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El creyente carnal

 
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MensajePublicado: Vie Ene 23, 2009 3:02 am    Asunto: El creyente carnal
Tema: El creyente carnal
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El creyente carnal
Como Pablo, todos los creyentes podrían ser llenados con el Espíritu Santo en el momento de creer y en el bautismo (comparar Hechos 9:17, 1Cool. Por desgracia, muchos aún están controlados por la carne como si no hubieran muerto y resucitado. Éstos no han creído de verdad en el hecho consumado de la muerte y la resurrección de Cristo por ellos, ni han obrado sinceramente según el llamamiento del Espíritu Santo a seguir el principio de la muerte y la resurrección. Según la obra consumada de Cristo ya han muerto y han sido resucitados, y según su responsabilidad como creyentes deberían morir al yo y vivir para Dios, pero en la práctica no lo hacen. Estos creyentes pueden ser considerados anormales. Sin embargo, no debemos pensar que esta anormalidad es exclusiva de nuestro tiempo. Hace muchísimo tiempo el apóstol Pablo se había encontrado con una situación semejante entre creyentes. Los cristianos de Corinto eran un ejemplo. Oíd lo que les dijo:
Pero yo, hermanos, no podía dirigirme a vosotros como a hombres espirituales, sino como a hombres de la carne, como a niños en Cristo. Os alimenté con leche, no con comida sólida; porque no estabais preparados para eso; e incluso aún no estáis preparados, porque aún sois de la carne. Porque mientras haya celos y disputas entre vosotros, ¿no sois acaso de la carne y os comportáis como hombres corrientes? (1 Co 3:1-3).
Aquí el apóstol divide a todos los cristianos en dos clases: los espirituales y los carnales. Los cristianos espirituales no tienen nada de extraordinario: son simplemente normales. Son los carnales los que se salen de lo normal, los que son anormales. Los de Corinto eran cristianos de veras, pero eran carnales, no espirituales. En este capítulo Pablo afirma tres veces que eran hombres carnales. Por la sabiduría recibida del Espíritu Santo el apóstol comprendía que tenía que identificarlos antes de poder ofrecerles el mensaje que necesitaban.
La regeneración bíblica es un nacimiento por el que la parte más íntima del ser del hombre, el espíritu, profundamente oculto, es renovada y habitada por el Espíritu de Dios. Tiene que pasar un tiempo hasta que el poder de esta vida nueva alcance el exterior: es decir, hasta que se extienda desde el centro hasta la circunferencia. Por eso no podemos esperar encontrarla fuerza de «los jóvenes» ni la experiencia de «los padres» manifestadas en la vida de un niño en Cristo. Aunque un creyente recién nacido pueda comportarse fielmente, amando al Señor y distinguiéndose con su celo, aún necesita tiempo para tener ocasión de saber más de la maldad del pecado y del yo y para saber más de la voluntad de Dios y de los caminos del Espíritu. Por mucho que pueda amar al Señor o amar a la verdad, este nuevo creyente aún anda en el mundo de los sentimientos y los pensamientos y aún no ha sido probado ni refinado con fuego. Un cristiano recién nacido no puede evitar ser carnal. Aunque esté lleno del Espíritu Santo, aun así no conoce a la carne. ¿Cómo puede alguien ser liberado de las obras de la carne si no reconoce que esas obras nacen de la carne? Por eso, considerando su auténtica condición, los cristianos que son niños recién nacidos son en general de la carne.
La Biblia no espera que los nuevos cristianos sean espirituales instantáneamente, pero si después de muchos años siguen siendo niños, entonces su situación es verdaderamente muy lamentable. Pablo mismo les dice a los corintios que los había tratado como hombres de la carne al principio porque eran niños recién nacidos en Cristo y que ahora —cuando les escribía— deberían ser ya adultos. En lugar de eso habían malgastado sus vidas, seguían siendo niños y por eso aún eran carnales.
Para ser transformado de carnal a espiritual no se necesita tanto tiempo como pensamos actualmente. Los creyentes de Corinto procedían de un ambiente pagano categóricamente pecaminoso. Al cabo de sólo unos pocos años el apóstol ya veía que habían sido niños demasiado tiempo. Habían estado demasiado tiempo en la carne, porque para entonces ya tenían que ser espirituales. El propósito de la redención de Cristo es eliminar todo lo que obstaculice el control del Espíritu Santo sobre toda la persona para que de ese modo pueda ser espiritual. Esta redención no puede fallar jamás porque el poder del Espíritu Santo es sobreabundante. De la misma manera que un pecador carnal puede convertirse en un creyente regenerado, un creyente regenerado pero carnal puede ser transformado en un hombre espiritual. ¡Qué lamentable es encontrar a cristianos que no han realizado ningún^ progreso en su vida espiritual al cabo de varios años y hasta in¿usc>/décadas! Y estos mismos se asombran cuando encuentran a alguien que, al cabo de unos años, emprende una vida del espíritu. Lo consideran algo rarísimo y no ven que se trata simplemente de algo normal, del normal crecimiento de la vida. ¿Cuánto hace que creéis en el Señor? ¿Sois espirituales? No debemos volvernos niños viejos, entristeciendo al Espíritu Santo y perjudicándonos a nosotros mismos. Todos los regenerados deberían ambicionar un desarrollo espiritual, permitiendo que el Espíritu Santo gobierne sobre todo, para que en un período de tiempo relativamente corto pueda llevarnos a lo que Dios ha dispuesto para nosotros. No debemos perder el tiempo sin hacer progresos.
Entonces, ¿cuáles son las razones para no crecer? Quizás hay dos. Por un lado puede ser debido a la negligencia de los que, teniendo a su cargo las almas de los creyentes jóvenes, quizá sólo les hablan de la gracia de Dios y de su posición en Cristo, pero se olvidan de animarles a buscar experiencias espirituales. (Mejor dicho, quizá los que tienen a otros a su cargo desconocen la vida en el Espíritu. ¿Cómo pueden semejantes personas guiar a otros a una vida más abundante?) Por otro lado, puede ser porque a los creyentes mismos no les interesan los asuntos espirituales. Suponen que basta con estar salvado, o no tienen apetito espiritual o simplemente no están dispuestos a pagar el precio para poder avanzar. Como consecuencia deplorable de esto la iglesia está repleta de niños mayores.
¿Cuáles son las características de los carnales? La más destacada es que siguen siendo niños mucho tiempo. La duración de la niñez no debería pasar de unos pocos años. Cuando una persona nace de nuevo al creer que el Hijo de Dios expió sus pecados en la cruz, simultáneamente debería creer que ha sido crucificado con Cristo, para que así el Espíritu Santo pueda liberarle del poder que en nosotros ejerce la carne. Naturalmente, si desconoce este hecho permanecerá en la carne durante muchos años.
La segunda característica de los carnales es que son incapaces de asimilar la enseñanza espiritual. «Os alimenté con leche, no con comida sólida; porque no estabais preparados.» Los corintios se enorgullecían enormemente de su conocimiento y su sabiduría. De todas las iglesias de ese período, la de Corinto era probablemente la más instruida. Pablo, en su carta, da gracias a Dios por su gran conocimiento (1:5). Si Pablo les predicaba un sermón espiritual podían comprender cada palabra. Sin embargo, toda su comprensión estaba en la mente. Aunque lo sabían todo, estos corintios no tenían el poder de expresar en la vida lo que sabían. Muy probablemente hoy en día hay muchos creyentes que saben tanto y tan bien que incluso pueden predicar a otros, pero que aún no son espirituales. El auténtico conocimiento espiritual no se encuentra en pensamientos maravillosos y misteriosos sino en la experiencia espiritual real a través de la unión de la vida del creyente con la verdad. Aquí lá inteligencia no sirve, y el ansia por la verdad también es insuficiente. Lo indispensable es un camino de total obediencia al Espíritu Santo, que es el único que nos enseña de verdad. Todo lo demás es la simple transmisión de conocimiento de una mente a otra. Estos datos no vuelven espiritual a uno que sea carnal. Al contrario, en realidad su carnalidad transformará en carnal todo su conocimiento «espiritual». Lo que necesita no es más enseñanza espiritual, sino un corazón obediente que esté dispuesto a ceder su vida al Espíritu Santo y que ande por el camino de la cruz según el mandato del Espíritu. Una mayor enseñanza espiritual sólo reforzará su carnalidad y servirá para que se engañe y se considere espiritual. Porque ¿acaso no se dice a sí mismo: «¿De qué manera podría saber tantas cosas espirituales si no fuera espiritual?» En tanto que la auténtica piedra de toque debería ser: «¿Cuánto sabes de veras de la vida, y cuánto de lo que sabes es un producto de la mente?» Que Dios tenga clemencia de nosotros.
Pablo escribió sobre otra evidencia más de la carnalidad, afirmando que,«habiendo celos y rivalidades entre vosotros, ¿no | sois de la carne y os comportáis como hombres corrientes?» El
pecado de los celos y de la rivalidad es una prueba eminente de carnalidad. En la iglesia de Corinto abundaban las disensiones, cosa que queda confirmada con afirmaciones tales como «yo pertenezco a Pablo», «yo pertenezco a Apolo», «yo pertenezco a Cefas, «yo pertenezco a Cristo» (1 Co. 1:12). Incluso los que contendían por Cristo diciendo «soy de Cristo» también eran carnales porque el espíritu de la carne siempre y en todas partes es celoso y contencioso. Éstos eran indefectiblemente
carnales al declararse cristianos con esa actitud de espíritu. Por muy bonita que suene la palabra, cualquier jactancia sectaria no es mas que el balbuceo de un bebé. Las divisiones en la iglesia
son debidas exclusivamente a la falta de amor y a la carnalidad. Esas personas que al parecer contienden por la verdad no hacen mas que camuflar a la auténtica persona. Los pecadores del
mundo son hombres de la carne. Como tales, no están regenerados, y en consecuencia están bajo el dominio de su alma y de su cuerpo. Para un creyente, ser carnal significa que también se comporta como un hombre corriente. Ahora bien, es perfectamente natural que los mundanos sean carnales, e incluso es comprensible que los creyentes recién nacidos sean carnales, pero si por los años que uno lleva creyendo en el Señor ya debería ser espiritual, entonces ¿cómo puede seguir comportándose como una persona corriente?
Es evidente que una persona pertenece a la carne si se comporta como un hombre corriente y peca con frecuencia. No importa cuánta doctrina espiritual sepa, o cuántas experiencias espirituales pretenda haber tenido, o cuántos servicios eficaces haya prestado. Nada de todo eso le hace menos carnal si sigue sin librarse de su peculiar temperamento, su mal genio, su egoísmo, su vanagloria y su falta de perdón y de amor.
Ser carnal significa comportarse «como hombres corrientes». Deberíamos preguntarnos si nuestra conducta difiere radicalmente o no de la de los hombres corrientes. Si tenéis pegadas a vuestra vida muchas costumbres mundanas, entonces aun sois, sin duda alguna, de la carne. No discutamos sobre si nos llamamos espirituales o carnales. Si no estamos gobernados por el Espíritu Santo, ¿qué provecho sacaremos de la simple calificación de espirituales? Al fin y al cabo esto es un asunto de vida, no de títulos.
W. Nee
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