maria luz alvarez Asiduo
Registrado: 03 Oct 2005 Mensajes: 304 Ubicación: argentina
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Publicado:
Vie Oct 03, 2008 6:52 pm Asunto:
Señor, mira la fe de tu Iglesia
Tema: Señor, mira la fe de tu Iglesia |
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Hay algo que la Iglesia no puede planificar, ni proyectar, ni organizar, ni siquiera fomentar: la fe del pueblo. La gente suele concurrir a misa por costumbre, por relaciones sociales, imposición, por cuestiones familiares o de tradición. Algunas veces, por miedo: al castigo, a la enfermedad, a la tragedia, a la mala suerte. Hay otro tanto de veces en que la gente asiste a misa, porque siente algo especial, porque le hablaron de una virgencita, de un santo, de una aparición, de un mensaje… de un sacerdote que sana o que ayuda a sanar.
No se puede controlar la fe del pueblo, el entusiasmo de los fieles, el avance de un movimiento de jóvenes, la devoción a un santo determinado, la mayor o menor participación en una procesión… Podemos acompañar, guiar, ayudar, seguir…pero nunca controlar. Las manifestaciones de fe no tienen que ver con el gran trabajo o empeño que ponga o demuestre un sacerdote, un coordinador pastoral. No salen de las reuniones de obispos, no se ajustan a documentos, a proyecciones, ya que son contagio, búsqueda, seguimiento, iniciativa, impulso, contacto, intuición, gracia, obra de Dios.
La fe no se revela en unos meses, necesita tiempo, recuperación de lo vivido, recuerdo. Ayuda a comprender el presente, el porqué del hoy, de cómo llegamos a “ser”, de esa compañía de Dios que fue imperceptible en el presente, pero que es incomprensible no verla en el pasado. Fe es asombrarse de la presencia oportuna de Dios en los momentos más difíciles, fe es ese temblor que corre por uno dando fuerza, ánimo en las peores ocasiones. La gente de fe dice: “Si no hubiera sido por Dios”.
El paso de Dios se percibe con el correr del tiempo, descubriendo lo vivido como milagro, proeza, hecho heroico. La fe se advierte desde la vida y desde el relato propio o de los otros cercanos. El mayor, el anciano recrea, recuerda, reanima la vida en el relato de lo pasado, en su paso y el paso de Dios, todo lo atribuye al Supremo. El hombre de fe no puede entender que haya vida sin Dios, no es ateo porque no puede comprender la vida sin él. Algunos desesperan y descubren que no fue suficiente la propia entrega y entienden que la vida transcurrió sin Dios y se arrepienten, hasta que entienden que Dios definitivamente siempre estuvo.
La fe es libre. No muere, crece, no sirve para un rato, es para siempre. Si bien nuestras proyecciones, planes y diseños pastorales aporten algo a la fe de la gente, no es nuestro el poder de hacer creer o no dejar que crean. Los escándalos, las difamaciones entristecen, sin embargo, no fagocitan a la gente de fe. La fe sigue intacta, si se corta, nunca fue verdadera, siempre pendió de un hilo. La fe se convierte en amor, eterno, gigante que mueve montañas. La fe del que no tiene más nada que esperar es un diminuto granito de mostaza que produce al ciento por ciento.
“Señor no mires nuestros pecados, sino la fe de tu Iglesia”.
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