Dom Feb 19, 2006 9:44 pm    Asunto: Cuentito para Orpam.
Tema: Cuentito para Orpam.
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Estimada Orpam te envío este cuento que inventé con motivo de mi visita a Cuba hace 4 años en el marco de un Congreso sobre cultura americana.

La Amistad



Ignorar el éxito es valorar la amistad. El hombre que vive del éxito no tiene más que interesados. Sólo es amigo el que da la vida por su amigo. La amistad sólo se conoce en la desgracia, en la caída. En Chicle se comprueba eso cada día más. Jesús es el mejor maestro de la amistad. ¡Bienaventurado el que conoce la amistad de Jesús!

Jesús y Fidel Castro habían sido excelentes vecinos y amigos durante la infancia. Cada cual confiaba en el otro como en un hermano y cada cual sabía en su corazón que sería capaz de todo por su amigo. El tiempo pasó, se separaron y cuando tenían alrededor de 28 años de edad, llegó el momento de demostrar la hondura de su mutua amistad.

Fulgencio, el gobernador de Cuba, se enfureció cuando un día escuchó los discursos que pronunciaba Fidel. El joven Fidel era un joven abogado que recorría la isla y Jesús en cambio mantenía ya la intimidad con su Padre. Fidel pregonaba que ningún pueblo debía ejercer poder ilimitado sobre otro y que los poderosos siempre debían ayudar a los débiles, y así serían más poderosos. Jesús lo escuchaba y lo aplaudía. Fue entonces que Fulgencio convocó a Fidel al Consejo. Jesús su fiel amigo lo acompañó.

- ¿Quién creéis que soy? – pregunto Fulgencio.
- Yo sólo digo la verdad, no hay nada malo en ello.
- Pero, decir que el gobernador somete y vende a su pueblo es una blasfemia. Estás conspirando para derrocarme. ¡Retráctate!
- Perdón gobernador, no me retractaré - Respondió Fidel.
- ¡Entonces morirás! - dijo Fulgencio - ¿Tienes algo que pedir?
- Si. Déjame ir a Mayarí en la provincia de Holguín para despedirme de mis padres y especialmente de mi hermano Raúl y así poner mis cosas en orden.
- Veo que no sólo crees que soy injusto, sino además estúpido – rió desdañosamente Fulgencio – si te dejara salir de La Habana no volveré a verte.
- Pero,......... te haré un juramento.
- ¿Tú? ¿Un juramento? ...........

Y en ese momento, Jesús que había permanecido en silencio, se adelantó y díjole a Fulgencio.
- Yo seré su garantía, reténme en La Habana como prisionero hasta el regreso de Fidel. Puedes tener la certeza que volverá.
- Muy bien – dijo al fin el gobernador – pero si deseas tomar el lugar de tu amigo debes estar dispuesto a aceptar su sentencia, si él rompe su promesa, morirás en su lugar.
- El mantendrá su palabra – dijo Jesús – no tengo la menor duda de ello.
Obtuvo así, Fidel, autorización por 10 días y Jesús fue a la cárcel. Al cabo de 5 días y como Fidel no aparecía, Fulgencio no pudo con su curiosidad y fue a la prisión para ver si Jesús se arrepentía del trato que había hecho.
- Tu tiempo se está acabando, Jesús – se mofó el dictador de Cuba – será inútil pedir piedad. Fuiste necio al confiar en la promesa de tu amigo. ¿De verás creíste que sacrificaría su vida por ti?
- Sólo ha sufrido una demora. Creo en su virtud, tanto como en mi existencia.
Fulgencio no dejaba de asombrarse de la confianza y seguridad del prisionero.
- Veremos dijo el gobernador.
Y el día fatal llegó. Jesús fue sacado de la prisión y conducido ante el verdugo. Fulgencio lo saludo con una sonrisa socarrona.

- Parece que tu amigo no ha llegado. ¿Qué piensas ahora de él?
- Soy su amigo, y si muero, muero en paz.

Y mientras hablaban, las puertas del salón se abrieron y Fidel entró tambaleándose. Estaba pálido y magullado que apenas podía hablar del cansancio. Se arrojó en brazos de su amigo.

- ¡Estás a salvo, Jesús! Parece que los hados conspiraban contra nosotros. Mi carruaje fue asaltado, me agarró el huracán Katrina que venía de vuelta y estuve tendido cuatro días, pero he llegado. ¡Gobernador, estoy dispuesto a cumplir mi sentencia de muerte!

Fulgencio quedó atónito al oír estas palabras y sus ojos y su corazón se abrieron. Era imposible resistir el poder de semejante ejemplo.
- La sentencia queda revocada – declaró – nunca creí que tanta fe y lealtad pudiera existir en una amistad. Serás recompensado con la libertad. Pero, a cambio os pediré un gran servicio.
- ¿A qué te refieres? – Preguntó, Jesús.
- Enseñadme a descubrir la nobleza de la amistad.

Y Jesús le enseñó el mandamiento nuevo. Pero Fulgencio no lo entendió.
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