Señales de vida

[Omar_Perú]

Tengo una alegría muy pequeña, muy pequeña y la llevo acurrucada junto a mi pecho, es muy inquieta y me cuesta mucho mantenerla callada, quiere gritar a todos los vientos mi alegría, es imprudente, por eso la llevo cobijada.

Es un secreto que me hace brillar, que me devuelve la esperanza y dirige mi mirada hacía un horizonte dorado, cálido, tranquilo, un camino ascendente donde el aire cada vez se hace más limpio, donde crecen flores espectaculares y no hay tiempo para detenerse a apreciarlas porque van brotando una seguida de otra, como si quisieran alabar a Dios con su belleza.

Ángeles me llevan de la mano, me acompañan en este ascenso, confortan mi corazón con cariño, me deleitan con su presencia hermosa, me enseñan con su ejemplo a ser mejor.

Hablé de un desierto desolado, de muerte, de tristeza y de olvido. Regué con mis propias lágrimas todo ese infertil campo, y de pronto vi aparecer en medio de tal desolación, tímidamente asomando sus hojitas, una pequeñísima plantita, un regalo inmenso de Dios, mi Bendito Salvador.

Yo no cabía en mi de gozo, y me tiré al suelo a cuidar a mi plantita, qué fuerte era para crecer en un medio tan adverso, me partía el corazón su ánimo por crecer, por no morir. Y desde entonces soy feliz.

Pero esa flor tan preciosa no es mía, es una flor de Dios, no puedo tocarla, solamente cuidar que sea cada vez más hermosa, y mi corazón en lugar de entristecerse se alegra, porque tengo conmigo la flor más bella de todas, la más perfecta, la más fantástica, inconcebible y extraordinaria de todas las flores.

Estoy cautivado por su fragancia, asombrado por su perfección, enternecido por su pureza, toda mi alma se alegra con ella en contemplación.

Juntos vamos a la iglesia, rozando apenas el suelo, volando de puntillas para no hacer ruido, mi corazón estalla de júbilo al apreciar el esplendor de su belleza adorando a Dios, como si fuera un altar vivo y santo, un pequeño ángel de rodillas que me enseña.

El amor.
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Abrazos,

Omar