Doña Gely Nuevo
 
  Registrado: 12 Nov 2008 Mensajes: 6
 
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           Publicado:
            Mar Ene 13, 2009 7:24 pm    Asunto:
            15 Minutos con Jesús Sacramentado 
            Tema: 15 Minutos con Jesús Sacramentado  | 
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				"No es preciso hijo mío, saber mucho para agradarme mucho; basta que
 
 me ames mucho. Háblame pues aquí, sencillamente, como hablarías al 
 
más íntimo de tus amigos, como hablarías a tu madre o a tu hermano.
 
 
¿Necesitas hacerme a favor de alguien alguna súplica cualquiera? Dime 
 
su nombre, bien sea de tus padres, el de tus hermanos y amigos. Dime 
 
enseguida qué quisieras hiciese yo actualmente por ellos. Pide mucho, 
 
mucho. No vaciles en pedir. Me gustan los corazones generosos, que 
 
llegan a olvidarse en cierto modo de sí mismos para atender las 
 
necesidades de los demás. Háblame con sencillez de las personas a 
 
quienes quisieras ayudar; de los enfermos a quienes ves sufrir; de los 
 
descarriados que tú anhelas regresen al buen camino; de los amigos 
 
ausentes que quisieras ver otra vez a tu lado. Dime por todos una 
 
palabra siquiera; pero palabra de amigo , palabra ardiente y fervorosa. 
 
Recuérdame que he prometido escuchar toda súplica que salga del 
 
corazón y ¿no ha de salir del corazón el ruego que me diriges por 
 
aquellos que tu corazón especialmente ama?
 
 
¿Y para ti, no necesitas ninguna gracia? Hazme, si quieres, como una 
 
lista de tus necesidades y ven, léela en mi presencia. . Dime 
 
francamente que sientes orgullo, amor a la sensualidad y al placer, que 
 
eres tal vez egoísta, inconstante, negligente... y pídeme luego que venga 
 
en ayuda de los esfuerzos, pocos o muchos que haces para liberarte de 
 
tus faltas. ¡No te avergüences, hijo mío! ¡hay en el cielo tantos y tantos 
 
justos, tantos y tantos santos que tuvieron esos mismos defectos! Pero 
 
rezaron con humildad..., y poco a poco se vieron libres de ellos. No 
 
vaciles en pedirme bienes espirituales y materiales, salud, memoria, 
 
éxito en tus trabajos, proyectos o estudios... Todo eso puedo darte, y 
 
deseo me lo pidas, siempre que no obstaculicen, sino más bien ayuden a 
 
tu santificación. Precisamente hoy, ¿qué necesitas? ¿Qué puedo hacer 
 
por ti? ¡Si supieras cuánto deseo poder ayudarte!
 
 
¿Tienes ahora algún proyecto? Cuéntamelo todo. ¿Qué te preocupa?, 
 
¿qué piensas?, ¿qué deseas?, ¿qué puedo hacer por tus padres, tus 
 
hermanos, tus hijos, tus compañeros, tus amigos? ¿Qué desearías hacer 
 
por ellos? Y por mí, ¿No sientes deseo de mi gloria? ¿Quieres que haga 
 
algo por quienes amas mucho pero que quizá viven lejos de mí? Dime 
 
qué cosa en particular llama tu atención hoy, qué deseas más 
 
ardientemente y con qué medios cuentas para obtenerlo. Dime si no se 
 
te logran tus planes y te diré las causas de tus dificultades. ¿Deseas 
 
apoyarte en mí? Hijo mío, yo soy el Señor de los corazones, y los muevo 
 
adonde deseo sin violentar su libertad.
 
 
¿Sientes acaso tristeza o mal humor? Cuéntame tus tristezas 
 
detalladamente. ¿Quién te ha herido? ¿Quién lastimó tu orgullo? ¿Quién 
 
te ha maltratado? Acércate a mi corazón y encontrarás el bálsamo para 
 
esas heridas del tuyo. Cuéntamelo todo y acabaras por decirme que, a 
 
semejanza de mí, todo lo perdonas, todo lo olvidas y en pago,... 
 
recibirás mi bendición consoladora.
 
 
¿Tienes miedo tal vez? ¿Sientes en tu alma conmociones vagas de 
 
tristeza, que por injustificadas no dejan de ser desgarradoras? Apóyate 
 
en mi providencia. Yo estoy contigo, a tu lado. Veo todo, escucho todo. 
 
No te abandonaré en ningún momento.
 
 
¿Sientes el olvido por parte de personas que antes te quisieron bien y 
 
ahora se alejan de ti sin razón? Reza por ellos, y yo te los devolveré, si 
 
no han de ser obstáculo para tu salvación.
 
 
¿Y no tienes alguna alegría que comunicarme? ¿Quieres hacerme 
 
partícipe de ella como buen amigo tuyo? Cuéntame lo que desde ayer, 
 
desde la última visita que me hiciste, ha consolado y hecho como sonreír 
 
tu corazón. Quizás has tenido agradables sorpresas; quizás has tenido 
 
agradables sorpresas; quizás has visto disipadas graves dudas, has 
 
recibido buenas noticias, una carta, un detalle de cariño, has vencido una 
 
dificultad, o salido de una situación angustiosa. Todo esto es obra mía. 
 
Yo te lo he concedido. ¿Por qué no has de manifestarme tu gratitud y 
 
decirme sencillamente como un hijo a su padre: "Gracias, Padre Mío"? El 
 
agradecimiento trae consigo nuevos beneficios, porque al bienhechor le 
 
agrada verse correspondido.
 
 
¿Tienes alguna promesa que hacerme? Leo, ya lo sabes, el fondo de tu 
 
corazón: a los hombres se engaña fácilmente ; a Dios, no. Háblame 
 
pues, con toda sinceridad.
 
 
¿Tienes firme resolución de no exponerte más a aquella ocasión de 
 
pecado? ¿De privarte de aquel objeto que te dañó? ¿De no leer más 
 
aquel libro que excitó tu imaginación? ¿De evitar aquella persona que 
 
quitó paz a tu alma? ¿Vas a ser generoso con esa persona a quien 
 
consideras tu enemiga porque te ofendió?
 
 
Ahora hijo mío regresa a tus ocupaciones habituales, a tu familia, a tu 
 
trabajo, a tus estudios... pero no olvides estos quince minutos de 
 
conversación íntima que hemos tenido en el silencio del sagrario. Guarda 
 
en lo posible, silencio, modestia, resignación, amor a tu prójimo. Ama a 
 
mi Madre, que lo es también tuya, la Virgen Santísima, y vuelve otra vez 
 
a mí con el corazón más amoroso, más entregado; en el mío 
 
encontrarás cada día nuevo amor, nuevos beneficios, nuevos consuelos.
 
     
 
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    Sagrado Corazón de Jesús, en Ti confío.
 
               Oh, Dulce Corazón de María, sé la salvación mia. Amén | 
			 
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