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morgana Invitado
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Publicado:
Lun Feb 20, 2006 4:11 am Asunto:
cuentos.
Tema: cuentos. |
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encuentro quien m cuente cuentos... sera q ya estoy muy grande?
naa!! asi q ahora los busco en internet. quisiera compartir algunos con ustedes, y q si c pudiera ustedes m contaran algunos.
Autor: Desconocido
Almuerzo con Dios:
Un niño pequeño quería conocer a Dios; sabia que era un largo viaje hasta donde Dios vive, así que empacó su maleta con pastelillos y refrescos, y empezó su jornada.
Cuando había caminado como tres cuadras, se encontró con una mujer anciana. Ella estaba sentada en el parque, solamente ahí parada contemplando algunas palomas.
El niño se sentó junto a ella y abrió su maleta. Estaba a punto de beber su refresco, cuando notó que la anciana parecía hambrienta, así que le ofreció un pastelillo.
Ella agradecida aceptó el pastelillo y sonrió al niño. Su sonrisa era muy bella, tanto que el niño quería verla de nuevo, así que le ofreció uno de sus refrescos.
De nuevo ella le sonrió. ¡El niño estaba encantado!
El se quedó toda la tarde comiendo y sonriendo, pero ninguno de los dos dijo nunca una sola palabra, mientras oscurecía, el niño se percató de lo cansado que estaba, se levantó para irse, pero antes de seguir sobre sus pasos, dio vuelta atrás, corrió hacia la anciana y le dio un abrazo.
Ella, después de abrazarlo le dio la más grande sonrisa de su vida.
Cuando el niño llegó a su casa, abrió la puerta. Su madre estaba sorprendida por la cara de felicidad. Entonces le preguntó:
-Hijo, ¿qué hiciste hoy que te hizo tan feliz?
El niño contestó:
-¡Hoy almorcé con Dios!...
Y antes de que su madre contestara algo, añadió: -¿Y sabes qué? ¡Tiene la sonrisa más hermosa que he visto!
Mientras tanto, la anciana, también radiante de felicidad, regresó a su casa. Su hijo se quedó sorprendido por la expresión de paz en su cara, y preguntó:
-Mamá, ¿qué hiciste hoy que te ha puesto tan feliz? La anciana contestó:
-¡Comí con Dios en el parque!... Y antes de que su hijo respondiera, añadió:
-¿Y sabes? ¡Es más joven de lo que pensaba!
Fin
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Albert + Moderador

Registrado: 03 Oct 2005 Mensajes: 27940 Ubicación: Puerto Rico
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Publicado:
Lun Feb 20, 2006 5:20 am Asunto:
Tema: cuentos. |
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Hermana Morgana:
¡Hermoso el cuento! Dios te bendiga. _________________

Transfíge, dulcíssime Dómine Jesu
Albert González Villanueva, OFS |
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Jose Fernando Ortiz Constante
Registrado: 16 Ene 2006 Mensajes: 696 Ubicación: Bogotá, Colombia
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Publicado:
Lun Feb 20, 2006 1:43 pm Asunto:
Re: cuentos.
Tema: cuentos. |
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morgana escribió: | encuentro quien m cuente cuentos... sera q ya estoy muy grande?
naa!! asi q ahora los busco en internet. quisiera compartir algunos con ustedes, y q si c pudiera ustedes m contaran algunos.
Autor: Desconocido
Almuerzo con Dios:
Un niño pequeño quería conocer a Dios; sabia que era un largo viaje hasta donde Dios vive, así que empacó su maleta con pastelillos y refrescos, y empezó su jornada.
Cuando había caminado como tres cuadras, se encontró con una mujer anciana. Ella estaba sentada en el parque, solamente ahí parada contemplando algunas palomas.
El niño se sentó junto a ella y abrió su maleta. Estaba a punto de beber su refresco, cuando notó que la anciana parecía hambrienta, así que le ofreció un pastelillo.
Ella agradecida aceptó el pastelillo y sonrió al niño. Su sonrisa era muy bella, tanto que el niño quería verla de nuevo, así que le ofreció uno de sus refrescos.
De nuevo ella le sonrió. ¡El niño estaba encantado!
El se quedó toda la tarde comiendo y sonriendo, pero ninguno de los dos dijo nunca una sola palabra, mientras oscurecía, el niño se percató de lo cansado que estaba, se levantó para irse, pero antes de seguir sobre sus pasos, dio vuelta atrás, corrió hacia la anciana y le dio un abrazo.
Ella, después de abrazarlo le dio la más grande sonrisa de su vida.
Cuando el niño llegó a su casa, abrió la puerta. Su madre estaba sorprendida por la cara de felicidad. Entonces le preguntó:
-Hijo, ¿qué hiciste hoy que te hizo tan feliz?
El niño contestó:
-¡Hoy almorcé con Dios!...
Y antes de que su madre contestara algo, añadió: -¿Y sabes qué? ¡Tiene la sonrisa más hermosa que he visto!
Mientras tanto, la anciana, también radiante de felicidad, regresó a su casa. Su hijo se quedó sorprendido por la expresión de paz en su cara, y preguntó:
-Mamá, ¿qué hiciste hoy que te ha puesto tan feliz? La anciana contestó:
-¡Comí con Dios en el parque!... Y antes de que su hijo respondiera, añadió:
-¿Y sabes? ¡Es más joven de lo que pensaba!
Fin
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Felicidades MORGANA....
Sí, no nos dice la Biblia que los humildes, los simples, los niños son los que mejor entienden los misteriosos secretos de Dios?
Como aquella mujer sirio-fenicia que se alimentaba de las "migajas" que los niños dejaban caer al suelo del altar-mesa.
Bueno, y esa eterna juventud de Dios, que sin lugar a dudas es el modo como mejor se comunica con aquellos que tienen un corazón como de "niño", abierta la mente a toda Buena Nueva....
En fin....."tu aporte" da mucho en qué meditar..... seguro!"
Con aprecio:
 _________________ I de Juan 1,1-4
Nosotros, Señor, te vemos y escuchamos.....
IGLESIA_MADRE UNIVERSAL.....
MUJER revestida de sol....
Dios....en/con.... nosotros. |
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Pepa Veterano
Registrado: 02 Oct 2005 Mensajes: 4183
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Publicado:
Lun Feb 20, 2006 7:03 pm Asunto:
Un cuento que me encanta
Tema: cuentos. |
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El niño y la fuentePor Juan Antonio González Lobato
I
Lagartera es un pueblecito tendido en la ladera de un berrocal, que tiene lejos y enfrente el imponente murallón, muchas veces vestido de nieve, de la Sierra de Gredos. Sus casas construidas a trozos, sin más ley que el capricho, se alineaban en calles torcidas, anchas o estrechas, diseñadas también por el resultado de inmediatas conveniencias. Todas ellas parecían componer una pesada saya multicolor, que rodeaba el estilizado talle de la torre de su iglesia. El blanco de sus tapias encaladas, el pardo viejo de sus tejas árabes y el gris noble de sus piedras de granito.
Por aquellas calles y hogares discurría una vida lenta, casi estacionada, con la alegre promesa de los rayos de sol de la mañana, o con el crepúsculo inclinado del fin de una de sus jornadas. El silencio sólo se rompía con el canto de un gallo que recibía sin prisas la pausada contestación de otro gallo, o con el ladrido de un perro, o, de tarde en tarde, con el jadeante traqueteo de un carro de mulas que subía la cuesta de la calle principal del pueblo.
A media mañana, se solía oír una explosión de voces y gritos infantiles que irrumpían con juegos en la plaza. Un tiempo después volvía el silencio: se había acabado la hora del recreo. Entre esos niños jugaba el de nuestra historia. Ojos grandes y manos regordetas; su imaginación se escondía detrás de su piel morena. A veces jugaba, a veces soñaba sentado en el umbral de la puerta de su casa. Iniciaba de este modo su visita a la tierra. Era la suya una existencia recién estrenada. Libre de lazos e intereses, de ambiciones y quimeras.
Por el lado del berrocal, donde el pueblo se acababa, había un lugar que todos conocían con el nombre de plaza de la fuente. Su color, sin embargo, era gris verdoso; su música, la formada por los niños y, suavemente, por el agua y el viento; su ambiente, húmedo y fresco. Estaba formada por las últimas tapias de las casas, por huertos, enramadas y cercas bajas de guijarros que acotaban pobres olivares. De allí partían caminos y sendas.
En aquella plaza había una fuente.
Tenía dos grandes pilones de piedra, uno redondo y otro rectangular. En medio del primero se levantaba una columna también de piedra, con dos caños rústicos de hierro, por los que daba chorros incesantes de agua. Llenaba el pilón primero, después el rectangular y, por fin, se vertía en un arroyo que bajaba del berrocal.
No era una fuente cualquiera. Algo tenía que les atraía a todos, no había más fuentes en el pueblo y les hacía felices estar junto a ella. En verano formaba el centro de una fiesta continua: niños que jugaban y chapoteaban, risas bulliciosas, mujeres y muchachas con cántaros a la cadera, hombres con borriquillos y aguaderas, ganados que esperaban pacientes su turno para beber, árboles cargados de nidos, los nidos de pájaros...
II
El niño, arrastrado por oleadas infantiles, vivía estas escenas y participaba con los demás en los improvisados juegos de la fuente. En su memoria se fueron acumulando las imágenes que veía. A veces, inconsciente, contemplaba cómo las mujeres arrimaban sus cántaros a los chorros de agua, una a una, uno a uno. Escuchó muchas veces el caer del agua en el fondo de los cántaros de barro y derramarse después, bañándolos en generosa abundancia, cuando ya no podían retener más.
Al dar, le parecía que la fuente cantaba. Era una música rústica, primitiva, familiar. Cambiaba de tono según el cántaro se llenaba. Como una canción que se murmura desde el principio hasta el fin. El cántaro lleno, rebosante, empapado de agua por dentro y por fuera, era retirado del chorro y arrastrado sobre la piedra alargada puesta en el fondo del agua para este fin; entonces, el cántaro hacía un ruido ronco, especial, de sencilla satisfacción y opulencia. La mujer alzaba el cántaro lleno de agua del pilón, y se desprendían sonoras gotas, como notas de guitarra, o como la sonrisa amable que sigue a una frase delicada, que vendría a terminar con el punto final de la rodaja de corcho que, a modo de tapadera, ponía en su cántaro antes de cargárselo de nuevo en la cadera.
La fuente no se contentaba con dar su agua, la daba cantando.
Aún no se había apartado la aguadora, cuando ya otra había colocado su cántaro vacío, cuando ya estaba cantando de nuevo la fuente una canción nueva. A cada cántaro le cantaba la fuente según cada cántaro era. El niño no entendía el lenguaje, pero advertía la diferencia. A ningún cántaro negaba su agua la fuente. La daba siempre, ya fuera un cántaro tosco de barro, ya una cantarilla de plata, ya un recipiente roto que no pudiera retener el agua. Y si un cántaro sucio se le acercaba, lo primero que hacía la fuente era limpiarlo: en su fondo caía el agua transparente, la mujer lo enjuagaba, vertía en el pilón su contenido y volvía a arrimarlo al chorro, que en un momento lo llenaba.
Cántaro que se acercaba, cántaro que llenaba la fuente con agua hasta que rebosaba.
Daba sin medida. Como si su misión suprema estuviera en dar. Así lo hacía de noche y de día, en invierno y en verano, sin cortar jamás sus chorros de agua. Parecía que tenía ansias de dar, que en dar tuviera su mayor ganancia. No preguntaba qué harían con su agua; las mujeres se la llevaban y, poco a poco, se repartía por calles y casas; se echaba en los pucheros, regaba las rosas, lavaba a los niños, llenaba los botijos y venía a formar la sangre y las lágrimas de las gentes del pueblo. Por ella vivían. Daba, eso era todo. Y lo hacía con alegría.
Y, entre cántaro y cántaro, seguía dando agua también.
Por entonces tuvo el niño otra impresión. Una noche acompañaba a un amigo de su casa, un hombre bueno, a una enramada que tenía más allá de la fuente. No había nadie por las calles. La plaza de la fuente estaba desierta, todo era silencio: ni risas de niños, ni muchachas, ni mujeres, ni hombres con borriquillos y aguaderas, ni ganados, ni cantos de pájaros... Las tapias y los árboles, un cerco amurallado de sombras calladas.
Cuando se acercaban a la plaza, ya comenzaron a escuchar la música del agua. Allí, entre las sombras, la fuente dejaba oír su humilde y sencilla canción. Seguía dando agua. Ahora, directamente. Sin intermediarios. Sin testigos. La canción de noche era siempre la misma. No se cansaba de repetirla casi en silencio, como si no quisiera que los hombres la oyeran.
Pero el niño no supo entender el mensaje de la fuente. Recogió la sensación y siguió su camino...
III
La vida le llevó muy lejos del pueblecito. Pasaron años y años y el niño no volvió a pensar en la fuente. Aprendió cada día cosas nuevas, que reclamaban su atención para responsabilidades cada vez más serias. Conoció hombres distintos, países lejanos, costumbres extrañas. Los problemas de la vida de los hombres absorbieron su propia vida. Supo mucho de la sequedad y del dolor del hombre e intentaba remediarlos como podía.
En una ocasión, abrumado por las circunstancias del momento, inesperadamente le vino a la memoria el recuerdo de la olvidada fuente. Le animó imaginarla en su puesto, cumpliendo su misión de llenar hasta los bordes los cántaros que se le acercaban, indiferente al olvido, como si no esperara de los hombres más que la oportunidad de llenar sus cántaros de agua.
¿Qué hubiese pasado si hubiera dejado de dar agua? Advirtió la repelente soledad de una fuente seca: tendría todo lo demás, pero por faltar el agua no habría ni niños, ni mujeres, ni árboles, ni ganados. Los caminantes eluden siempre las fuentes sin agua.
Pero su amiga, la vieja fuente, seguía haciendo lo mismo que en los años de su infancia. El niño, ya hombre, comprendió que su misión en la vida era la que la fuente le enseñaba. Que su amor, como el agua, debía ser sólo para Dios; y ver, en los hombres, los cántaros predilectos del Señor. El tenía, en consecuencia, que volcarse en cada ser humano, que, nunca por casualidad, Dios hace pasar a su lado:
Niño y fuente.
Amor y agua.
Hombres y cántaros...
Y, como la fuente, el niño debía seguir amando también entre cántaro y cántaro. Y de noche..., cuando no había posibles intermediarios. _________________ No os engañéis: de Dios nadie se burla. |
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uma Asiduo
Registrado: 30 Nov 2005 Mensajes: 120 Ubicación: Repúlica Argentina
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Publicado:
Mar Feb 21, 2006 3:05 am Asunto:
EL AMOR ( CUENTO CORTO)
Tema: cuentos. |
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Había una vez una isla donde vivían las sensaciones:Felicidad,Tristeza,Conocimiento y todos los demás, incluyendo el Amor.
Un día se anunció a las sensaciones que la isla se hundiría, así es que todos repararon sus botes y se fueron. El Amor fue el único que se quedó.
El Amor quería perseverar hasta el último momento posible.
Cuando la isla estaba casi completamente hundida, el Amor decidió pedir ayuda.
La Riqueza pasaba frente al Amor en un gran bote. El Amor dijo: "Riqueza, ¿me puedes llevar contigo? "La Riqueza contestó, "No, no puedo. Hay mucho oro y plata en mi bote. No hay lugar para ti"
El Amor decidió preguntarle a la Vanidad, que también pasaba en una hermosa nave. "Vanidad, por favor, ayúdame. "No puedo ayudarte, Amor. Estás mojado y puedes arruinar mi bote", contestó Vanidad.
La Tristeza estaba cerca, así es que el Amor le pidió ayuda, "Tristeza, déjame ir contigo. "Oh Amor, estoy tan triste que necesito estar a solas conmigo misma."
La Felicidad pasó cerca del Amor también, pero estaba tan feliz que ni siquiera escuchó cuando el Amor llamó.
De pronto, se escuchó una voz, "Ven Amor, yo te llevaré." Era un anciano.
El Amor se sintió tan bendecido y jubiloso que olvidó preguntar su nombre al anciano. "En cuanto llegaron a tierra firme, el anciano se alejó.
Cuándo el Amor se percató cuánto le debía al anciano, preguntó al Conocimiento, quien era el otro anciano, "Quién me ayudó?" "Fue el Tiempo," contestó el Conocimiento. "El Tiempo?", Preguntó el Amor. "Pero, por qué el Tiempo me ayudó?" El Conocimiento sonrió con la profunda Sabiduría y contestó:
"Porque sólo el Tiempo es capaz de entender cuán grande es el Amor." _________________
Bendiciones
Uma |
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AURORA Invitado
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Publicado:
Mar Feb 21, 2006 3:50 am Asunto:
Tema: cuentos. |
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QUERIDA MORGANA: tu eres un niño de corazon tan puro , que mas de una vez has almorzado con DIOS!!!!!!
(viste Miguel ?????????te dije que era solo una niña rebelde , llena de amor) |
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morgana Invitado
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Publicado:
Mar Feb 21, 2006 5:02 am Asunto:
Tema: cuentos. |
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Un angel en navidad
Autor: Lo Desconozco
Un angel en navidad....
Habia una vez un angel que vivia en un castillo todo de nubes, en compañia de otros angelitos.
Y mientras Dios no los llamara para ningun mandado, los angeles jugaban a la escondida por el cielo o remendaban nubes rotas.
Una tardecita de verano el angel estaba pintando una nube con acuarela, cuando de pronto oyo la gran voz de Dios:
-Angel. . .hijito mio. . .¿me oyes?.
EI corazon del angel se alboroto de alegria. No era para menos.
-¡Dios! grito el angel... ¡Dios me llama!
Y dicho esto se largo por un tobogan celeste hasta llegar a su castillo.
Entonces se estiro la ropa, peino sus alas y se lavo la cara. Despues volo feliz hasta la gran Casa del Padre.
Dios miro al angel con mucho cariño, y el angelito se lleno de luz.
-Ven para aca, te estoy necesitando para un mandado
-¡Siempre listo, mi Señor. . .! dijo el angel
Dios señalo a la Tierra...
-¿Ves aquella ciudad?
Cuando Dios señalo el lugar, las nubes se corrieron obedientes. Entonces pudieron ver claramente aquella ciudad. Era bastante gris. Estaba llena de casas, una encima de la otra. La gente andaba apurada, y mientras miraban el reloj pulsera de reojo, entraban y salian de un lugar a otro. Las calles estaban llenas de autos y colectivos.
- Ya veo, mi Señor... -comento el angel-. ¿Hay que plantar algun rosal?
Dios hizo que no con la cabeza.
- Hay que ir a visitar un matrimonio que tiene. . .
- ¡Ya se. . .! Tienen un hijo, y yo voy a ser su angel guardian. . . ¿verdad?
Pero Dios agrego:
- Es un matrimonio sin hijos. Cuidan un perro pekines.
Gorosito abrio los ojos asi de grandes!. Su corazon se asusto. Acaso lo mandarian a cuidar un perro pekines?
Entonces Dios vio la trompa del angel, y sonrio. En seguida le dijo en secreto:
- Bsss... bsss... bsss...
Y a medida que Dios explicaba su plan misterioso, la cara del angel se iba iluminando como una naranja. Es que el plan de Dios siempre es un misterio. Muy pocos pueden descubrirlo.
Se entusiasmo tanto, que ahi nomas le dio a su Dios un ruidoso beso. Después partio.
Al llegar al lugar señalado por Dios, espio por la ventana.
Entonces vio: Un perrito descansaba muy triste sobre un almohadon de seda. A su lado tenia dos chiches, un terron de azucar y un plato con leche. Un señor rogaba al animalito:
- Vamos, hijito. . . toma un poco de leche. . . mira que esta tibia. . . ya viene mamita con el churrasco... no te hagas rogar...
Pero el perro miraba para otro lado, haciendose el orgulloso.
Por una hendija de la ventana salio olor a churrasco. Entonces Gorosito tomo la punta del humo con olor a churrasco, y fue llevandola. . . llevandola. . . Alla abajo, en la vereda, habia un chico.
No tenia mama ni papa. Estaba solito en el mundo. Andaba por esas calles a la buena de Dios. Un dia pedia limosna. . . otro dia lustraba zapatos . . . y casi siempre tenia hambre.
Pero justo en ese momento ¡oh, misterio del amor! el chico sintio un aroma muy rico. Era un olorcito a churrasco que le hizo recordar que tenia mucha hambre. Fue. . . como si alguien invisible lo estuviera tomando de la nariz, y lo levantara por el aire. . y lo pusiera en camino. . . y lo hiciera tocar un timbre. . .
- ¿Quien sos? dijo el señor.
- Hola. Buen dia. . . dijo el chico sonriendo. Tengo un poco de hambre. . . Entonces el señor miro hacia adentro, y vio al perrito. Y miro hacia afuera y vio al chico que sonreia. Y se le apreto un poquito el corazon.
- Veni, hijo. Pasa. . . dijo el señor. Cuando el chico entro, el perrito se levanto y se puso a hacerle fiestas. Claro.
Lo que pasaba es que el perro pekines estaba harto de que lo confundieran con un ser humano.
El queria su lugar de perro en el mundo. Al oir los ladridos juguetones, se asomo la señora desde la cocina y vio : Un perrito, un niño y un papa.
Desde aquel dia un chico tuvo un hogar, una mama y un papa, y un perrito para jugar. . . y hasta un angel guardian.
Y en el rostro de Dios Padre florecio una sonrisa.
Fin.
yo rebelde? YO rebelde???? quien lo dice? y pues minimo hacemos el intento de ser buenos no? en eso estamos. en eso estamos.  |
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morgana Invitado
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Publicado:
Mar Feb 21, 2006 5:05 am Asunto:
Tema: cuentos. |
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este m encanta
Una viuda y el diablo
CUENTO HUAVE
Recopilación de: Elisa Ramírez y Ma. Ángela Rodríguez
Una viuda y el diablo
CUENTAN QUE UNA VEZ, EL DIABLO SE enamoró de una viuda. Llegaba a su casa y le platicaba. A la señora no le gustaba y además, tenía miedo de que se enojara. Tanto y tanto le ofrecía el diablo que por fin la señora dijo:
—Bueno, seré tu mujer si me construyes una casa bonita.
El diablo se la hizo. La viuda fue a buscar al cura para que le echara agua bendita; así, el pobre diablo no podría entrar a la casa que él mismo había hecho.
El cura le advirtió:
—Si no encuentras el modo de acabar con él, él acabará contigo.
La mujer pensó bien el asunto y esto hizo: busco dos montones de botellas, uno blanco y otro oscuro. Se sentó en la enramada, era la hora en que acostumbraba llegar el diablo. La encontró muy atareada.
—¿Qué haces?
—Aquí, lavando botellas. ¿No me ayudas?
—Sí.
—Lava ese montón de botellas —le dijo señalando las oscuras—, hasta que queden limpias, como ésas —y señaló el otro montón.
—¿Y cómo crees que voy a hacer claro lo oscuro? No se puede.
—Claro que sí, mira ya todas las que llevo.
—¿Y cómo le hiciste?
—Ah, es que se tienen que lavar por dentro. Si eres poderoso, ¿por qué no te metes?
El diablo entró en la botella y la mujer luego la tapó. Ya que tuvo encerrado al diablo, fue al monte y, con todo y botella, lo enterró.
Y por eso dicen que sólo las mujeres son más listas que el diablo.
Fin.
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morgana Invitado
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Publicado:
Jue Feb 23, 2006 12:16 am Asunto:
Tema: cuentos. |
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Cuento De Facundo Cabral
Dios tomó forma de mendigo y bajó al pueblo, buscó la casa del zapatero y le dijo: Hermano, soy muy pobre, no tengo una sola moneda en la bolsa y éstas son mis únicas sandalias, están rotas, si tu me haces el favor. El zapatero le dijo, estoy cansado de que todos vengan a pedir y nadie a dar. El Señor le dijo, yo puedo darte lo que tú necesitas. El zapatero desconfiado viendo un mendigo le preguntó. ¿Tú podrías darme el millón de dólares que necesito para ser feliz? El Señor le dijo: yo puedo darte diez veces más que eso, pero a cambio de algo. El zapatero preguntó ¿ a cambió de qué? A cambio de tus piernas. El zapatero respondió para qué quiero diez millones de dólares si no puedo caminar. Entonces el Señor le dijo, bueno, puedo darte cien millones de dólares a cambio de tus brazos. El zapatero respondió ¿para qué quiero yo cien millones de dólares si ni siquiera puedo comer solo? Entonces el Señor le dijo, bueno, puedo darte mil millones de dólares a cambio de tus ojos. El zapatero pensó poco ¿para qué quiero mil millones de dólares si no voy a poder ver a mi mujer, a mis hijos, a mis amigos? Entonces el Señor le dijo: ¡ Ah, hermano! Qué fortuna tienes y no te das cuenta.
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