Llamados a la vida, a una misión intransferible

[Orpam Saretnoc Laverz]

Amigos, leo en la Revista Tibidabo, que me llegó ayer y os digo algo que, en resumen, puede hacernos pensar.

Las personas nos solemos interrogar sobre por qué hemos nacido.
Si mis padres no se hubieran conocido y amado, yo no hubiera existido nunca; incluso, antes de ser engendrado, he sido elegido entre millones de posibilidades. Así, al pensar en mi vida, me encuentro ante un misterio que me trasciende. La Escritura me dice que no vengo de la nada, ni mi destino es la nada, sino que hemos sido pensados y llamados por Dios desde toda la eternidad para cumplir una misión; y más asún "para participar de la vida de su Hijo, nuestro Señor Jesucristo. ¡Y es fiel!" (1 Cor 1,9).

Llamados a una misión intransferible

Dios también me necesita a mí y a cada uno de los elegidos en Cristo, desde toda la eternidad, para ser santos e irreprochables ante Él por el amor (Ef 1,4).
Vivir será, pues, ser fiel a la misión personal e intransferible que Dios nos encomienda a cada uno.

Sólo si soy testigo, podré testimoniar

¿No estaré ante una fuerte invitación a que mi vida de discípulo sea auténtica? ¿Por qué el mundo no ve a Dios? ¿Dónde están los profetas?
El problema no es cuestión de ser buenos o malos, sino que en mi vida se manifieste, aquí y ahora, que existe la luz de Dios.

Y, naturalmente el artículo sigue, pero esos puntos descritos antes creo que pueden servirnos, en este tiempo fuerte, amigos míos, a pensar, y a responder a Dios desde lo hondo de nuestro ser.
Lo importante en la vida es Él y si queremos ser sus testigos podemos serlo, ¿por qué no?

Con un gran abrazo dominical.

Orpam Saretnoc Laverz