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¿Qué ministerios, para cuál Iglesia?...

 
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Juankas
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Registrado: 23 Feb 2008
Mensajes: 6

MensajePublicado: Mie Oct 15, 2008 2:23 pm    Asunto: ¿Qué ministerios, para cuál Iglesia?...
Tema: ¿Qué ministerios, para cuál Iglesia?...
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¿Qué ministerios, para cuál Iglesia?...
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Sobre la institucionalización de nuevos ministerios y sus consecuencias eclesiales


El debate sobre los ministerios en la Iglesia, inaugurado por el Concilio Vaticano II, es abordado en este artículo en toda su radicalidad: ¿más –otros– ministerios, o una nueva forma de ministerialidad? Corriéndose del binomio clero/laicado, un enfoque audaz, realista y "tradicional".

Mientras participé del grupo de jóvenes en la parroquia noté que los laicos necesitábamos hacer amplios esfuerzos para obtener la aprobación del cura párroco sobre las actividades que pretendíamos desarrollar. Gran parte de nuestras energías no se destinaban tanto al quehacer pastoral cuanto a convencer a la autoridad de que lo que haríamos sería legítimo, o al menos, no haría mal a nadie...

Por otra parte, me parecía que el ministerio ordenado resultaba cada vez menos atractivo: fui a un colegio secundario en la ciudad de Salta donde compartí los últimos años con seminaristas "menores". De los cinco, sólo uno se ordenó. Durante mi carrera universitaria fui compañera de varios "candidatos al sacerdocio" que dejaron el seminario antes de la ordenación. Conozco hoy muchos presbíteros que deciden suspender su tarea ministerial.

Estas cuestiones impactan directamente en la vida de nuestras comunidades y en la expresión del espíritu que las anima. Cuando más tarde decidí estudiar teología, me acerqué a la cuestión de los ministerios convencida de que el modo como los ejercemos configura un determinado paradigma eclesial y viceversa; de allí el título de estas líneas, que tomo de un pequeño texto colombiano sobre la experiencia del tema en América Latina.

El ejercicio ministerial de los laicos

Hace ya muchos años que venimos escuchando hablar de "ministerios laicales", tópico surgido a partir de la llamada "teología del laicado" del Concilio Vaticano II. Ha sido entonces cuando se usó la expresión "sacerdocio común" para indicar que todos participamos de la mediación de Cristo, capaces de ofrecernos a Dios (Lumen Gentium, 10). Este sacerdocio tiene una triple dimensión: la palabra, el culto y la realeza. En este marco, surge la cuestión de la ministerialidad para designar a aquellos laicos que asumen servicios específicos, referidos a la predicación de la palabra y a la acción litúrgica, que son relativamente estables y comportan una cierta responsabilidad de coordinación de la comunidad.

Por otra parte, existe también una razón de sentido negativo que ha dado origen al debate eclesiológico de los ministerios en la Iglesia: la escasez de candidatos al ministerio ordenado y la creciente interrupción de las tareas ministeriales por los ya ordenados. En este caso la urgencia se traduce en la delegación en los laicos de las tareas que los ministros ordenados no alcanzan a cubrir.

Sin embargo, por ambos lados la ministerialidad de los laicos conlleva riesgos. En el primer caso, si se reconocen ministerios laicales sin una renovación eclesiológica que revierta una estructuración piramidal y jerárquica, no se hará sino repetir el esquema cayendo en la clericalización de los laicos concebidos como ministros. Esto sucede cuando los laicos que asumen los ministerios en cuestión pretenden reproducir o imitar el modelo presbiteral vigente.

En segundo lugar, si la promoción es debida a la escasez de ordenaciones, se trata de un reconocimiento en términos de suplencia o por delegación para el ejercicio de funciones que no serían propias del laico. De aquí se derivan consecuencias de gran incidencia en la vida eclesial tanto para los propios ministros ordenados como para los laicos comisionados.

Ante el papel cada vez más frecuente de los laicos en las tareas pastorales, se reduce la ministerialidad del ordenado al campo exclusivo de lo sacramental, cayendo así en una concepción residual del ministerio y perdiendo de vista su triple función: predicación, celebración y presidencia de la comunidad (ver Lumen Gentium, 24ss. y Presbiterorum Ordinis, 4-6). El presbítero ejerce su función en aquello que "sólo él puede hacer": la celebración de la eucaristía y la reconciliación, empobreciendo el contacto con la comunidad en su función de acompañamiento y la predicación del Evangelio por medio de la palabra. Particularmente en zonas rurales los presbíteros celebran más de cinco ó seis misas los fines de semana, debiendo "correr" de un lado a otro para llegar a tiempo y en ocasiones comisionando a algún laico para que inicie la celebración con la liturgia de la palabra, y llegar él "para la consagración". ¿Podemos pedirle a ese ministro que conozca a las personas de la comunidad que él preside y coordina? ¿Que sepa de sus necesidades y pueda crear un clima fraterno? ¿Que tenga un momento detenido de estudio para preparar la homilía?

Del otro lado, los ministros laicos que asumen la conducción de las comunidades sufren la ambigüedad de acompañarlas con la predicación de la palabra y la presidencia en la celebración de algunos sacramentos excepto la Eucaristía, "fuente y cima de toda evangelización" donde "se contiene todo el bien espiritual de la Iglesia" (Presbiterorum Ordinis, 5). En palabras de B. Sesboüè, se presenta una forma "híbrida" de ejercicio pastoral, que no es ni el ministerio ordenado ni el ministerio simplemente bautismal; y "los laicos enviados en misión pastoral viven el ‘inconfort’ evangélico de estar, por así decirlo, sentados entre dos sillas" (¡No tengáis miedo!, Santander 1998, 133). Por cierto, hablar de ministerios laicales en términos de "suplencia" es un modo de reconocer que lo que hacen los laicos pertenece de suyo a la esfera del ministerio ordenado. Es una confesión de que hay algo "anormal" en el funcionamiento de la Iglesia, y de que esos ministerios de los laicos no son, doctrinalmente hablando, ministerios laicos. Por otra parte, la suplencia es, por definición, provisional y temporal y afecta a casos concretos. Supone que la escasez de los presbíteros será transitoria, deposita la responsabilidad de la carestía en la propia comunidad, en la "secularización" de la cultura y "falta de fe" de los posibles "vocacionados", impidiendo así poner en cuestión el modelo ministerial actual.

Diversidad de ministerios

Ciertamente el debate sobre los ministerios es un tema abierto en la teología actual y que pide seguir estudiándose. Varios han intentado algunas clasificaciones, madurando los esquemas en un contexto eclesiológico más amplio. El español D. Borobio ha motivado el desarrollo de ministerios laicales exigiendo su valoración para el cumplimiento de la misión que procede de Cristo, y no por una exigencia pastoral concreta (disminución de sacerdotes). Insiste en la necesidad de profundizar en el sentido teológico del ministerio ordenado y su relación al contexto comunitario, y de integrar la variedad de servicios ejercidos por laicos en una estructura eclesial renovada. En una de sus últimas obras (Misión y ministerios laicales, Salamanca 2001) presenta siete "familias básicas" de ministerios laicales:

catequista-guía del catecumenado; educador cristiano; comunicador cristiano; ministerio de sanación; promotor de la pastoral familiar; ministerio de la reconciliación y la pacificación; ministerio de la animación litúrgica y de la comunión. En orden a una promoción permanente de nuevos servicios y ministerios, el autor propone una "planificación pedagógica ministerial" para que las comunidades puedan asumir la corresponsabilidad eclesial.

En el ámbito francófono, B. Sesboüè hace una primera distinción entre el ministerio pastoral y apostólico (obispo, presbíteros y diáconos) y ministerio bautismal (instituido, confiado o simplemente reconocido), para luego analizar la "paradoja" de la participación de los laicos en la función pastoral de los ministros ordenados. Partiendo del fenómeno, plantea la necesidad de un discernimiento teológico para definir la identidad ministerial de los animadores pastorales laicos, a los que considera como "un nuevo tercer polo" ministerial. Los ministerios ejercidos por laicos no sólo se inscriben en el carisma del bautismo y de la confirmación, sino que participan en el encargo pastoral mismo convirtiéndose en responsables de la comunidad. Para Sesboüè, "no son pastores en el pleno sentido de la palabra; pero, si no el sustantivo, sí al menos puede aplicárseles el adjetivo pastoral" (¡No tengáis miedo!, 150).

Para J. M. Tillard el ministerio está en el orden del servicio, pero no se trataría sin más de una actitud generosa y abnegada –a la que todos estaríamos llamados por el Evangelio– sino que conlleva una impronta de autoridad, un lugar de referencia dentro de la comunidad. En este marco, prefiere en un principio reservar el término "ministerio" al ordenado, pues es un vocablo "demasiado cargado de resonancias clericales" y designar los ejercidos por laicos como "servicios del Evangelio" (Iglesia de iglesias, Salamanca 1991, 231). Posteriormente se ha referido a "los otros ministerios" para hablar de ministerios instituidos o delegados –en calidad de colaboradores para cubrir la escasez de ministros ordenados–, distinguiéndolos de los "servicios eclesiales" que no se inscriben en la ordenación ni se ejercen para cubrir el lugar de otro –sólo necesitan ser reconocidos, sin intervención de mandato oficial alguno– (La Iglesia Local, Salamanca 1999, 234). Entre estos últimos señala la catequesis, la animación litúrgica, el compromiso misionero, la preparación para los sacramentos, la administración económica, la asistencia jurídica; sin olvidar la actividad de las religiosas y religiosos que no son clérigos en los terrenos de la salud, de la educación, de la atención de los pobres.

En suma: hay quienes promueven el reconocimiento y la institucionalización de nuevos ministerios, no sólo ordenados (Borobio), quienes señalan un nuevo polo ministerial situado entre los ordenados y los bautismales para los laicos que ejercen tareas pastorales (Sesboüè) y quienes reservan lo ministerial para designar el cargo conductivo y presidencial en una comunidad, ordenado o delegado por éste (Tillard).

En el presente artículo no me detengo a analizar la diversidad de servicios eclesiales ejercidos por laicos que "merecerían" un reconocimiento oficial o cierta institucionalización que, a mi juicio, sin una renovación eclesiológica sólo nos llevaría a repetir un esquema clerical o jerárquico. Hago referencia particularmente a los ministerios pastorales, es decir a aquellos que implican una referencia dentro de la comunidad y representan un liderazgo para coordinar los servicios en la comunidad y de ella toda. Y en el análisis de la situación me pregunto si estos constituyen un "tercer polo" dentro de la estructura ministerial o más bien plantean la necesidad de una transformación y reforma de los propios ministerios ordenados. Si reservamos la ministerialidad para definir la nota de referencia y autoridad de quien preside la comunidad y coordina sus servicios, podríamos aplicársela exclusivamente al ordenado (¡para eso!) y replantear los requerimientos para el acceso a la ordenación. (En este sentido, ¿no tendría la "pastoral vocacional" que reflexionar más a fondo sobre los modelos ministeriales que proponemos, que intentar adecuar las inquietudes y demandas de los posibles candidatos a una figura prefijada?) Por otra parte, toda comunidad eclesial posee, de hecho, un dirigente, referente o responsable que congrega la reunión de todos (delegado o no), de lo contrario el grupo se desintegraría por falta de coordinación. ¿Qué impide que tal representante sea ordenado ministro de dicha comunidad?
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Juankas
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Registrado: 23 Feb 2008
Mensajes: 6

MensajePublicado: Jue Oct 16, 2008 1:28 pm    Asunto: Urge un concreto y real PLAN DIOCESANO DE EVANGELIZACIÓN
Tema: ¿Qué ministerios, para cuál Iglesia?...
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Urge un concreto y real PLAN DIOCESANO y ECLESIAL DE EVANGELIZACIÓN

Primero necesitamos cambiar la mentalidad eclesial.
Las parroquias tienen urgentemente que cambiar el sistema pastoral.

Necesitan ser casas y escuelas de comunión eclesial y de misión evangelizadora.

Dejar de ser una parroquia clientelista a ser una Iglesia misionera: Dejar tanto servicio de misas al día y más ágape y más formación de ministerios para ir a formar comunidades vivas en otras parroquias que no tienen ningún servicio eclesial ni hay comunidad.

Los sacerdotes no pueden ser correcaminos, corremisas. Hay que formar evangelizadores y formadores de comunidades eclesiales, formadores de ministerios y diaconías eclesiales.
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Scarlett*
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Registrado: 21 Nov 2007
Mensajes: 1623

MensajePublicado: Mar Feb 10, 2009 3:18 am    Asunto: Re: Urge un concreto y real PLAN DIOCESANO DE EVANGELIZACIÓ
Tema: ¿Qué ministerios, para cuál Iglesia?...
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Juankas escribió:
Urge un concreto y real PLAN DIOCESANO y ECLESIAL DE EVANGELIZACIÓN

Primero necesitamos cambiar la mentalidad eclesial.
Las parroquias tienen urgentemente que cambiar el sistema pastoral.

Necesitan ser casas y escuelas de comunión eclesial y de misión evangelizadora.

Dejar de ser una parroquia clientelista a ser una Iglesia misionera: Dejar tanto servicio de misas al día y más ágape y más formación de ministerios para ir a formar comunidades vivas en otras parroquias que no tienen ningún servicio eclesial ni hay comunidad.

Los sacerdotes no pueden ser correcaminos, corremisas. Hay que formar evangelizadores y formadores de comunidades eclesiales, formadores de ministerios y diaconías eclesiales.


Paz y bien.

Tengo tiempo en los foros y no me había dado una vuelta por aquí.
Personalmente no tengo nada que ver con ministerios, ni nunca he participado en una comunidad parroquial como miembro de un grupo.
Pero tengo la triste experiencia de haber querido acercarme a uno para tratar de integrarme y ser rechazada.

Eso es triste, tal y como pintas la situación. En el caso concreto, el rechazo no proviene del párroco, al contrario, sino de las personas encargadas o en quien se delega autoridades.

Pienso que cualquier persona que se acerca a un grupo para tratar de integrarse debe ser aceptada y conducida hacia el lugar en que es necesitada.
Para ello se le debe conocer antes de... pero ¿cómo conoces a alguien si no le das oportunidad de ello?

Creo que el delegar responsabilidades en cargos así, es ciertamente algo muy delicado. Creo que el laicado debe darse cuenta que al servir en un grupo o ministerio, se sirve a Dios directamente, porque se realiza la misión que Cristo nos encomienda.

Creo que la persona que esté más cerca del sacerdote, debe tener mucho cuidado en su forma de actuar SIEMPRE y sobre todo, estar consciente de que no sirve al sacerdote, sino a la iglesia de Dios.

Ahora si que como quien dice: "Es poco el amor y desperdiciarlo en celos".

Te comento, por ejemplo que la persona a la que me dirigí en respuesta a una invitación del sacerdote, me dijo: "Claro. No se tiene nada que hacer y se va a hacerlo a la iglesia. ¿Cómo no lo hicieron antes?"

Esas fueron sus palabras y me hirieron profundamente, porque ella no era nadie para juzgar las motivaciones de una persona para acercarse a la iglesia.
Cierto que estaba saliendo de una depresión, pero no fué el motivo para tratar de ayudar en la iglesia, sino un agradecimiento profundo a Dios por haberme sacado de ella y por salvar mi vida, la de mi hijo, y por tantas y tantas cosas.

Es cierto que estuve mucho tiempo alejada de la iglesia, pero éso ella no lo sabía. Y si lo sabía, fué por indiscreta y oir confesiones que no debía, aprovechando el puesto de cercanía con el sacerdote. Supongo, porque ¿de qué otra manera podía haberse enterado?

Ella no lo supo, porque no está uno para andar dando explicaciones, pero si hubiera sabido la ilusión con que me acerqué a servir, tal vez como muchas personas que nunca han dejado la iglesia, hubiera pensado dos veces el rechazarme.

Creo entonces que los pobres sacerdotes a veces llegan a estar "secuestrados" por personas como ésta, que en aras de cumplir un ministerio, sólo entorpecen su labor.

Y leyendo lo que escribes, puedo intuir la poca preparación de algunas personas, puedo entenderla y lamento mucho que los sacerdotes no tengan mejores personas a su lado, porque se alenta mucho su ejercicio. Queda en una mera labor de predicación y no de un verdadero acercamiento con las personas.

El sacerdote que conosco, yo noto las ansias de que se le toque, de que se acerquen a él, pero no estamos acostumbrados los fieles a hacerlo por lo menos en donde yo vivo.

Es cierto que entre misa y misa de un lado a otro, poco pueden hacer en ése sentido. Y también estoy consciente que los laicos que les ayudan, dejan muchas de sus ocupaciones por ayudar.

Entonces, ¿porqué cerrarse cuando alguien quiere ayudar? Eso es lo que no entiendo. O mejor dicho, no quiero entender sus motivaciones, porque me llevaría a juzgar, como ella lo hizo conmigo y no soy quien para hacerlo.

La iglesia ha sobrevivido y sobrevivirá, porque Cristo es su cabeza. Y si creemos en El, tenemos ésa certeza; lo cual no obsta para que no hagamos nosotros nuestra labor. Es a nosotros a quien nos pedirán cuentas de lo que hicimos o no.

Yo en ése sentido tengo mi conciencia tranquila. Lo lamento por quienes sabiendo que se necesitan manos, rechazan las que se ofrecen.
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