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R Real Fan de Jesucristo
Registrado: 27 Mar 2007 Mensajes: 3917 Ubicación: Tierra Azteca
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Publicado:
Mie Jun 18, 2008 9:13 pm Asunto:
Tema: un cristiano triste es un triste cristiano |
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Don Tomás;
qué buena manera de catequizar.
Me podría dar el título o la página de donde la publica?
Sus comentarios personales están en rojo?
(para entonces copiarla de acá).
Bendiciones. _________________
¡Ven Señor Jesús!........ |
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Tomás Bertrán Mercader Veterano
Registrado: 01 Oct 2005 Mensajes: 1503 Ubicación: España
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Publicado:
Jue Jun 19, 2008 9:32 am Asunto:
Tema: un cristiano triste es un triste cristiano |
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1ª Med. “Silencio y escucha”
Dios habla y el hombre escucha. Dios no es un dios mudo. Y el hombre en la medida que entra en el silencio, puede escuchar la voz de Dios. La finalidad de este retiro es escuchar a Dios. A Dios que nos habla dándonos su Palabra divina, dándonos a su Hijo amado, su Verbo en la comunión del Espíritu Santo. Y venimos a escuchar la Palabra de Dios esperando que esta Palabra, que es Palabra de vida, dé fruto en nuestra vida. Y para ello es absolutamente necesario el silencio.
Las grandes obras de Dios se han realizado en el silencio: el silencio divino es dónde Dios actúa: la Creación –todo estaba en silencio, pues no existía nada-, la Encarnación –el Hijo se hace hombre en el silencio de la Virgen-. Las grandes obras de Dios se llevan siempre a cabo en el silencio. Hay un fragmento del libro de la Sabiduría que escuchamos en el tiempo de Navidad como profecía del misterio de la Encarnación y que dice:
14 Cuando un silencio apacible lo envolvía todo
y la noche llegaba a la mitad de su carrera,
15 tu palabra omnipotente se lanzó desde los cielos (Sb 18)
y el Verbo se hizo carne, en el silencio de María.
La Creación, la Encarnación y la mayor de todas las obras de Dios: la Resurrección. ‘Nadie supo la hora ni la manera, antes de que despuntase el sol, Cristo resucitó.’
En la noche Cristo resucita, porque Cristo es la luz que disipa las tinieblas de nuestros pecados, de nuestra muerte. Y Cristo resucita en el silencio de la noche.
Por eso es bien sencillo: escuchar, escuchar y escuchar.
¿Cuál es el primer mandamiento de la ley de Dios? Cuando Dios se revela a Moisés y le da el Decálogo, las Diez palabras, los Diez mandamientos, le dice:
4 Escucha, Israel: Yahvé nuestro Dios es el único Yahvé. 5 Amarás a Yahvé tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas.(Dt 6) (Cf. Mc 12, 29)
Así que el primer mandamiento no es “amar a Dios sobre todas las cosas” sino “escucha, Israel, el Señor nuestro Dios… amarás al Señor con todo tu corazón…”
Continuamente Dios se acerca a su pueblo, pero su pueblo es duro de cerviz y de oído porque en su corazón no escucha la voz de Dios. Se dedican a escuchar otras voces, y no la de Dios. El ejemplo más paradigmático: el pecado original. ¿Dónde está el pecado original de Adán y Eva? No tanto si comieron o no del fruto del árbol sino en que dejaron de escuchar a Dios y escucharon la voz de la serpiente.
¿Cuál es la primera de las Bienaventuranzas?
27 Estaba él diciendo estas cosas cuando alzó la voz una mujer de entre la gente y dijo: «¡Dichoso el seno que te llevó y los pechos que te criaron!» 28 Pero él dijo: «Dichosos más bien los que oyen la palabra de Dios y la guardan.» (Lc 11)
Esa es la primera Bienaventuranza y el primer mandamiento. Y para eso debo callarme yo.
Dios que es muy listo, ha puesto en nuestra naturaleza la necesidad del sueño, ¿sabéis por qué? Pues para que nos callemos de una vez, porque de lo contrario, no hay manera de que le dejemos a Él hablar. Por eso en el AT Dios se revela tantas veces en sueños: cuando el hombre, por fin calla.
Fijaos también en la escena de la Transfiguración.
7 Entonces se formó una nube que les cubrió con su sombra, y vino una voz desde la nube: «Este es mi Hijo amado, escuchadle.» (Mc 9)
Escuchar al Hijo es escuchar al Padre.
Recordemos la escena de Marta y María. Marta atareada con mil cosas —como nosotros— y en cambio María a los pies de Jesús escuchándole.
Marta se pierde estar con Jesús. La imagen de Marta y María es como la Iglesia: la Iglesia obra como Marta, precisamente, porque primero escucha como María.
Y la que escucha de forma perfecta es la Virgen María. Ella es la que ha escuchado perfectamente la Palabra del Padre, hasta el punto que el Verbo se ha hecho carne.
Otra imagen es la del pequeño Samuel en el AT. Samuel no conocía la voz del Señor. Y de noche, dormido, escucha una voz que le llama: ‘Samuel, Samuel’ y él piensa que es Elí, el sacerdote, que le está llamando, y, finalmente, responderá “habla, Señor, que tu siervo escucha”:
1 Servía el niño Samuel a Yahvé a las órdenes de Elí; en aquel tiempo era rara la palabra de Yahvé, y no eran corrientes las visiones. 2 Cierto día, estaba Elí acostado en su habitación. Sus ojos iban debilitándose y ya no podía ver.3 No estaba aún apagada la lámpara de Dios; Samuel estaba acostado en el Santuario de Yahvé, donde se encontraba el arca de Dios. 4 Llamó Yahvé a Samuel. Él respondió: «¡Aquí estoy!», 5 y corrió donde Elí diciendo: «Aquí estoy, porque me has llamado.» Pero Elí le contestó: «Yo no te he llamado. Vuelve a acostarte.» Él se fue y se acostó. 6 Volvió a llamar Yahvé a Samuel. Se levantó Samuel y se fue donde Elí diciendo: «Aquí estoy, porque me has llamado.» Elí le respondió: «Yo no te he llamado, hijo mío; vuelve a acostarte.» 7 Aún no conocía Samuel a Yahvé, pues no le había sido revelada la palabra de Yahvé. 8 Por tercera vez llamó Yahvé a Samuel y él se levantó y se fue donde Elí diciendo: «Aquí estoy, porque me has llamado.» Comprendió entonces Elí que era Yahvé quien llamaba al niño, 9 y dijo a Samuel: «Vete y acuéstate, y si te llaman, dirás: Habla, Yahvé, que tu siervo escucha.» Samuel se fue y se acostó en su sitio.
10 Vino Yahvé, se paró y llamó como las veces anteriores: «¡Samuel, Samuel!» Respondió Samuel: «¡Habla, que tu siervo escucha!». (1S 3)
Dios es el que habla. Nosotros escuchamos. Como el siervo que escucha a los pies de Jesús que es el Maestro.
El Evangelio nos destaca de María que es la mujer del silencio. En el Evangelio casi casi no hay palabras de María. Pero sí nos destaca continuamente que guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón (Lc 2, 19). Lo que nos destaca más de María es que escuchaba. Por eso hay tan poquitas palabras de María. Ella es la mujer del silencio, la que entra en ese silencio divino, que es donde Dios habla.
Cómo nos cuesta callar.
Dice Santiago, que seamos “tardos para hablar y prontos para escuchar”.
19 Tenedlo presente, hermanos míos queridos: Que cada uno sea diligente para escuchar y tardo para hablar, tardo para la ira.(St 1)
Cuando san Agustín comenta la encarnación del Verbo, destaca de María que primero concibió al Verbo en su corazón, porque escuchó con fe la Palabra de Dios. Y porque escuchó con fe, el Verbo se hizo carne en sus entrañas.
Otro pasaje del Evangelio hermoso. Cuando le dicen a Jesús que su madre y sus parientes están allí, y él responde que sus parientes son los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen.
Cristo nos hace “su familia” sólo por escucharle. Y lo destaca por encima de la maternidad física de María. Que es un don inmenso, claro.
Hemos venido a callar y a escuchar: nada más y nada menos. Nos podríamos preguntar: ¿es que quizás nos parece poco escuchar a Dios? ¿No vale la pena callar, entrar en el silencio para que Dios hable? Todo un Dios me habla de verdad. No es mudo. Habla Señor, que tu siervo escucha[1]. Es el Señor el que habla y el siervo el que escucha. Es el maestro el que habla y el discípulo a los pies el que escucha. Es el Padre celestial el que habla y el hijo el que escucha. A nosotros nos corresponde ser siervos, discípulos, hijos a la escucha de Dios que nos habla.
Y así entramos en otra actitud que es esencial, que es la humildad. No sé nada, y como la iniciativa la tiene Él, yo estoy a la expectativa, disponiéndome para que sea Él quien me hable. Y ahí todos tenemos un peligro: pensar que sabemos. Y eso a veces impide que Dios actúe. Porque como ya me pienso que sé, soy de los que le digo a Jesús cómo lo tengo que hacer. Y es al revés: yo no se nada. Como decía San Juan de la Cruz:
Para venir a lo que no sabes has de ir por donde no sabes.
Nada sabes, nada puedes: todo lo tiene que hacer el Señor. Y para eso, silencio y escuchar a Dios.
La experiencia común es que venimos a este mundo no sabiendo hablar, pero sí sabiendo escuchar. De todos los sentidos, el primerísimo es el oído. Los niños en el seno materno escuchan, pero no ven ni hablan.
Lo primero en nosotros es escuchar. Un niño aprende a hablar porque escucha a sus padres. Por eso un cristiano aprende a hablar en la medida que escucha la voz de su Padre Dios. Sin escucha no hay habla.
Jesús nos dice: no sólo de pan vive el hombre sino de toda palabra que sale de la boca de Dios. Esas y otras palabras de las Escrituras ya nos las conocemos y decimos ‘esto ya me lo sé’. Y no dejamos que Dios actúe. Si nos lo creyéramos los cristianos, ¡cómo cambiaría nuestra vida!
Ahora en Cuaresma escuchamos con mayor abundancia la Palabra de Dios. Y ayunamos como signo de desprendimiento interior y que nos despojamos de todo para que sea sólo Dios el que actúe. Que sea Él que hable.
Lo que cambia el corazón del hombre es la Palabra de Dios.
Dice san Pablo a los Tesalonicenses:
13 De ahí que también por nuestra parte no cesemos de dar gracias a Dios porque, al recibir la palabra de Dios que os predicamos, la acogisteis, no como palabra de hombre, sino cual es en verdad, como palabra de Dios, que permanece activa en vosotros, los creyentes.(1Ts 2)
En estos días, escuchemos con abundancia la Palabra de Dios para que nos pueda tocar el corazón.
San Agustín se ponía el libro de la Palabra de Dios en su regazo, imitando a María. Escuchar la palabra para que el Hijo pueda engendrarse en las entrañas de mi alma. Que Cristo se forme en mí. Que ya no viva yo sino Cristo en mí.
Conviene admirarnos de lo que significa que Dios nos hable. Estamos muy acostumbrados a tener la Biblia. A escuchar la Palabra. Estamos tan acostumbrados que a veces no nos admiramos, pero es un milagro. Es un milagro que podamos escuchar a Dios. Y a veces nos falta fe. ¿No decimos en la Eucaristía ‘Palabra de Dios’? ¡Es Dios quien está hablando! Es un milagro que Dios nos hable. Ya no es el hombre que habla a Dios. Sino Dios que habla al hombre y el hombre que por la fe escucha.
San Ireneo de Lyon enseña que Dios se ha ido acostumbrando a caminar al paso del hombre, para que el hombre pudiera caminar al paso de Dios. Dios se ha ido acostumbrando a hablar el lenguaje humano para que el hombre pudiera acostumbrarse a hablar el lenguaje divino.
En el Evangelio, después de que Jesús haga el discurso del Pan de Vida, la promesa de la Eucaristía, y los judíos que lo escuchaban se escandalizan y lo abandonan, Pedro confiesa:
67 Jesús dijo entonces a los Doce: «¿También vosotros queréis marcharos?» 68 Le respondió Simón Pedro: «Señor, ¿a quién vamos a ir? Tú tienes palabras de vida eterna, 69 y nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios.» (Jn 6) _________________ NO SOY VETERANO

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Tomás Bertrán Mercader Veterano
Registrado: 01 Oct 2005 Mensajes: 1503 Ubicación: España
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Publicado:
Sab Jun 21, 2008 9:30 am Asunto:
Tema: un cristiano triste es un triste cristiano |
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La Esperanza cristiana
Poesía atribuida a San Juan de la Cruz, según María de la Cruz Machurca.
Oh, si mi bajo vuelo tal fuese
que mil llamas levantase
siquiera hasta el cielo,
y allí las presentase
delante de mi Dios
y Él las mirase.
Esperanza de cielo: tanto alcanzas cuanto esperas. (San Juan de la Cruz)
Nuestro vuelo puede ser bajo pero con las llamas de la esperanza ciertamente podremos llegar hasta el cielo.
1 Después de esto, se manifestó Jesús otra vez a los discípulos a orillas del mar de Tiberíades. Se manifestó de esta manera. 2 Estaban juntos Simón Pedro, Tomás, llamado el Mellizo, Natanael, el de Caná de Galilea, los de Zebedeo y otros dos de sus discípulos. 3 Simón Pedro les dice: «Voy a pescar.» Le contestan ellos: «También nosotros vamos contigo.» Fueron y subieron a la barca, pero aquella noche no pescaron nada.
4 Cuando ya amaneció, estaba Jesús en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús. 5 Díceles Jesús: «Muchachos, ¿no tenéis nada que comer?» Le contestaron: «No.» 6 Él les dijo: «Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis.» La echaron, pues, y ya no podían arrastrarla por la abundancia de peces. 7 El discípulo a quien Jesús amaba dice entonces a Pedro: «Es el Señor».Cuando Simón Pedro oyó «es el Señor», se puso el vestido –pues estaba desnudo– y se lanzó al mar. 8 Los demás discípulos vinieron en la barca, arrastrando la red con los peces; pues no distaban mucho de tierra, sino unos doscientos codos.
9 Nada más saltar a tierra, ven preparadas unas brasas y un pez sobre ellas y pan. 10 Díceles Jesús: «Traed algunos de los peces que acabáis de pescar.» 11 Subió Simón Pedro y sacó la red a tierra, llena de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y, aun siendo tantos, no se rompió la red. 12 Jesús les dice: «Venid y comed.» Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: «¿Quién eres tú?», sabiendo que era el Señor. 13 Viene entonces Jesús, toma el pan y se lo da; y de igual modo el pez. 14 Esta fue ya la tercera vez que Jesús se manifestó a los discípulos después de resucitar de entre los muertos. (Jn 21, 1-14)
Se aparece Jesús a orillas del lago.
Es el momento del cansancio de los buenos. De la decepción como tentación contra la esperanza. Nos puede pasar que veamos que hemos llegado poco arriba. Y que el trozo que falta es inalcanzable. Pues la esperanza es no defraudarse, no cansarse y seguir. Si no llegamos a las cumbres, al menos llegaremos a terreno mesetario. Estamos talluditos: y vemos que no hemos logrado lo que nos habíamos propuesto; la esperanza es no decepcionarse, no cansarse,... y seguir.
Y al final llegaremos a dar a la caza alcance.
Los apóstoles han perdido la esperanza. No están los once. Están decepcionados. Habían puesto su corazón, pero…
Y tienen nostalgia de la vida pasada: se van a pescar.
Primero Pedro. Luego los demás.
Trabajan pero no pescan nada, en aquella noche.
La fe nos dice que detrás de cada noche, está Jesús. En cada noche, está Jesús.
Si llegamos será porque Dios quiere.
En la noche del pecado, o de las dificultades, o en las noches purificativas. En cada noche está Jesús (Jn 21, 4).
4 Cuando ya amaneció, estaba Jesús en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús.
Como estaban cansados y amargados porque no habían obtenido fruto, no le reconocieron. Como los de Emaús. Se vuelven al pueblo. A lo de antes. Tristes.
La tristeza puede ser una alerta de la falta de esperanza.
Jesús intenta hablar con ellos. Toma la iniciativa. Se hace el hambriento ¿no tenéis nada que comer?
Les quiere recuperar. Y ellos le contestan secamente: “no”. Están desanimados, no tienen ganas de hablar. Jesús, atrevido, les dice: “echad la red al otro lado de la barca…”. Pero ellos son dóciles al plan de Jesús. Con olvido propio. A esta sugerencia fueron dóciles.
Gracias a esta humillación de no tener frutos se hacen dóciles. Se fían. Se confían. Y viene la pesca. Y la fecundidad. Y Juan, el corazón virginal, es el primero en reconocerlo. Y Pedro, por su amor, se lanza en pos de Jesús. Se lanzó al mar. El mar, que es en la Biblia el lugar inseguro, inestable, desconocido. Donde está el mal. Pero Pedro no teme nada. Salta al agua en una actitud poco razonable en la lógica humana. Juan, el contemplativo, virginal, le reconoce. Pedro, lleno de amor es el intrépido.
Jesús manifiesta una gran delicadeza. Les prepara algo de comer, para que recuperen la esperanza. Jesús les prepara la comida mientras espera. Les pide que traigan peces de los que ‘ellos’ han pescado. Les atribuye la pesca a ellos.
Hace lo suyo: dar. Lo mío, apóstol, es recibir. Eso es la Eucaristía.
El que se presenta como hambriento, les da el pan de vida. Para que recobren la esperanza. Y después vendrá la declaración de amor de Pedro.
En clave de amor de Dios, como Pedro:
· Caer en la cuenta de que yo soy pecador.
· No acomplejarme, no desanimarme nunca.
· Tener conciencia del amor de Dios
Redescubren el amor de Dios. Lo reciben o se disponen a recibirlo. Este ha de ser nuestro itinerario. Juntos, en clave de familia. No estaban solos y desperdigados.
Si en el vuelo puede faltarme algo, el amor me dará altura.
El obispo Van Thuân:
Esperar hoy
La conciencia de la fragilidad del hombre y sobre todo del amor de Dios constituyen las grandes garantías de la esperanza. Van Thuân reconoce que «todo el Antiguo Testamento está orientado a la esperanza: Dios viene a restaurar su Reino, Dios viene a restablecer la Alianza, Dios viene para construir un nuevo pueblo, para construir una nueva Jerusalén, para edificar un nuevo templo, para recrear el mundo. Con la encarnación, llegó este Reino. Pero Jesús nos dice que este Reino crece lentamente, a escondidas, como el grano de mostaza... Entre la plenitud y el final de los tiempos, la Iglesia está en camino como pueblo de la Esperanza».
«Hoy día, la esperanza es quizá el desafío más grande —concluyó el predicador vietnamita— Charles Péguy decía: "La fe que más me gusta es la esperanza". Sí, porque, en la esperanza, la fe que obra a través de la caridad abre caminos nuevos en el corazón de los hombres, tiende a la realización del nuevo mundo, de la civilización del amor, que no es otra cosa que llevar al mundo la vida divina de la Trinidad, en su manera de ser y obrar, tal y como se ha manifestado en Cristo y transmitido en el Evangelio. Esta es nuestra vocación. Hoy, al igual que en los tiempos del Antiguo y del Nuevo Testamento, actúa en los pobres de espíritu, en los humildes, en los pecadores que se convierten a él con todo el corazón»
¿Me amas? Sí, Señor, tú lo sabes todo. Tú sabes que te amo. A pesar de mis pecados.
¡Salve Reina y Madre! _________________ NO SOY VETERANO

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Tomás Bertrán Mercader Veterano
Registrado: 01 Oct 2005 Mensajes: 1503 Ubicación: España
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Publicado:
Dom Jun 22, 2008 7:47 am Asunto:
Tema: un cristiano triste es un triste cristiano |
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Había en el lugar mucha hierba
El trabajo lo está haciendo el Señor. Esto es lo que tiene que quedar. Lo que tiene que salir como fruto, es simplificar las cosas. Tener una mirada simple y una vida simple. En el fondo tanto nos atrae, esa simplicidad.
El principio de la vida contemplativa está en esa situación de la que hablábamos de la Samaritana, cuando se da cuenta de que no sabe.
Vamos viendo que en el camino del desprendimiento, vamos quedando despojados, y en cambio, cuanto más despojados, más nos da el Señor. Esa es la experiencia cristiana: cuando el Señor hace todo en nosotros.
Vamos a ver el milagro de la multiplicación de los panes.
1 Después de esto, se fue Jesús a la otra ribera del mar de Galilea, el de Tiberíades, 2 y mucha gente le seguía porque veían los signos que realizaba en los enfermos. 3 Subió Jesús al monte y se sentó allí en compañía de sus discípulos.4 Estaba próxima la Pascua, la fiesta de los judíos.
Cada vez que Jesús sube al monte es porque va a hacer algo importante, un signo elocuente para los que están delante.
Aquí también nos quiere mostrar algo: el va abnegando hasta que al final lo tiene que hacer todo Él.
5 Al levantar Jesús los ojos y ver que venía hacia él mucha gente, dice a Felipe:
Le dice:
«¿Dónde nos procuraremos panes para que coman éstos?» 6 Se lo decía para probarle,
Eso es lo que el Señor va a hacer a nosotros en un momento de la vida espiritual: te pone en situaciones que te sobrepasan.
porque él sabía lo que iba a hacer. 7 Felipe le contestó: «Doscientos denarios de pan no bastan para que cada uno tome un poco.»
Reconoce que no puede darles de comer. (Felipe) Esa es la experiencia que conviene que hagamos también. En la oración, santa Teresa habla de cuatro modos de sacar el agua del pozo.
Al principio sacas el agua tirando de la cuerda con mucho esfuerzo. Y además luego se te va cayendo por el camino. Es una oración activa, en la que con mucho esfuerzo, sacas muy poco. Después se te ocurre poner una polea. Ya no haces tanta fuerza, pero también sacas muy poca agua. Cuando sale un chorrillo de agua del pozo, entonces se empieza el campo a regar. Y sin esfuerzo. Y el colmo es ya cuando llueve un buen chorro y se empapa bien toda la tierra. Estos dos últimos son aquéllos en los que empieza a haber una contemplación pasiva. Es decir, en la que se está recibiendo. Que tú no haces ningún esfuerzo, y que el Señor se va dando. Y esa es la experiencia que quiere hacer en la multiplicación de los panes y los peces. Y pone a Felipe a prueba. A nosotros también nos pone en situaciones que nos sobrepasan. Para que en la humildad empecemos a saber que no podemos. Para que nos vayamos conociendo. Para que reconozcamos que no somos nada y que no puedo. A la que reconozca que yo no puedo, el Señor ya puede hacer el milagro.
¿Cuándo actuará el Señor? Mientras nosotros no reconozcamos nuestra incapacidad, el Señor no actúa. No se mueve. Cuando empezamos a reconocer que somos incapaces, entonces empezará Él a hacer. La única manera de que Dios pueda actuar, es que nosotros hayamos aprendido la lección de que nosotros no podemos. Esa es la experiencia actual de la Iglesia: intentamos convertir a la gente y nada. Hacemos muchas acciones pastorales y nada. A ver si así reconocemos que no podemos, y Él actuará.
8 Le dice uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro: 9 «Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero ¿qué es eso para tantos?»
Otra vez vuelve a reconocer que no podemos. No hay nada que hacer por nuestras fuerzas. Reconoce la imposibilidad de hacer algo. Ahí nos quiere el Señor, porque hasta que no reconozcamos nuestra inutilidad, el Señor no puede hacer el milagro.
El Señor nos mete en situaciones que sobrepasan nuestras capacidades para que reconozcamos nuestra inutilidad. Y entonces hacerlas Él. Entonces viene lo bueno.
10 Dijo Jesús: «Haced que se recueste la gente.»
Ante la inutilidad parece que lo lógico sería ponerse a hacer algo, que vayan a las casas a buscar comida, lo que sea. Pero hacer algo. Pero el Señor dice que se sienten.
Había en el lugar mucha hierba. (Jn 6)
Para que estén cómodos y vean cómodamente el milagro. No estorbéis, solamente confiad. El evangelio lo único que pide es la fe. Si tuvieses fe como un grano de mostaza, moverías montañas. No dice que empieces a moverte. Siéntate, confía. Eso ya es cuando se ha llegado a un nivel de abnegación fuerte, y de ver tu inutilidad de ver que no puedes hacer nada, y que sólo lo puede hacer Él. Por eso el Señor sólo lo deja a ver a quienes han entrado en humildad. Porque al Señor le gusta lucirse. A quien lo puede ver, en su humildad, en agradecimiento, viendo su nada. Se está apoyando en la fe. Sólo en un acto de fe. Fijaos lo que le pasa a Simón Pedro, que ve al maestro que viene caminando por las aguas. Y el maestro le dice: ‘ven’. Y empieza a andar sobre las aguas. Y ¿por qué? Porque confía. Por eso puede andar por encima de las aguas. En el momento que aparta la mirada del maestro, se hunde. En el momento que cae la fe, cae (cf. Mt 14, 25). Vuelves otra vez a tener que sacar agua con el cubo. Eso te hace estar ahí con suma humildad, viendo que nada es tuyo. Como el Hijo. Y ahí estás. Fijaos en eso. Porque al final, la experiencia es que se sacian:
Se recostaron, pues, los hombres en número de unos cinco mil. 11 Tomó entonces Jesús los panes y, después de dar gracias, los repartió entre los que estaban recostados y lo mismo los peces, todo lo que quisieron. 12 Cuando se saciaron, dice a sus discípulos: «Recoged los trozos sobrantes para que nada se pierda.» 13 Los recogieron, pues, y llenaron doce canastos con los trozos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido.
Al Señor le gusta darte más. Saciarte. La experiencia del que va haciendo con sus fuerzas: pues de sacar una chispita de un esfuerzo tremendo. Por ejemplo en la oración. En cambio el otro va, y en un momento está en contemplación. Uno se queda sediento, porque ha sacado muy poco. El otro tiene experiencia de saciedad. Le sobrepasa. Lo mismo en las tareas apostólicas. Al principio va uno y se mata a hacer cosas y saca poco. El que ya está metido en estas cosas, va se sienta, contempla lo que el Señor está haciendo y saca mucho fruto: eso son los santos. Eso es la vida cristiana. Lo que quiere el Señor de nosotros. Todo se apoya en un acto de fe. _________________ NO SOY VETERANO

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Tomás Bertrán Mercader Veterano
Registrado: 01 Oct 2005 Mensajes: 1503 Ubicación: España
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Publicado:
Mar Jun 24, 2008 5:22 am Asunto:
Tema: un cristiano triste es un triste cristiano |
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La Cruz
El Padre y el Hijo nos quieren comunicar esa vida porque el Verbo se hace carne en una humanidad redentora y en esa redención nos están mostrando cómo el pecado está metido en el interior del amor, y Dios permite que pequemos para que no nos condenemos. Porque somos criaturas y la tentación de la soberbia siempre está ahí. La tentación de la soberbia que nos quiere enaltecer.
Por eso cuando cometemos un pecado, el Señor nos está demostrando que no somos nada. Y que necesito de la redención. Por eso siempre en este mundo el Señor nos dejará envueltos en el pecado. Siempre dejará algo de pecado para que podamos volver a sus brazos amorosos. En el camino de la santidad, la perfección atrae. Atrae mucho a la soberbia. Por eso una de las cosas es el amor a Dios, el amor a Jesucristo pero también está eso que atrae a la soberbia, que es la perfección. El Señor nos quiere perfeccionar: nos quiere hacer a imagen de Jesucristo: esposa de Jesucristo. Un solo cuerpo con Cristo. Pero la soberbia ahí se regodea: busca la perfección que Dios me puede dar. Entonces es una búsqueda muy interesada. Mi soberbia no soporta ver la imperfección. Pues bueno. Mientras viváis aquí estaréis rodeados de imperfección, de miseria y de pecado. Para que nos fundamentemos en la humildad. Si no se hubiera dado el pecado original, permanecería la tentación de la soberbia. La tentación de ser como Dios. Y olvidarse de que eres una creatura. La única manera de que se borre esa tentación de la soberbia es que entre en nosotros el Espíritu Santo, que el Señor infunda en nosotros el Espíritu Santo. Que es el amor que se tienen el Padre y el Hijo. Cuando entonces entras en ese amor, el Hijo hecho carne nos da su Espíritu Santo, y entonces es imposible que pequemos. El que ama, no peca. Siempre dejará un resquicio de pecado y de miseria en nosotros para que no nos condenemos. Para que siempre estemos volviendo y cayendo otra vez en el amor del Padre y en el amor de Jesucristo.
¿Que os enfadáis cuando pecáis? Soberbia. Siempre nos dejará algo para que veamos que no somos nada y hemos de volver a Jesucristo, el redentor. Es él el que redime. Y nos damos cuenta de que somos incapaces de amar. En lo más pequeños fallamos. Como aquél que al salir de los EE, se propone no enfadarse. Y el otro le dice que no lo ve claro. Y a la tercera vez que se lo dice, se enfada.
Lo que nosotros nos proponemos no es necesariamente lo que Dios se propone en nosotros. Sólo hasta que entra el Espíritu Santo en nosotros empezamos a saber lo que realmente el Señor nos propone, porque empezamos a entrar en esa vida de comunión y empezamos a saber lo que es amar. Y empezamos a ver que el amor es más fuerte que la muerte.
¿Cómo manifiesta ese amor Jesús en la tierra? Yendo a la Cruz. Porque es la manera humana como nosotros nos enteramos del infinito amor que tiene el Hijo por su Padre y que lo devuelve en ese acto de muerte redentora. Lo devuelve todo al Padre, muriendo en Cruz. Por eso somos capaces de recibir el Espíritu Santo.
Y también si nos presentan la Cruz resulta que huimos porque no somos capaces de volver al Padre con humildad. Escondemos la Cruz. Uno de los mayores problemas en la actualidad entre los cristianos. Escondemos la cruz porque no amamos. Y es la única manera de que el Espíritu Santo sea dado. Si Cristo en su humanidad ha muerto en Cruz devolviendo todo al Padre. Nosotros amaremos plenamente cuando recibiendo todo del Padre, nos volvamos a Él humildemente entonces el Padre nos crucificará. Pero estaremos amando porque estaremos participando del mismo amor del Padre. Ahí estaremos crucificados. Y dando el Espíritu Santo. Esa es una de las mayores tragedias de nuestros días: las personas no vuelven al Padre porque están enaltecidas. Están en la cumbre de su soberbia. La gente de hoy dice: yo no peco. Si no reconoces el pecado, el Señor no te puede redimir. Porque no nos puede dar su amor si no volvemos con humildad. Es que el pecado contra el Espíritu Santo es no reconocer a Cristo como el redentor. El que me pude redimir y volver al Padre. Es lo que estamos viviendo hoy, cuando la gente te dice que no peca: no está volviendo al Padre. Y el Padre no le puede amar, y no recibe el amor del Padre. Y se hacen incapaces de amar. Todo el mundo se hincha a hablar de amar, y no saben amar. En primer lugar porque desconocen la fuente del amor. Lo más grave es que los cristianos no sabemos amar: por la soberbia que no nos deja volver al Padre. Y segundo es que no amamos crucificados. No podemos dar el mismo amor redentor que el Hijo está dando. Pensamos en la santidad cerrándonos en nosotros mismos. Con ser un poquito buenos, ya es suficiente. No queremos que nos hablen de la Cruz. Hoy no se habla de la Cruz porque no se ama. Sin el amor redentor, la visión de la Cruz es horrible. El hombre no es capaz de volver con humildad al Padre por la soberbia. No escucha la voy del Padre y no se sabe amado por el Padre. Sólo quien se sabe amado por el Padre es capaz de ir a la Cruz. Por eso se esconde la Cruz. Y entonces no hay redención. Porque somos el cuerpo de Cristo. Y Cristo quiere que se abran llagas en nosotros para que se derrame el Espíritu Santo, si no, no convence de pecado. No entra la salvación. En los domingos de Cuaresma, en el segundo es la Transfiguración en el Tabor. Para que veamos que el Hijo sube al Tabor a escuchar la voz del Padre: “Tú eres mi Hijo amado en quien me complazco”, y eso que en su humanidad ahora escucha, puede devolvérselo yendo hacia la Cruz. En seguida va para Jerusalén. Se sabe amado y nos lo muestra de forma que lo podamos entender.
¿Por qué queréis ser santos? Hasta que no escuchemos la voz del Padre no podremos ir a la Cruz.
Un hijo espera todo de su Padre. A la que un niño no ve a su padre, se desespera.
Así nosotros. En la vida espiritual se crece haciéndose niño. Te haces dependiente en todo. Como Cristo. Si por un momento el Hijo negara algo al Padre dejaría de existir.
Nosotros pensamos que Dios nos da la vida y ala, ahí te las compongas. No. Cuando el Padre nos crea está continuamente dándonos la vida.
Nada es nuestro, todo lo recibimos. Cuando nos dice: tú eres mi hijo, tú eres mi amado, corremos a la cruz, porque queremos devolverlo todo. Y vemos ahí el amor que el Padre y el Hijo se tienen, precisamente en la Cruz. Y ese es el único camino. No hay otro porque ese es el que ha elegido Jesucristo. Porque así manifiesta su amor. Y cuando estamos crucificados vamos conociendo el amor que el Padre y el Hijo se tienen. Nos van revelando en lo más íntimo de nosotros ese amor y nos van dando toda esa vida.
Ahora precisamente se desprecia. No se quiere la Cruz. Y ahí tenemos responsabilidad, y estamos negando la vida a otros. Si estamos rechazando el don. Hasta que no escuchemos la voz del Padre que nos dice: “Tú eres mi hijo, en quien me complazco”, no iremos a la Cruz. Por eso no se trata de hacer muchas cosas. Se trata de estar con el Padre. Abundar ahí. Y cuando escuchéis la voz, anda que no haréis. Iréis a crucificaros. ¿Cómo entonces la gente se salvará y será convencida de pecado?
Os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito; pero si me voy, os lo enviaré; 8 y cuando él venga, convencerá al mundo en lo referente al pecado, en lo referente a la justicia y en lo referente al juicio; 9 en lo referente al pecado: porque no creen en mí; 10 en lo referente a la justicia porque me voy al Padre, y ya no me veréis; 11 en lo referente al juicio, porque el Príncipe de este mundo está juzgado. (Jn 16)
Solo cuando el Espíritu Santo sea derramado, el mundo se convencerá del pecado y volverá con humildad al Padre. Y podrá entonces a recibir esa vida. Como un hijo que va creciendo y va aprendiendo cómo devolver la vida. Así nosotros, en la vida espiritual. Primero hemos de engordar, pero luego hay que crucificarse, para derramar el Espíritu Santo. Los cristianos de hoy día hemos despreciado la Cruz. Y así no hay salvación.
Contemplad las bodas de Caná en el cap. 3 de Jn, y la pasión en el 19.
Para que el Espíritu convenza. No yo. _________________ NO SOY VETERANO

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Tomás Bertrán Mercader Veterano
Registrado: 01 Oct 2005 Mensajes: 1503 Ubicación: España
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Mie Jun 25, 2008 1:16 pm Asunto:
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El amor es el que cambia el mundo
Podéis tomar el cap. 8 de la Carta a los Romanos en este rato posterior a la meditación para rezarlo.
La vida en el Espíritu.
1 Por consiguiente, ninguna condenación pesa ya sobre los que están en Cristo Jesús. 2 Porque la ley del espíritu que da la vida en Cristo Jesús te liberó de la ley del pecado y de la muerte.3 Pues lo que era imposible a la ley, reducida a la impotencia por la carne, Dios, habiendo enviado a su propio Hijo en una carne semejante a la del pecado, y en orden al pecado, condenó el pecado en la carne, 4 a fin de que la justicia de la ley se cumpliera en nosotros que seguimos una conducta, no según la carne, sino según el espíritu.
5 Efectivamente, los que viven según la carne, desean lo carnal; mas los que viven según el espíritu, lo espiritual. 6 Pues las tendencias de la carne son muerte; mas las del espíritu, vida y paz, 7 ya que las tendencias de la carne llevan al odio de Dios: no se someten a la ley de Dios, ni siquiera pueden; 8 así, los que viven según la carne, no pueden agradar a Dios. 9 Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita en vosotros. El que no tiene el Espíritu de Cristo, no le pertenece; 10 mas si Cristo está en vosotros, aunque el cuerpo haya muerto ya a causa del pecado, el espíritu es vida a causa de la justicia. 11 Y si el Espíritu de Aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, Aquel que resucitó a Cristo de entre los muertos dará también la vida a vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que habita en vosotros.
12 Así que, hermanos míos, no somos deudores de la carne para vivir según la carne, 13 pues, si vivís según la carne, moriréis. Pero si con el Espíritu hacéis morir las obras del cuerpo, viviréis.
Hijos de Dios gracias al Espíritu.
14 En efecto, todos los que se dejan guiar por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. 15 Y vosotros no habéis recibido un espíritu de esclavos para recaer en el temor; antes bien, habéis recibido un espíritu de hijos adoptivos que nos hace exclamar: ¡Abbá, Padre! 16 El Espíritu mismo se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios.17 Y, si hijos, también herederos: herederos de Dios y coherederos de Cristo, si compartimos sus sufrimientos, para ser también con él glorificados.
Destinados a la gloria.
18 Porque estimo que los sufrimientos del tiempo presente no son comparables con la gloria que se ha de manifestar en nosotros. 19 Pues la ansiosa espera de la creación desea vivamente la revelación de los hijos de Dios. 20 La creación, en efecto, fue sometida a la caducidad, no espontáneamente, sino por aquel que la sometió, en la esperanza 21 de ser liberada de la esclavitud de la corrupción para participar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios. 22 Pues sabemos que la creación entera gime hasta el presente y sufre dolores de parto. 23 Y no sólo ella; también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, nosotros mismos gemimos en nuestro interior anhelando el rescate de nuestro cuerpo. 24 Porque nuestra salvación es en esperanza; y una esperanza que se ve, no es esperanza, pues ¿cómo es posible esperar una cosa que se ve? 25 Pero si esperamos lo que no vemos, aguardamos con paciencia.
26 Y de igual manera, también el Espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza. Pues nosotros no sabemos pedir como conviene; mas el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables, 27 y el que escruta los corazones conoce cuál es la aspiración del Espíritu, y que su intercesión a favor de los santos es según Dios.
El plan de la salvación.
28 Por lo demás, sabemos que en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman; de aquellos que han sido llamados según su designio. 29 Pues a los que de antemano conoció, también los predestinó a reproducir la imagen de su Hijo, para que fuera él el primogénito entre muchos hermanos; 30 y a los que predestinó, a ésos también los llamó; y a los que llamó, a ésos también los justificó; a los que justificó, a ésos también los glorificó.
Conclusión: Himno al amor de Dios.
31 Ante esto ¿qué diremos? Si Dios está por nosotros ¿quién contra nosotros? 32 El que no perdonó ni a su propio Hijo, antes bien le entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará con él graciosamente todas las cosas? 33 ¿Quién acusará a los elegidos de Dios? Dios es quien justifica.34 ¿Quién condenará? ¿Acaso Cristo Jesús, el que murió; más aún el que resucitó, el que está a la diestra de Dios, e intercede por nosotros?
35 ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿La tribulación?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿los peligros?, ¿la espada?, 36 como dice la Escritura: Por tu causa somos muertos todo el día; tratados como ovejas destinadas al matadero. 37 Pero en todo esto salimos más que vencedores gracias a aquel que nos amó.
38 Pues estoy seguro de que ni la muerte ni la vida ni los ángeles ni los principados ni lo presente ni lo futuro ni las potestades 39 ni la altura ni la profundidad ni otra criatura alguna podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús Señor nuestro.
Vemos que Cristo nos ha vencido. Esa es la realidad que hemos ido contemplando. Cuando vemos que Él nos ha vencido, más vemos nosotros que vencemos con Cristo. Nos ha derrotado y no somos capaces de nada. No somos capaces de resistir a su amor. Y hemos visto cómo esa abnegación es tierna, delicada, que va trabajando poco a poco, que ese amor que va entrando. Que no podemos resistirnos a eso. Y después participamos de esa victoria. Podemos amar porque Cristo ha puesto esa fuente de agua viva en nosotros. Ha puesto esa fuente de agua viva que está en mí, y que brota, y que estoy inmerso en ese mar que rebosa por todas partes.
Y cómo nada nos puede separar del amor de Cristo.
Siempre hay la tentación de los propósitos: qué fruto tenemos que dar. El único fruto del que yo os he hablado, es cuando Cristo os crucifica. Ahí estáis dando fruto. Pero hasta eso es Cristo el que os está envolviendo en su amor. Qué propósitos tenéis que hacer: ninguno. Mirad un poquito cómo hemos ido entrando. Y viendo cómo el Señor ha ido dándonos todo. Cómo hemos visto que no somos nada. Después de ver todo esto no es que tenga que hacer, sino que has de aprender que todo te viene dado. Eso es importante, hay que dejar que fluya lo que el Señor nos ha dado. Si no me acuerdo, el Espíritu Santo nos lo recordará cuando él quiera. Él es nuestra memoria: memoria privilegiada. El Señor nos irá poniendo en la memoria las palabras del Señor. Cuando convenga, y nos actualizará cosas. Y eso es la experiencia. Por eso, propósitos ninguno: dejar que fluya. La gracia de Dios es como un río. Cuando intentamos atraparla, con un dique, esa agua estancada acaba pudriéndose. Hemos de dejar que fluya. Y entonces, siempre está corriendo el agua. Es que la experiencia es una mala experiencia: yo me saco mis propósitos: me hago mi lista, y qué pasa: que voy repasando, y veo que fallo y fallo y fallo. De vez en cuando alguna no falla por casualidad. Y entonces eso desanima. Y entonces decimos: esto de la vida cristiana es imposible. Pues nada. Dejad que el Señor haga. Eso quizá nos dará un cierto vértigo. Eso es porque te hace estar ahí, en la fe. Lo que nos sustenta, es la fe. En el momento en que nos salimos…
Dónde nos quedamos: en la contemplación de Señor: de dónde venimos, a dónde vamos. Pues estamos en eso. El Señor nos ha desbordado: estamos ahí metidos. Estamos en el Señor, nuestra vida está en Él, y todo depende de Él. Y que nosotros no podemos hacer nada. Nos da todo en todo momento, y va negando con dulzura y nos va sacando todos los estorbos para que nosotros podamos estar cada vez más en Él. Con dulzura y con firmeza. Cuando nos coge, no nos deja. Para que esté en nosotros esa fuente de agua viva que brote y nos desborde.
Eso es lo que ha de quedar de estos días.
Del monte Tabor hay que bajar. Pero bajas con todo lo que has recibido. Pero engolfado en Cristo, en la santísima Trinidad. La experiencia que hemos sacado es que nos está dando vida. El Padre nos pide que entremos cada vez más en esa vida de Cristo, y que en esa vida lo estemos todo devolviendo al Padre. Y de ahí no nos aparatará nadie (¿quién nos apartará?). Se simplifica mucho la vida. Porque vuelves con mirada de fe. Una mirada simplicísima, ocupados de lo que es verdaderamente importante. ¡Ah! ¿Pero si ud. supiera los problemas que tengo? ¿Es que Cristo no los sabe? Pues mientras no llueva, ves al pozo, pero ves pidiendo que llueva, porque eso es una promesa de fe, que Jesús ha puesto en nosotros esa fuente. Lo que quiere es que brote. Fíjate que si tienes esa certeza que te da la fe, estás en todo momento rezando. Porque tengo la conciencia de la presencia de Cristo, del Padre y del Espíritu Santo que están en mí constantemente. No es que yo esté todo el día pensando. No estamos todo el día pensando que tenemos dos manos, pero sí somos conscientes de que las tenemos. Lo mismo, yo soy consciente de que Cristo está conmigo constantemente. Y por ello estás implícitamente en oración constante. Eso es lo que ha de quedar. No se trata de hacer muchas cosas, sino de amar. Y amar como Cristo nos ama.
Lo primero es estar bien fuerte en el amor. Las cosas ya vendrán. Y es cuando das fruto.
Sentaos en la hierba para ver lo que el Padre hace, y confiad. Para eso ha tenido que haber un camino de abnegación muy grande.
El amor es el que cambia el mundo. La Iglesia no se edifica por lo mucho que hacemos nosotros, sino por la santidad de los miembros. _________________ NO SOY VETERANO

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Tomás Bertrán Mercader Veterano
Registrado: 01 Oct 2005 Mensajes: 1503 Ubicación: España
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Jue Jun 26, 2008 9:50 am Asunto:
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La Samaritana, el ciego de nacimiento, la resurrección de Lázaro
En estos tres diálogos, la Iglesia ha visto siempre tres situaciones de todo cristiano, en cuanto que el Bautismo es una conversión: el diálogo de la Samaritana, es iluminación: a veces no se trata de cambiar nada, sino de ver más claro: el ciego del nacimiento. Y el Bautismo es regeneración, paso de muerte a vida, como en el caso de Lázaro. Un nuevo comienzo. A veces necesitamos eso: empezar de nuevo. Estos tres diálogos son profundamente cuaresmales y profundamente bautismales. Y nos pueden animar en nuestro trabajo del retiro.
1 Cuando Jesús se enteró de que había llegado a oídos de los fariseos que él hacía más discípulos y bautizaba más que Juan -2 aunque no era Jesús mismo el que bautizaba, sino sus discípulos-, 3 abandonó Judea y volvió a Galilea. 4 Tenía que pasar por Samaría.
5 Llega, pues, a una ciudad de Samaría llamada Sicar, cerca de la heredad que Jacob dio a su hijo José. 6 Allí estaba el pozo de Jacob. Jesús, como se había fatigado del camino, estaba sentado junto al pozo. Era alrededor de la hora sexta.7 Llega una mujer de Samaría a sacar agua. Jesús le dice: «Dame de beber.» 8 Pues sus discípulos se habían ido a la ciudad a comprar comida. Le dice la mujer samaritana: 9 «¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy una mujer samaritana?» (Porque los judíos no se tratan con los samaritanos.)
Es típico de Jesús, establecer un diálogo indirectamente. Se ha sentado en el pozo como si nada. Como si no estuviera. En muchas de estas situaciones, los discípulos ni se enteran. Se enteran a tiro pasado. La mujer le pregunta de política. Judíos y samaritanos.
10 Jesús le respondió: «Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber, tú le habrías pedido a él, y él te habría dado agua viva.»
Ya se acerca un poco más: no quiero hablar ni del agua, ni de los samaritanos.
11 Le dice la mujer: «Señor, no tienes con qué sacarla, y el pozo es hondo; ¿de dónde, pues, tienes esa agua viva? 12 ¿Acaso eres tú más que nuestro padre Jacob, que nos dio el pozo, y de él bebieron él y sus hijos y sus ganados?» 13 Jesús le respondió: «Todo el que beba de esta agua, volverá a tener sed; 14 pero el que beba del agua que yo le dé, no tendrá sed jamás, sino que el agua que yo le dé se convertirá en él en fuente de agua que brota para vida eterna.»
Ahora el tema son los metros del pozo. Pero Jesús quiere hablar de ella.
15 Le dice la mujer: «Señor, dame de esa agua, para que no tenga más sed y no tenga que venir aquí a sacarla.» 16 Él le dice: «Vete, llama a tu marido y vuelve acá.» 17 Respondió la mujer: «No tengo marido.» Jesús le dice: «Bien has dicho que no tienes marido, 18 porque has tenido cinco maridos y el que ahora tienes no es marido tuyo; en eso has dicho la verdad.» 19 Le dice la mujer: «Señor, veo que eres un profeta. 20 Nuestros padres adoraron en este monte y vosotros decís que en Jerusalén es el lugar donde se debe adorar.» 21 Jesús le dice: «Créeme, mujer, que llega la hora en que, ni en este monte, ni en Jerusalén adoraréis al Padre. 22 Vosotros adoráis lo que no conocéis; nosotros adoramos lo que conocemos, porque la salvación viene de los judíos. 23 Pero llega la hora (ya estamos en ella) en que los adoradores verdaderos adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque así quiere el Padre que sean los que le adoren.
La mujer empieza a pedirle el agua esa. La verdad que buscaba Jesús era la verdad de su vida; ni la política, ni el agua, ni el pozo hondo. La mujer es sincera: le reconoce como profeta.
24 Dios es espíritu, y los que adoran, deben adorar en espíritu y verdad.» 25 Le dice la mujer: «Sé que va a venir el Mesías, el llamado Cristo. Cuando venga, nos lo desvelará todo.» 26 Jesús le dice: «Yo soy, el que está hablando contigo.»
Ella tiene una secreta esperanza en su vida. Y ahora sí se encuentran.
27 En esto llegaron sus discípulos y se sorprendían de que hablara con una mujer. Pero nadie le dijo: «¿Qué quieres?» o «¿Qué hablas con ella?» 28 La mujer, dejando su cántaro, corrió a la ciudad y dijo a la gente: 29 «Venid a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho. ¿No será el Cristo?» 30 Salieron de la ciudad e iban hacia él.
Ella valiente reconoce lo que ha pasado, y renace en ella la esperanza de que sea el Cristo. Ella se convierte en apóstol.
31 Entretanto, los discípulos le insistían diciendo: «Rabbí, come.» 32 Pero él les dijo: «Yo tengo para comer un alimento que vosotros no sabéis.» 33 Los discípulos se decían unos a otros: «¿Le habrá traído alguien de comer?» 34 Les dice Jesús: «Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado y llevar a cabo su obra. 35 ¿No decís vosotros: Cuatro meses más y llega la siega? Pues bien, yo os digo: Alzad vuestros ojos y ved los campos, que blanquean ya para la siega. Ya 36 el segador recibe el salario, y recoge fruto para vida eterna, de modo que el sembrador se alegra igual que el segador. 37 Porque en esto resulta verdadero el refrán de que uno es el sembrador y otro el segador: 38 yo os he enviado a segar donde vosotros no os habéis fatigado. Otros se fatigaron y vosotros os aprovecháis de su fatiga.»
39 Muchos samaritanos de aquella ciudad creyeron en él por las palabras de la mujer que atestiguaba: «Me ha dicho todo lo que he hecho.» 40 Cuando llegaron a él los samaritanos, le rogaron que se quedara con ellos. Y se quedó allí dos días. 41 Y fueron muchos más los que creyeron por sus palabras, 42 y decían a la mujer: «Ya no creemos por tus palabras; que nosotros mismos hemos oído y sabemos que éste es verdaderamente el Salvador del mundo.»
Diálogo entrañable. Ojalá que en la oración fuéramos la Samaritana, y oyéramos de Jesús cómo nos dice que puede renacer en nosotros un manantial de agua viva, y que el precio es sincerarnos con él y dejar de hablar de ‘políticas’ o sea de despistar el tema. Nosotros somos el tema.
La Samaritana es figura de nuestra situación existencial, de personajes a veces inmersos en la rutina diaria. En una especie de resignación ante una monotonía que no queremos pero que vamos aceptando poco a poco. Pero llega un momento en que se nos insinúa un cambio de vida, una nueva perspectiva. De una conversión segunda, de un volver al amor primero. Y esta posibilidad la vamos frenando porque no nos creemos que pueda ser cierta. Porque no nos fiamos quizá del Señor. O porque dudamos demasiado de nosotros mismos, y con razón, porque hemos acumulado experiencia de fracaso. Y de pecado.
La humanidad es también la Samaritana, cuando manifiesta esta sensación de sed de felicidad. La insatisfacción, el ansia de paz interior, que a veces nos falta. El deseo de que nuestra vida pueda ser regenerada. Jesús nos sugiere en este diálogo horizontes de salvación. Y de apostolado. En el corazón mismo de la Samaritana, no en otro sitio, en su experiencia amarga de rutina diaria, Jesús intenta hacer nacer una fuente de agua que salte hasta la vida eterna. No hay que cambiar de lugar, ni hay que cambiar de matrimonio, ni de trabajo, para que nuestro horizonte vital se regenere. Sólo hace falta dejar que Jesús se acerque a ofrecerme esa agua de vida que sacie toda mi sed. Más allá del pecado hay salvación. Ese es el mensaje de la Samaritana. En el fondo de la felicidad hay ese anhelo de felicidad eterna. Por eso en ese diálogo encontramos la superación de la rutina, de la inercia. La rutina es ese cansancio espiritual. Nos vamos arrastrando en el cumplimiento de la voluntad de Dios. Nos falta el fervor del espíritu. Y eso es lo que le ocurría a la Samaritana, y el Señor nos dice como a ella que podemos salir de esta rutina. _________________ NO SOY VETERANO

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Tomás Bertrán Mercader Veterano
Registrado: 01 Oct 2005 Mensajes: 1503 Ubicación: España
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Jue Jun 26, 2008 6:08 pm Asunto:
Tema: un cristiano triste es un triste cristiano |
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El ruido que organiza el pecado o la dimensión colectiva del pecado.
En Jn 9 leemos:
1 Vio, al pasar, a un hombre ciego de nacimiento. 2 Y le preguntaron sus discípulos: «Rabbí, ¿quién pecó, él o sus padres, para que haya nacido ciego?» 3 Respondió Jesús: «Ni él pecó ni sus padres; es para que se manifiesten en él las obras de Dios. 4 «Tenemos que trabajar en las obras del que me ha enviado mientras es de día; llega la noche, cuando nadie puede trabajar. 5 Mientras estoy en el mundo, soy luz del mundo.»
Jesús nunca va a un sitio, pasa. De entrada, los discípulos preguntando quién ha pecado. Jesús dice: ni este ni sus padres. Para consuelo de los padres.
6 Dicho esto, escupió en tierra, hizo barro con la saliva, y untó con el barro los ojos del ciego 7 y le dijo: «Vete, lávate en la piscina de Siloé» (que quiere decir Enviado). Él fue, se lavó y volvió ya viendo.
8 Los vecinos y los que solían verle antes, pues era mendigo, decían: «¿No es éste el que se sentaba para mendigar?» 9 Unos decían: «Es él». «No, decían otros, sino que es uno que se le parece.» Pero él decía: «Soy yo.» 10 Le dijeron entonces: «¿Cómo, pues, se te han abierto los ojos?» 11 Él respondió: «Ese hombre que se llama Jesús, hizo barro, me untó los ojos y me dijo: `Vete a Siloé y lávate.' Yo fui, me lavé y vi.» 12 Ellos le dijeron: «¿Dónde está ése?» Él respondió: «No lo sé.»
Los vecinos se enfadan de que Jesús le cure. Ese hombre que se llama Jesús… hace como un notario. Y dice que no sabe donde está: no me importunéis.
13 Lo llevan a los fariseos al que antes era ciego. 14 Era sábado el día en que Jesús hizo barro y le abrió los ojos. 15 Los fariseos a su vez le preguntaron cómo había recobrado la vista. Él les dijo: «Me puso barro sobre los ojos, me lavé y veo.» 16 Algunos fariseos decían: «Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado.» Otros decían: «Pero, ¿cómo puede un pecador realizar semejantes signos?» Y había disensión entre ellos. 17 Entonces le dicen otra vez al ciego: «¿Y tú qué dices de él, ya que te ha abierto los ojos?» Él respondió: «Que es un profeta.»
Vuelta a empezar. A explicarlo de nuevo. Hay división entre la gente cuando el Señor pasa. No se queda indiferente. Un cristiano no puede pasar por la vida buscando el conflicto, pero que no se piense que va a pasar por la vida sin levantar conflicto. No es más que su Señor. El que lleva la luz, ilumina. Y el que está en la oscuridad, no quiere la luz ni a quien la lleva. Así que bailamos con la más fea.
Y al final ya no le queda más remedio que decir que es un profeta. Y eso es ya empezar a confesar a Jesús, por tanto esto no va a quedar ahí. Y llaman a los padres.
18 No creyeron los judíos que aquel hombre hubiera sido ciego, hasta que llamaron a los padres del que había recobrado la vista 19 y les preguntaron: «¿Es éste vuestro hijo, el que decís que nació ciego? ¿Cómo, pues, ve ahora?» 20 Sus padres respondieron: «Nosotros sabemos que este es nuestro hijo y que nació ciego. 21 Pero, cómo ve ahora, no lo sabemos; ni quién le ha abierto los ojos, eso nosotros no lo sabemos. Preguntadle; edad tiene; puede hablar de sí mismo.» 22 Sus padres decían esto por miedo a los judíos, pues los judíos se habían puesto ya de acuerdo en que, si alguno le reconocía como Cristo, quedara excluido de la sinagoga. 23 Por eso dijeron sus padres: «Edad tiene; preguntádselo a él.»
Decís que ha nacido ciego. Los padres, un poco cucos, no quieren dar demasiadas explicaciones. ‘Eso no lo sabemos’, y seguramente pensarían: ‘y mejor no saberlo’.
24 Llamaron por segunda vez al hombre que había sido ciego y le dijeron: «Da gloria a Dios. Nosotros sabemos que ese hombre es un pecador.» 25 Les respondió: «Si es un pecador, no lo sé. Sólo sé una cosa: que era ciego y ahora veo.» 26 Le dijeron entonces: «¿Qué hizo contigo? ¿Cómo te abrió los ojos?» 27 Él replicó: «Os lo he dicho ya, y no me habéis escuchado. ¿Por qué queréis oírlo otra vez? ¿Es qué queréis también vosotros haceros discípulos suyos?» 28 Ellos le llenaron de injurias y le dijeron: «Tú eres discípulo de ese hombre; nosotros somos discípulos de Moisés. 29 Nosotros sabemos que a Moisés le habló Dios; pero ése no sabemos de dónde es.» 30 El hombre les respondió: «Eso es lo extraño: que vosotros no sepáis de dónde es y que me haya abierto a mí los ojos. 31 Sabemos que Dios no escucha a los pecadores; mas, si uno es religioso y cumple su voluntad, a ése le escucha.32 Jamás se ha oído decir que alguien haya abierto los ojos de un ciego de nacimiento. 33 Si éste no viniera de Dios, no podría hacer nada.» 34 Ellos le respondieron: «Has nacido todo entero en pecado ¿y nos das lecciones a nosotros?» Y le echaron fuera.
La que se organiza es parecida a la que se organiza en un a familia cuando uno quiere ser cura, o cuando uno en un pueblo, confiesa a Jesucristo como profeta. Que es imperdonable. Eso es lo que ocurre. No podemos evitar el ruido.
35 Jesús se enteró de que le habían echado fuera y, encontrándose con él, le dijo: «¿Tú crees en el Hijo del hombre?» 36 Él respondió: «¿Y quién es, Señor, para que crea en él?» 37 Jesús le dijo: «Le has visto; el que está hablando contigo, ése es». 38 Él entonces dijo: «Creo, Señor.» Y se postró ante él.
39 Y dijo Jesús: «Para un juicio he venido a este mundo: para que los que no ven, vean; y los que ven, se vuelvan ciegos.» 40 Algunos fariseos que estaban con él oyeron esto y le dijeron: «¿Es que también nosotros somos ciegos?» 41 Jesús les respondió: «Si fuerais ciegos, no tendríais pecado; pero, como decís: `Vemos', vuestro pecado permanece.»
Es el ciego de nacimiento que ve, como nosotros, fruto de nuestra conversión vemos interiormente. Pero además, la Iglesia ve en este fragmento la dimensión colectiva del pecado. Todos los ciegos del mundo que viendo con los ojos, no ven con le corazón. Sean los padres, los fariseos, los vecinos… Que se niegan a la aceptación de una cosa tan sencilla como que Dios quiera que aquél ciego se cure y vea. Y esa resistencia que el Papa titula el pecado del mundo, va más allá del pecado personal. Es esa especie de ceguera que hace que nadie entienda realmente nada en según que situaciones. Esa especie de ignorancia existencial que sistemáticamente borra a Dios de nuestro mundo, de nuestra sociedad. Es una especie de influjo colectivo, de maleficio. De estructura que hace que cualquier noticia que sea gozosa que sea del evangelio se oculte. Que cualquier noticia que sea macabra se enaltezca. Y vivimos en este ambiente. Y vivimos con ese ruido que hace el Jesús que pasa. Y nos encontramos con ese conjunto de voces: unos que dicen que has pecado, otros que eso no es posible, el otro que te dice: no lo confieses. Y ahí es donde nosotros hemos de confesar como hace el ciego, que es lo más sencillo: yo no sé, sólo se que yo no veía, y que ahora veo. Es confesar nuestra fe. Y liberarnos de la participación del pecado del mundo que consiste en no querer ver la luz. Pidamos que ilumine nuestras tinieblas y en qué ocasiones nos cuesta confesar al Señor, y por qué. Por evitar un disgusto, o ser mejor tolerado, o tener una mayor prestigio. Por no quedar mal. Por miedo. Por necesidad afectiva (a nadie le gusta ser una especie de bicho raro). _________________ NO SOY VETERANO

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Tomás Bertrán Mercader Veterano
Registrado: 01 Oct 2005 Mensajes: 1503 Ubicación: España
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Vie Jun 27, 2008 9:47 am Asunto:
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1 Había un enfermo, Lázaro, de Betania, pueblo de María y de su hermana Marta. 2 María era la que ungió al Señor con perfumes y le secó los pies con sus cabellos; su hermano Lázaro era el enfermo. 3 Las hermanas enviaron a decir a Jesús: «Señor, aquel a quien tú quieres, está enfermo.» 4 Al oírlo Jesús, dijo: «Esta enfermedad no es de muerte, es para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella.»
5 Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro. 6 Cuando se enteró de que estaba enfermo, permaneció dos días más en el lugar donde se encontraba. 7 Al cabo de ellos, dice a sus discípulos: «Volvamos de nuevo a Judea.» 8 Le dicen los discípulos: «Rabbí, con que hace poco los judíos querían apedrearte, ¿y vuelves allí?» 9 Jesús respondió: «¿No son doce las horas del día? Si uno anda de día, no tropieza, porque ve la luz de este mundo; 10 pero si uno anda de noche, tropieza, porque no está la luz en él.»
Jesús siempre llega tarde, ex profeso.
11 Dijo esto y añadió: «Nuestro amigo Lázaro duerme; pero voy a despertarle.» 12 Le dijeron sus discípulos: «Señor, si duerme, se curará.» 13 Jesús lo había dicho de su muerte, pero ellos creyeron que hablaba del descanso del sueño.14 Entonces Jesús les dijo abiertamente: «Lázaro ha muerto, 15 y me alegro por vosotros de no haber estado allí, para que creáis. Pero vayamos allá.»
16 Entonces Tomás, llamado el Mellizo, dijo a los otros discípulos: «Vayamos también nosotros a morir con él.» 17 Cuando llegó Jesús, se encontró con que Lázaro llevaba ya cuatro días en el sepulcro. 18 Betania estaba cerca de Jerusalén como a unos quince estadios, 19 y muchos judíos habían venido a casa de Marta y María para consolarlas por su hermano. 20 Cuando Marta supo que había venido Jesús, le salió al encuentro, mientras María permanecía en casa.21 Dijo Marta a Jesús: «Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano. 22 Pero aun ahora yo sé que cuanto pidas a Dios, Dios te lo concederá.» 23 Le dice Jesús: «Tu hermano resucitará.» 24 Le respondió Marta: «Ya sé que resucitará en la resurrección, el último día.» 25 Jesús le respondió: «Yo soy la resurrección. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; 26 y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?» 27 Le dice ella: «Sí, Señor, yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que iba a venir al mundo.»
Marta tiene reacciones muy auténticas, muy sensibles, pero muy cercanas al corazón de Jesús. Conoce bien a Jesús. Le dice como la Virgen, que puede hacer un milagro. Sabe que resucitará en el último día, pero ese no es el problema, ella le pide un ‘anticipo’.
28 Dicho esto, fue a llamar a su hermana María y le dijo al oído: «El Maestro está ahí y te llama.» 29 Ella, en cuanto lo oyó, se levantó rápidamente, y se fue hacia él. 30 Jesús todavía no había llegado al pueblo; sino que seguía en el lugar donde Marta lo había encontrado. 31 Los judíos, que estaban con María en casa consolándola, al ver que se levantaba rápidamente y salía, la siguieron pensando que iba al sepulcro para llorar allí.
32 Cuando María llegó donde estaba Jesús, al verle, cayó a sus pies y le dijo: «Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto.» 33 Viéndola llorar Jesús y que también lloraban los judíos que la acompañaban, se conmovió interiormente, se turbó 34 y dijo: «¿Dónde lo habéis puesto?» Le responden: «Señor, ven y lo verás.» 35 Jesús derramó lágrimas. 36 Los judíos entonces decían: «Mirad cómo le quería.» 37 Pero algunos de ellos dijeron: «Éste, que abrió los ojos del ciego, ¿no podía haber hecho que éste no muriera?» 38 Entonces Jesús se conmovió de nuevo en su interior y fue al sepulcro. Era una cueva, y tenía puesta encima una piedra. 39 Dice Jesús: «Quitad la piedra.» Le responde Marta, la hermana del muerto: «Señor, ya huele; es el cuarto día.» 40 Le dice Jesús: «¿No te he dicho que, si crees, verás la gloria de Dios?» 41 Quitaron, pues, la piedra. Entonces Jesús levantó los ojos a lo alto y dijo: «Padre, te doy gracias por haberme escuchado. 42 Ya sabía yo que tú siempre me escuchas; pero lo he dicho por estos que me rodean, para que crean que tú me has enviado.» 43 Dicho esto, gritó con fuerte voz: «¡Lázaro, sal afuera!» 44 Y salió el muerto, atado de pies y manos con vendas y envuelto el rostro en un sudario. Jesús les dice: «Desatadlo y dejadle andar.»
La que se liaría en aquella casa… Los judíos pensarían que lo del ciego le salió bien, pero es que ahora resucita a un muerto…
Muchos creyeron en él. Pero algunos de ellos fueron descaradamente a la muerte.
En cualquier caso, estamos llamados a morir. La Iglesia ve en este episodio algo muy serio, y que nos deberíamos acostumbrar a pensar más a menudo en nuestra muerte. No por un sentido macabro de nuestra vida, sino por un sentido auténtico de nuestra vida. Porque morimos seguro. No hace falta ser creyente para llegar a esa conclusión.
Nos pregunta Ignacio: ¿cómo te gustaría haber sido al llegar el momento de la muerte? Pues ahora está a tiempo. El pensamiento de la muerte, es para encarar con más autenticidad nuestra vida. Estamos llamados a morir. Y la muerte no debería ser para el cristiano un momento puntual, sino una situación que la oración le ha ayudado a rectificar, el verdadero sentido de su vida. Que seguramente le habrá ayudado a dejar cosas importantes: ante el pensamiento de la muerte, muchas cosas caen. Muchas de las cosas que nos ocupan, no tienen fuerza y sentido. Y caen ante el pensamiento de la muerte, o de la muerte de un ser querido. Nos damos cuenta de que todo es muy relativo.
Nos hace mucho bien acercarnos como Marta. Hizo lo de Lázaro para que creyéramos, pero sigue en pie su pregunta: .«Yo soy la resurrección. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?»
Creer esto no significa no sentir el zarpazo de la muerte y la seriedad de mirar a los ojos a la muerte. Pero sí significa que le tenemos respeto, no miedo. Hemos nacido de Pascua. Y que no moriremos para siempre. Seguimos a un Señor que ha vencido la muerte (el único).
El lloro de Jesús no es sólo por el amigo, sino que es lloro por toda la humanidad ante el drama de la muerte. Del sin sentido de la muerte, del dolor, de la enfermedad, cuando no hay Jesús.
La insinuación de Jesús de que duerme, es una buena manera de referirse a la muerte.
Estas son las tres situaciones en el caminar siguiendo a Jesús:
La conversión del corazón: La Samaritana significa justo ese proceso dinámico de cambiar de vida. Vuelve al pueblo a anunciar que ha encontrado al Mesías. Sale de la tristeza y llega a la alegría. Sale de la mentira y llega a la verdad. Ha encontrado lo que buscaba. Y lo ha encontrado en su propio corazón. Donde Jesús ha puesto ese manantial de agua que salta hasta la vida eterna. Ya no tendrá que buscar fuera, en otras situaciones, en otros pensamientos, en fantasías, la raíz de su felicidad.
En el ciego de nacimiento, encontramos la iluminación. Que veamos con los ojos del ciego, no con los del fariseo, que no reconocía a Jesús. Que sepamos reconocer a Jesús. La ceguera verdadera fue la del fariseo, que aun viendo lo que veía, no podía aceptar tanto amor en Jesús: eso no podía ser.
El tercer encuentro con Jesús, es el encuentro con la muerte. Del paso de muerte a vida. No dejarnos guiar por el instinto de la muerte, por el miedo. Por la tristeza. Por la apatía, por la rutina. Eso nos mata poco a poco.
Preguntémonos
¿De qué me tengo que convertir? (Hay que romper las cadenas y los hilitos.)
¿En qué no estoy poniendo los medios para que mi vida espiritual sea una conversión constante hacia el Señor?
¿De qué tengo sed, como la Samaritana?
Pensar en la muerte. No por un sentido angustioso y estúpido, sino para que el Señor me dé la paz que da en la Pascua. En él he encontrado la vida para siempre. Cómo vivo la cruz, y con qué paciencia soporto las contrariedades de mi vida. De la relación con los demás. O cómo vivo mi compromiso eclesial. _________________ NO SOY VETERANO

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Tomás Bertrán Mercader Veterano
Registrado: 01 Oct 2005 Mensajes: 1503 Ubicación: España
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Publicado:
Dom Jun 29, 2008 12:55 am Asunto:
Tema: un cristiano triste es un triste cristiano |
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El Desierto
El silencio exterior es relativamente fácil, el silencio interior es más difícil, porque las imágenes y recuerdos de nuestro interior afloran. Y no podemos parar en seco.
Vamos a hablar de Nuestro Señor, con un tono de esperanza.
Reavivar en nosotros el don de Dios.
6 Por esto te recomiendo que reavives el carisma de Dios que está en ti por la imposición de mis manos. (2 Tim 1,6)
Dios no solamente nos llama al Bautismo, al Matrimonio, al Sacerdocio, sino en nuestro Bautismo en nuestro Matrimonio, nuestro Sacerdocio. Que la llamada de Dios no es puntual, que de esa misma llamada, de ese recuerdo de la experiencia de la misericordia de Dios en mi vida, como de una brasa que parece está apagada, Dios sopla y renace el fuego. Dios no nos indica el camino y nos deja solos para ahondarlo, sino que nos da su Espíritu, para que andemos aquél camino. Sería bueno que mañana reavivara en nosotros aquello que Dios quiera ofrecernos, quiera darnos. Pedirle al Señor capacidad de silencio interior, de ponernos a la escucha de lo que Él quiera decirnos. Con todas nuestras fuerzas, con sinceridad, sin angustias.
¿Qué es lo que Dios espera del desierto?
El desierto no es solamente un sitio sino una situación que ha sido usada por Dios. Jesús se retira cuarenta días, el pueblo de Dios pasa cuarenta años en él, Jesús va a menudo a rezar en él. Y usamos esa expresión para momentos fuertes de conversión, oración o penitencia.
De entrada es un sitio horrible:
21 Allí tendrán aprisco bestias del desierto y se llenarán sus casas de mochuelos.
Allí morarán los avestruces y los sátiros brincarán allí.
22 Se responderán las hienas en sus alcázares y los chacales en sus palacios de recreo. (Is 13, 21-22)
No está invitando el Señor a su pueblo a salir a un sitio agradable. Y le dice que es una tierra de espanto, cuando le manda a Moisés a sacar a su pueblo de Egipto.
En el desierto encontramos la voluntad de Dios. Cada vez que hemos retrasado nuestro encuentro con el Señor, es porque no nos resulta agradable ver lo que no queremos ver de nosotros: cosas que podemos mejorar, perdones que no se han acabado de dar, oración pobre…
Dios nos invita al desierto para encontrar la voluntad de Dios.
¡Señor! Que descubra con gozo lo que quieres de mí en este momento de mi vida.
En este momento de desánimo, de cansancio, de pecado, o de ilusión. No siempre somos iguales. Cambiamos. Y el Espíritu Santo nos acompaña desde nuestro bautismo en cada momento. Y la respuesta que espera de nosotros no es siempre la misma. Dios hace nacer al pueblo de Dios en esta situación de alianza, de amistad, de intimidad con Dios.
También encontramos en el desierto nuestra infidelidad. En el desierto, eso que aflora, eso que no nos gusta, es la persona que no quisiéramos ser y somos. Esa que nos recuerda la conciencia: nuestro hombre viejo.
Dios quiso sacar al desierto a su pueblo y ellos se rebelaban:
11 Y dijeron a Moisés: «¿Acaso no había sepulturas en Egipto para que nos hayas traído a morir en el desierto? ¿Qué has hecho con nosotros sacándonos de Egipto? 12 ¿No te dijimos en Egipto: Déjanos en paz, serviremos a los egipcios, pues más nos vale servir a los egipcios que morir en el desierto?»(Ex 14, 11-12)
Cuando empieza a encontrarse a gusto siendo esclavo es porque le gusta más esa esclavitud dulce que no la dureza y la libertad que Dios da sólo en el desierto.
Ese camino es duro de recorrer. Y Moisés contesta al pueblo:
13 Moisés respondió al pueblo: «No temáis; estad firmes, y veréis la salvación que Yahvé os otorgará en este día, pues los egipcios que ahora veis, no los volveréis a ver nunca jamás. 14 Yahvé peleará por vosotros; vosotros no os preocupéis.» (Ex 14, 13-14)
Lo primero que hay que pedirle a Dios es que nos quite el miedo. El miedo a encontrarle. No somos nosotros que le buscamos a Él. Es Él que está deseando encontrarse con nosotros. Nos escapamos de su mirada porque nos es duro. Porque esa libertad que nos ofrece, a veces implica una confianza, una fortaleza, implica dejar aflorar contenidos de conciencia. Así que lo segundo que encontramos en el desierto es nuestra infidelidad, nuestra vida de esclavos. Nuestro deseo de comer el maná…
Cuando el pueblo recuerda la etapa del desierto, no recuerda su pecado, sino que recuerda el triunfo de la misericordia.
El recuerdo del desierto es el recuerdo de lo grande que Dios fue conmigo.
Si es cierta nuestra limitación, nuestro pecado, más cierto tiene que ser que nos encontremos con el amor de Dios, con la mirada amorosa de Jesús. Que nos sigue llamando por nuestro nombre. Que nuestro pecado no le echa atrás ni un milímetro. Y esto nos asusta un poco, porque nos atrae, nos seduce, y no sabemos cómo responder a ese amor.
Dios deja morir a algunos en el desierto, pero a otros les ofrece como salvación el estandarte de la serpiente de bronce, figura del futuro Redentor. Dios hace resplandecer siempre la salvación.
El caso del profeta Oseas que aplica a la palabra de Dios a su experiencia matrimonial y además su experiencia matrimonial fracasada. Oseas lo pasaba mal. Y Dios interviene en su vida para recordarle que igual que el amor hacia su esposa es el amor de Dios hacia su pueblo, hacia nosotros. Que igual que de traicionado se sentía él, así se siente Él de celoso por su pueblo.
16 Por eso voy a seducirla; voy a llevarla al desierto y le hablaré al corazón.
17 Allí le daré sus viñas, convertiré el valle de Acor en puerta de esperanza; y ella responderá allí como en los días de su juventud,
Para que recuerdes el tiempo en que estabas enamorado. Aquel tiempo en que era más fácil seguir al Señor, quizá porque había mucho más de ilusión y mucho menos de amor. Ese amor que ha pasado por la desilusión, el perdón. Amor maduro.
También es Oseas el que dice:
1 Cuando Israel era niño, lo amé, y de Egipto llamé a mi hijo. 2 Cuanto más los llamaba, más se alejaban de mí: ofrecían sacrificios a los Baales, e incienso a los ídolos.
3 Yo enseñé a caminar a Efraín, tomándole por los brazos, pero ellos no sabían que yo los cuidaba.
4 Con cuerdas humanas los atraía, con lazos de amor; yo era para ellos como los que alzan a un niño contra su mejilla, me inclinaba hacia él y le daba de comer.
Empezamos un retiro. Dios nos quiere hablar para que reconozcamos su voluntad, nos sinceremos en el reconocimiento de nuestro pecado. Y para que nos alegremos de que triunfa su misericordia. Y ese es el motivo por el que no hay que huir del Señor. Por eso debemos en estos días mantener el silencio interior para que el Señor pueda hablar bajito, como Él habla, pero muy claro. Para que podamos revitalizar nuestro Bautismo.
Y Jesús en el desierto encuentra a su Padre, pero también encuentra al maligno. Encuentra la tentación directa, que no volverá a aparecer hasta el momento de la pasión. Es llevado por el Espíritu para ser tentado.
- Si eres Hijo de Dios, haz que estas piedras se conviertan en panes: materialismo, sensualidad,
- Si eres Hijo de Dios, tírate abajo: haz una señal, que creerán.
- Todo esto te daré si me adoras: más directa.
Pasa hambre en el desierto. Pero en los momentos más decisivos de su vida se retirará de nuevo. También encontraremos nosotros tentaciones: la tentación de replegarnos, ‘ya lo he probado muchas veces, ¿porqué probarlo otra vez?’ La tentación de no hacer caso de eso que el Señor me está pidiendo. Jesús nos ha dejado signos fruto de esa experiencia en el desierto: el Pan de vida, la Roca de agua viva, la serpiente que salva en el estandarte, y muchos otros signos que fue acumulando en el tiempo de desierto.
En Hb 4
1 Temamos, pues, no sea que, permaneciendo aún en vigor la promesa de entrar en su descanso, alguno de vosotros resulte que llegue rezagado.2 También nosotros hemos recibido la buena nueva, lo mismo que ellos. Pero la palabra que oyeron no les aprovechó, pues no se compenetraron con la fe de los que la escucharon. 3 De hecho, hemos entrado en el descanso los que hemos creído,…
12 Pues, viva es la palabra de Dios y eficaz, y más cortante que espada alguna de dos filos. Penetra hasta la división entre alma y espíritu, articulaciones y médulas; y discierne sentimientos y pensamientos del corazón.
Con el paso del tiempo, una de las realidades psicológicas que ocurren con las personas, es que aumentan los filtros, como las capas de las cebollas. Los niños no tienen callo: lo que hay, esto hay. La inocencia de los niños no es la que Dios quiere de nosotros. Jesús dijo ‘bienaventurados los que se hacen como niños’. No los que son niños. No hay ni un solo texto en los Evangelios donde se hable de los cristianos adultos. Es la experiencia del desierto: cómo hacer de la experiencia desagradable del pecado la experiencia gozosa del perdón por la misericordia de Dios. Cómo hacer realidad la fe de que es el Espíritu Santo el que me sigue acompañando. Cómo hacer que mis filtros, mis capas se vayan transparentando y vayan dejando ver aquél otro yo más profundo. Donde ciertamente está presente el Espíritu Santo, y donde existe la verdad más auténtica de nosotros mismos. La que solo Dios conoce. Qué malo cuando piensas que ya conoces a la otra persona: decirle ‘ya te conozco’ es como matarlo. Es hacerlo ‘cosa’. La persona que Jesús ve no es la que vemos nosotros. Los fariseos y la mujer pecadora. Jesús sabe de aquella persona algo que no saben los fariseos: sabe lo que aquella persona puede llegar a ser. Esa es la mirada con la que Jesús, con su mirada realista, nos mira. Y hemos de pedirle que nos diga eso que sabe de nosotros: aquél que puedo llegar a ser. Porque confía Él en mí. Y eso sin duda reaviva en nosotros la esperanza.
Vayamos a la oración pensando que no es un ejercicio psicológico, sino un diálogo vivo en donde la otra parte también está viva, también es libre. Así que es un don que hay que pedir. Que empieza en Dios, pasa por mí y vuelve a Dios.
Que la Palabra sea esa espada de dos filos que dice san Pablo. Que volvemos a la infancia espiritual. ‘Venid al desierto para estar conmigo’ les dice a los discípulos Jesús. _________________ NO SOY VETERANO

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Tomás Bertrán Mercader Veterano
Registrado: 01 Oct 2005 Mensajes: 1503 Ubicación: España
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Publicado:
Dom Jun 29, 2008 3:03 pm Asunto:
Tema: un cristiano triste es un triste cristiano |
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La Iglesia, asamblea de los llamados.
Vivimos en un momento concreto y con unos problemas concretos en nuestra sociedad, en nuestra Iglesia, en nuestra familia y en nuestro trabajo. Y se nos pide cambiar.
Los cambios que Dios nos pide no son cambios estructurales o políticos o aparentes, sino cambios fruto del amor. Del deseo de ser fieles y de perseverar. Que no es dejar pasar el tiempo. Sino renovar en el tiempo la decisión que tomé. Y vivir de ella. Vivir de aquella fidelidad constantemente renovada.
El inicio de la justificación (de toda obra buena en nosotros) proviene de Dios. Eso no excluye nuestra colaboración o nuestro esfuerzo en ver si podemos hacer más u otras cosas distintas. En lo que se traduce es en que no nos vamos a santificar haciendo una cosa distinta a la que Dios quiere. Ni más, ni menos, ni otra cosa. ¿Es mejor rezar tres rosarios que uno? Pues no. Si Dios no lo quiere, no. Hay cosas que constan de la voluntad de Dios sobre nosotros, pero hay muchas otras cosas que no constan. Que si he de ir o no a misa cada día. Pues depende. No es voluntad explícita para todos nosotros. Ese tema deberá discernirlo cada uno.
Evangelio de la vocación Cristiana:
35 Al día siguiente, Juan se encontraba de nuevo allí con dos de sus discípulos.36 Fijándose en Jesús que pasaba, dice: «He ahí el Cordero de Dios». 37 Los dos discípulos le oyeron hablar así y siguieron a Jesús. 38 Jesús se volvió y, al ver que le seguían, les dice: «¿Qué buscáis?» Ellos le respondieron: «Rabbí -que quiere decir `Maestro'- ¿dónde vives?» 39 Les respondió: «Venid y lo veréis.» Fueron, pues, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día. Era más o menos la hora décima.
Jesús se hace el encontradizo. Hace ver que no sabe. Pregunta: ¿qué buscáis?. El lo sabe, pero quiere que nos demos cuenta. Este esquema se repite en la llamada a todos los discípulos.
40 Andrés, el hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que habían oído a Juan y habían seguido a Jesús. 41 Éste encuentra primeramente a su propio hermano, Simón, y le dice: «Hemos encontrado al Mesías» - que quiere decir, Cristo. 42 Y le llevó a Jesús. Fijando Jesús su mirada en él, le dijo:«Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas» - que quiere decir, `Piedra'».43 Al día siguiente, Jesús quiso partir para Galilea y encuentra a Felipe. Y Jesús le dice: «Sígueme.» (Jn 1. 40-43)
Y se perpetúa hasta ahora. El ‘ven y sígueme’ es lo esencial de nuestro bautismo. Seguro que con muchas mediaciones. Pero quien llama siempre es Jesús. Eso es tan importante que el Papa llama a la Iglesia: Misterio de vocación, Misterio de los llamados. Asamblea de los vocacionados. No es una fábrica, una asamblea, una agencia de servicios, una empresa de marketing, de venta de un buen producto. Es la asamblea de los llamados. Aquellos en los que fija la mirada, y por su nombre les dice: “¿qué quieres?”
Tan es así que san Pablo lo resume de este modo:
3 Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido con toda clase de bendiciones espirituales, en los cielos, en Cristo; 4 por cuanto nos ha elegido en él antes de la fundación del mundo, para ser santos e inmaculados en su presencia, en el amor; (Ef 1, 3-)
Con el paso del tiempo lo podemos dar por sabido. O por seguro. Hay que renovarlo.
Fue una elección pensada. Nos llamó para ser santos. Y si acierto en eso, acierto en todo. Y si en eso fracaso, fracaso en todo. Esa mirada sencilla a lo más esencial, hoy nos conviene. Porque se ha llenado nuestra vida de muchas otras cosas. Que seguro que serán muy importantes y muy urgentes, pero no son la esencial. Y también en la Iglesia, Pero lo esencial es que Dios me llamó antes de la creación del mundo, por mi nombre, con amor de elección para que fuera santo. Y eso sí que no va a cambiar, y ahí sí que me juego el sentido de mi vida. La de aquí y la de allá.
5 eligiéndonos de antemano para ser sus hijos adoptivos por medio de Jesucristo, según el beneplácito de su voluntad, 6 para alabanza de la gloria de su gracia con la que nos agració en el Amado. 7 En él tenemos por medio de su sangre la redención, el perdón de los delitos, según la riqueza de su gracia 8 que ha prodigado sobre nosotros en toda sabiduría e inteligencia, 9 dándonos a conocer el misterio de su voluntad según el benévolo designio que en él se propuso de antemano, 10 para realizarlo en la plenitud de los tiempos: hacer que todo tenga a Cristo por cabeza,
San Pablo resume el sentido de la vocación cristiana y su permanencia a través de los siglos. Y a través de los distintos estados que ocupa nuestra vida.
La llamada al matrimonio por ejemplo es signo de otra llamada más profunda y universal, que es misterium vocationis y toma raíz en la llamada gratuita y precedente de parte del Padre. Que antes de cualquier mérito nuestro, Dios nos había llamado.
¿Por qué dudamos a veces de la llamada de Dios por nuestra respuesta?
¿Por qué medimos la llamada de Dios por nuestra respuesta?
Y si tú no permaneces fiel, Dios permanece fiel, porque no puede negarse a sí mismo.
El argumento de la fidelidad de Dios, no es nuestra respuesta. Es precedente a nuestra respuesta. No hace Dios como nosotros. Por eso la Iglesia piensa que la vocación es algo permanente, y no nos sentimos llamados sólo al matrimonio, sino en el matrimonio, no solamente al bautismo, sino en el bautismo. Y eso a través de toda nuestra vida.
6 Por esto te recomiendo que reavives el carisma de Dios que está en ti por la imposición de mis manos. 7 Porque no nos dio el Señor a nosotros un espíritu de timidez, sino de fortaleza, de caridad y de templanza. 8 No te avergüences, pues, ni del testimonio que has de dar de nuestro Señor, ni de mí, su prisionero; sino, al contrario, soporta conmigo los sufrimientos por el Evangelio, ayudado por la fuerza de Dios, 9 que nos ha salvado y nos ha llamado con una vocación santa, no por nuestras obras, sino por su propia determinación y por su gracia que nos dio desde toda la eternidad en Cristo Jesús, 10 y que se ha manifestado ahora con la Manifestación de nuestro Salvador Cristo Jesús, quien ha destruido la muerte y ha hecho irradiar vida e inmortalidad por medio del Evangelio 11 para cuyo servicio he sido yo constituido heraldo, apóstol y maestro. (2 Tim 1)
Vamos a no esconder en nuestra oración esos miedos que tenemos.
Toda obra de santificación en nuestro interior es sugerido por iniciativa precedente y gratuita de Dios. Es el motor permanente de nuestro reciclaje. El motor seguro de nuestra vitalidad espiritual. No es una técnica, no es una terapia. Sino que reavivamos en nosotros un don de Dios que es permanente. Siempre vivo y actual. La Iglesia es educadora de vocaciones cristianas. La historia de nuestra vocación es la historia de un diálogo inefable entre un Dios vivo y nosotros. En todas las vicisitudes de nuestra vida, en nuestra decisión de matrimonio, en nuestra renovación, en los momentos dulces. A mí no me prepararon en el seminario para tener que hablar a homosexuales sobre si se pueden casar o no, ni atender confirmaciones de gente que se tenía que ir a casar con 25 años, ni bautizar a hombres de 30, etc. Pero sí para atender a todas estas situaciones, la llamada de Jesús, fue, es y será. Él no se echa atrás. Y si yo no preví estas situaciones, Él sí. Cuantas veces decimos ‘si yo hubiera sabido…’ Dios sí lo sabía. Es en Él que tenemos nuestra seguridad, no en nosotros. En la fuente del amor que significa esa llamada del Padre desde toda la eternidad a ser santo. Y así podemos ir añadiendo condicionantes personales, obras en las que colaboro, o providenciales.
En Mc 3,13
13 Subió al monte y llamó a los que él quiso; y vinieron junto a él. 14 Instituyó Doce, para que estuvieran con él, y para enviarlos a predicar
Para estar con él
Jesús en la pasión les dice a los once:
14 Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. 15 No os llamo ya siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a vosotros os he llamado amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer.
16 No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros, y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y que vuestro fruto permanezca; de modo que todo lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo conceda.
No nos llama a hacer más cosas. Uno no es más llamado porque en su apostolado tenga más fruto. El éxito está en amar. Es el Señor el que nos ha elegido. El que ha elegido a mi esposa, a mi marido. Dios me llama a través del matrimonio a encontrarle a Él. Y así con tantas otras cosas aunque no sean sacramentales. Sentado en la mesa con Judas no se puede explayar. Cuando marcha Judas es eso lo primero que dice.
La llamada a la vida cristiana puede tener 3 fases:
Cuando nos llama a seguirle y a permanecer en Él.
Hemos de ser fieles a la llamada.
Parece que necesitamos el éxito.
Cuando pasa por el tamiz, buscamos la fecundidad más que el éxito. Lo que persigue Jesús al final de sus discípulos es la fidelidad. Y lo que le pide al Padre es ser fiel a su voluntad.
En el Viernes Santo el fracaso de Jesús es estrepitoso. La Pascua es un regalo del Padre.
Es importante que en momentos de cambio sepamos a dónde hay que mirar y a quién hay que mirar. Que sepamos apoyarnos en la mirada de elección de Jesús. Que jamás me va a traicionar. Que podamos dar razón de nuestra esperanza. En el punto esencial: formo parte del conjunto de llamados por amor antes de que el mundo existiera. Y he sido destinado a ser santo. Y ahí me juego toda mi existencia. Y éste soy yo. Éste sigo siendo yo. Una mirada agradecida y gozosa de que eso sea así, porque es fruto de un amor muy grande por parte de Jesús.
Una de las virtudes que podríamos pedirle hoy al Señor, es la confianza.
San Pablo, que se decía así mismo que era un aborto, porque no había conocido a Jesús, le recomienda la confianza a Timoteo:
12 Por este motivo estoy soportando estos sufrimientos; pero no me avergüenzo, porque yo sé bien en quién tengo puesta mi fe, y estoy convencido de que es poderoso para guardar mi depósito hasta aquel Día.
13 Ten por norma las palabras sanas que oíste de mí en la fe y en la caridad de Cristo Jesús. 14 Conserva el buen depósito mediante el Espíritu Santo que habita en nosotros. (2 Tm 1)
¿Cómo andamos de confianza en el Señor?
Cuando vemos las noticias en la TV de sacerdotes pederastas en América… No somos insensibles a esto. Poco o mucho, nuestra donación interior pasa por aquellos momentos de dureza, en que lo aguantamos a pulso. No lo confesamos. Deberíamos hacerlo, porque para eso somos hermanos, para ayudarnos en nuestras dificultades. Vamos callando, y ahí se queda escondidito ese ‘me gustaría que fuera de otro modo…’
La confianza en Jesús pasa por decirle lo que no nos gusta de nosotros de nuestra familia, de nuestra Iglesia, de nuestro mundo. Sin dudar ni un milímetro de su llamada de amor a ser santos, ni de su poder: sé de quién me he fiado.
También podemos preguntarnos cómo andamos de Misericordia. Nuestro mundo es cada vez menos compasivo porque se parece cada vez menos a la imagen de Dios Padre que es amor. Es más agresivo, más competitivo. Más de resultados. Y de resumir nuestra vida en éxito o fracaso, fecundidad o no.
4 «¿Quién de vosotros que tiene cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto y va a buscar la que se perdió, hasta que la encuentra? 5 Cuando la encuentra, se la pone muy contento sobre los hombros 6 y, llegando a casa, convoca a los amigos y vecinos y les dice: `Alegraos conmigo, porque he hallado la oveja que se me había perdido.' 7 Os digo que, de igual modo, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no tengan necesidad de conversión. (Lc 15)
Y es una trampa, porque como son 99 y 1, a todos se nos ocurre pensar que somos de las 99, y no. Todos somos la perdida. Tenemos que hacer el esfuerzo de saber que somos la perdida. Porque si somos de las 99, ya no hace falta que me convierta. Que vaya a buscar la perdida –pensamos–, que yo me alegraré mucho, y cuando vuelva, haremos fiesta. El Señor nos dice que todos somos esta oveja que ha marchado, y cuando la encuentra, la pone sobre sus hombros, y al llegar a casa se alegra con los amigos.
Ese es Jesús. ¿Cómo andamos de misericordia con los demás, de paciencia, de fortaleza? Con los defectos ajenos. ¿Cómo andamos de misericordia con nosotros mismos?, que nuestra conciencia no será el último tribunal. No es lo mismo dolernos de nuestros pecados, que extrañarnos de nuestros pecados. No es lo mismo. El dolor de los pecados es dolor de amor. No es dolor de amor propio herido, o dolor de sorpresa. ¿Cómo te has de sorprender de tu pecado?
La misericordia es un don y un compromiso nuestro.
Y la abnegación. Es la mortificación que no buscamos. La que la vida nos trae. San Pablo dice en 1 Co 4
8 ¡Ya estáis hartos! ¡Ya sois ricos! ¡Os habéis hecho reyes sin nosotros! ¡Y ojalá reinaseis, para que también nosotros reináramos con vosotros! 9 Porque pienso que a nosotros, los apóstoles, Dios nos ha asignado el último lugar, como condenados a muerte, puestos a modo de espectáculo para el mundo, los ángeles y los hombres. 10 Nosotros, locos a causa de Cristo; vosotros, sabios en Cristo. Débiles nosotros; vosotros, fuertes. Vosotros, estimados; nosotros, despreciados. 11 Hasta el presente, pasamos hambre, sed, desnudez. Somos abofeteados, y andamos errantes. 12 Nos fatigamos trabajando con nuestras manos. Si nos insultan, bendecimos. Si nos persiguen, lo soportamos. 13 Si nos difaman, respondemos con bondad. Hemos venido a ser, hasta ahora, como la basura del mundo y el desecho de todos. (1 Co)
Los cristianos somos espectáculo para el mundo. Entonces y hoy.
No vayamos a pensar que la persecución que podamos sufrir es un invento del siglo XXI. Es una constante de la vida cristiana. Va con el lote de la llamada. Recibiremos 100 por 1… con persecución. La situación en la que estamos de problemas no es ajena a esa mirada de Jesús. San Pablo nos recuerda que en ella nos encontramos también la fidelidad a Dios, a la voluntad de Dios. Ser fieles a Dios después de años de haber recibido la llamada, es un gozo. Es ese querer con determinada determinación la voluntad de Dios. Qué alegría que nuestra alma esté gozosa, oxigenada, capaz de generosidad, dispuesta al sacrificio. A renovarnos constantemente en el espíritu de esa llamada. Hay una especie de arteriosclerosis espiritual, por los filtros que vamos produciendo, nuestro corazoncito se va quedando pequeñito, o en un lugar determinado de nuestra vida, o demasiado defendido, porque cualquiera lo puede atacar, o demasiado desconocido porque igual me dice cosas que no quiero oír, y eso produce inmovilidad. Las cosas pequeñas que antes no valoraba, ¡qué grandes son! ¡qué difíciles se me hacen! En cambio cuando hay amor, las dificultades se relativizan. El motor del mensaje de Jesús es el amor. Lo dijo por activa y por pasiva. ‘Nadie tiene amor más grande que el que da la vida…’, ‘os doy un mandato muevo…’ No es poesía. Es que la fuerza más capaz de cambiar nuestro interior es el amor. Y sólo por amor se cambian cosas. Pues qué bonito volver a actualizar la llamada de Jesús en nuestro interior. Y vivir y permanecer en esa llamada. Revisando aquellas actitudes que más nos acercan a la fidelidad, como son la confianza en el poder de Dios, la misericordia hacia los demás, y la abnegación en su seguimiento. El laico vive la vocación cristiana con una índole peculiar. No es el sitio en el que vivo la llamada, sino el estilo en que vivo la llamada. La índole secular, en la familia, en el trabajo, en la política. Nos hace más sensibles a la actitud testimonial.
19 Efectivamente, siendo libre de todos, me he hecho esclavo de todos para ganar a los más que pueda. 20 Con los judíos me he hecho judío para ganar a los judíos; con los que están bajo la Ley, como quien está bajo la Ley -aun sin estarlo- para ganar a los que están bajo ella. 21 Con los que están sin ley, como quien está sin ley para ganar a los que están sin ley, no estando yo sin ley de Dios sino bajo la ley de Cristo. 22 Me he hecho débil con los débiles para ganar a los débiles. Me he hecho todo a todos para salvar a toda costa a algunos. 23 Y todo esto lo hago por el Evangelio para ser partícipe del mismo. 24 ¿No sabéis que en las carreras del estadio todos corren, mas uno solo recibe el premio? ¡Corred de manera que lo consigáis! 25 Los atletas se privan de todo; y eso ¡por una corona corruptible!; nosotros, en cambio, por una incorruptible. 26 Así pues, yo corro, no como a la ventura; y ejerzo el pugilato, no como dando golpes en el vacío, 27 sino que golpeo mi cuerpo y lo esclavizo; no sea que, habiendo proclamado a los demás, resulte yo mismo descalificado. (1 Co)
Esa actitud implica que de esa llamada que de Jesús recibo, sale la alegría el gozo del espíritu, la serenidad ante los problemas, la capacidad de conversión de mis pecados. La confianza de la misericordia de Dios ante ellos. La seguridad de que eso va a ser permanente en mi vida.
Dejemos que sea Dios que nos hable en nuestro corazón. _________________ NO SOY VETERANO

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Tomás Bertrán Mercader Veterano
Registrado: 01 Oct 2005 Mensajes: 1503 Ubicación: España
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Publicado:
Mar Jul 01, 2008 10:34 am Asunto:
Tema: un cristiano triste es un triste cristiano |
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El dolor y el amor
Principio y fundamento (ejercicios de san Ignacio): amar a Dios, servirle y toda otra cosa solo en tanto en cuanto me acerca o me aleja de este mi único fin. La mirada de Jesús es nuestro fundamento. Sin esa mirada, esa llamada, nuestra vida pierde sentido. Pero no es menos cierto que en el seguimiento de Jesús, una gran dificultad es la Cruz.
La actitud constante de Jesús era la serenidad y el gozo, en su vida habitual. Esta es una actitud en la que hemos ido a menos. Hoy los cristianos están más tristes, se quejan más. Quizá sufren más o quizá aman más. Pero el hecho es que transparentan menos la actitud esa de Jesús: ‘en aquél mismo momento se llenó de gozo en el Espíritu Santo y dijo: yo te alabo Padre, Señor del cielo y de la tierra,…’ Actitud habitual de Jesús: la de dar gracias, lleno del Espíritu Santo, lleno de gozo. Hay muchas actitudes que nos deben producir alegría: la vida, la fe, estos encuentros con el Señor. Y deberíamos vivir de esas realidades, con la sencillez con la que Jesús lo hace. ‘Ocultaste esto a los sabios y entendidos y se lo revelas a los pequeños’. A los humildes. La clave de la existencia de Jesús estaba en el cumplimiento de la voluntad de Dios (yo para esto he venido al mundo). Se alegraba cuando veía que se iba realizando el Reino de Dios. Y la actitud con la que se acerca al mundo del dolor es exquisita. Le era familiar el mundo del dolor. No se extrañaba. Con el hijo de la viuda de Naím, o con el ciego, con la multitud abandonada que andan como ovejas sin pastor. Tiene una gran capacidad de sufrir, y se da cuenta de estos sufrimientos.
Especialmente vamos a destacar alguno.
¿Por qué sufrimos cuando sufrimos? ¿por quién sufrimos cuando sufrimos?
40 Se le acerca un leproso suplicándole y, puesto de rodillas, le dice: «Si quieres, puedes limpiarme.» 41 Encolerizado, extendió su mano, le tocó y le dijo: «Quiero; queda limpio.» 42 Y al instante, le desapareció la lepra y quedó limpio. 43 Le despidió al instante prohibiéndole severamente: 44 «Mira, no digas nada a nadie, sino vete, muéstrate al sacerdote y haz por tu purificación la ofrenda que prescribió Moisés para que les sirva de testimonio.» 45 Pero él, así que se fue, se puso a pregonar con entusiasmo y a divulgar la noticia, de modo que ya no podía Jesús presentarse en público en ninguna ciudad, sino que se quedaba a las afueras, en lugares solitarios. Y acudían a él de todas partes. (Mc 1)
No le deja indiferente el dolor de aquella persona. No pasa de puntitas por encima del dolor de los hermanos. Nuestra sociedad tiene muy pocas entrañas de misericordia. Y lo decimos de muchas maneras:
- Cada uno va a lo suyo
- Si tu no das te dan dos veces
- Piensa mal y acertarás
- la diferencia entre ser tonto y ser bueno es muy sutil
Vamos fabricando lemas populares de gran arraigo para justificar en definitiva tener un corazón endurecido. Jesús que está lleno de gozo se acerca al leproso, al pequeño, a la mujer pecadora, comprende a los discípulos que le abandonan. La dureza del corazón de muchos es otra fuente de sufrimiento. Ver la actitud de los fariseos. No es indignación lo que siente, es dolor. Se extraña. Y luego cuando lo tiene que aceptar porque no le queda más remedio, sufre por ello. Es el momento en que está curando en sábado:
1 Entró de nuevo en la sinagoga, y había allí un hombre que tenía la mano paralizada. 2 Estaban al acecho a ver si le curaba en sábado para poder acusarle.3 Dice al hombre que tenía la mano seca: «Levántate ahí en medio.» 4 Y les dice: «¿Es lícito en sábado hacer el bien en vez del mal, salvar una vida en vez de destruirla?» Pero ellos callaban. 5 Entonces, mirándoles con ira, apenado por la dureza de su corazón, dice al hombre: «Extiende la mano.» Él la extendió y quedó restablecida su mano. 6 En cuanto salieron los fariseos, se confabularon con los herodianos contra él para ver cómo eliminarle. (Mc 3)
En los diálogos que mantiene con los fariseos muy a menudo sale este sentimiento. Incluso llora por Jerusalén.
Jesús sufre por muchas de las cosas por las que también podemos sufrir nosotros. A menudo nos sentimos mal interpretados. Hay buena intención, pero no te entienden. O no te explicas, da igual. Ven ambición donde a lo mejor hay desprendimiento. Ven rigidez en lo que pretendes que sea coherencia. Ven favoritismo donde quieres que haya equidad.
Nos debe doler ver la ceguera de tantos. Más que enfadarnos. Incluso es una fuente de oración. En vez de lamentarnos, vamos a encomendar a estos hermanos.
La fe es un don de Dios o sea que no hay que enorgullecerse de ella. Sino tener pena, lástima como tenía Jesús.
Otra fuente de dolor es la agresividad que muchos tuvieron y siguen teniendo por el mensaje de Jesús. A nosotros también nos perseguirán.
22 Se celebró por entonces en Jerusalén la fiesta de la Dedicación. Era invierno.23 Jesús se paseaba por el Templo, en el pórtico de Salomón. 24 Le rodearon los judíos, y le decían: «¿Hasta cuándo vas a tenernos en vilo? Si tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente.» 25 Jesús les respondió: «Ya os lo he dicho, pero no me creéis. Las obras que hago en nombre de mi Padre son las que dan testimonio de mí; 26 pero vosotros no creéis porque no sois de mis ovejas. 27 Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas mi siguen. 28 Yo les doy vida eterna y no perecerán jamás, y nadie las arrebatará de mi mano. 29 El Padre, que me las ha dado, es más grande que todos, y nadie puede arrebatar nada de la mano del Padre. 30 Yo y el Padre somos uno.» 31 Los judíos trajeron otra vez piedras para apedrearle. 32 Jesús les dijo: «Muchas obras buenas de parte del Padre os he mostrado. ¿Por cuál de esas obras queréis apedrearme?» 33 Le respondieron los judíos: «No queremos apedrearte por ninguna obra buena, sino por una blasfemia y porque tú, siendo hombre, te haces a ti mismo Dios.» 34 Jesús les respondió: «¿No está escrito en vuestra Ley: Yo he dicho: dioses sois? 35 Si llama dioses a aquellos a quienes se dirigió la palabra de Dios -y no puede fallar la Escritura- 36 a aquel a quien el Padre ha santificado y enviado al mundo, ¿cómo le decís que blasfema por haber dicho: `Yo soy Hijo de Dios'? 37 Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis; 38 pero si las hago, aunque a mí no me creáis, creed por las obras, y así sabréis y conoceréis que el Padre está en mí y yo en el Padre.» 39 Querían de nuevo prenderle, pero se les escapó de las manos.
Hay personas que se sienten profetas y se sienten perseguidas, y hacen un drama interior. y pierden la paz y la hacen perder. Hay quien lo contrario, rehuye siempre el conflicto. ‘Lo importante es la paz’. Temperamentos cómodos. Jesús no busca el conflicto pero no rehuye el conflicto. Lo afronta con firmeza y con fidelidad si es que es fruto del cumplimiento de la voluntad del Padre.
Otra fuente de dolor fue el rechazo de los suyos. De aquéllos de los que esperaba más. ¡Cómo nos duele a nosotros el desamor de los hijos! Jesús quiso pasar por ahí. Por el rechazo de su persona por parte de los justos. De los que supuestamente deberían tener más obligación de quererle. Muchos judíos iban a casa de María. En Betania. Y Jesús iba a menudo.
45 Muchos de los judíos que habían venido a casa de María, viendo lo que había hecho, creyeron en él. 46 Pero algunos de ellos fueron a los fariseos y les contaron lo que había hecho Jesús.47 Entonces los sumos sacerdotes y los fariseos convocaron consejo y decían: «¿Qué hacemos? Porque este hombre realiza muchos signos. 48 Si le dejamos que siga así, todos creerán en él y vendrán los romanos y destruirán nuestro Lugar Santo y nuestra nación.» 49 Pero uno de ellos, Caifás, que era el sumo sacerdote de aquel año, les dijo: «Vosotros no sabéis nada, 50 ni caéis en la cuenta que os conviene que muera uno solo por el pueblo y no perezca toda la nación.» 51 Esto no lo dijo por su propia cuenta, sino que, como era sumo sacerdote aquel año, profetizó que Jesús iba a morir por la nación 52 - y no sólo por la nación, sino también para reunir en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos.53 Desde este día, decidieron darle muerte. 54 Por eso Jesús no andaba ya en público entre los judíos, sino que se retiró de allí a la región cercana al desierto, a una ciudad llamada Efraín, y allí residía con sus discípulos. (Jn 11)
Ese es otro tipo de dolor el de la persecución de los ‘buenos’. No hay motivo por el que deban rechazarte pero así lo hacen.
Los doctores de la ley no le escuchan.
Y luego por fin, el abandono de los suyos. Pedro le dijo que le seguiría hasta la muerte.
66 Desde entonces muchos de sus discípulos se volvieron atrás y ya no andaban con él.67 Jesús dijo entonces a los Doce: «¿También vosotros queréis marcharos?» 68 Le respondió Simón Pedro: «Señor, ¿a quién vamos a ir? Tú tienes palabras de vida eterna, 69 y nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios.» 70 Jesús les respondió: «¿No os he elegido yo a vosotros, los Doce? Y uno de vosotros es un diablo.» 71 Hablaba de Judas, hijo de Simón Iscariote, porque éste le iba a entregar, uno de los Doce. (Jn 6)
Y el abandono de su Padre. Debió ser lo que más le hizo sufrir. Previsto desde la oración del huerto.
34 A la hora nona gritó Jesús con fuerte voz: «Eloí, Eloí, ¿lemá sabactaní?», -que quiere decir- «¡Dios mío, Dios mío! ¿por qué me has abandonado?» 35 Al oír esto algunos de los presentes decían: «Mira, llama a Elías.»
Es lo que entonces sentía. Lo que le angustiaba en Getsemaní, era esto. El cumplimiento de la voluntad de Dios se le hace amargo y difícil, porque no encuentra a Dios. Es impresionante que el Padre hace pecado a su Hijo. En Él nos ve a nosotros. Y hay una distancia interior entre su voluntad humana que se resiste a la pasión, y el cumplimiento de la voluntad de Dios.
‘Tengo una tristeza hasta morir’ dirá. Sin llegar a ese extremo, Dios hace a veces silencio en nuestras vidas. Y no le encontramos. Por apego a nuestros criterios, por rutina. Pero a veces, porque se hace de noche. Dios no se manifiesta. Y calla. Como calla ante Job. Ese silencio puede manifestarte también en nuestra vida.
Quiso bajar hasta el fondo. No se ha ahorrado nada. Dios (en la Semana Santa) ha conocido la decepción, la depresión, la angustia, la oscuridad, el desamor, la traición.
Baja por solidaridad con nosotros para que le tengamos cercano a nosotros en esos momentos. No para ser el primero de los que sufren, sino para sufrir con nosotros nuestro desencanto, nuestra depresión, nuestra angustia…
En el rostro de Jesús se revela la impotencia de Dios. Se anonada. Acepta ser derrotado. Será escándalo para judíos y paganos. No se baja de la cruz. Habla bajito para que sólo lo oiga aquél que desea escucharlo. Y se quede tranquilo aquél que piensa que no ha hablado.
Nos cuesta aceptar un Dios silencioso.
Este Dios impotente en nuestra vida personal debería animarnos a vivir con gozo.
Deberíamos pedírselo. En el cumplimiento de la voluntad de Dios van incluidos esos momentos de soledad, contradicción,…
Nunca estuvo Dios tan cercano como en el momento de la pasión de su Hijo. Jamás Dios se manifestó tan misericordioso como en el momento de la crucifixión de su hijo amado. No es el tormento del Hijo, es fruto del amor de Dios.
A veces puede ser fuente de contradicción que purifica nuestra fidelidad.
7 El cual, habiendo ofrecido en los días de su vida mortal ruegos y súplicas con poderoso clamor y lágrimas al que podía salvarlo de la muerte, fue escuchado por su actitud reverente, 8 y aun siendo Hijo, por los padecimientos aprendió la obediencia; 9 y llegado a la perfección, se convirtió en causa de salvación eterna para todos los que le obedecen, (Hb 5)
No será que el camino del sufrimiento en nuestra vida que fue el que Él eligió, el que nos va a valer a nosotros.
Nadie pensó en el camino del dolor para Jesús.
Se nos bajan mucho los humos cuando las cosas no nos salen bien. Podemos ganar en humildad y compresión a los demás. En agradecimiento a los dones recibidos. En dar el corazón misericordioso al que sufre, y en capacidad de encontrar a ese Dios silencioso y pedirle la fidelidad. Jesús le pide fuerza para cumplir su voluntad en Getsemaní.
Esa entrega la actualizamos en cada Eucaristía. Es un estímulo y es lo más hondo del amor de Jesús.
¿Cuáles son las fuentes de mi sufrimiento que no reconozco ante el señor?
Que me duelen, que no acepto. De mi pasado, de mi mismo. De mis hijos, de mi mujer. Hay cosas que no me han salido como yo pensaba. Reveses de fortuna, salud, dinero. Miedos que se insinúan de futuro. Todo eso que permanece sin que el Señor pueda tocarlo, bendecirlo, sanarlo. Iluminarlo. Eso puede ser una fuente de salvación, en la medida que no sea un dolor sin cruz. Sin crucifijo.
Sólo hay una fuerza más capaz del dolor: el amor.
La vida no es el valor absoluto. El valor supremo es el amor. La vida está para amar. Muerto está el que no ama. Hay una posibilidad de sanar los dolores: amarlos. Empezando por respetarlos, por aceptarlos. Como hacía Jesús con la voluntad de Dios, cuando esa voluntad se manifestaba a través de ese camino difícil, y que no quería directamente pero aceptó por obediencia. _________________ NO SOY VETERANO

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Tomás Bertrán Mercader Veterano
Registrado: 01 Oct 2005 Mensajes: 1503 Ubicación: España
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Publicado:
Mar Jul 01, 2008 10:47 am Asunto:
Tema: un cristiano triste es un triste cristiano |
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FE DE ERRATAS:
Cita: | ¿Por qué sufrimos cuando sufrimos? ¿por quién sufrimos cuando sufrimos?[/color]
40 Se le acerca un leproso suplicándole y, puesto de rodillas, le dice: «Si quieres, puedes limpiarme.» 41 Encolerizado, extendió su mano, le tocó y le dijo: «Quiero; queda limpio.» 42 Y al instante, le desapareció la lepra y quedó limpio. 43 Le despidió al instante prohibiéndole severamente: 44 «Mira, no digas nada a nadie, sino vete, muéstrate al sacerdote y haz por tu purificación la ofrenda que prescribió Moisés para que les sirva de testimonio.» 45 Pero él, así que se fue, se puso a pregonar con entusiasmo y a divulgar la noticia, de modo que ya no podía Jesús presentarse en público en ninguna ciudad, sino que se quedaba a las afueras, en lugares solitarios. Y acudían a él de todas partes. (Mc 1) |
Donde en Mc 1, 41 pone "Encolerizado", debe poner "Enternecido".
Pido perdón primero a Jesús por escribir lo contrario a su verdadera actitud en este pasaje. (Se está riendo). Y pido perdón a los foristas. Repito, es "enternecido" y no "encolerizado". _________________ NO SOY VETERANO

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Tomás Bertrán Mercader Veterano
Registrado: 01 Oct 2005 Mensajes: 1503 Ubicación: España
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Publicado:
Mie Jul 02, 2008 9:57 am Asunto:
Tema: un cristiano triste es un triste cristiano |
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Reconocer al Señor
Jesús quiere después de la Resurrección aparecerse a los apóstoles durante cincuenta días. Y que en esas apariciones tuvieran un contacto muy íntimo con Él, en donde lo más importante es la promesa del Espíritu Santo: ‘Vendrá uno que os recordará todo lo que os he dicho, que estará con vosotros’.
7 El discípulo a quien Jesús amaba dice entonces a Pedro: «Es el Señor».Cuando Simón Pedro oyó «es el Señor», se puso el vestido -pues estaba desnudo- y se lanzó al mar. 8 Los demás discípulos vinieron en la barca, arrastrando la red con los peces; pues no distaban mucho de tierra, sino unos doscientos codos.
9 Nada más saltar a tierra, ven preparadas unas brasas y un pez sobre ellas y pan. 10 Díceles Jesús: «Traed algunos de los peces que acabáis de pescar.» 11 Subió Simón Pedro y sacó la red a tierra, llena de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y, aun siendo tantos, no se rompió la red. 12 Jesús les dice: «Venid y comed.» Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: «¿Quién eres tú?», sabiendo que era el Señor. 13 Viene entonces Jesús, toma el pan y se lo da; y de igual modo el pez. 14 Esta fue ya la tercera vez que Jesús se manifestó a los discípulos después de resucitar de entre los muertos.
Eso de que les invitara a desayunar, es nuevo. No sabemos el diálogo o el silencio que hay entre Pedro y Jesús en ese momento. Pedro ayuda a sus compañeros. No se atreven a preguntar.
15 Después de haber comido, dice Jesús a Simón Pedro: «Simón de Juan, ¿me amas más que éstos?» Le dice él: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero.» Le dice Jesús: «Apacienta mis corderos.» 16 Vuelve a decirle por segunda vez: «Simón de Juan, ¿me amas?» Le dice él: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero.» Le dice Jesús: «Apacienta mis ovejas.» 17 Le dice por tercera vez: «Simón de Juan, ¿me quieres?» Se entristeció Pedro de que le preguntase por tercera vez: «¿Me quieres?» y le dijo: «Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero.» Le dice Jesús: «Apacienta mis ovejas.
Y se lo dice delante de los otros. Le confía el mismo ministerio, después de la traición. Ya no dice como en el Jueves Santo que le ama ‘más que éstos’. Pero Pedro está seguro de que le ama.
Es en la Pascua cuando le devuelve su ministerio pastoral, y cuando quiere que quede claro entre sus discípulos que el amor es la causa de ese encargo, y no la fidelidad. Por importante que sea.
Después de esto, y de estas apariciones, hemos de preguntarnos qué es lo que el Espíritu Santo quiere hacer en cada uno de nosotros. Jesús se va despidiendo de sus discípulos. Ellos esperarán con María en el cenáculo a ese defensor, que tendrá por misión. Lo mismo que tiene por misión en nuestro corazón. El Espíritu Santo quiere:
* universalizar nuestro corazón,
preocuparnos por toda la Iglesia, sentir nuestro las alegrías, y el pecado de toda la Iglesia. Cuando vemos un cristiano con un corazón demasiado pequeño, pensamos que el Espíritu Santo no lo ha hecho grande como el de Jesús.
* Actualizar: aquél que yo os mandaré os recordará todo lo que yo os he dicho. Recordar desde dentro. No como mensaje pasado, sino hacer vital.
Cuando uno intenta ser creativo, vencer la tristeza, el desánimo, la rutina, etc. No es solamente un esfuerzo pedagógico o humano, sino que es fruto del impulso del Espíritu Santo.
* Interiorizar: que los valores cristianos no son recibidos desde fuera, sino que resuenan desde dentro.
Por eso la lectura de la Palabra de Dios no es la lectura de una palabra muerta, porque esa palabra de Dios no tiene tiempo. Y cuando la lees, aquello que estás leyendo, tiene la fuerza de crear en ti lo que está prometiendo.
Aquella palabra, no me anuncia un don, sino que realiza en mí ese don que promete. San Agustín dice que quien se encarga de eso es el Espíritu Santo. Que desde nuestro interior hace resonar, hacer interior aquello que Jesús dijo. El ‘os recordará’ es ‘me doy cuenta de que me lo está diciendo’ más que un puro efecto de memorizar. En la oración, en la entrega del apostolado, el Espíritu Santo intenta en nosotros esa triple acción.
Eso significa cosas, y todo un programa que se manifiesta sobre todo en la vida de los santos, no sólo en la liturgia. Aquellos programas vivos de lo que Jesús quiere de nosotros, pues son aquellos hombres y mujeres que lo han vivido. Y de ahí aprendemos el modo de colaborar en esta obra del Espíritu Santo en nosotros.
Ideas
Dominio de los sentidos. El Espíritu Santo nos lleva a una especie de disciplina interior auténtica y perseverante para que no vivamos sumergidos en una perpetua adolescencia espiritual. Cuantas veces se nos ha dicho que la fe cristiana es una fe de Mandamientos, de prohibiciones. Hoy se nos está recordando constantemente. Eso es el comienzo. Quien se quede ahí se pierde lo mejor. Si Jesucristo se deja matar solo para que no nos matemos y no nos robemos… mal vamos… Eso lo sabíamos antes. Esa adolescencia del espíritu, significa depender excesivamente del gusto. Del gusto sensible o de lo que me parece. De lo que me gusta y de lo que no me gusta. De las fobias, de las filias. De me cae bien o no me cae bien, de tengo ganas o no tengo ganas. Incluso en el trato con Dios. Qué fácil es la oración cuando me encuentro a gusto. Qué fácil es dejarla cuando no siento nada, y da la sensación de pérdida de tiempo. Una persona que no controle su sensibilidad en el mundo de hoy, llega a estar tan disperso… Al cabo del día oímos tantas noticias, tantas voces que no son las del Señor… tantas, que perdemos la paz.
Hay dos cosas contra las que hay que luchar para no perder la paz: el deseo de noticias, y la crítica.
Si tenemos la cabeza y el corazón llenos, el Espíritu Santo no puede entrar. Ese es un campo de lucha: mantener esa unión espiritual con el Espíritu Santo en este silencio de nuestro corazón, para que resuene la palabra de Jesús.
Controlar los sentidos fue uno de los objetivos de algunas escuelas no demasiado católicas. Las escuelas del ‘agere contra’. Es decir: ‘¿te gusta tomar café?, pues no tomes café. Todo lo que te guste, pues di que no. Y así te acercarás más a Dios.’ Pues no. Eso no es el planteamiento radicalmente cristiano. La conversión del cristiano no es el dominio del cuerpo por el espíritu. Eso es lo que hacían los estoicos. Controlar perfectamente la sensibilidad puede ser un ejercicio técnico de autocontrol. Pero no nos acerca ni un milímetro a las promesas del Espíritu Santo. Otra cosa es que algo de esto habrá que hacer. Como propedéutica, pero a donde apunta el Espíritu Santo es a la conversión del entendimiento. Es la conversión del espíritu a Dios lo que es auténticamente cristiano. Es la metanoia, el cambio de todo mi mundo interior. Que pongo a disposición de Jesús y de su Espíritu. Y que incluirá, cómo no, el control de la sensibilidad y del gusto y del cuerpo, claro que sí. Pero no únicamente, ni preferentemente, ni esencialmente. No sea caso que nos vendan unos santos que consistan en esa especie de estoicismo cristiano, hoy en el New Age muy extendido y que no nos deje como fruto esa libertad interior que Jesús quería para sus discípulos y que es fruto de la conversión del espíritu. En las tres grandes facultades que Dios nos ha dado: en el entendimiento, en la memoria, y en la voluntad. Ese es el esfuerzo mayor de la madurez cristiana. Que el entendimiento repose en la fe, que los criterios con los cuales pienso el mundo, el dinero, la salud, mi familia,… que lo que decido lo decida según el pensamiento y la voluntad de Dios. Esa conversión del entendimiento, ¡cómo cuesta! Y esa sí que es esencial.
Que la memoria repose en la esperanza. Aquello de lo cual yo me acuerdo, y Dios ya no se acuerda. Porque lo ha perdonado, es una ofensa. Es una ofensa al Señor, a su amor. A veces nosotros tenemos más memoria que Dios.
Y que la voluntad repose en la caridad.
Es todo un programa que quizá nos dure toda la vida.
Por ejemplo, en el entendimiento, normalmente funcionamos con criterios. Tenemos criterios. Por ejemplo preguntas típicas después de revisar, por ejemplo cómo ha ido la Semana Santa:
1ª ¿Había mucha gente? 2ª ¿Se fueron contentos?
¿Os imagináis a Jesús haciendo esas dos preguntas a sus discípulos después del sermón de la montaña?
Ocurre que cogemos criterios del mundo, y sin pasarlos por el discernimiento espiritual, los aplicamos. Sin más. Eso nos puede ir despistando. Porque puede llegar un punto que guiados por criterios del mundo podamos llegar a ser personas muy responsables, muy racionales, pero muy del mundo. Que apliquemos el marketing y la venta del producto ahí donde es toda otra realidad.
Criterios a la hora de educar, en la pedagogía familiar, en el cuidado de nuestra salud, en el gasto de nuestro dinero. ¿Con qué criterios decidimos las cosas?
Porque puede haber cosas buenas que impidan otras mejores.
Uno puede ser amante del orden y que ese orden sea mortificante para el otro. Puede ser una cosa terrible. Puede que tenga buenos criterios, pero mal integrados. Así, deberemos priorizar, por ejemplo la caridad deberá estar por encima del orden.
Criterios mal entendidos y o mal integrados o que no son sobrenaturales. Hay personas que dan mucha importancia al cuidado de la salud. No hay, por ejemplo, ningún sitio en el evangelio donde se diga que hay que hacer footing. Puede haber formas muy racionales de agradar a Dios, y nada sobrenaturales. Lo más razonable es lo que más nos acerca a Dios. Pues no. Porque el martirio no tiene nada de razonable. El perdón de los enemigos, tampoco. La humildad es una virtud nada razonable. Nuestro techo no es nuestra razón, ni nuestra conciencia. Nuestro techo es el Espíritu Santo, que respeta todo lo que hay en esta naturaleza, pero nos eleva a otra manera de pensar. Y de vivir. Y por eso a vosotros en el mundo os da la sensación de estar con un pie dentro y otro fuera. Les ha ocurrido a los cristianos siempre. Vivimos en el mundo, pero no somos del mundo, como nos decía Jesús.
No hemos nacido ni de la carne ni de la sangre, y habrá criterios que no podremos compartir ni explicar a veces porque los habremos fundamentado en un modo de vivir según el Espíritu que se nos ha dado. Así puede pensar cada uno en su vida, qué criterios tengo bloqueados, o mal entendidos, que no están del todo bien armonizados. La verdad es que nos cuesta concretar, sobre todo cuando los criterios fundamentales no están de acuerdo con el Evangelio.
Una de las cosas que hace sufrir más es la relación entre acción y contemplación. Eso les pasaba a los discípulos de Jesús. Cuando les decía ‘vamos a predicar’ iban de mala gana. Pero se da la multiplicación de los panes, y se animan mucho. Entonces se los lleva a rezar y van de mala gana. Se van de mala gana a actuar, y se van de mala gana a rezar. Porque van a destiempo. Eso también pasa en las parejas. Es la historia de dos personas que se quieren mucho, a rabiar, pero distinto. Que los ritmos no andan a la par. Algo semejante les pasaba a los discípulos de Jesús. Hemos de saber encontrar nuestros propios ritmos de relación con el Señor. Y entre nosotros. Puede ser un trabajo que directamente no sea proponer nada en concreto, pero sí que estar revisando los criterios de cómo hablamos, de cómo pensamos. Del dinero, de la televisión, del ocio. De la relación con los hijos. De tantas y tantas cosas. Y esos criterios los vamos llevando a la oración, para que sea el Espíritu Santo quien los vaya discerniendo. No al mundo. No preguntando qué piensa la gente o qué hace la gente. Sino, ‘Señor, ¿tú que piensas de esto?’ Ahí tenemos un gran programa: vivir de la fe. Ver el mundo con los ojos de Dios, amar al mundo con el corazón de Dios. Respecto a la memoria y a la voluntad, ojo a la moda. El Espíritu nos hace libres. A los discípulos les dio una gran libertad para salir al mundo entero. Y de hecho tampoco sabían tanto de cómo habían de hacerlo. Pablo pensaba que no había que poner demasiadas exigencias, luego dudó, luego fue a Jerusalén. Santiago –el más lúcido– dijo de ir a lo esencial. Quitar el peso de la ley judía que los discípulos de Jerusalén tenían como propia. Pero la verdad es que vivir en el mundo es vivir sujetos a la moda. Hay valores cristianos que según que época están de moda. Ahora, por ejemplo tenemos la paz. No tiene nada de extraño que haya valores cristianos que sean cotizados en este mundo, como no tiene nada de extraño que otros valores jamás sean cotizados, aceptados o recibidos en el mundo. Y vivimos en el mundo, y amamos al mundo, pero no somos del mundo. Hay una sensación de mareo, de cierta perplejidad. No nos es tan sencillo vivir de la fe, cuando hay criterios cambiantes constantemente. O generamos un recelo: de todo sospecho. O elijo al azar. O nuestro asentimiento del Evangelio es distanciado, o condicionado. Cada momento lleva nuevas corrientes de pensamiento, de sentimientos, de acciones. Por ejemplo, eso pasó con el autoritarismo y el liberalismo. Era/es una moda. Y llegó a nuestras casas religiosas. Hay que tener la cabeza encima de los hombros, para distinguir lo que es fruto del Evangelio, y lo que es fruto del mundo, de la moda, del momento. Así que eso de tener un pie en el mundo y otro pie en el Evangelio, pues es difícil. Significa ser fieles al Evangelio sabiendo que recibiremos criterios, modos, expresiones sujetas a la moda espiritual, a los valores cambiantes. A ese mundo fugaz que pasa y del cual no nos podemos aislar, ni queremos aislarnos. Porque el Señor nos dice que ‘sois levadura en la masa’. Pero tampoco debemos romper con el mundo. Eso es para el monje. Al hombre que vive inmerso en el mundo no le es posible una actitud de verdadera libertad porque se ve obligado a adaptar a veces algunas de estas actitudes.
Por eso se le pide una profundidad mayor. Por eso hay que ir al desierto, para recordar, para revitalizar, para actualizar aquello de lo que queremos vivir. Sólo es libre aquél que no actúa por adhesión o por rechazo al medio social. Sólo es libre aquél que puede decir: el mundo no es mi referencia. Ni hago cosas por agradar al mundo, ni dejo de hacerlas por fastidiar al mundo. Sencillamente, no vivo para el mundo. El criterio de mi actuación, mi verdad auténtica, está en el Señor. Es libre el cristiano, porque cree en Cristo. Porque Cristo ha trascendido al mundo, porque lo ha vencido. Ha vencido a la muerte.
Y dice san Pablo
18 a cuantos no ponemos nuestros ojos en las cosas visibles, sino en las invisibles; pues las cosas visibles son pasajeras, mas las invisibles son eternas. (2Cor 4)
Hay que hacer las cosas par agradar al Señor. Porque lo necesitamos para crecer por dentro y agradar al Señor.
En Efesios 4,
22 despojaos, en cuanto a vuestra vida anterior, del hombre viejo que se corrompe siguiendo la seducción de las concupiscencias, 23 renovad el espíritu de vuestra mente, 24 y revestíos del Hombre Nuevo, creado según Dios, en la justicia y santidad de la verdad.
La conversión es iluminación de nuestro espíritu, de dentro afuera. Siempre ha sido así. No es que no haya que llegar afuera. Habrá que llegar al control de los sentidos, y a rechazar aquello que es pecado, y a poner un orden de vida que es adecuado para seguir al Señor, pero es desde dentro. Desde aquel contacto de la samaritana, del ciego de nacimiento, de Lázaro, que descubre en Jesús el modelo a seguir. Y eso significa relativizar la sociedad en la cual vivimos. No despreciarla, pero sí darse cuenta de que este mundo pasa. Que nosotros no tenemos morada aquí. Y que solo creyendo en el Señor, podemos vivir en el mundo, y a la vez vivir de Jesucristo, no del mundo. Nos recuerda el Vaticano II que es importante que los cristianos tengan la posibilidad de santificación sin salir de su vida ordinaria (encarnarse en un espacio y en un tiempo). Pero para eso hace falta dejarse llevar del Espíritu. Que es quien realmente configura la vida del cristiano con ese criterio de fe: el entendimiento en la fe, la memoria en la esperanza (deja el pasado en su misericordia, y deja el futuro en su providencia), la voluntad en la caridad: quiero amar según Jesucristo, es mi modelo. Cuantas veces hemos tenido que hacer cambios internos, adaptaciones espirituales, y habrá que seguir haciéndolo. Eso no es ninguna traición. Que lo que se rompe es lo rígido. Lo resistente es lo flexible. Lo flexible no tiene nada de persona que traiciona la verdad. Lo que he de hacer es coger del Evangelio y de la Iglesia aquello esencial y veo lo que había en el pasado de formulación legítima, pero según el tiempo y el espacio. El riesgo es que si cambio una cosa importante, puedo ser desleal con el Señor, y si dejo una cosa accidental, puede ocurrir que sea más inútil para el apostolado, o que pueda ejercer menos influencia en el mundo actual. Para hacerlo bien, revisar nuestros criterios a la luz de la fe. Los que tengo. Los que me faltan. Los que tengo mal asumidos. Los que hace mucho tiempo que no reviso. A la luz de la fe significa también a la luz del Evangelio, del Magisterio de la Iglesia, de la vida de los santos, en la vida litúrgica como fuente de inspiración, en el consejo espiritual.
Pidamos al Señor que nos ayude, ya que después de la Resurrección, el trabajo más claro que Jesús hará con sus discípulos es desearles que el Espíritu Santo les asista. Ellos tenían un fuerte deseo del Espíritu. Es en el cenáculo donde esperan al Defensor, que les recuerde, que les anime, que les revitalice en ese trabajo espiritual de parecerse cada día más a Jesús. _________________ NO SOY VETERANO

TODO POR JESUS Y MARIA. |
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Tomás Bertrán Mercader Veterano
Registrado: 01 Oct 2005 Mensajes: 1503 Ubicación: España
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Publicado:
Jue Jul 03, 2008 5:36 pm Asunto:
Tema: un cristiano triste es un triste cristiano |
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Camino de Emaús
Actualizar el don de Dios es vivir de la llamada que Jesús nos hace para seguirle. Y como ese don de Dios es permanente, puede revitalizarse en nuestro interior. Y esa fue también la experiencia de los discípulos de Emaús.
Se podría titular este evangelio como ‘de Cleofás y el gafe’.
De la RAE
Cita: | gafe.
(De or. desc.).
1. adj. Dicho de una persona: Aguafiestas o de mala sombra. U. t. c. s. |
Se iban de Jerusalén desanimándose uno a otro. Uno tenía un tono más positivo, y el otro más profundamente desanimado. Veamos la conversación (en Lc 24), porque es muy interesante ver cómo recuperan la alegría después de todo un camino lamentándose.
13 Aquel mismo día iban dos de ellos a un pueblo llamado Emaús, que dista sesenta estadios de Jerusalén, 14 y conversaban entre sí sobre todo lo que había pasado. 15 Mientras conversaban y discutían, el mismo Jesús se acercó a ellos y caminó a su lado; 16 pero sus ojos estaban como incapacitados para reconocerle. 17 Él les dijo: «¿De qué discutís por el camino?» Ellos se pararon con aire entristecido.
70 estadios son unos 7 Km. ¿cuántas veces nos habrá pasado a nosotros que tenemos al Señor tan cerca y no le vemos? Y no le reconocemos. En aquello que nos pasa, en cosas que nos dicen…
(En verde lo del "gafe")
18 Uno de ellos, llamado Cleofás, le respondió: «¿Eres tú el único residente en Jerusalén que no sabe las cosas que han pasado allí éstos días?» 19 Él les dijo: «¿Qué cosas?» Ellos le dijeron: «Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras delante de Dios y de todo el pueblo;20cómo nuestros sumos sacerdotes y magistrados le condenaron a muerte y le crucificaron.21 Nosotros esperábamos que sería él el que iba a librar a Israel; pero, con todas estas cosas, llevamos ya tres días desde que esto pasó. 22 El caso es que algunas mujeres de las nuestras nos han sobresaltado, porque fueron de madrugada al sepulcro 23 y, al no hallar su cuerpo, vinieron diciendo que incluso habían visto una aparición de ángeles que decían que él vivía. 24 Fueron también algunos de los nuestros al sepulcro y lo hallaron tal como las mujeres habían dicho, pero a él no le vieron.
La conversación que van llevando ellos dos, buenos discípulos que vuelven a su vida ordinaria, es que no abren los ojos. Sabían que debía ser al tercer día. Y es el tercer día. Muy temprano las mujeres fueron al sepulcro y no le vieron. Y además, otros discípulos confirman el dato. Pero no es suficiente. No es suficiente porque la tristeza tiene ese terrible poder de no dejarte ver. Los dos discípulos van desanimándose uno a otro. ‘Esperábamos…’ Pero no. Mejor pensar que ha sido un buen sueño. ¿Cuántas veces no nos habrá pasado esto en nuestra vida personal? Aquél momento de conversión, aquél deseo de ser mejores, sincero, se queda ahí, porque la tristeza, el desánimo, el fracaso, nos gana la partida. Y volvemos a nuestro Emaús. Es cuando Jesús resucitado, actúa con esa energía que ahora escuchamos:
25 Él les dijo: «¡Oh insensatos y tardos de corazón para creer todo lo que dijeron los profetas! 26 ¿No era necesario que el Cristo padeciera eso para entrar así en su gloria?» 27 Y, empezando por Moisés y continuando por todos los profetas, les explicó lo que había sobre él en todas las Escrituras.
28 Al acercarse al pueblo a donde iban, él hizo ademán de seguir adelante.29 Pero ellos le rogaron insistentemente: «Quédate con nosotros, porque atardece y el día ya ha declinado.» Entró, pues, y se quedó con ellos. 30 Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. 31 Entonces se les abrieron los ojos y le reconocieron, pero él desapareció de su vista.32 Se dijeron uno a otro: «¿No estaba ardiendo nuestro corazón dentro de nosotros cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?»
Él se les va. Quiere que le pidan que se quede con ellos. Ese quédate con nosotros es el nuestro, porque la causa de la tristeza suele ser la mayoría de las veces la ausencia de Dios. Nos vamos muriendo por dentro. Las pequeñas dificultades cobran mucha importancia, los recuerdos de pecado anteriores parecen enormes. La impotencia se insinúa. Y cuando desaparece (que no dice que se marche) recuperan la alegría.
33 Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén y encontraron reunidos a los Once y a los que estaban con ellos, 34 que decían: «¡Es verdad! ¡El Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón!» 35 Ellos, por su parte, contaron lo que había pasado en el camino y cómo le habían conocido al partir el pan.
Se pasaron un día para ir, y ahora ya de noche, se vuelven. Deberían ir ligeros…
Se van con los otros, y no les dejan hablar. El día perdido. Y luego les dejan por fin explicar lo que les ha pasado.
Esa experiencia de Pascua, reviviendo en nosotros la llamada, significa fidelidad. Sobre todo, para acompañarle en la cruz. En las dificultades que cada uno pueda tener. Eso es don de Dios en el que queremos colaborar. Las comunidades que nacen de esta mañana, es una experiencia movilizadora. Salen del cenáculo. Salen de Jesuralén. Se ponen en marcha. En camino. Superan sus pequeñas diferencias. Son comunidades llenas de alegría. Empieza a ser el domingo el primer día de la semana. Tienen coraje. Resisten activamente a muchas presiones que los Hechos de los apóstoles nos cuentan. Impulsadas a comunicar lo que han visto. Por mandato de Jesús. Son transmisores de esa alegría, a eso que llamamos la nueva noticia. A eso nos dedicamos: no a transmitir un mensaje teológico ni un conjunto de preceptos, sino que transmitimos una noticia: la de Pascua. ‘Aquel que visteis colgar de una cruz, vive.’ Esa noticia que comunicamos o que intentamos comunicar, eso es Pascua. Y es muy contraria esa experiencia a la tristeza, al desánimo, a la angustia.
A veces tenemos motivos razonables para el desánimo. Los de Emaús tenían motivos para el desánimo. Cualquiera de nosotros hubiera sido peor que el gafe. Tenemos motivos para estar desanimados o ser pesimistas. Pero no tenemos ni uno para estar desconfiados. La Iglesia que Jesús quiere es una Iglesia confiada, no una Iglesia optimista. Los cristianos de hoy puede que tengamos motivos para no ser optimistas. Pero tenemos todos los motivos para poder confiar, porque la confianza no se fundamenta en el éxito ni en nuestras fuerzas, sino en la promesa de Jesús. Puede que de este momento de purificación nazca una Iglesia mejor. ¿Qué sabemos nosotros? Nuestros análisis racionales están hechos a veces con poca fe. Hay que verlo todo. No sólo lo que hay, sino lo que Dios ve y yo no veo. La Resurrección de Jesús lo renueva todo. Es entonces cuando empezamos a llamar a Jesús ‘el Señor’.
7 Porque ninguno de nosotros vive para sí mismo; como tampoco muere nadie para sí mismo. 8 Si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así que, ya vivamos ya muramos, del Señor somos. 9 Porque Cristo murió y volvió a la vida para eso, para ser Señor de muertos y vivos. 10 Pero tú ¿por qué juzgas a tu hermano? Y tú ¿por qué desprecias a tu hermano? En efecto, todos hemos de comparecer ante el tribunal de Dios, 11 pues dice la Escritura: ¡Por mi vida!, dice el Señor, que toda rodilla se doblará ante mí, y toda lengua bendecirá a Dios. 12 Así pues, cada uno de vosotros dará cuenta de sí mismo a Dios.(Rm 14)
No somos nuestros: esa es la experiencia radicalmente bautismal. Estamos toda la vida para desgranarla. Hay cosas que no pueden entrar por la ley moral. O no sólo por la ley moral. Como la propuesta de la Iglesia sobre el proyecto de familia. Cosas que son fruto del Espíritu Santo. Por ejemplo el no pertenecerse. No ya en el matrimonio. Ni nuestro dinero es nuestro. Ni nuestro cuerpo es nuestro. Por eso san Pablo, el argumento que da para la pureza: ‘¿no sabéis que sois templo del Espíritu Santo?’ Este sí es un argumento. De fe. Mi dinero no es mío, mis cosas no son mías, mi cuerpo no es mío, mi vida no es mía. Porque tanto si vivo como si muero…
Eso significa Señor: aquél que tiene dominio sobre la vida y sobre la muerte. Los cristianos tomaron ese nombre del mundo pagano y se lo aplicaron a partir de la Resurrección a Jesús: Jesús es el Señor. El Señor de todo y de todos. Lo cual implica que no somos señores de nada ni de nadie. Jesús es Señor, significa que no puedo, que no debo utilizar a nadie para nada. Que Jesús resucitado es Señor de cada uno, es aceptar que Él toma las decisiones en mi vida. Que yo le dejo que las tome. En el dinero, en los sentimientos, en el servicio a los demás, al apostolado. Que Jesús resucitado es Señor, significa que es el único Señor. No podéis servir a dos señores. Aceptarlo como único Señor nos dice san Pablo a los Corintios, es también descubrir la libertad.
17 Porque el Señor es el Espíritu, y donde está el Espíritu del Señor, allí está la libertad. (2 Co)
Cuando no esté clara la voluntad de Dios, dice san Ignacio que usemos la discreción de espíritu. Donde está el espíritu del Señor resucitado, hay libertad, hay paz, hay gozo, hay luz. Si hay esto, señal de que está el Señor, en eso que pretendo decidir. Piénsalo en la oración. Si te invade este sentimiento de gozo, de libertad, de paz, de luz, es el Señor. Si por el contrario nos invade la tristeza, la duda, la perplejidad, la complicación, no es señal del Señor. Aunque esto no sea infalible, ayuda mucho.
18 Mas todos nosotros, que con el rostro descubierto reflejamos como en un espejo la gloria del Señor, nos vamos transformando en esa misma imagen cada vez más gloriosos: así es como actúa el Señor, que es Espíritu.
Esa es nuestra moral. Cuando nos digan que tenemos una moral triste de mandamientos, hay que aclarar que no es así. La moral que nace del Evangelio es la de un espíritu nuevo, que no tenían los antiguos. Que nos hace ser del todo del Señor, y que nos transforma por dentro según una ley de libertad. No la libertad del mundo. Es en realidad una libertad que nos hace libres de nosotros mismos. Jesús es Señor también en forma de siervo. (Jn 13)
12 Después que les lavó los pies, tomó sus vestidos, volvió a la mesa, y les dijo: «¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? 13 Vosotros me llamáis `el Maestro' y `el Señor', y decís bien, porque lo soy. 14 Pues si yo, el Señor y el Maestro, os he lavado los pies, vosotros también debéis lavaros los pies unos a otros.15 Porque os he dado ejemplo, para que también vosotros hagáis como yo he hecho con vosotros.
16 «En verdad, en verdad os digo: no es más el siervo que su amo, ni el enviado más que el que lo envía. 17 «Sabiendo esto, dichosos seréis si lo cumplís. 18 No me refiero a todos vosotros; yo conozco a los que he elegido; pero tiene que cumplirse la Escritura:
Revitalizar nuestro interior.
El Señor quiere que vivamos esa alegría de la Pascua. Somos templo del Espíritu Santo. De un Espíritu que no es cosa sino persona. Persona viva, inteligente que quiere comunicarse. Que actúa en nuestro interior. Que hay que saber reconocer, y que tiene un plan concreto sobre cada uno porque no estamos hechos en molde.
En la primera Pascua, los discípulos tuvieron la ocasión de empezar lo que luego todos los cristianos hacemos en nuestra vida. Dejar que el Espíritu resucitado de Jesús cambie nuestro entendimiento y lo haga reposar en la fe, nuestra memoria en la esperanza, y que nuestra voluntad se esfuerce en el amor, en la caridad. Y que María, madre de la Iglesia haga que fructifique este retiro, y que la presencia de Jesús Resucitado nos acompañe siempre. _________________ NO SOY VETERANO

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tessi Asiduo
Registrado: 25 Sep 2007 Mensajes: 301
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Publicado:
Vie Jul 04, 2008 5:32 pm Asunto:
Tema: un cristiano triste es un triste cristiano |
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Cita: | Donde está el espíritu del Señor resucitado, hay libertad, hay paz, hay gozo, hay luz. Si hay esto, señal de que está el Señor, en eso que pretendo decidir. Si por el contrario nos invade la tristeza, la duda, la perplejidad, la complicación, no es señal del Señor. |
Evidentemente no está en mí el Espíritu del Señor. |
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Beatriz Veterano
Registrado: 01 Oct 2005 Mensajes: 6434
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Publicado:
Vie Jul 04, 2008 8:32 pm Asunto:
Tema: un cristiano triste es un triste cristiano |
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tessi escribió: | Cita: | Donde está el espíritu del Señor resucitado, hay libertad, hay paz, hay gozo, hay luz. Si hay esto, señal de que está el Señor, en eso que pretendo decidir. Si por el contrario nos invade la tristeza, la duda, la perplejidad, la complicación, no es señal del Señor. |
Evidentemente no está en mí el Espíritu del Señor. |
Hermanita, hoy te he leido tres comentarios, y los tres nada positivos. ¿Te sucede algo? ¿algún problema? quizás no te podemos ayudar pero por lo menos si te podemos escuchar (leer).
Te mando un fuerte abrazo _________________ "Quien no ama, no conoce"
San Agustín |
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Tomás Bertrán Mercader Veterano
Registrado: 01 Oct 2005 Mensajes: 1503 Ubicación: España
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Publicado:
Sab Jul 05, 2008 11:01 am Asunto:
Tema: un cristiano triste es un triste cristiano |
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Advientos personales
a) Nuestra gran esperanza
Nuestra gran esperanza es Jesucristo. Ya le hemos conocido, pero necesitamos un mayor grado de intimidad con Él. Y pedirle más a Él que a sus dones.
San Juan de la Cruz dice en los dichos de Luz y Amor
No me quitarás, Dios mío, lo que una vez me diste en tu único Hijo Jesucristo, en que me diste todo lo que quiero. Por eso me holgaré que no te tardarás si yo espero.
En Jesús me ha dado todo lo que quiero. Sólo Dios basta. En Jesús lo tenemos todo.
Como la Samaritana hemos de saber que el Mesías nos enseñará todas las cosas. Nos enseñará a orar a pedir a amar. Por eso Jesús es nuestra gran esperanza.
b) Nuestras esperancillas
Pequeñas esperanzas que son pequeñas metas, ilusiones, que son un poco las que nos ponen en movimiento. El Adviento es un tiempo apropiado para fomentar estas esperancillas.
Por ejemplo que el Señor nos de un mayor grado de intimidad con Él: la oración es un don.
En lo apostólico, más compromiso, o bien otros compromisos.
Una mejora en las relaciones en la vida de familia.
c) Los retrasos del hombre
Nosotros también nos retrasamos.
Esperar no es solo cosa del Adviento. Y hemos de esperar siempre. Y esperar es acoger a Dios. Es hacerse cargo de sus dones, de sus intenciones, de sus exigencias. Es colaborar en su programa y en su misión. Acelerar su venida. La esperanza tiene siempre ese matiz de dinamismo, de actividad. Es vigilancia, es tensión. Para Juan de la Cruz, esperar es salir al encuentro. Para él es salir de uno mismo. Salir también de las cosas. Cuanto más desposeído de las cosas, más fácilmente vas a encontrar al Señor. Pero para eso hay que sentirse herido de amor. En la medida que nos sintamos amados por Dios nos resultará fácil desprendernos de las cosas, y no nos entretendremos por el camino cogiendo flores, temiendo fieras. Hay que intentar ir más allá de las mediaciones. Las mediaciones son como alguien que señala hacia el objetivo, pero no podemos quedarnos mirando el brazo que señala, sino aquello a lo que señala el brazo. Hay que sentirse queridos por Dios, para que nuestro corazón arda para buscar más el encuentro.
d) Rasgos complementarios de la esperanza
La persona que espera es paciente. Es alegre, aunque de vez en cuando gima y llore porque desea la venida del Señor. Y dinámica. Se entrega, colabora. Hay que salir al encuentro. Y es persona agradecida, porque el que espera ya ha recibido. La persona que espera es una persona realista, no pesimista u optimista.
La persona que espera es también libre. Porque la esperanza libera.San Juan de la Cruz dice que la esperanza es enemiga de toda posesión. Es contraria a apegos y dominios. San Juan de la Cruz dice que mientras más tiene de posesión, tanto menos tiene de esperanza.
Hay teólogos que no esperan a Dios porque lo 'poseen' en sus construcciones doctrinales. O aquellos estudiantes de teología que no esperan en Dios porque ya lo poseen en sus manuales. O esos hombres de Iglesia que no esperan en Dios porque ya lo poseen encerrado en sus propias instituciones. O en muchos creyentes que no esperan a Dios porque lo poseen en su experiencia. Muchas veces no es fácil soportar el no tener a Dios y tener que esperarle. Parece que estamos más seguros cuando pensamos que poseemos a Dios. Y los cristianos hemos de tener la certeza de que a Dios no le poseemos totalmente. La esperanza es pues contraria a toda posesión.
La esperanza tiene también según San Juan de la Cruz un papel de purificación de nuestra memoria. La memoria es como un archivo donde tenemos datos positivos o negativos. A los que acudimos a veces para aferrarnos al pasado. La esperanza nos hace vivir el presente y mirando hacia el futuro.
La persona que espera es también fuerte, fiel y confía en medio de las penas. Nos ayuda a sufrir con paciencia y fidelidad. A doña Juana de Pedraza, le hace en una carta una especie de resumen de lo que es la noche oscura, y al final le dice:
¿Qué quiere? ¿Qué vida o modo de proceder se pinta ella en esta vida? ¿Qué piensa que es servir a Dios, sino no hacer males, guardando sus mandamientos, y andar en sus cosas como pudiéremos? Como esto haya, ¿qué necesidad hay de otras aprehensiones ni otras luces ni jugos de acá o de allá, en que ordinariamente nunca faltan tropiezos y peligros al alma, que con sus entenderes y apetitos se engaña y se embelesa y sus mismas potencias la hacen errar. Y así es gran merced de Dios cuando las oscurece, y empobrece al alma de manera que no pueda errar con ellas; y como no se yerre, ¿qué hay que acertar sino ir por el camino llano de la ley de Dios y de la Iglesia, y sólo vivir en fe oscura y verdadera, (y esperanza cierta y caridad entera, y esperar) allá nuestros bienes, viviendo acá como peregrinos, pobres, desterrados, huérfanos, secos, sin camino y sin nada, esperándolo allá todo?
El santo vincula también la fortaleza a la esperanza. Escribiendo desde La Peñuela, dice:
... Ya sabe, hija, los trabajos que ahora se padecen. Dios lo permite para prueba de sus escogidos. En silencio y esperanza será nuestra fortaleza.
e) Sentido escatológico de la esperanza. Esperanza de gloria
La esperanza en la gloria.
La esperanza sabe que la posesión total de Dios sólo se dará en la vida eterna. Nos ayuda a tener los pies en la tierra y los ojos en el cielo. El gemido de la esperanza, es el deseo del encuentro definitivo. Todo el que espera de verdad, siente dentro de sí cierto gemido, cierta nostalgia por el cielo.
El gemido es propio de la esperanza.
Hay que pensar en ese otro nacimiento que es el morir. Juan de la Cruz, veía el morir como un paso más.
No le puede ser al alma que ama amarga la muerte, pues en ella halla todas sus dulzuras y deleites de amor. No le puede ser triste su memoria, pues en ella halla junta la alegría; ni le puede ser pesada y penosa, pues es el remate de todas sus pesadumbres y penas y principio de todo su bien. Tiénela por amiga y esposa, y con su memoria se goza como en el día de su desposorio y bodas, y más desea aquel día y aquella hora en que ha de venir su muerte que los reyes de la tierra desearon los reinos y principados.
La muerte se acaba. La muerte es el paso de un lado al otro de la única vida.
Es un paso más. Es el paso a vida glorificada.
Y la mejor preparación para una buena muerte es una buena vida. Y no hemos de dejarlo todo para el final. Nos invita a morir al pecado, al hombre viejo, a ir rompiendo poco a poco las telas que nos impiden ver a Dios.
Morir para encontrar la vida eterna. Aunque el momento final puede ser duro y trágico o dramático.
Pero es posible compaginarla con cierta esperanza, porque la muerte para el que ama, no es el final.
Cultivemos la esperanza y las esperancillas en este Adviento. _________________ NO SOY VETERANO

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Tomás Bertrán Mercader Veterano
Registrado: 01 Oct 2005 Mensajes: 1503 Ubicación: España
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Publicado:
Mar Jul 08, 2008 8:26 pm Asunto:
Tema: un cristiano triste es un triste cristiano |
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El Padrenuestro
Preliminares
Aquí no decimos nada nuevo, pero la Palabra de Dios es siempre nueva.
Hay que hacer un esfuerzo psicológico de callar por dentro y por fuera. Olvidarse de mis cosas.
El protagonista es Dios. Es Él quien me ha traído. Estamos en la Iglesia. Venimos para estar con Jesucristo. Venimos a darnos del todo a Jesucristo en la medida en que seamos capaces. A convivir con Jesucristo: "Permaneced en mí, como yo en vosotros." (Jn 15,4)
Ratos de oración, de trato amistoso con Aquél que sé que me ama. Debo buscar la postura y el lugar. Oración: conciencia de la presencia de Dios en mí.
Hay que estar con paz: "No se turbe vuestro corazón..." (Jn 14,27)
Silencio. Esperanza: Desear confiadamente recibir aquello que Dios me quiere dar. Dejar que Dios haga los planes y nos dé lo que Él nos quiere dar. No podemos conformarnos con nuestra vida. No puedo vivir de mediocridades. Que sea su hijo cada vez más. Él me da todo lo que necesito para vivir como hijo suyo. Es urgente nuestra propia santificación. Necesitamos progresar en la fe, la esperanza y la caridad. Dios no se conforma con tener hijos que ‘vayan tirando’.
Dependiendo de cómo vivimos nosotros, también va a depender cómo van a vivir otros.
Mc 10, 46-52:
46 Llegan a Jericó. Y cuando salía de Jericó, acompañado de sus discípulos y de una gran muchedumbre, el hijo de Timeo (Bartimeo), un mendigo ciego, estaba sentado junto al camino. 47 Al enterarse de que era Jesús de Nazaret, se puso a gritar: «¡Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí!» 48 Muchos le increpaban para que se callara. Pero él gritaba mucho más: «¡Hijo de David, ten compasión de mí!»
49Jesús se detuvo y dijo: «Llamadle.» Llaman al ciego, diciéndole: «¡Animo, levántate! Te llama.» 50 Y él, arrojando su manto, dio un brinco y vino donde Jesús. 51 Jesús, dirigiéndose a él, le dijo: «¿Qué quieres que te haga?» El ciego le dijo: «Rabbuní, ¡que vea!» 52 Jesús le dijo: «Vete, tu fe te ha salvado.» Y al instante, recobró la vista y le seguía por el camino.
Hay que arrojar el manto y seguir a Jesús.
El Padrenuestro es la oración que Jesús ha querido dejar a sus discípulos. Para que comprendamos la relación coherente que los bautizados deben tener con Dios.
Coherencia significa que según pensamos, vivimos, o –en cristiano– según creemos, vivimos.
El Padrenuestro condensa el contenido central de la fe y la enseñanza de toda la Iglesia. Dice Tertuliano que es la síntesis de todo el Evangelio. Aparece en dos Evangelios. Nosotros usamos la forma de Mt 6, 9-13:
9 «Vosotros, pues, orad así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu Nombre; 10 venga tu Reino; hágase tu Voluntad así en la tierra como en el cielo. 11 Nuestro pan cotidiano dánosle hoy; 12 y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros hemos perdonado a nuestros deudores; 13 y no nos dejes caer en tentación, mas líbranos del mal.
[color=red]También está la forma más breve de Lc 11, 2-4:
2 Él les dijo: «Cuando oréis, decid: Padre, santificado sea tu Nombre, venga tu Reino, 3 danos cada día nuestro pan cotidiano, 4 y perdónanos nuestros pecados porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe, y no nos dejes caer en tentación.»[/color]
Mateo lo pone dentro del contexto del Sermón de la Montaña, que es un programa relativamente completo de la práctica cristiana.
La oración cristiana es un diálogo, no un monólogo. Es el diálogo entre Dios y tú. Así nos lo enseña Jesús.
Padre nuestro que estás en el cielo
Nadie puede decir esto si no fuese por el Espíritu Santo que el Padre y el Hijo nos han regalado. Gal 4,6:
6 La prueba de que sois hijos es que Dios ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo que clama: ¡Abbá, Padre!
Dios es nuestro Padre porque antes es Padre de su Hijo.
Hemos venido a los Ejercicios para convertirnos. Convertirse es transformarse en mejor hijo de Dios. Si me quiero convertir es que deseo parecerme a mi Padre Dios. Y Dios quiere que nos parezcamos a Él.
Jesús dice en Jn 12, 45: y el que me ve a mí, ve a aquel que me ha enviado. Los demás han de poder decir de nosotros: viéndote a ti, veo al Padre. La Iglesia tiene que manifestar el rostro del Padre. Eso supone por nuestra parte un corazón humilde y confiado.
9 ¿O hay acaso alguno entre vosotros que al hijo que le pide pan le dé una piedra, 10 o si le pide un pez, le dé una culebra? 11 Si, pues, vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que se las pidan! (Mt 7, 9-11)
Jesucristo nos ha constituido en familia. Por eso decimos Padre nuestro. Si no, diríamos: Padre mío. La oración no se hace nunca solo.
En esta relación padre-hijo, cuando dice que Dios es mi Padre, supone la imagen del padre que comprende al hijo y al hijo que tiene confianza total en el padre.
Al decir que estás en el cielo es para no banalizar esta expresión de Padre. La de Dios es una paternidad perfecta. La humana es imperfecta. En los cielos, quiere dar a entender esta perfección de paternidad. Jesús se refiere a mi Padre celestial en multitud de ocasiones en el evangelio: Mt 7, 21; 12, 50; 15, 13; 18, 10; 18, 19; 18, 35 y a vuestro Padre celestial (que está en los cielos) en Mt 5, 16; 5, 45; 5, 48; 6,1; 6, 8; 6, 26; 6, 32; 7,11; 18,4; 23, 9 y seguramente en más lugares.
Hemos de hacer de Jesús nuestra vida. Dejar que haga de nuestra vida su vida. Entonces es fácil vivir el evangelio. En la medida en que dejo que el Espíritu Santo se dirija a Dios llamándole Padre.
¿Cómo podemos orar? Los seis tiempos de la vida contemplativa (reproducidos en el pórtico norte de la catedral Notre Dame de Chartres por un escultor del siglo XIII).
He aquí, por orden, los seis temas de la vida contemplativa: La Virgen se recoge, abre su libro, lee, medita, enseña, entra en éxtasis. Escojamos sencillamente algunas de las escenas:
1. El recogimiento: Antes de entrar en oración recogerse interior y exteriormente. Para orar es necesario mantener puro el corazón.
2. La lectura: Se trata de abrir la Escritura para descubrir allí el pensamiento de Dios y no el nuestro.
3. La meditación: Por la Palabra es Dios mismo quien me interpela: María guardaba estas cosas en su corazón (Lc 2, 51)
4. La enseñanza: El apóstol es aquel que lleva a sus hermanos a la experiencia de Dios en Jesucristo enseñando aquello que se ha orado. Haciendo vida la Palabra de Dios y comunicando esta enseñanza en el apostolado. El mundo espera conocer a Dios por nuestra experiencia de Dios. Nuestro apostolado será fructuoso en la medida que tengamos trato con Él.
5. La contemplación: Es necesario tener el gusto de la oración y encontrar en ella una dicha real. La oración debe ser cordial. Contemplar el amor de Dios como Padre. La oración nos lleva a la contemplación, al éxtasis. (Éxtasis significa salir de uno mismo para encontrar la felicidad y la alegría en el otro)
Podríamos examinar,
¿en qué aspectos me comporto como hijo?
¿qué aspectos creo que Dios me quiere cambiar?
¿en qué medida hago conscientes a los demás de que son hijos de Dios?
Pedir el don del Espíritu Santo para conocer más a Dios Padre. _________________ NO SOY VETERANO

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Tomás Bertrán Mercader Veterano
Registrado: 01 Oct 2005 Mensajes: 1503 Ubicación: España
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Sab Jul 12, 2008 10:15 am Asunto:
Tema: un cristiano triste es un triste cristiano |
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Santificado sea tu nombre
Una vez que somos conscientes de ser hijos de Dios, el Espíritu filial hace surgir de nuestro corazón 7 peticiones. Las tres primeras más teologales, las cuatro últimas ofrecen nuestras miserias a su gracia.
En el ambiente cultural bíblico, el nombre es para la persona y nunca aparece reducible a una pura denominación. Nombre y persona se identifican. Imponer el nombre es reconocer la existencia de una persona. Es algo propio de Dios, pero ha dado a los hombres la facultad de hacerlo, por nuestra participación de la paternidad de Dios.
Hay momentos de la Biblia en los que vemos que Dios cambia el nombre de ciertos personajes. Por ejemplo en el caso de Abraham. Cuando se le da una misión a alguien. Supone un cambio ontológico. Un cambio esencial. Así, cuando es bautizado un niño, pasa de ser criatura a ser hijo de Dios. El nombre manifiesta y expresa lo que es la persona. Dios es el tres veces Santo: Is 6,3 3 Y se gritaban el uno al otro: «Santo, santo, santo, Yahveh Sebaot: llena está toda la tierra de su gloria.».
La santidad de Dios se manifiesta en la creación y en la historia. Podemos conocerlo por la razón natural. Conocemos su santidad por la perfección, la belleza y la bondad de lo creado. Lo que se manifiesta de Él, la Sagrada Escritura lo llama Gloria, la irradiación de su Majestad: 6 Apenas inferior a un dios le hiciste, coronándole de gloria y de esplendor (Sal 8,6). Dios creó al hombre coronado de gloria, es decir de santidad. Rom 3, 23:
21 Pero ahora, independientemente de la ley, la justicia de Dios se ha manifestado, atestiguada por la ley y los profetas, 22 justicia de Dios por la fe en Jesucristo, para todos los que creen –pues no hay diferencia alguna; 23 todos pecaron y están privados de la gloria de Dios– 24 y son justificados por el don de su gracia, en virtud de la redención realizada en Cristo Jesús,…
A partir de entonces, Dios manifestará su Santidad revelando y dando su Nombre, para restituir al hombre "a la imagen de su Creador" (Col 3,10).
Empieza a revelarlo a Moisés (cf. Ex 3,14)
Cuando alguien nos interesa de verdad, lo primero que necesitamos es preguntar el nombre. Así Moisés en Ex 3, 13:
13 Contestó Moisés a Dios: «Si voy a los israelitas y les digo: "El Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros"; cuando me pregunten: "¿Cuál es su nombre?", ¿qué les responderé?» 14 Dijo Dios a Moisés: «Yo soy el que soy.» Y añadió: «Así dirás a los israelitas: "Yo soy" me ha enviado a vosotros.»
Dios es ‘el que existe’. Dios es la realidad. Trasciende el espacio y el tiempo.
Dios manifiesta su nombre gradualmente. Finalmente, el Nombre de Dios Santo se nos ha revelado, en la carne, en Jesús, Salvador. Jesús nos "manifiesta" el nombre del Padre ( Jn 17, 6: 6 He manifestado tu Nombre a los hombres que tú me has dado tomándolos del mundo. Tuyos eran y tú me los has dado; y han guardado tu Palabra.) porque "santifica" Él mismo su Nombre (cf. Ez 20,39; 36, 20-21)
Hasta Él, Dios no puede manifestarse como Padre. Pero Jesús, el Hijo de Dios hecho Hombre, al vivir como Hijo, cumpliendo en todo la voluntad del Padre, ha santificado el nombre de Dios. El pecado impide esa santificación del nombre de Dios. Ez 36, 22: 22 Por eso, di a la casa de Israel: Así dice el Señor Yahveh: No hago esto por consideración a vosotros, casa de Israel, sino por mi santo nombre, que vosotros habéis profanado entre las naciones adonde fuisteis.
Jesucristo es el fiel. Santifica el nombre de Dios. Pero no debemos confundirnos: no es que nosotros podamos añadir nada a la santidad de Dios, Ezequiel nos lo aclara:
23 Yo santificaré mi gran nombre profanado entre las naciones, profanado allí por vosotros. Y las naciones sabrán que yo soy Yahveh –oráculo del Señor Yahveh –cuando yo, por medio de vosotros, manifieste mi santidad a la vista de ellos.
De lo que se trata es de una participación, cada vez más difundida, de esta santidad al pueblo. Cuando el pueblo se deja santificar por Él. Supone una alabanza y una acción de gracias. En la medida en que somos santos, santificamos el nombre de Dios.
Jesús se atreve a decir: sed perfectos como mi Padre celestial es perfecto (Mt 5, 48).
Nos invita a tener las mismas actitudes que su padre celestial. Que amemos como Él, que perdonemos como Él… Estamos llamados a la santidad. Que estamos llamados, quiere decir que eso es lo que Dios espera de nosotros. Lo lógico de un bautizado es que llegue a santo. El Vaticano II lo recuerda en la Lumen Gentium. Decir santificado sea tu nombre es lo mismo que decir espero que Dios me haga santo. El santo es la persona humana que ha llegado a la perfección de la propia personalidad. Y eso lo hará el Espíritu Santo. El Espíritu Santo es el único que nos puede realizar. Y el santo es la persona realizada. Esta plena realización es la vocación que Dios me ha regalado. El único problema es rechazar la santidad por el pecado.
La santidad es pues la realización plena de nuestro entendimiento, nuestra voluntad, sensibilidad e instintividad. Cuando pedimos que santificado sea tu nombre, pedimos que su santidad permanezca en nosotros.
He de preguntarme hasta qué punto creo en mi santidad y en la santidad de los demás.
He de preguntarme si mi testimonio provoca anhelos de santidad en los demás. 16 Brille así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos. (Mt 5,16) Nuestro testimonio ha de ser sobre todo un testimonio de vida. Y necesariamente ha de chocar.
Santificado sea tu nombre coincide con el 2º mandamiento de la Ley de Dios. Es reconocer en los demás la presencia de Dios. ¿Cómo veo yo a los demás? ¿Reconozco esa presencia de Dios en los demás? ¿Qué sentido tengo de lo sagrado? ¿Cómo reconozco la presencia de Dios en la Eucaristía? ¿en los pobres?
Se preguntaba el cardenal Newman: "Los sentimientos de temor y de 'lo sagrado'. ¿Son sentimientos cristianos o no? Nadie puede dudar razonablemente de ello. Son los sentimientos que tendríamos si verificásemos su presencia. En la medida que creemos que está presente, debemos tenerlos. No tenerlos es no verificar, no creer que está presente".
Contemplemos la obra de Dios en la creación, en la historia de la salvación, en la fidelidad de Dios, en su misericordia, en Jesucristo, en los santos.
Preguntémonos cuál es nuestra respuesta a la santidad que Dios me ofrece. _________________ NO SOY VETERANO

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Tomás Bertrán Mercader Veterano
Registrado: 01 Oct 2005 Mensajes: 1503 Ubicación: España
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Mie Jul 16, 2008 8:27 am Asunto:
Tema: un cristiano triste es un triste cristiano |
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Venga a nosotros tu Reino
Se refiere al reino de Dios, o dicho de otra forma, al reino del Padre que estás en los cielos.
En lenguaje bíblico, en el lenguaje de Jesús, el "reino de Dios" no se limita al dominio que atañe a Dios sobre toda la creación. Va más allá. Implica una serie de iniciativas pertenecientes a Dios y al hombre.
Hay dos movimientos, uno descendente y otro ascendente. Hay un movimiento descendente que supone la iniciativa de Dios por encontrar al hombre, por salir al encuentro del hombre. Eso distingue a la religión cristiana de las otras grandes religiones, donde el esfuerzo es únicamente del hombre por encontrar a Dios. Dios sale de su inaccesibilidad para ir al encuentro del hombre. Esa cercanía de Dios para con el hombre, tiene un nombre: la Alianza. La Alianza es en primer lugar una iniciativa de Dios. Luego hay un segundo paso ascendente: el hombre tiene la osadía de ir al encuentro de Dios aceptando su oferta y pronunciando su sí. Esa situación nueva en la conjunción de los dos movimientos, uno descendente y otro ascendente, es el Reino. En la Biblia aparece una primera realidad cuando llegan a la tierra prometida. Allí pide el pueblo de Dios un rey al profeta Samuel. Dios en su infinita paciencia accede y les da un rey. Pero no es de ese reinado del que hablamos. Cuando pedimos que venga su Reino esperamos otra clase de reino. Esperamos el rey mesiánico: Jesús. ‘Mi Reino no es de este mundo’.
Jesucristo completa la alianza. Viene a ofrecernos la Alianza definitiva. Alianza eterna. La respuesta del hombre no es el sí a los Mandamientos sino el sí a Cristo: la fe. Venga tu Reino, es aceptar a Cristo. El Catecismo de la Iglesia Católica afirma acerca del reino de Dios:
** El Reino de Dios está ante nosotros
** Se aproxima en el Verbo encarnado
** Se anuncia en todo el Evangelio
** Llega en la muerte y resurrección de Cristo
** Adviene en la Última Cena
** Está entre nosotros por la Eucaristía.
** Y llegará en la gloria cuando Jesucristo lo devuelva a su Padre en la segunda venida.
El paso siguiente es trabajar para que este Reino cada vez esté más compenetrado en toda realidad creada: en los hombres y en las cosas. Hacer posible que nuestro mundo sea el lugar donde Dios reine. Que Jesús reine en nuestro corazón. Que reine en nosotros y en los demás. Cuando cambiamos el corazón del hombre, cambiamos el mundo. Para hacer posible el Señorío de Jesús hemos de trabajar por la paz y la justicia como nos recuerda la Gaudium et Spes 22; 32; 39; 45, del Concilio Vaticano II.
He de preguntarme ¿en qué medida tengo yo ese deseo de trabajar por la paz y la justicia?
Mateo usa 33 veces el término reino de Dios y 2 veces el reino del Padre en su Evangelio. Este Reino de Dios en el mundo, toma cuerpo en la Iglesia. Es la primicia del Reino de Dios.
Hay una dimensión misionera en este Reino: anunciar la Buena Noticia de Cristo a todas las gentes.
No podemos desentendernos de crear el reino en la Iglesia y en los ambientes en los que nos movemos: con nuestras actitudes. Con nuestro quehacer. Hay que ver si nuestro testimonio es creíble. En Mt 3, 1-51 tenemos las parábolas del Reino:
1 Aquel día, salió Jesús de casa y se sentó a orillas del mar. 2 Y se reunió tanta gente junto a él, que hubo de subir a sentarse en una barca, y toda la gente quedaba en la ribera. 3 Y les habló muchas cosas en parábolas. Decía: «Una vez salió un sembrador a sembrar. 4 Y al sembrar, unas semillas cayeron a lo largo del camino; vinieron las aves y se las comieron. 5 Otras cayeron en pedregal, donde no tenían mucha tierra, y brotaron enseguida por no tener hondura de tierra; 6 pero en cuanto salió el sol se agostaron y, por no tener raíz, se secaron. 7 Otras cayeron entre abrojos; crecieron los abrojos y las ahogaron. 8 Otras cayeron en tierra buena y dieron fruto, una ciento, otra sesenta, otra treinta. 9 El que tenga oídos, que oiga.»
10 Y acercándose los discípulos le dijeron: «¿Por qué les hablas en parábolas?» 11 Él les respondió: «Es que a vosotros se os ha dado el conocer los misterios del Reino de los Cielos, pero a ellos no. 12 Porque a quien tiene se le dará y le sobrará; pero a quien no tiene, aun lo que tiene se le quitará. 13 Por eso les hablo en parábolas, porque viendo no ven, y oyendo no oyen ni entienden. 14 En ellos se cumple la profecía de Isaías:
"Oír, oiréis, pero no entenderéis, mirar, miraréis, pero no veréis 15 Porque se ha embotado el corazón de este pueblo, han hecho duros sus oídos, y sus ojos han cerrado; no sea que vean con sus ojos, con sus oídos oigan, con su corazón entiendan y se conviertan, y yo los sane."
16 «¡Pero dichosos vuestros ojos, porque ven, y vuestros oídos, porque oyen! 17 Pues os aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que vosotros veis, pero no lo vieron, y oír lo que vosotros oís, pero no lo oyeron.
18 «Vosotros, pues, escuchad la parábola del sembrador. 19 Sucede a todo el que oye la Palabra del Reino y no la comprende, que viene el Maligno y arrebata lo sembrado en su corazón: éste es el que fue sembrado a lo largo del camino. 20 El que fue sembrado en pedregal, es el que oye la Palabra, y al punto la recibe con alegría; 21 pero no tiene raíz en sí mismo, sino que es inconstante y, cuando se presenta una tribulación o persecución por causa de la Palabra, sucumbe enseguida. 22 El que fue sembrado entre los abrojos, es el que oye la Palabra, pero las preocupaciones del mundo y la seducción de las riquezas ahogan la Palabra, y queda sin fruto. 23 Pero el que fue sembrado en tierra buena, es el que oye la Palabra y la comprende: éste sí que da fruto y produce, uno ciento, otro sesenta, otro treinta.»
24 Otra parábola les propuso, diciendo: «El Reino de los Cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo. 25 Pero, mientras su gente dormía, vino su enemigo, sembró encima cizaña entre el trigo, y se fue. 26 Cuando brotó la hierba y produjo fruto, apareció entonces también la cizaña. 27 Los siervos del amo se acercaron a decirle: "Señor, ¿no sembraste semilla buena en tu campo? ¿Cómo es que tiene cizaña?" 28 Él les contestó: "Algún enemigo ha hecho esto." Dícenle los siervos: "¿Quieres, pues, que vayamos a recogerla?" 29 Díceles: "No, no sea que, al recoger la cizaña, arranquéis a la vez el trigo. 30 Dejad que ambos crezcan juntos hasta la siega. Y al tiempo de la siega, diré a los segadores: Recoged primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla, y el trigo recogedlo en mi granero."»
31 Otra parábola les propuso: «El Reino de los Cielos es semejante a un grano de mostaza que tomó un hombre y lo sembró en su campo. 32 Es ciertamente más pequeña que cualquier semilla, pero cuando crece es mayor que las hortalizas, y se hace árbol, hasta el punto de que las aves del cielo vienen y anidan en sus ramas.»
33 Les dijo otra parábola: «El Reino de los Cielos es semejante a la levadura que tomó una mujer y la metió en tres medidas de harina, hasta que fermentó todo.»
34 Todo esto dijo Jesús en parábolas a la gente, y nada les hablaba sin parábolas, 35 para que se cumpliese el oráculo del profeta:
"Abriré en parábolas mi boca, publicaré lo que estaba oculto desde la creación del mundo."
36 Entonces despidió a la multitud y se fue a casa. Y se le acercaron sus discípulos diciendo: «Explícanos la parábola de la cizaña del campo.» 37 Él respondió: «El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; 38 el campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del Reino; la cizaña son los hijos del Maligno; 39 el enemigo que la sembró es el Diablo; la siega es el fin del mundo, y los segadores son los ángeles. 40 De la misma manera, pues, que se recoge la cizaña y se la quema en el fuego, así será al fin del mundo. 41 El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, que recogerán de su Reino todos los escándalos y a los obradores de iniquidad, 42 y los arrojarán en el horno de fuego; allí será el llanto y el rechinar de dientes. 43 Entonces los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre. El que tenga oídos, que oiga.
44 «El Reino de los Cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo que, al encontrarlo un hombre, vuelve a esconderlo y, por la alegría que le da, va, vende todo lo que tiene y compra el campo aquel.»
45 «También es semejante el Reino de los Cielos a un mercader que anda buscando perlas finas, 46 y que, al encontrar una perla de gran valor, va, vende todo lo que tiene y la compra.
47 «También es semejante el Reino de los Cielos a una red que se echa en el mar y recoge peces de todas clases; 48 y cuando está llena, la sacan a la orilla, se sientan, y recogen en cestos los buenos y tiran los malos. 49 Así sucederá al fin del mundo: saldrán los ángeles, separarán a los malos de entre los justos 50 y los echarán en el horno de fuego; allí será el llanto y el rechinar de dientes.
51 «¿Habéis entendido todo esto?» Dícenle: «Sí.» 52 Y él les dijo: «Así, todo escriba que se ha hecho discípulo del Reino de los Cielos es semejante al dueño de una casa que saca de sus arcas lo nuevo y lo viejo.»
El fruto del Reino es la vida nueva según las Bienaventuranzas. Mi Reino no es de este mundo. Las Bienaventuranzas responden al deseo de felicidad que Dios ha puesto en el hombre: una utopía. Es una utopía porque no se puede alcanzar con mis propios medios, pero sí con la ayuda de Dios. Y no podemos ver a Dios si no vivimos las Bienaventuranzas: 8 Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Es vivir la vida eterna desde el Bautismo. Las Bienaventuranzas son la síntesis del mensaje de Jesús. En las Bienaventuranzas descubrimos nuestra filiación. Y en ellas se nos invita a descansar en Dios: ‘serán consolados’.
1 Viendo la muchedumbre, subió al monte, se sentó, y sus discípulos se le acercaron. 2 Y tomando la palabra, les enseñaba diciendo:
3 «Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos.
4 Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra.
5 Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados.
6 Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos serán saciados.
7 Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
8 Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
9 Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios.
10 Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos.
11 Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. 12 Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos; pues de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros.
Y a continuación, nos dice que somos sal y luz:
13 «Vosotros sois la sal de la tierra. Mas si la sal se desvirtúa, ¿con qué se la salará? Ya no sirve para nada más que para ser tirada afuera y pisoteada por los hombres.
14 «Vosotros sois la luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad situada en la cima de un monte.
15 Ni tampoco se enciende una lámpara y la ponen debajo del celemín, sino sobre el candelero, para que alumbre a todos los que están en la casa.
16 Brille así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.
También en Mt 6, 24, nos dice Jesús que no podemos servir a dos señores:
24 Nadie puede servir a dos señores; porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se entregará a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y al Dinero.
Y en Mt 7,12-14 nos habla de la regla de oro y de los dos caminos:
12 «Por tanto, todo cuanto queráis que os hagan los hombres, hacédselo también vosotros a ellos; porque ésta es la Ley y los Profetas.
13 «Entrad por la entrada estrecha; porque ancha es la entrada y espacioso el camino que lleva a la perdición, y son muchos los que entran por ella; 14 más ¡qué estrecha la entrada y qué angosto el camino que lleva a la Vida!; y poco son los que lo encuentran. _________________ NO SOY VETERANO

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Tomás Bertrán Mercader Veterano
Registrado: 01 Oct 2005 Mensajes: 1503 Ubicación: España
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Publicado:
Vie Jul 18, 2008 2:48 am Asunto:
Tema: un cristiano triste es un triste cristiano |
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Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo
Aquí hablamos de la voluntad de Dios en un sentido objetivo: se trata de todo aquello que Dios ha pensado para el hombre: ante todo los mandamientos y todas las indicaciones que le llegan al hombre de la Palabra de Dios, encarnada en Cristo, e interpretada por el Espíritu. Dios ha querido darla a conocer. Dios, por medio de sus mandamientos, nos da las pistas para la felicidad. En la lectura del Evangelio, puedo ver lo que Dios Padre quiere concederme a mí: porque lo que quiere es que yo participe de la misma vida de Jesucristo, y eso está explicitado en el Evangelio.
Estamos llamados a participar de la vida del Padre aquí en la tierra como Jesús. Por eso es tan necesario y urgente conocer la Palabra de Dios. Palabra hecha carne en Cristo e interpretada por el Espíritu Santo. El que tenga oídos para oír, que oiga. Decían los apóstoles en una ocasión que el lenguaje de Jesús era duro de oír. El Espíritu Santo nos lo explicará.
La voluntad de Dios se manifiesta, a veces, de forma clara en mi vida.
Dios nos ofrece su voluntad, pero no nos la impone. El que impone es que no ama suficientemente.
Una expresión muy clara de la voluntad de Dios es la que vemos en los capítulos 5, 6 y 7 de Mateo.
La voluntad de Dios viene manifestada en el sacrificio de la Misa. Que no se haga mi voluntad sino la tuya… La aceptación de la voluntad de Dios por Cristo en su pasión es lo que nos ha salvado. Eso es lo que celebramos en la Eucaristía.
Dios ha querido que el hombre fuera salvado por un hombre. Esa voluntad (que supone un cúmulo de humillaciones) la acepta Jesús a través de su historia personal, sin huir de la propia realidad. Acepta a la Virgen (una persona humana) como madre. Dios acepta la humillación de hacerse hombre con todas las humillaciones que eso supone. Nosotros –si pudiéramos– nos las quitaríamos todas.
Vive la voluntad de Dios aceptando su propia historia, su propia realidad. Con su familia, con sus vecinos, con sus compañeros.
Dios nos invita a vivir el hoy, mi hoy, con mis compañeros de trabajo, con mi familia, con mis vecinos, con mis realidades.
Pidamos a nuestro Padre que una nuestra voluntad a la de su Hijo para cumplir su voluntad. _________________ NO SOY VETERANO

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Tomás Bertrán Mercader Veterano
Registrado: 01 Oct 2005 Mensajes: 1503 Ubicación: España
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Publicado:
Dom Jul 20, 2008 10:53 am Asunto:
Tema: un cristiano triste es un triste cristiano |
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Danos hoy nuestro pan de cada día
El problema es no confiar en el poder de Dios que nos salva. Pensar que si yo no me preocupo, ¿quién se va a preocupar? manifiesta la falta de confianza en Dios Padre. El problema no es tener miserias, sino no confiar en que Dios me las puede solucionar. Eso pasa por querer proyectar nuestros propios criterios y nuestras pobres experiencias a Dios Padre, en lugar de hacer lo contrario. Sería como pensar que lo propio de un padre fuese hacerse niño. No, lo que se espera es que el niño se haga adulto, se haga como el padre.
Las peticiones del Padrenuestro que refleja nuestra propia indigencia se concretan por Jesús en el pan, el perdón, el no caer en la tentación y que nos libre del mal. Jesús nos invita además a pedir el Espíritu Santo y trabajadores para la mies (vocaciones) El Espíritu Santo no es una devoción. La necesidad del Espíritu Santo es propia de la espiritualidad cristiana. El Espíritu Santo es el que nos hace reconocer a Dios como Padre y a Jesús como Señor.
La petición del pan es la petición central de las siete peticiones en la formulación de Mateo. Es la que aparece como más característica del cristiano que se dirige a Dios como Padre. Lo propio del hijo es pedir pan a su padre. Y lo propio del padre es llevar el pan a casa.
Danos hoy nuestro pan. La petición del pan reconduce al cuadro de vida familiar, en el que se coloca la figura del Padre. Eso lo tenemos claro en nuestra mente, pero ¿lo vivimos así?
Una prueba de ello será examinar mi actitud crítica con respecto al prójimo. Cuando la crítica juzga en la intención del otro, es mala, porque está matando al otro.
No puedo pedir sólo para mí. Pido por nosotros que incluye siempre a todos mis hermanos.
El pan del lenguaje bíblico es al mismo tiempo realidad concreta y símbolo.
Como realidad concreta, el pan es el alimento base de la vida.
Así, cuando Jesús nos invita a pedir el pan, nos hace ver que Dios se preocupa de nuestro desarrollo hasta en los más pequeños detalles. No podemos hacer un reduccionismo de Dios, en el sentido de pensar que esas ‘pequeñas’ cosas nuestras a Dios no le interesan. Creer eso es desconfiar de Dios. 30 En cuanto a vosotros, hasta los cabellos de vuestra cabeza están todos contados (Mt 10,30). Dios se preocupa de todas nuestras cosas. Hasta los más mínimos detalles. Nos quiere y no puede dejar de querernos. Hay que pedirle el alimento hecho por el hombre y para el hombre, el cual es compartido en la familia por cada uno de sus miembros.
Ese pan hace referencia también al trabajo. Trabajamos para vivir. Cuando vivimos para trabajar, hacemos que el trabajo pierda su sentido. Al pedirle el pan nuestro de cada día le estamos pidiendo que dé sentido cristiano al trabajo (cualquier trabajo) que hacemos.
Él ‘danos’ supone la confianza de los hijos que esperan todo de su Padre. Para ellos y para todos los hombres: 45 para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos (Mt 5, 45).
O lo pedimos para todos o mejor no pidamos nada. La caridad, o es universal o no es caridad.
Pero también pan es el entorno que contribuye a hacer que la vida pueda ser vivida con dignidad: el vestido, el cobijo: todo lo necesario para la vida.
El ‘hoy’ se repite en la petición: Danos hoy nuestro pan de cada día sería como decir: Danos hoy nuestro pan para hoy. Jesús dice del hoy: 34 Así que no os preocupéis del mañana: el mañana se preocupará de sí mismo. Cada día tiene bastante con su propio afán. (Mt 6,34). Vivir el presente. Vivo el hoy, no sea que pensar mucho en el mañana haga que no me entere de lo que me está pasando hoy. Nos ahorraremos sufrimientos viviendo el hoy. Dios vive su hoy. El Hoy de Dios: Si escucháis hoy su voz… Yo te he engendrado hoy…
Esa confianza queda muy bien expresada en Mt 6, 25-34
25 «Por eso os digo: No andéis preocupados por vuestra vida, qué comeréis, ni por vuestro cuerpo, con qué os vestiréis. ¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? 26 Mirad las aves del cielo: no siembran, ni cosechan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellas? 27 Por lo demás, ¿quién de vosotros puede, por más que se preocupe, añadir un solo codo a la medida de su vida? 28 Y del vestido, ¿por qué preocuparos? Observad los lirios del campo, cómo crecen; no se fatigan, ni hilan. 29 Pero yo os digo que ni Salomón, en toda su gloria, se vistió como uno de ellos. 30 Pues si a la hierba del campo, que hoy es y mañana se echa al horno, Dios así la viste, ¿no lo hará mucho más con vosotros, hombres de poca fe? 31 No andéis, pues, preocupados diciendo: ¿Qué vamos a comer?, ¿qué vamos a beber?, ¿con qué vamos a vestirnos? 32 Que por todas esas cosas se afanan los gentiles; pues ya sabe vuestro Padre celestial que tenéis necesidad de todo eso. 33 Buscad primero su Reino y su justicia, y todas esas cosas se os darán por añadidura. 34 Así que no os preocupéis del mañana: el mañana se preocupará de sí mismo. Cada día tiene bastante con su propio afán.
Es el santo abandono en la providencia. Tenemos poca fe. La muestra de que tenemos poca fe es que llegamos a no pedir las cosas que nuestro Padre nos quiere dar. Pensamos que es cosa nuestra. Que nosotros hemos de conseguirlo. Por no pedir, no pedimos ni la fe. Que no nos dé miedo saber y reconocer que tenemos poca fe. La fe hay que pedirla. Y hay que transmitirla. Así se acrecienta. La fe es la confianza: Si no os hacéis como niños…
Lo del pan de cada día, en el texto griego tiene un doble sentido:
** lo necesario para la vida
** lo más esencial
Lo necesario para la vida: cualquier bien necesario para la subsistencia.Y lo más esencial que sería el significado al pie de la letra del original griego, es de suponer que se refiere (Jesús) en último término a la comunión de su cuerpo. Remedio de inmortalidad. ¿Por qué no comulgamos cada día? Si no tenemos hambre, hemos de ir al médico. Si pedimos el pan en el Padrenuestro, debiéramos ir a la Eucaristía. Hemos de ver si nos creemos que Dios nos ofrece el Pan de la Eucaristía cada día. Y si me lo ofrece, eso me obliga. Este es el último sentido al pedir al Señor que nos dé el pan de cada día. _________________ NO SOY VETERANO

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Tomás Bertrán Mercader Veterano
Registrado: 01 Oct 2005 Mensajes: 1503 Ubicación: España
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Mar Jul 22, 2008 9:06 am Asunto:
Tema: un cristiano triste es un triste cristiano |
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Perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden
La petición que encontramos en Mt formulada así:
12 y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros hemos perdonado a nuestros deudores;
"deudas" hace referencia a una realidad triste de la vida del hombre. Nuestra deuda con Dios es nuestro pecado. Son nuestras ofensas.
El hombre debe corresponder a lo que Dios le da. Hay que dejarse amar por Dios. Dejarse querer es difícil, pues supone reconocer la propia debilidad. Recibir ya es corresponder. Rechazar lo que Dios me da es el pecado. Pecado es rechazar el don de Dios, es rechazar su Amor. Dios no se ve afectado por mi pecado, en su esencia, pero siente daño por mi pecado. Le duele nuestro pecado porque nos ama. Porque le duele nuestro mal. Dice Juan Pablo II a los jóvenes:
«El pecado es un abuso de la libertad que Dios da a las personas creadas para que puedan amarlo y amarse mutuamente» (Catecismo de la Iglesia católica, n. 387); es no querer vivir la vida de Dios recibida en el bautismo y no dejarse amar por el verdadero Amor, pues el hombre tiene el terrible poder de impedir la voluntad de Dios de dar todos los bienes. El pecado, cuyo origen se encuentra en la voluntad libre de la persona (cf. Mc 7, 20), es una transgresión del amor verdadero; hiere la naturaleza del hombre y destruye la solidaridad humana, manifestándose en actitudes, palabras y acciones impregnadas de egoísmo (cf. Catecismo de la Iglesia católica, nn. 1849-1850). En lo más íntimo del hombre es donde la libertad se abre y se cierra al amor. Éste es el drama constante del hombre, que a menudo elige la esclavitud, sometiéndose a miedos, caprichos y costumbres equivocados, creándose ídolos que lo dominan e ideologías que envilecen su humanidad. Leemos en el evangelio de san Juan: «Todo el que comete pecado es un esclavo del pecado» (Jn 8, 34).[De la carta para la Jornada mundial de la juventud 1999]
Por eso la primera llamada de Jesús es la llamada a la conversión. Dios ha venido a buscar a los pecadores. Ama a los hombres. Especialmente a los pecadores. Va en busca de ellos:
12 ¿Qué os parece? Si un hombre tiene cien ovejas y se le descarría una de ellas, ¿no dejará en los montes las noventa y nueve, para ir en busca de la descarriada? 13 Y si llega a encontrarla, os digo de verdad que tiene más alegría por ella que por las 99 no descarriadas. 14 De la misma manera, no es voluntad de vuestro Padre celestial que se pierda uno solo de estos pequeños. (Mt 18, 12-14)
Lo que escandaliza a Dios no es que seamos pecadores, sino que no queramos reconocerlo. Decir perdona nuestras ofensas es reconocer que soy pecador. Pero ¿nos lo creemos de verdad? Hay una forma de saber si nos lo creemos: si te alegras cuando otro te lo dice. Esta es nuestra verdad. Reconocerse pecador provoca la gracia de la conversión y nos perdona. Dios nos perdona siempre.
Dios quiere darnos seguridades. Por eso nos ha dado el signo de su perdón en el amor de Jesucristo colgado de la cruz. Y para que esa seguridad llegue más fácilmente a nosotros, ha puesto más medios: los sacramentos. Esos signos que Jesucristo encomendó a la Iglesia: a quienes les perdonéis los pecados…
El sacerdote en el sacramento de la Reconciliación, representa a Cristo y a la comunidad. Porque el pecado no sólo daña a uno mismo y ofende a Dios; también daña a la Iglesia. En el sacramento me reconcilio con Dios y con los hermanos. Aunque sea el pecado más secreto, mi pecado daña a mis hermanos. La maravilla del sacramento es que no sólo perdona ‘mis pecados’ sino que me perdona a mí. Voy a pedir perdón porque soy un pecador, es decir para que Dios restablezca en mí lo que yo he estropeado. La Reconciliación es vivir la Pascua, cada vez se renace al hombre nuevo. El per-don es más-don, más-vida. El perdón de Dios es algo tan fuerte, que me coloca en el nivel que yo hubiera tenido, si no hubiera pecado. Es decir, hace como si mi pecado no hubiera existido. No olvida, sino que borra el pecado.
La explicación del perdón de Dios está en la parábola del hijo pródigo:
11 Dijo: «Un hombre tenía dos hijos; 12 y el menor de ellos dijo al padre: "Padre, dame la parte de la hacienda que me corresponde." Y él les repartió la hacienda. 13 Pocos días después el hijo menor lo reunió todo y se marchó a un país lejano donde malgastó su hacienda viviendo como un libertino. 14 «Cuando hubo gastado todo, sobrevino un hambre extrema en aquel país, y comenzó a pasar necesidad. 15 Entonces, fue y se ajustó con uno de los ciudadanos de aquel país, que le envió a sus fincas a apacentar puercos. 16 Y deseaba llenar su vientre con las algarrobas que comían los puercos, pero nadie se las daba. 17 Y entrando en sí mismo, dijo: "¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, mientras que yo aquí me muero de hambre! 18 Me levantaré, iré a mi padre y le diré: Padre, pequé contra el cielo y ante ti. 19 Ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros." 20 Y, levantándose, partió hacia su padre.
«Estando él todavía lejos, le vio su padre y, conmovido, corrió, se echó a su cuello y le besó efusivamente. 21 El hijo le dijo: "Padre, pequé contra el cielo y ante ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo." 22 Pero el padre dijo a sus siervos: "Traed aprisa el mejor vestido y vestidle, ponedle un anillo en su mano y unas sandalias en los pies. 23 Traed el novillo cebado, matadlo, y comamos y celebremos una fiesta, 24 porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado." Y comenzaron la fiesta.
25 «Su hijo mayor estaba en el campo y, al volver, cuando se acercó a la casa, oyó la música y las danzas; 26 y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello. 27 Él le dijo: "Ha vuelto tu hermano y tu padre ha matado el novillo cebado, porque le ha recobrado sano." 28 Él se irritó y no quería entrar. Salió su padre, y le suplicaba. 29 Pero él replicó a su padre: "Hace tantos años que te sirvo, y jamás dejé de cumplir una orden tuya, pero nunca me has dado un cabrito para tener una fiesta con mis amigos; 30 y ¡ahora que ha venido ese hijo tuyo, que ha devorado tu hacienda con prostitutas, has matado para él el novillo cebado!"
31 «Pero él le dijo: "Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo; 32 pero convenía celebrar una fiesta y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto, y ha vuelto a la vida; estaba perdido, y ha sido hallado."» (Lc 15, 11-32)
El hijo pródigo, esperaba muy poco del perdón del padre. Esperaba que lo tratara como a uno de sus jornaleros. El padre le devuelve la "dignidad" de hijo. Hasta el punto de que el mayor se queja…
Necesito ser perdonado. El que reconoce que su libertad no la ha puesto al servicio de Dios y de sus hermanos, ese necesita ser perdonado. Esta petición comienza con un reconocimiento (una confesión): el reconocimiento de que hemos ofendido a Dios.
Para sentirme pecador he de reconocer que Dios me ama. No me creo de verdad que Dios me ama tal como soy si no estoy a gusto conmigo mismo.
Y al que puede darnos el perdón le decimos: perdona nuestras ofensas. Dios puede perdonarme. Reconozco su amor y mi miseria. Tengo una esperanza firme: aquellos que creen en Jesucristo reciben el perdón de sus pecados.
…como nosotros perdonamos …
Esta es condición para que se cumpla la primera, que es el perdón por parte de Dios. Con esto Jesús nos dice que la misericordia de Dios no puede entrar en nuestro corazón mientras no hayamos perdonado a los que nos han ofendido. El amor es indivisible. No puedo esperar el perdón de Dios si no estoy dispuesto a perdonar a los demás. Como dice Juan, no podemos decir que amamos a Dios si no amamos a nuestros hermanos: 20 Si alguno dice: «Amo a Dios», y aborrece a su hermano, es un mentiroso; pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve. Hay un signo claro para ver cómo se ama a Dios: es ver cómo se da la vida por los hermanos. Si mi caridad crece, es que mi amor a Dios crece. Si va cada vez peor, no funciona mi amor a Dios. El amor nos pide una apertura incondicional al amor del Padre. La bondad infinita del Padre hay que mostrarla en el trato con los demás hombres.
El cristiano es el que reconoce en el otro a su hermano. Empezando por mis ‘hermanos de religión’ es decir a mis hermanos de Iglesia.
¿Siento sus cosas como mías? Sus cosas, ¿son dones de Dios para mí? La caridad abarca a todos, incluso a mis enemigos. Ponerse en el lugar del otro es amar al otro. Como hizo Jesucristo. El se ha puesto tan en nuestro lugar que ha padecido hasta la muerte (que no merecía)
21 Pedro se acercó entonces y le dijo: «Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar las ofensas que me haga mi hermano? ¿Hasta siete veces?» 22 Dícele Jesús: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.» 23 «Por eso el Reino de los Cielos es semejante a un rey que quiso ajustar cuentas con sus siervos. 24 Al empezar a ajustarlas, le fue presentado uno que le debía 10.000 talentos. 25 Como no tenía con qué pagar, ordenó el señor que fuese vendido él, su mujer y sus hijos y todo cuanto tenía, y que se le pagase. 26 Entonces el siervo se echó a sus pies, y postrado le decía: "Ten paciencia conmigo, que todo te lo pagaré." 27 Movido a compasión el señor de aquel siervo, le dejó en libertad y le perdonó la deuda.
28 Al salir de allí aquel siervo se encontró con uno de sus compañeros, que le debía cien denarios; le agarró y, ahogándole, le decía: "Paga lo que debes." 29 Su compañero, cayendo a sus pies, le suplicaba: "Ten paciencia conmigo, que ya te pagaré." 30 Pero él no quiso, sino que fue y le echó en la cárcel, hasta que pagase lo que debía. 31 Al ver sus compañeros lo ocurrido, se entristecieron mucho, y fueron a contar a su señor todo lo sucedido. 32 Su señor entonces le mandó llamar y le dijo: "Siervo malvado, yo te perdoné a ti toda aquella deuda porque me lo suplicaste. 33 ¿No debías tú también compadecerte de tu compañero, del mismo modo que yo me compadecí de ti?" 34 Y encolerizado su señor, le entregó a los verdugos hasta que pagase todo lo que le debía. 35 Esto mismo hará con vosotros mi Padre celestial, si no perdonáis de corazón cada uno a vuestro hermano.» (Mt 18, 21-35)
Y también:
23 Si, pues, al presentar tu ofrenda en el altar te acuerdas entonces de que un hermano tuyo tiene algo contra ti, 24 deja tu ofrenda allí, delante del altar, y vete primero a reconciliarte con tu hermano; luego vuelves y presentas tu ofrenda.
Esta petición se repite al final del Padrenuestro en Mateo:
14 «Que si vosotros perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; 15 pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas (Mt 6, 14-15)
Una observación respecto al ‘como’ que aparece en esta petición y que sale en otras ocasiones en el Evangelio: sed misericordiosos como mi Padre… amaos unos a otros como yo os he amado…
No se trata de imitar un modelo desde fuera. Se trata de esperar una participación vital nacida del fondo del corazón en la santidad. Para poder perdonar como Dios perdona, amar como Dios ama.
Dios nos ofrece el perdón como un don (su perdón) y también nos ofrece como un don el que perdonemos a los demás. _________________ NO SOY VETERANO

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Tomás Bertrán Mercader Veterano
Registrado: 01 Oct 2005 Mensajes: 1503 Ubicación: España
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Sab Jul 26, 2008 9:38 am Asunto:
Tema: un cristiano triste es un triste cristiano |
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No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal
Las dos últimas peticiones hacen aún referencia al misterio del pecado. Presentan los elementos que lo condicionan: la tentación y el maligno.
En lenguaje bíblico tentación es un conjunto de conceptos. La tentación es una prueba. Y Dios la permite. Es propio del hombre ser tentado: Jesús fue tentado.
La tentación, la prueba, la necesitamos para crecer en las virtudes. Dios nos ha salvado del pecado pero no ha quitado al hombre la inclinación al pecado, la concupiscencia. En la mente de Dios hay un plan para el hombre y el hombre ha de responder a este plan por la libertad y la gracia.
La tentación se da cuando una serie de valores en nuestra vida se ponen a prueba, o hay una serie de factores que ponen en entredicho aquello que creíamos bueno. Por ejemplo la situación del pueblo de Israel en su peregrinar durante 40 años en el desierto. Después de la Alianza del Sinaí, donde tienen muy claro que lo que quieren es ir a la Tierra Prometida y salir de Egipto, al cabo de tres días están ya añorando Egipto. Han salido de la esclavitud y ya se cansan de ser libres. Empiezan las incomodidades y se empieza a dudar de Dios. Y Dios que ama a su pueblo le da nuevas oportunidades una y otra vez. Incluso Moisés se desanima. Es un pueblo que se aburre de la cotidianidad. La rutina puede ser causa de tentación. La falta de acontecimientos vistosos. Siempre el mismo maná.
La tentación es necesaria para que el pueblo (yo) madure. En algún momento, las circunstancias de desamparo, de adversidades, serán causa de tentación. Cuando la tentación es prueba, tiene un resultado positivo. La tentación puede hacerse negativa cuando se consiente en ella. Se consiente en ella por el mecanismo de la mentira: disfrazando el mal de bien, dándole al mal apariencia de bien. Y entonces nos atrae ese falso bien y consentimos: se produce el pecado.
Como es posible caer, Jesús nos avisa: 41 Velad y orad, para que no caigáis en tentación; que el espíritu está pronto, pero la carne es débil (Mt 26, 41). Y esto lo dice en un momento en que Él está siendo probado. Cuando está sufriendo porque ve la ‘esterilidad’ de su sacrificio. Jesús experimenta de verdad el abandono de Dios al tomar nuestro pecado sobre sí. El secreto es, pues, vigilar y orar, para no dejarnos engañar por la mentira. En la oración pedimos que salga el Padre en nuestra defensa, y Él nos libera de la tentación.
Otra interpretación es la tentación de la que el hombre se hace protagonista: también en la experiencia del desierto, el pueblo tienta a Dios. Pone a prueba a Dios. Tentar a Dios es esperar que Dios haga lo que quiere hacer estando nosotros de vacaciones. Por ejemplo sería tentar a Dios venir a los ejercicios sin haberlos preparado. Dios actúa en la medida que se lo pedimos. El hombre que exige a Dios lo que quiere dar pero sin pedirlo o sin poner los medios.
El tercer aspecto sería la tentación que viene del maligno. El maligno en el evangelio es el llamado demonio, Satanás, diablo (el que se atraviesa en el camino). Jesús le llama príncipe de este mundo, homicida, mentiroso, padre de la mentira. Por él entró el pecado y la muerte en el mundo.
Hay cosas en nuestra historia reciente que no se pueden explicar sin una intervención diabólica secundada por los hombres, como el genocidio nazi, o la corriente pro-abortista.
Hay una red compleja de insidias de negatividad que tiende a envolver al hombre. En nosotros hay muchos puntos débiles, y el diablo los conoce. Mejor que nosotros mismos. No hemos de tener miedo, pero hemos de ser realistas y comprender que somos capaces de todo. Cristo ha vencido al pecado y a la muerte. Cristo dice que nos demos cuenta de que somos capaces de caer. El triunfo del demonio de hacer creer que él no existe. No hemos de tener miedo del maligno, porque Dios se ha comprometido a darnos las fuerzas necesarias para vencer al mal: oración y vigilancia:
1 Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo. 2 Y después de hacer un ayuno de cuarenta días y cuarenta noches, al fin sintió hambre. 3 Y acercándose el tentador, le dijo: «Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes.» 4 Mas él respondió: «Está escrito: "No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios."»
5 Entonces el diablo le lleva consigo a la Ciudad Santa, le pone sobre el alero del Templo, 6 y le dice: «Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: "A sus ángeles te encomendará, y en sus manos te llevarán, para que no tropiece tu pie en piedra alguna."» 7 Jesús le dijo: «También está escrito: "No tentarás al Señor tu Dios".» 8 Todavía le lleva consigo el diablo a un monte muy alto, le muestra todos los reinos del mundo y su gloria, 9 y le dice: «Todo esto te daré si postrándote me adoras.» 10 Dícele entonces Jesús: «Apártate, Satanás, porque está escrito: "Al Señor tu Dios adorarás, y sólo a él darás culto."» 11 Entonces el diablo le deja. Y he aquí que se acercaron unos ángeles y le servían.
Si hay que resumir las tres en una, diríamos que Jesús es tentado a dirigir en su propia ventaja su capacidad de hacer milagros. También se lo dirán más tarde en el Calvario: ‘Si eres Hijo de Dios, bájate de la cruz’
En el desierto el diablo le tienta: si tienes hambre, come. Pero Jesús le responde con la confianza plena en Dios. En nosotros, esas tentaciones de acaparar, de buscar seguridades, de vivir para trabajar, nos dice: Buscad el Reino de Dios y todo lo demás se os dará por añadidura. En la segunda tentación el diablo quiere cargarse esa confianza de Jesús en su Padre: tírate abajo… y Jesús le dice que no hay que tentar a Dios, que hay que hacer las cosas como Dios quiere, no como a uno le gustaría. Y nosotros decimos: 'si Dios existe, ¿por qué hay enfermedades, guerra, hambre?' Queremos cargarle la responsabilidad a Dios de nuestros males. A Dios se le pregunta el para qué, no el porqué.
La segunda tentación sería faltar a la confianza: dudar de la Providencia.
En la tercera se propone la propiedad de un reino terreno. Adorando al mal, tendrás cosas. Eso es la idolatría. Querer controlar, poseer, ver… Jesús le dice que se aparte que sólo a Dios hay que adorar.
En Mt 5, 37 les dice Jesús que el maligno es raíz de maldad: 37 Sea vuestro lenguaje: "Sí, sí"; "no, no": que lo que pasa de aquí viene del Maligno y en Mt 13, 19 19 Sucede a todo el que oye la Palabra del Reino y no la comprende, que viene el Maligno y arrebata lo sembrado en su corazón: éste es el que fue sembrado a lo largo del camino.
Esa raíz constituida por el demonio que tiende a germinar Mt 13, 38 38 el campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del Reino; la cizaña son los hijos del Maligno en el corazón de los hombres
Mt 9, 4 4 Jesús, conociendo sus pensamientos, dijo: «¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones?", haciéndose protagonistas de maldad. Los hombres saben decir toda maldad: Mt 5, 11: 11 Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. No nos engañemos. El mal existe. El diablo está como león rugiente buscando a quién devorar (I Pe 5, 8).
Existe un contexto organizado de maldad que partiendo del diablo tiende a enredar a los hombres. Ante esto, solo el conocimiento en el Padre hace que el cristiano no sea alcanzado por este mal.
Si todos nuestros actos vienen del Espíritu Santo no pecaremos.
Epílogo
Se comprende más fácilmente, en este momento, que el Padrenuestro es la "síntesis del Evangelio".
¿Qué es lo que hace el cristiano al invocar a Dios en el Padrenuestro? Invoca la misericordia del Padre. A Dios Padre misericordioso lo vamos conociendo a través del rostro de Jesús. Jesús es el rostro visible de la misericordia del Padre.
Con la oración del Padrenuestro cada uno descubre con profundidad quién es y a qué está llamado. Conocer a Dios como Padre y creer que me ama como hijo y que con este amor yo puedo amar a mis hermanos. _________________ NO SOY VETERANO

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GUAYMALLEN Esporádico
Registrado: 25 Ago 2007 Mensajes: 87 Ubicación: España
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Publicado:
Dom Jul 27, 2008 4:04 am Asunto:
Tema: un cristiano triste es un triste cristiano |
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[/i][/b]Todos los conceptos vertidos son aceptables. Pero la pregunta es muy simple y la respuesta tambien. Un cristiano triste es un cristiano alegre bien informado. _________________ NO HAGAS DE TU CUERPO LA TUMBA DE TU ALMA. |
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Tomás Bertrán Mercader Veterano
Registrado: 01 Oct 2005 Mensajes: 1503 Ubicación: España
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Publicado:
Dom Jul 27, 2008 8:35 am Asunto:
Tema: un cristiano triste es un triste cristiano |
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EJERCICIOS ESPIRITUALES DEL 9 AL 12 DE ABRIL DE 1982.
Como recuerdo al P. Antonio Pacios, msc.(q.e.p.d.)
1ª MEDITACION.-
--Disposiciones.
Primera condición.- Vamos a practicar la oración. El trato con el Padre. Normalmente rezamos a Jesús. En realidad es Cristo quien nos revela al Padre.
Cristo nos enseñó a tratar, a orar, a su Padre. A rezar al Padre en nombre de Jesucristo.
Nuestra oración se debe dirigir al Padre celestial.
En la Misa todas las oraciones van dirigidas al Padre en nombre de Jesucristo y del Espíritu Santo. Sólo antes de la Comunión hay dos oraciones a Jesucristo, pero inmediatamente después de la Comunión ya nos dirigimos al Padre.
En la misma Pasión contemplamos el Amor del Padre, que dio a su Hijo Unigénito.
Jesucristo vino a buscarnos para llevarnos al Padre. Es mi Hermano y quiere llevarnos al Padre.
Segunda condición.- Hay que hacerse niño. Se dice que el niño tiene inocencia e impotencia. La inocencia, verdaderamente, no existe en el niño, ya que se pelea y tiene envidia. Pero aunque no seamos inocentes, recordemos que Dios vino por los enfermos y no por los sanos.
La impotencia sí que existe. El niño moriría sin la ayuda de los padres.
Esta impotencia del pequeñín hace que volvamos al Ser que nos engendró.
Cuanto más perfecto es un ser, más impotente es. Más necesita ayuda.
Dios es Amor. Y la perfección de la criatura es la plenitud del Amor.
Lo que provoca el Amor es la impotencia.
A los padres les obliga a amar al pequeño la impotencia de éste.
Para la Vida Eterna debe engendrarse una relación de Amor eterno.
Para ello debemos hacernos impotentes. Lo dijo Jesucristo: "Nada podéis hacer sin Mí".
El pecado es la mayor bendición de Dios, y decir esto no es blasfemia. "¡Feliz culpa que mereció tal Redentor!". Estos pecados han obligado a Dios a estar pendiente de mí.
Del pecado nos duele la impotencia. Siempre recaemos, a pesar de los propósitos. Somos impotentes.
Viendo nuestra impotencia, debemos esperar más de Dios.
Cuando pequemos, vayamos a Dios, y dejemos que El nos acaricie.
Si sentimos esta impotencia, estaremos más en el seno del Padre.
No rezamos bien ni nos concentramos en Dios porque creemos que todo depende de nosotros.
La Virgen, por ser pequeña, se aferró a Dios. Por eso Dios admiró la pequeñez de la Virgen.
Sólo me puede apartar de Dios el orgullo. Creer que yo sólo puedo hacerlo todo.
Hay que aprender a llamar Papá al Padre.
Tengo que recibirlo todo de Dios y de la Virgen. Cuando uno sabe llamar a Dios Papá, y a la Virgen Mamá, me daré cuenta de mi impotencia y sabré gustar de que al llamarles, acuden.
Hay que ser sencillos como niños pequeñines.
Decimos a Dios: "No nos dejes caer en tentación". No digo "yo no caeré" sino "no nos dejes caer". Dependemos de Dios.
En el Padrenuestro no prometo nada a Dios. Todo se lo pido a El. No puedo prometer porque soy impotente.
Lo único que ofrecemos en el Padrenuestro es "así como nosotros perdonamos a nuatros deudores".
Para saber perdonar a los demás debemos ser niños. Veinte veces se pelean y veinte veces se perdonan.
Somos hijos engendrados, no nacidos. No veo el rostro de Diuos ni el de la Virgen. Lo sé por fe.
Dios lo llena todo. Lo hace todo.
Por pequeñín que sea, por insignificante que sea, soy hijo de Dios.
1º.- Ponernos en brazos de la Virgen María.
2º.- Darnos cuenta de que estamos en el seno del Señor. Aunque no queramos, lo estamos.
"En El vivimos, nos movemos y somos".
Aún en pecado grave, estoy en el seno de mi Papá.
Mi Papá no es algo lejano. Estoy dentro de El. No le lleno porque es infinito, pero estoy dentro de El.
Hay que insistir en querer y desear estar en el seno de Dios.
Soy infinitamente amado por Dios. Para que yo no dudara, me envió a su Hijo.
Ha entregado a su Hijo para morir por mí, y en la Eucaristía.
Hay que practicar estos cuatro actos:
--Gozar del Padre
--Abandonarse en el Papá
--Amarle de presente y con gusto. Darle y querer darle gusto AHORA.
--Detestar todo lo que le desagrada.
*Nota.- Los condenados también están en el seno de Dios, pero no quieren estar, y Dios no los abraza. No sienten sus caricias. _________________ NO SOY VETERANO

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Tomás Bertrán Mercader Veterano
Registrado: 01 Oct 2005 Mensajes: 1503 Ubicación: España
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Publicado:
Lun Jul 28, 2008 9:49 am Asunto:
Tema: un cristiano triste es un triste cristiano |
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2ª MEDITACION
Hay que sacar una disposición de estos Ejercicios Espirituales.
Actuemos con la fe de que estamos en el seno del Papá. De su perdón y ternura total.
Al mismo tiempo sentirnos acompañados en el seno del Padre, primero por Jesucristo (unido con Jesucristo, alabar y gozar del Padre), y segundo en brazos de María con Jesús niño conmigo, para que Ella nos enseñe a alabar y gozar al Padre.
En este seno, en esos brazos, debemos practicar los cuatro actos ya citados en la meditación anterior.
La alegría en brazos del Padre
¿Por qué he de estar yo alegre?.
Pasemos primero a la alegría egoísta y luego pasaremos a la altruista.
Alegría egoísta.-
a) Sentirme contento y tranquilo porque Dios es mi Papá.
Procurar gustar este gozo. Pedirlo a la Virgen. Y repetirlo a lo largo del día de que Dios es mi Papá, me ama, y sentirlo, gozarlo y gustarlo.
No sentirlo sensiblemente porque no podemos, sino en fe y quedarme en Paz.
b)Alegría tranquila. Después del encuentro, uno se distrae, pero se da cuenta de que está delante de Dios. El trabajo, familia, todo, hacerlo en presencia de Dios y, sabiéndolo, ser feliz.
El niño juega, y aunque no mire a su padre sabe que está ahí, y es feliz.
La fuente de mi alegría en mi trabajo y en todo, es que mi Papá me está mirando.
c)La seguridad. Al niño no le importa ser débil porque se siente seguro con sus padres.
No me importe nada. No me importe mi debilidad si está conmigo Dios.
d)Tener solicitud, como el niño, en sentir sus caricias y sus abrazos.
e)Poner nuestro ideal de grandeza en sentirnos en brazos de mi Papá.
No querer andar por mi pie. Si nos abandonamos en sus brazos, iremos al paso de nuestro Papá. El nos lleva.
Abandonarme en mi Papá. No debo buscar mi bien, es mi Papá quien debe buscar mi bien.
Si camino a mi pie, a mi paso, no salvaré jamás la distancia infinita que me separa de Dios.
Si voy en sus brazos, si me lleva El, entonces sí salvaré esta distancia ya que iré a su paso, paso infinito.
A veces creemos que adelantamos mucho en nuestra vida espiritual, y no avanzamos nada porque vamos a nuestro paso. Otras veces parece que no avanzamos, y es cuando más adelantamos, porque vamos en brazos de Dios.
Si sabemos abandonarnos en brazos de Dios, nos hacemos santos sin darnos cuenta.
f)La alegría de la riqueza. Si los padres son ricos, el pequeñín es rico.
La virtud que tenemos la perdemos enseguida si nos fijamos en ella.
Nos debemos gozar en la grandeza de Dios. No tengo nada.
Alegrarse y gozarse en todo lo de Dios, porque lo de El es mío.
Con la Virgen igual. Todo lo de Mamá es mío.
Si quiero que todo lo de mi Papá sea mío, será.
Lo verdaderamente mío es lo que Dios es y lo que la Virgen tiene.
g)Ausencia de temor. No debe existir temor que no se calme al darme cuenta de que estoy en brazos de mi Padre.
Y si peco mortalmente, que dejo de estar en brazos de mi Papá, no debo asustarme. He de llamarlo para que me recoja.
No hay mal mío que no puedas remediar mi Papá.
Acentuación de la fe.-
Jesucristo dice en el Evangelio que el Papá es mejor que los padres de la tierra: "Si un padre da pan a sus hijos, siendo los hombres malos, ¡qué no hará mi Padre!"
Reunidos todo el amor de todos los padres y madres del mundo, son un mero reflejo del Amor de mi Papá.
¿Quién me ha despertar para darme cuenta de que estoy en sus brazos?. La Virgen.
**Soy como un niño que voy dormido en los brazos de mi Papá. Al sentirme angustiado, atemorizado ante cualquier contingencia de mi vida, por grave que sea, sea la Virgen María quien me despierte y así darme cuenta que voy en brazos de mi Papá, e igual que un niño, tranquilizarme al instante.
Abandonarme en Dios y la Virgen María. _________________ NO SOY VETERANO

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Tomás Bertrán Mercader Veterano
Registrado: 01 Oct 2005 Mensajes: 1503 Ubicación: España
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Publicado:
Sab Ago 02, 2008 2:32 am Asunto:
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3ª MEDITACION
Alegría altruista.-
Renovar ese sabernos en fe. Sabernos en El.
Los niños se gozan de las excelencias de sus padres.
Nuestro Papá es lo más grande que hay.
Hay que sentir en fe de esta alegría de la presencia de Dios.
Gozad en toda la hermosura de Dios. No la agotaremos por mucho que recordemos y conozcamos a ella.
a)Felicitar a Dios porque es Dios. Seamos felices porque mi Papá es Dios verdadero.
El gozar de que Dios es Dios es el verdadero Amor.
El gozo porque el Amado es dichoso, olvidándonos de nosotros, es el verdadero Amor.
De tal modo gozarme en El que me sienta enteramente suyo.
b)Felicitándole porque Jesucristo es su Hijo Unigénito.
La mayor gloria de un padre es que el hijo se asemeje a él. El Hijo se asemeja al Padre. El Padre no se conoce a sí mismo sino a través de su Hijo. Al Hijo le comunica su mismo Ser.
Vedlo como un río infinito de Amor que deriva en tres ramas. Este Amor se origina en el Padre. Dios es Amor.
En Dios todo es Amor. Porque ninguna Persona busca su gloria, sino la gloria de las otras dos. En Dios no hay egoísmo. Dios vive el Amor.
c)Felicítalo por todas sus obras. Por la obra realizada en Jesucristo. Por la Virgen María. Una Madre tan admirable que le dio a su Hijo. La ha querido también para Madre nuestra. Viendo y estudiando la obra de la Virgen María, entenderé qué quiere hacer conmigo.
Por los hijos (nosotros) suyos. Por las maravillas que ha hecho en ellos. No tendremos envidia porque al ver a mi hermano veré el rostro del Padre.. Y si tropieza, como yo, pensemos en la Misericordia de Dios.
Gozarnos de lo bueno de los demás, porque agradan a mi Papá.
Gozarse por ver cómo Dios va buscando a los hombres.
Pasmarnos por su hermosura, santidad y misericordia.
d)Felicítalo por su acción en la Creación. Donde yo vaya, que vea a mi Papá. Todo lo que vea, ver en ello a mi Papá.
Todos los sabios del mundo no saben hacer una hojita de un árbol. Dios ha creado todas las plantas, animales, etc.
Como todo es obra de El, y yo soy su hijo, puedo y debo ir por el mundo con paz y tranquilidad. El me lo da todo. La comida me la da en la boca. Cuando coma, beba, me divierta, darme cuenta de que todo me lo da mi Papá.
Gozo enorme en la Providencia.
Dice Job: "Dios dice algo a las estrellas y ellas contestan: Heme aquí". Conoce todas las estrellas por su nombre, una por una. Las manda y ellas obedecen.
Es mi Papá y me quiere mucho. Procura encontrarlo hasta en la sopa. Tendremos así una fuente de oración, y viendo esto me volveré a El y diré: Papá, ¡qué hermoso eres!.
Narra con gozo, como la Virgen, las grandezas de Dios.
Y Jesucristo nos ayudará a conocer al Papá. El lo conoce y nos lo presentó y presenta.
Y ponernos también en brazos de la Virgen.
**Anécdota.- Un cristiano pregunta al sacerdote: ¿Cómo arreglarlo, ya que si estoy en brazos de mi Papá no lo estoy de mi Mamá, y si estoy en brazos de mi Mamá no lo estoy de mi Papá?.
El sacerdote contesta: ¿Tú conoces un niño pequeñín que se haga estas preguntas cuando está en brazos de su padre o de su madre?.
El cristiano: Ya lo entiendo. La culpa es mía por no ser demasiado pequeñín. _________________ NO SOY VETERANO

TODO POR JESUS Y MARIA. |
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Tomás Bertrán Mercader Veterano
Registrado: 01 Oct 2005 Mensajes: 1503 Ubicación: España
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Publicado:
Mie Ago 06, 2008 6:55 am Asunto:
Tema: un cristiano triste es un triste cristiano |
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Día 10 de abril de 1982
PRIMERA MEDITACION
Hay que pedir a la Virgen que nos abra los ojos para vernos en el seno de Dios y sensibilizar nuestro corazón para gozarlo.
Y una vez en el seno del Señor, abandonarnos en El.
Jesucristo nos da ejemplo. Siendo Dios s hace niño y se abandonó, haciéndose impotente, en manos de la Virgen y San José.
Este abandono ha de alcanzarlo todo. Sobre todo en lo que más nos cuesta abandonar. Todo temor, inquietud, va en contra de este abandono.
Hay que abandonar el pasado y el futuro en manos de Dios. Gozar el presente en el seno de Dios. Olvidar el pasado y el futuro.
No me debo cuidar yo, ya que Dios me cuida.
Dejar en manos de Dios todo lo que es de orden natural (comida, bebida, vida, personas que me rodean, trabajo).
Hay que confiar en Dios.
Dios quiere que nos espabilemos buscando comida, vestidos, etc., pero no quiere que nos preocupemos.
Nunca la preocupación por la salud debe preocuparnos.
No hay muerte. Hay tránsito.
"Papá, aunque me da miedo esto, ruego que lo tomes. Te lo ofrezco".
La educación de mis hijos y de los demás corresponde a Dios. No me preocupe esto. Yo soy un instrumento.
Hay diferencia en la educación si actúo por mí o si actúo como mandatario de Dios.
Hay que abandonarse en lo pequeño y en lo grande.
No me pueden hacer daño porque mi Papá no lo quiere.
"No temo a los que me dan palos donde yo no estoy". Si estoy en el seno de Dios, y me pegan por Dios, no pueden darme ya que pegan fuera del seno de Dios.
Este abandono nos cuesta. Nos cuesta entender las Bienaventuranzas: "Dichosos si con mentiras os injuriasen, persiguiesen, por Mí".
Alegría por sentirse amparado por mi Papá.
Para el que ama a Dios lo que más cuesta es abandonar la vida sobrenatural.
Nos vemos lejos de Jesús. Hay que ser paciente.
Dios puede hacer la santidad en un instante. En la medida en que nos abrimos, así entra Jesucristo en nosotros.
Si quiere que dejemos lo natural, ¡cuánto más lo sobrenatural en sus manos!.
El pecado hay que abandonarlo todo. No hay que ser escrupuloso. El escrupuloso es un gran egoísta.
Abandonar en manos de Papá todo nustro pasado. He de amarlo ahora.
Todo lo pasado es porque Dios lo permitió, y lo permitió por Amor.
Estando en el seno del Señor, ¿por qué acordarme de mi pasado?.
No perder tiempo haciendo planes para el futuro.
El AHORA es lo único que está en mis manos.
Cíñame ahora en ser fiel a Dios. Amarlo y gozarlo ahora.
Así tendremos una gran libertad y paz en el corazón.
El niñito vive al día. _________________ NO SOY VETERANO

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