María Esther Veterano
Registrado: 03 Oct 2005 Mensajes: 2105
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Publicado:
Lun Mar 06, 2006 4:16 pm Asunto:
La Agonía de Jesús
Tema: La Agonía de Jesús |
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Apreciados hermanos en Cristo:
Quisiera hacer una pequeña reflexión sobre la Pasión de Nustro Señor, específicamente sobra la Agonía en el Huerto de los Olivos.
Siempre me llamó la atención el terrible sufrimiento de Nuestro Señor en las horas que precedieron a Su prendimiento. Leyendo el Evangelio y apoyándome un poco en la Amarga Pasión escrita con base en las revelaciones de Ana Catalina Emmerich, me sobrecoge el hecho del sufrimiento de Quien se entregaría voluntariamente por nuestra salvación.
Jesús acababa de instituir la Eucaristía... en el misterioso y sublime momento en el que pronunciaba la Fórmula de Consagración, Él mismo se hacía Sacramento de Salvación. ¿Cuánto gozo habría en ese Corazón enamorado cuyo palpitar escuchó San Juan Evangelista? ¡Cuánto amor, solemnidad y luz en el Aposento que fue testigo mudo del inicio de la Pasión! ¡Cuánto recogimiento sobrenatural e invisible en los bienaventurados presentes... aunque no en todos!
Pero poco después el Señor se arrodilló para rogar por nosotros, para ofrecerse al Padre como Víctima de expiación. El peso enorme de nuestros pecados doblegó su Santa Humanidad hasta hacerlo gemir de dolor... un Dios abrumado por nuestros pecados estaba abandonado por los suyos, traicionado por uno de sus más amados, ultrajado por nuestras iniquidades.
Sus santas rodillas se apoyaban en el frío suelo buscando acaso sostener tanto dolor, mientras el terror de la consumación del Supremo Sacrificio lo hacía temblar de dolor hasta el punto de sudar sangre.
Se entregaría por todos a pesar de que sabía (porque Dios todo lo sabe) las muchas rupturas y divisiones en Su Cuerpo Místico, la cobardía de sus hijos, el abandono, la indiferencia, la falta de caridad para con su Casta Esposa, la Santa Iglesia por Él fundada. ¡Cuántas herejías y blasfemias herirían sus divinos oídos en esa hora de dolor! ¡Cuantos golpes, ingratitudes y sacrilegios anticiparía en su Cuerpo Sacramentado! ¡Con cuánta repugnancia vería a tantos que abandonarían a la Esposa Inmaculada! Y aún así estaba decidido, totalmente dispuesto - con la disposición que solo puede tener Dios - a entregarse por nosotros.
Cristo dejó a Su Padre y a Su Madre para unirse a Su Esposa, la Iglesia. De su costado abierto le dio Vida y Vida en Abundancia...
No abandonemos a la Esposa melherida... no abramos nuevas heridas en el Cuerpo Místico de Cristo. Seamos fieles a las promesas matrimoniales del Cordero y vivamos dando gracias a Dios por que tanto nos amó que nos entregó a Su Hijo Único.
Visitemos al Señor en los Sagrarios... al Divino Prisionero de Amor, y pongamos a sus pies nuestra vida, nuestro trabajo, nuestras empresas, nuestras alegrías y sufrimientos. No nos durmamos en esta hora en que tanto nos necesita la Iglesia... seamos fieles seguidores como san Juan que jamás abandonó a su Maestro, como la Santa Madre de Dios que permaneció de pie junto a la Cruz... como María Magdalena y las santas mujeres que fueron bálsamo para el Corazón adolorido de Nustro Dios en las horas amargas de Su Pasión.
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