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Pregunta difícil
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pelicano
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Registrado: 11 Abr 2007
Mensajes: 4019
Ubicación: Tierra Santa

MensajePublicado: Mar Mar 18, 2008 8:02 am    Asunto:
Tema: Pregunta difícil
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Sigamos con más historia:

Comencemos por decir que en los años previos a la guerra, se produjo un
constante acoso contra católicos y judíos por parte del III Reich. Las persecuciones contra sacerdotes o seglares, enviados a campos de concentración, y las prohibiciones de peregrinaciones, clausurando publicaciones católicas y escuelas, fueron constantes.
Incluso, se intentaron múltiples procesos a religiosos por abusos sexuales o tráfico de divisas. El más espectacular de estos procesos tuvo lugar en abril de 1936 contra 276 monjes y religiosas de Westfalia y Renania. En cuanto a los judíos, no podemos olvidar la noche de los cristales (Kristallnacht) del 9 al 10 de noviembre de 1938 con la quema de negocios judíos y sinagogas.

Pío XI, en 1931, en la encíclica Casti Connubii había condenado la ley de esterilización obligatoria que entró en vigor en 1934. En 1941, la valiente denuncia de algunos obispos, especialmente del obispo de Münster Mons. Clemens August Graft von Galen reveló detalles de cómo fueron asesinados 800 enfermos en casas, especialmente preparadas para ello y la manera cómo comunicaban noticias falsas a sus seres queridos sobre su fallecimiento.
El obispo condenó con fuerza estos atropellos y denunció que ese programa de eutanasia llevaría a la muerte a personas discapacitadas para el trabajo, a enfermos graves, ancianos y a los soldados heridos, que regresaban del frente. Los tres sermones del obispo sobre este tema causaron mucha conmoción entre la población civil y entre los soldados alemanes del frente. Por eso, los jefes nazis decidieron suprimir el programa y aplazar el ajuste de cuentas con la Iglesia después de la victoria. No querían que los católicos se soliviantaran en el preciso momento en que acababa de comenzar la guerra con la URSS.

En 1937, el Papa Pío XI publicó la encíclica Mit Brennender Sorge, en la que tuvo mucha influencia su secretario de Estado el futuro Pío XII, y donde se habla claramente contra el nazismo y sus ideales racistas.

El año 1939, al poco tiempo de asumir el Pontificado, Pío XII publicó la
encíclica Summi Pontificatus, donde hablaba de la necesidad de la paz y que su tarea sería buscar la paz entre los beligerantes. El periódico New York Times publicó un artículo sobre la encíclica en primera página, el 28 de octubre de1939, donde decía: El Papa condena a los dictadores, violadores de los tratados y al racismo. Fuerzas aéreas aliadas arrojaron miles de copias de la encíclica en tierra alemana en un intento de avivar los sentimientos antinazis.

Entre el otoño de 1939 y la primavera de 1940, el Papa en persona aceptó hacer de intermediario entre los ingleses y los militares alemanes que conspiraban contra elnazismo... Un grupo de generales estaba proyectando un golpe de Estado para deponer a Hitler. Los conspiradores querían el retorno de Alemania a una democracia moderada y conservadora. Sin embargo, antes de actuar, necesitaban la garantía inglesa de que las democracias occidentales no intentarían imponer a Alemania una paz Wilsoniana. El Papa tendría que proporcionar estas garantías... Para el Papa se trataba de un plan sumamente arriesgado, podía verse envuelto en una conspiración para eliminar a un tirano, lo que no sólo significaba exponerse él y exponer a sus colaboradores, sino poner en grave peligro la vida católica en Alemania, Austria, Polonia e, incluso, Italia. Se trataba, pues, de un hecho absolutamente desconcertante en la historia del Papado. El Papa fue consciente de ello y se tomó un día para reflexionar y decidir. Al final, el Papa aceptó decidiendo, al mismo tiempo, mantener al margen a los responsables oficiales de la política de la Santa Sede, es decir, a la Secretaría de Estado... Pero, poco a poco, la iniciativa diplomática se desinfló, convirtiéndose en una desilusión para Pío XII.

El Papa hizo que el 23 de febrero de 1940, el Santo Oficio condenara la
esterilización; y el 27 de noviembre de 1940 condenó el homicidio eugenésico como proponían los nazis.
En 1940 envió telegramas de solidaridad a los soberanos de Bélgica, Holanda y Luxemburgo, cuya neutralidad había sido violada por los alemanes (los habían invadido). Los telegramas causaron un gran revuelo y las violencias nazis contra L´Osservatore Romano, que publicó los telegramas del Papa, mostraron las dificultades con que tropezaba cualquier intento de hablar por parte del Vaticano.
En la crisis político diplomática con Hitler y Mussolini, provocada por los
telegramas, el Papa declaró al embajador italiano ante la Santa Sede que no tenía ningún temor a terminar en el campo de concentración o en manos hostiles.

En enero de 1940, el Papa dio instrucciones a radio vaticana para que revelara la espantosa crueldad de la tiranía salvaje que los nazis estaban aplicando a los judíos y católicos polacos. Sobre estas transmisiones, el New York Times escribió una editorial, donde decía: Ahora el Vaticano ha hablado con una autoridad indiscutible y ha confirmado los peores presagios de terror, que emergen de las tinieblas de Polonia. En Inglaterra, el Manchester Guardian elogió al Vaticano como el más enérgico defensor de la Polonia torturada.
Ese año, más de la tercera parte del clero secular alemán y la quinta del
regular, o sea, más de 8.000 sacerdotes fueron sometidos a medidas coercitivas, 110 murieron en campos de concentración, 59 fueron ajusticiados, asesinados o perecieron a causa de los tratos recibidos.

El 20 de julio de 1942, una carta pastoral de los obispos de Holanda fue leída en todas las iglesias, donde se condenaba el despiadado e injusto trato reservado a los judíos. La respuesta fue inmediata: la deportación de todos los católicos hebreos, unos 40.000, llevados a la muerte.

En el mensaje de Navidad de 1942, el Papa hizo mención de los centenares de miles de personas que, sin ninguna culpa de su parte, y, a veces, por el solo hecho de su nacionalidad o su raza, han sido llevados a la muerte o a un progresivo exterminio.

El 10 de setiembre de 1943, las tropas alemanas entraron en Roma. El 20 de setiembre, Herbert Kappler, representante de la Gestapo en Roma, exigió a los judíos italianos que entregaran, en las 24 horas siguientes, cincuenta kilos de oro bajo pena de deportación inmediata. El gran rabino de Roma, Eugenio Zolli, que después de la guerra se hizo católico, acudió al Papa, porque sólo habían podido recoger 35 kilos y el Papa, con la ayuda de las comunidades católicas de Roma, le prometió los 15 kilos restantes, que después no fueron necesarios. Sin embargo, el 16 de octubre de 1943, las SS. por orden directa de Himmler, arrestaron a 1.259 judíos, que fueron llevados a Alemania, donde la mayoría murió en las cámaras de gas.
Pero el Papa no permaneció inactivo, a pesar de tener en Roma a los alemanes que lo vigilaban. Desde setiembre, había dado órdenes de que en todos los conventos, incluso de clausura, se recibieran judíos para evitar su arresto. Sólo en Roma, 155 conventos, (algunos de clausura), dieron asilo a cerca de 50.000 judíos. Al menos 30.000 encontraron refugio en la residencia veraniega papal de Castelgandolfo.Sesenta
judíos vivieron durante nueve meses en la universidad Gregoriana y varios centenares en el mismo Vaticano. El cardenal Boetto de Génova salvó al menos ochocientos; el obispo de Asís escondió trescientos judíos durante más de dos años; el obispo de Campagna salvó a 961 en Fiume. En total, más de 85.000 judíos italianos fueron salvados por la acción directa de la Iglesia católica.
La gravedad de esconder judíos en conventos y edificios de la Iglesia era
evidente dada la neutralidad vaticana, pues esto podía ser considerado como un acto hostil contra los alemanes. La noche del 26 al 27 de noviembre de 1943, las SS. y los fascistas irrumpieron en algunas instituciones católicas de Florencia e hicieron arrestos y deportaciones. El 21 de diciembre, una irrupción también en Roma, en el Seminario Romano, en el Lombardo y en el Russicum preocupó mucho a la Santa Sede, pues podía ser acusada de favorecer a los enemigos del Reich, pero la cosa no fue a mayores.

Mientras tanto, el Papa se preocupaba del abastecimiento de víveres de la
población de Roma y usaba toda la diplomacia para conseguir de ambos bandos en guerra, que Roma no fuera campo de batalla y así fuera protegido el gran tesoro artístico y cultural de la ciudad. Por esto, después de la liberación, el Papa Pío XII fue considerado como el defensor de la ciudad por los italianos. En cuanto a los judíos, mientras el 80% de los judíos europeos hallaron la muerte durante la guerra, el 80% de los judíos italianos se salvó.
Por otra parte, el Papa, desde 1939, organizó un sistema de comunicaciones para entregar información a los familiares de judíos, prisioneros o desplazados durante la guerra.

Según Pinchas Lapide (que prestó servicios de cónsul de Israel en Milán y
entrevistó a los judíos italianos sobrevivientes), en su libro Three Popes and the Jews dice que Pío XII contribuyó sustancialmente a salvar a 700.000 judíos, y tal vez a 860.000, de la muerte segura a manos de los nazis. Y sigue diciendo: La Iglesia católica salvó más judíos durante la guerra que todas las demás iglesias, instituciones religiosas u organizaciones juntas. Esto en contraste con lo conseguido por la Cruz
Roja o las democracias occidentales.


Sin embargo, a pesar de todo lo que hizo el Papa, muchos siguen diciendo que no fue valiente para hablar de los horrores nazis y que debía haber hablado con más claridad y con más fuerza para descubrir los horrores que estaba perpetrando el régimen nazi contra los judíos. Lo acusan de demasiada prudencia, de sus silencios culpables y
de actuación insuficiente. Lo que sí es cierto es que no se le puede tachar de pro-nazi ni de antijudío, ni de cobarde, pues, varias veces, manifestó estar dispuesto a morir.

Cierto que nunca en sus discursos pronunció la palabra nazis o judíos. Habló en general. Decidió actuar mucho y hablar poco. Quizás para algunos debería haber hablado más y con más fuerza contra los nazis. Pero olvidan que los aliados hablaron mucho menos que el Papa, porque tenían miedo de aceptar a miles de refugiados judíos en sus propios países. Ellos estaban mejor informados y no quisieron hablar.

La Cruz Roja internacional y otras naciones neutrales como Suecia y Suiza
optaron también por no protestar, dado que temían que sus actividades humanitarias pudieran ser interrumpidas en los países bajo control alemán
Pero, si el Papa hubiera denunciado a los nazis con fuerza, ¿hubieran éstos dejado de seguir con su política anticatólica y antijudía? No es oportuno denunciar a un asesino que tiene a las víctimas a su merced, si no se tienen los medios de alejarlo inmediatamente de la oportunidad de hacerles daño.
Documentos nazis, publicados en 1998 y recogidos en el libro Pio XII e gli ebrei de Margherita Marchione, revelan la existencia de un plan
alemán, denominado Rabat-Fhon, que hubiera debido llevarse a cabo en enero de 1944 y que preveía que soldados de la octava división de caballería de las SS., disfrazados de soldados italianos, conquistaran el Vaticano y eliminaran a Pío XII con todo el
Vaticano. La causa de la represalia aparece explícitamente: la protesta del Papa a favor de los judíos.

El diario de Goebbels confirma la información que ya se temía por aquella época de que Hitler pensó varias veces en arrestar al Papa y hacerlo prisionero en Lichtenstein o en Munich. Si el Papa hubiera hablado fuerte, los nazis habrían tenido el motivo apropiado para su propaganda de que el Papa era antialemán y lo habrían arrestado, los conventos hubieran sido privados de su inmunidad y el Papa no habría podido salvar a tantos miles de judíos italianos con su acción directa. Asimismo hubiera dado motivo para una sangrienta masacre de sacerdotes y seglares católicos en el III Reich. Si el Papa hubiera hablado más, hubiera expuesto a la represalia la vida de millones de católicos en los territorios ocupados.

El obispo católico Jean Bernard, internado en el campo de Dachau, dice en sus Memorias que los sacerdotes temblaban cada vez que llegaba una protesta de una autoridad religiosa, especialmente del Vaticano.
Robert Kempner, delegado de los Estados Unidos en el Consejo del tribunal de crímenes de guerra de Nuremberg, escribió: Cualquier tentativa de propaganda de la Iglesia católica contra el Reich de Hitler, no sólo hubiera sido un suicidio provocado, como ha declarado actualmente Rosenberg, sino que habría acelerado la ejecución de un número mayor de sacerdotes y de judíos.

En 1943, Chaim Weizmann, que llegaría a ser el primer presidente del Estado de Israel, escribió: La Santa Sede está prestando su poderosa ayuda donde es posible para aliviar la suerte de mis correligionarios perseguidos. En setiembre de 1945, Leon Kubowitzky, secretario general del Congreso judío mundial, agradeció personalmente al Papa sus intervenciones y donó 20.000 dólares al Óbolo de San Pedro como signo de reconocimiento por la obra desarrollada por la Santa Sede, salvando a los judíos de las persecuciones fascistas y nazis.
En 1955, la Unión de comunidades judías italianas proclamó el 17 de abril
jornada de agradecimiento por la asistencia recibida por el Papa durante la guerra.
El más ilustre de los judíos, Albert Einstein, dijo en Time magazine el 23 de diciembre de 1940: Las universidades como los periódicos fueron reducidos al silencio en pocas semanas. Sólo la Iglesia católica permaneció sólidamente firme e hizo frente a la campaña de Hitler, que suprimía la verdad. Yo no he tenido ningún interés en la Iglesia, pero ahora tengo un gran afecto y admiración, porque sólo la Iglesia ha tenido el coraje y la constancia de defender la verdad intelectual y la verdad moral. Yo debo confesar que lo que, alguna vez, he despreciado, ahora lo debo elogiar sin reservas.
Por eso, en 1954, el judío León Poliakov escribió que los extraordinarios
esfuerzos humanitarios hechos por la Iglesia tras el terror de Hitler, jamás podrán ser olvidados.

¿Ochocientos mil judíos salvados no fueron suficientes?
¿Hubiera sido mejor hablar más alto y fuerte? Entramos en un terreno de suposiciones, pero lo más probable hubiera sido que las represalias hubieran sido inmensamente mayores y con muchos miles de muertos más. Por eso, estamos de acuerdo con el rabino David Dalin, que en un artículo publicado, en The Weekly Standard, dice que Pío XII debe ser reconocido como justo en virtud de cuanto hizo por salvar a los judíos delHolocausto84.
En el verano del 2001 dijo: Si se leen atentamente los doce tomos publicados por la Santa Sede, si se consideran los testimonios y los reconocimientos de los hebreos durante y después de la segunda guerra mundial y, si se leen los discursos pronunciados por Pío XII en aquellos años, la conclusión es una sola: Pío XII ha estado tan cerca de los judíos como ellos podían esperar.

Después de todo esto quien tenga ojos para leer que lea... Shocked y quien tenga odio hacia la IC su odio será su tumba, porque la IC seguira en pie Wink

En los corazones de Jesús y Maria
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supercapo
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Registrado: 04 Abr 2008
Mensajes: 3

MensajePublicado: Vie Abr 04, 2008 9:29 pm    Asunto:
Tema: Pregunta difícil
Responder citando

Te olvidaste de poner que el 3er candidato es nazi, mataba corderos y golpeaba a la madre.
salu2
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